lunes, 30 de abril de 2018

ROSALÍA / AUNQUE ES DE NOCHE

DE QUÉ FUEGO ESTOY HECHO

DE QUÉ FUEGO ESTOY HECHO

"No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos 
y fuegos de todos los colores. 
Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, 
que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; 
pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, 
y quien se acerca, se enciende." 

Eduardo Galeano. El libro de los abrazos. Siglo XXI. 2007. Pág.: 1 (página primera).


I

Al principio un fuego pequeño, no mayor que la llama de una cerilla. 
Luego crecí, me hice grande, más grande, 
hasta igualar a un sol fanático y laborioso que ciega con su luz. 
Y como un sol ardí hasta consumirme, 
pasé del rojo al naranja, del naranja al amarillo, 
me volví frío, azul o blanco, concentrado y empequeñecido
hasta regresar a mi origen. Finalmente, al desaparecer, 
pude llevarme todo el fuego conmigo. 


II

A otros fuegos distintos, cercanos, lejanos, crepitantes o insonoros,
visibles en su viveza y escondidos en su humo,
los vi de cerca y de lejos, creí entenderlos o no, los amé,
los ignoré, los aparté de mí, y siempre ardí sin tenerlos en cuenta.
No competí con ellos, a pesar de que algunos me buscaron.
Mis llamas se han bastado a sí mismas para ser.
No hay fuego real y verdadero que necesite otro fuego,
otra luz que lo alimente, otro calor que lo prenda.


III

Repele mi fuego a la mano porque arde, al labio por su contacto,
al oído quizá no, al ojo ni mucho menos.
Se arriesga quien se aproxima a mi hoguera,
pues mi hoguera no es hospitalaria, y tomando todo acercamiento
como una posible amenaza, al defenderse, ataca
con sus innumerables lenguas afiladas de filos incandescentes.
Pero sucede que al alba mi fuego se apacigua, se duerme,
y entonces soy vulnerable.


IV

¿De qué fuego estoy hecho? -me pregunto.
Pero en este teatro la cortina no se abre, la función no comienza.
Conoce a la perfección su monólogo y su papel el actor.
Hay velas encendidas en todos los ángulos. La luz se apaga.
¿De qué fuego estoy hecho? -me pregunto.
Un enmascarado que me suplanta incendia el escenario,
sus palabras no son las mías. Un brillante foco como sol enfurecido
deslumbra, anula y desconcierta. Pone el punto y el final.

Salvador Alís.



















sábado, 28 de abril de 2018

MXMTOON / FLY ME TO THE MOON

EN LA RED

EN LA RED

Un pescador anónimo lanzó hoy su red al cielo,
una red trenzada con hilos de nube. El pescador pretende
atrapar la luna llena, cazarla al vuelo, mas la luna no quiere,
tampoco se aleja, pasa tras los hilos de la red
cediendo instantes de la luz que refleja
y no le pertenece; ahora brilla, ahora se oscurece,
no olvida que en los extremos de la red hay gotas de plomo
que pesan más que el aire, más que el agua,
gotas pero no lágrimas, no anzuelos, deseos que suben
y bajan hasta ese cielo y estas profundidades.
Intenta el pescador invisible apropiarse de la luna,
lanza su red tejida con blancos y con grises,
espera que la luz caiga en su red y convertirla en trofeo.
Pero sigue su curso la solitaria luna, al tiempo ajena
y consciente del ataque, abiertos como cráteres
sus mil ojos indiferentes, inalterables su inteligencia
y su desdén, pues la red no la alcanza
y su luz intermitente juega con los hilos de nube
y vela los sueños de la noche que no sueña, que no duerme
porque se desvela. El pescador ignorado sabe que esa luz
nocturna jamás caerá en su red, y que la distancia
que lo separa de la órbita de esa luz es inalcanzable;
y a pesar de ello lanza hoy su red al cielo.
Es propio de la naturaleza humana intentar comprender
lo incomprensible, reparar una y otra vez
la red dañada, soñar antes y después de esta vida;
antes y después, asomarse a una ventana.
El pescador imaginario: su cielo, su amor, su red, la luna.

