domingo, 14 de febrero de 2016

DE MI SANGRE

DE MI SANGRE

En el transcurso de la noche entre el 14 y el 15 de febrero ha comenzado realmente a llover en Palma, después de tanto tiempo, las reservas hídricas bajo mínimos y la ropa tendida.

Un hombre tiene miles de hijos y su gemelo no tienen ninguno. Un exceso de fluidos vitales determinan esa prolífica paternidad. Los que no tienen nada que dar apuestan para perder, dan la mano, fijan la mirada en el cristal y duermen sin soñar.

De mi sangre alguien pretende sacar conclusiones, de mi sangre roja y de mi sangre negra; las agujas se rompen fácilmente y los ojos y las manos que manipulan la sangre influyen en su valor, la alteran, la contaminan con sus prejuicios profesionales.

Yo sueño con escribir un libro donde no aparezca -de la primera hasta la última línea- el imperativo "Yo".

Al final del túnel la luz aguarda; otra vida es deseable (por la aventura); la misma vida incluso si la conciencia no fuese borrada.

Pocas figuras son más perfectas que el círculo. No existe la línea recta, ni en este Mundo ni en este Universo. Un concepto geométrico no puede trasladarse literalmente ni a la vida ni a la escritura.

La mayor parte de las veces escribo para mí mismo, sin pensar en lectores ni siquiera en un solo lector (pues entonces las palabras nacerían condicionadas).

Se acumulan los infortunios y las felicidades. Pero la felicidad absoluta no se impone como realidad -lo que sí hace la lluvia-, se intuye ante la ausencia de dolor; y tampoco la fatalidad es norma, sucede cuando sucede y cuando es percibida como tal.

Hay una melodía evidente en la lluvia de esta noche, entre el 14 y el 15 de febrero. Esa música es extraña y nostálgica. Como si llovieran recuerdos, años de infancia dando un gran salto de años, justificaciones del por qué si y del por qué no.

Ella cumpliría cien años en apenas dos semanas. En el transcurso de esa larga noche -un siglo, ni más ni menos- no olvidar que los métodos cambiantes del observador, que las variables históricas, que los instrumentos y las ideologías han perturbado la historia.

De mi sangre nada ha nacido; de mi locura, de esta energía inagotable y fastidiosa, frases hechas como "un mar de dudas".

Una impertinente leyenda encontrada, en un odiado idioma, sobre una camisa negra: "I Was Here". Ropa tendida en la noche, bajo la lluvia y agitada por el viento.

Incumples las normas. Tu sangre analizada revelará que incumples las normas. No levantas pesas en un gimnasio, pero andas todo el día con la copa en la mano; no corres, vuelas; no te decides por la esterilidad. Tu proyecto más ambicioso es escribir una carta que, tal vez, no sea escrita, enviada, leída.

Reír y sonreír son actos de la voluntad que se oponen al acto de la muerte donde no hay -no puede haber- elección.

Cuando un corazón (o un cerebro) reseco se renueva con la lluvia -como una esponja-, se da la licencia para inventar un dios de la lluvia. Ese dios derrama sus lágrimas y así las mareas, los hijos, las montañas azules y los árboles que no se doblegan, y así los ríos que fluyen; y así es posible desatar el nudo -cuerda por cuerda- que impide al presente ser pasado y ser futuro.

La música de la lluvia, ya conocida y repetida tantas veces, tan alegre para un alma navegante, pudiera ser -porque es anhelo de mi sangre y esta noche de nuevo la reclama- un corto fragmento de verdadero éxtasis y verdadera voz humana: un violonchelo fijado al suelo por su espiga y sujeto entre las piernas -su vestido rojo- de Hanna Chang. Lo demás son palabras.





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