Salvador Alís.



sábado, 21 de abril de 2018

THE SMITHS / MEAT IS MURDER

ZOOILÓGICO

ZOOILÓGICO

Aunque la palabra "zoológico" derive de la unión de los términos griegos: zoo (animal) y logos (estudio), me permitirán que trastoque su significado, tomando por lógico (es decir, de acuerdo a la lógica) lo que así se escribe. Atendiendo a ese trastocamiento podría considerarse que un zoo es aquel lugar donde se encierran animales lógicos, o donde lógicamente son encerrados o se encierran de acuerdo a cierta lógica (¿cuál?). Si tenemos en cuenta que en un zoo no suele haber animales domésticos (ya que estos comparten de manera diferente su hábitat con los seres humanos, en el mejor y en el peor de los casos, en viviendas, en espacios naturales, en naves industriales, en amplias granjas o en reducidas jaulas), sino animales salvajes, deberíamos concluir que el concepto adecuado sería entonces zooilógico, puesto que un animal salvaje es y debe ser por definición un animal libre, que apenas se relaciona con el ser humano, cuyos territorios no se mezclan habitualmente sin un resultado atroz, bien por la intromisión de unos o de otros, fieras y cazadores. Y alguno preguntará "¿y qué pasa con los safaris fotográficos, con el oso que se acerca a una casa en busca de golosinas? Son excepciones, por desgracia cada vez más frecuentes. El hombre molesta al animal, se entromete en su zona de vida, lo expulsa, lo arrincona, y el animal a veces reacciona adentrándose en aquellos lugares previamente arrebatados por el hombre. Exhibir animales salvajes en recintos antinaturales, por mucho que se intente recrear allí una naturaleza, no tiene nada de lógico. Y resulta, en mi opinión, una absoluta canallada. Se dirá que los zoológicos constituyen el último reducto de salvación para algunas especies en peligro de extinción, pero esta lógica es absurda porque implicaría impunidad para encerrar y exhibir de igual modo a especies humanas amenazadas, pueblos nativos del Amazonas o de África, indios norteamericanos, etcétera. Lo trágico es que en algún caso ya se ha hecho, ya existen reservas y campos de refugiados. Ya existieron (y siguen existiendo) campos de concentración y exterminio, mataderos. El hombre civilizado es el causante de la extinción de muchos y muy bellos animales, el responsable del marginamiento de pueblos más indefensos. Y la ley principal, el respeto al derecho de todos y cada uno de los habitantes del planeta (humanos o animales) a disfrutar de la libertad de ocupación (y también de movimiento) de su espacio vital, no se cumple.






En 1984 realicé las tres fotografías que ilustran esta entrada. Ya entonces me sorprendió la profunda tristeza de los adormilados tigres, del chimpancé con los brazos cruzados (¿en señal de defensa?), del leopardo resignado a su suerte. En todos ellos se dibujan sin solución las sombras de los barrotes. Entonces yo tenía menos de la mitad de la edad que tengo ahora, había contemplado la mitad de la mitad de las cosas que a lo largo de mi vida he contemplado, sabía la octava parte o menos de lo que ahora sé. Por eso, a pesar de mi sorpresa, me limité a enfocar la cámara y tomar esas instantáneas, ignorando que 33 años después me rebelaría tan intensamente contra su significación y su lógica. En el zoo de Valencia, en aquella época, no recuerdo que hubieran ni elefantes ni osos (animales tan queridos para mí) aunque tal vez los hubiera. Pero desde luego lo que no había era un canguro. Una escueta noticia de prensa dice hoy que en un zoo de Fuzhou, una población del sureste de China, fue lapidada el 28 de febrero de este año una canguro hembra de 12 años (no se menciona su nombre, aunque debería tenerlo), a manos de un grupo de visitantes que le lanzaron piedras, ladrillos y trozos de hormigón con el objetivo de hacerla saltar. ¿Qué hacía una canguro en un zoo de China? Y, sobre todo, ¿por qué no saltaba? Quizá no estuviera alegre, no fuera feliz. Quizá se sintiera cansada o no encontrase un motivo por el que saltar. Pero claro, esto los visitantes no debieron pensarlo, no lo tuvieron en cuenta, no le dieron importancia, descerebrados turistas que siempre exigen satisfacción inmediata a sus deseos. Cuesta entender actitudes semejantes, y por ello hasta llego a dudar de la noticia. No obstante -me digo-, aunque fuese falsa podría ser verdadera. La fuente proviene, según la prensa local, de la CCTV (un canal de la Televisión Central de China en Español, creado en 2007, y cuyo contenido se basa en programas educativos, informativos y de entretenimiento). Cuando le comento la noticia a D., y abundo en la idea de la crueldad de los chinos (una generalización) que se comen a los perros y a los gatos y despellejan animales vivos, D. me responde con ágil contundencia que los chinos también son crueles con los chinos. Esto me recuerda un par de citas incluidas por Frédéric Lenoir en su Carta abierta a los animales: "Qué bien se prepara para verter un día la sangre humana aquel que degüella a sangre fría a un cordero, y que presta oídos insensibles a sus balidos quejumbrosos." (Ovidio) "No tenemos dos corazones, uno para los hombres, otro para los animales. O se tiene corazón o no se tiene." (Lamartine)



Fotografías de Salvador Alís. Zoológico de Valencia. Febrero de 1984. 


Imperfecto y contradictorio como soy, no dejaré de señalar que aún como carne, cada vez menos y con mayores problemas de conciencia, que me importan poco o nada algunos insectos, culebras, ranas o peces y, absolutamente nada, otros seres vivos más diminutos como los ácaros o las bacterias. Todavía mi reflexión es en parte intuitiva y selectiva según preferencias que se me escapan. Pero quiero pensarlo, estoy en ello, y el mero hecho de reconocer mis imperfecciones quiere decir al menos que no descarto ese camino. Se me antoja que acabo de hacer una particular defensa del animal salvaje. Iguales argumentos servirían para otros animales: la vaca, cabra u oveja a las que extraen intensivamente la leche que debiera alimentar a sus crías que, sin embargo, son sacrificadas y etiquetadas como lechales; los conejos que no causaron otro mal que devorar la hierba que les pertenece; los ciervos y los jabalís acechados y sacrificados en sus bosques; los patos voladores cazados en su cielo; los toros descuartizados después de la fiesta para separar los cuernos de los rabos; los salmones que ya no remontan el curso de los ríos; las ocas cuya flagrante hepatitis es inducida para poner en valor su hígado en nuestros mercados; y así muchos ejemplos de la manipulación y la crueldad humana sobre otros seres vivos y distintos que difícilmente pueden defenderse de nuestra carnívora cultura y nuestra industria. Pero soy imperfecto y contradictorio, lo admito, y ayer sin ir más lejos, compré pechugas de pollo amarillo y lomos de ternera blanca. Hace años que no como conejos ni caballos, y un par de meses que no como corderos. Por asco, y no por conciencia, no comería los insectos que la cadena de supermercados Carrefour ha empezado a comercializar en España, lanzamiento que tiene como objetivo "ofrecer a los consumidores los productos más innovadores e incorporar a su surtido alternativas de compra sostenibles y respetuosas con el medio ambiente." Quizá se trate de una broma. Tal vez pretendan sustituir a las vacas por saltamontes. En esencia todos somos contradictorios. Los que comemos filetes y los que comemos soja, los que respetamos una invasión de hormigas en la cocina y los que usamos veneno contra ellas. Hitler adoraba a su perro al tiempo que masacraba a los no elegidos. Desde mi primera experiencia en aquel zoo he sospechado (y ahora tengo la certeza) que no necesito comer carne para vivir. Y que matar para vivir no vale la pena. He nacido omnívoro, es verdad, pero también es verdad que soy un hombre con capacidad para rectificar, elegir y sustraerme de las más que evidentes tentaciones de los asesinos profesionales, los negociantes y los matarifes. 

Para aquel o aquellos lectores cuya paciencia les haya llevado hasta este último párrafo, todavía carnívoros (como yo mismo) o carnívoros convencidos, un apunte final: aquí no se pretende atacar sino sugerir y cuestionar, pues nunca es tarde y siempre conviene hacerse alguna pregunta. ¿Por qué existen animales que no comen animales? ¿Cuáles son nuestros favoritos? ¿Porque existen animales que comen animales? ¿Por qué nosotros nos sentimos superiores? ¿Por que somos los más grandes depredadores? ¿Cómo se relaciona nuestra inteligencia con nuestro instinto? ¿Acaso no podemos ir más allá, dar un salto cualitativo en nuestra evolución? ¿Qué nos impide hacerlo?


Salvador Alís.


jueves, 19 de abril de 2018

CARMEN MCRAE / MY FOOLISH HEART

CEREBROS

CEREBROS

Advertencia preliminar: Si usted es o sospecha ser una persona aprensiva, mejor pase de largo y evite leer este texto. 


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     La noche del último sábado, cuando volvía a casa en el abarrotado bus de la línea 1 desde el aeropuerto, tuve la oportunidad de escuchar una conversación ciertamente inquietante. Una pareja de mediana edad, cubanos si no me equivoco a juzgar por su acento, comenzaron a hablar de huesos y de operaciones. Al principio no les presté mucha atención, pero al encontrarse ellos a un palmo escaso de mi asiento pronto me causaron malestar, pues lo que menos me apetece, luego de soportar durante ocho horas las voces de miles de viajeros, la estridente megafonía y el ruido de los motores de los aviones, es seguir oyendo retazos de vidas, opiniones y comentarios expresados sin el debido respeto a los que comparten el reducido espacio del transporte público, habitualmente fantasías, tonterías y especulaciones. Sé que mi deseo es vano, anhelar un poco de silencio después de la jornada, y sé que para otros su deseo es irrefrenable.

     La iniciativa en el relato la llevaba él. Que si los huesos humanos (¿cuáles?) eran capaces de aguantar presiones de 350 kilos; que si a un fulano le habían cortado el esternón longitudinalmente con una radial; que si los accidentes de los esquiadores eran los más graves debido a que su velocidad era un factor proporcionalmente contrario a la resistencia de sus huesos; etcétera.

     Para escapar de esa charlatanería gratuita yo había intentado concentrarme en jugar una partida de ajedrez con el móvil, pero la verdad es que me estaba resultado difícil evadirme. Y de pronto la cosa se puso interesante. No sé cómo, la feliz pareja de turistas cubanos (enormes maletas dificultando el paso y sabedores, supongo, de que Raúl Castro cedería en breve la primera línea de gobierno aunque no el control del partido) pasaron de hablar de huesos a hablar de cerebros.

     El hombre le contó entonces a la mujer la historia de una niña, la hija de unos conocidos, que primero empezó a sufrir intensos dolores de cabeza y luego cambió de carácter y comportamiento hasta volverse muy agresiva, mal hablada, histérica, gritona y maligna. Sí, eso fue lo que dijo, que se volvió maligna. Como sus padres no eran creyentes, en lugar de contratar a un exorcista, la llevaron al médico. Pero ese médico no pudo determinar qué le pasaba a la niña. Poco más tarde la niña murió. Y ante las dudas no resueltas, alguien decidió que era necesario (¿por qué?) hacerle la autopsia. De nuevo apareció la sierra radial en la conversación, muy efectiva y necesaria, según la mujer, para levantarle la tapa de los sesos al cadáver.

     El doctor y su ayudante comprobaron tras examinar el interior de la cabeza de la niña que ésta presentaba una severa infestación de gusanos, así lo dijo el hombre, y que "esos gusanos se le habían comido ya la mitad del cerebro". En ese instante, malograda ya la partida de ajedrez y a punto de entrar en la ciudad, quise llamarles la atención, recriminarles, preguntar si no podían elegir un tema de conversación menos truculento (aunque resultaba evidente que disfrutaban con él, sobre todo el hombre, el narrador) y decirles que me estaban amargando el viaje de vuelta. Pero no dije nada, porque no me gusta hablar con extraños y porque en ese momento la mujer pulsó el botón rojo y se bajaron.

     Se bajaron por la puerta delantera del bus, ellos dos y sus maletas. Y se disipó su morbosa charla. En los cinco minutos restantes hasta mi parada tuve una revelación repentina. Tal vez, pensé, esos gusanos parasitarios sean más abundantes y estén más extendidos de lo que pensamos. Tal vez en esos gusanos se encuentre la explicación de muchos comportamientos malvados o, por lo menos, anómalos. Tal vez, llegué a pensar, esos gusanos expliquen a los que mienten sin avergonzarse, a los que roban sin necesitarlo, a los que deciden guerras atendiendo a sus negocios, a los que violan por sus complejos, a los que inventan venenos, a los que no auxilian al que se ahoga, a los que matan por su poder, a los que hablan con sus dioses, a los que obedecen sin rechistar las órdenes, a los que creen que en lugar de cerebro tienen adentro de su cráneo una rosa, su encendido color y su aroma.

     Lo peor de todo fue que acabé pensando si acaso yo no estaría también sufriendo esa invasión parasitaria, si acaso mis palabras no serían resultado de esa fiebre, de ese laberinto arbitrario causado en mi cerebro por alguna clase de invasores. Pero ayer, durante la siesta, tuve un sueño donde se mezclaban el amor y la pasión, la ternura y el recuerdo, el deseo y el tiempo, el abrazo y el placer. Ese sueño elemental y quizá contrario a mi presente y a mis años debe darse, no obstante, como motivo de esperanza. Y seguro que se opone a cualquier tipo de exorcismo.

Salvador Alís.
   

     







domingo, 15 de abril de 2018

GUANTANAMERA

SI VOLVIERA A NACER

SI VOLVIERA A NACER

Para V., porque a veces se alegra cuando escribo.  


Si volviera a nacer no lloraría el primer día que me llevaran a la escuela,
no levantaría la falda de la hija del médico en el patio,
no permitiría que me abofeteara un maestro ignorante y fascista,
no dejaría abierta la puerta en la noche de mi cuarto oscuro.

Si volviera a nacer no encendería un primer cigarrillo en agosto,
no dibujaría un plátano moteado flotando sobre el castillo,
no pediría en el bar dos yogures sin azúcar en una copa,
no gastaría una sola moneda que antes no hubiese ganado.

Si volviera a nacer no me bañaría en la piscina azul sino en el río,
no leería por leer libros imaginados para engañar a los niños,
no mataría gatos con un arco hecho con varillas de paraguas,
no miraría a los ojos al conejo que ha de ser sacrificado.

Si volviera a nacer viviría otra vida infantil y más seria,
crecería hasta alcanzar la razonable altura de dos metros y medio,
me afeitaría la cabeza por el simple placer estético ante lo inevitable,
y pondría todo mi empeño en construir una máquina del tiempo.

Si volviera a nacer aprendería a tocar el clarinete o la trompeta,
intentaría ser más objetivo y menos subjetivo,
no caería en las acumulaciones por capricho y en el coleccionismo,
no escribiría esta página ni otras semejantes y, desde luego,
no las firmaría.

Salvador Alís.

martes, 3 de abril de 2018

SÍLVIA PÉREZ CRUZ / VESTIDA DE NIT

MIRO EL PAISAJE / BUSCO PALABRAS

MIRO EL PAISAJE / BUSCO PALABRAS

En el estrecho camino que ni a ti ni a mí nos pertenece,
pared de piedra hasta el cielo a un lado,
ladera que se inclina, herida abierta del contrario,
aparecerás un día precedida por tu decisión irrevocable.
Me dirás entonces que sólo tras la defensa convencida
de nuestro paso se gana el amarillo sol más alto
y bajo él la mar azul o más clara agitada si corresponde.

Frente a frente nuestros ojos se abrieron y cerraron,
fieras tranquilas a la espera de una balanza,
de una verdad dicha por su sentido y nuestro dilema:
quién de los dos cede primero -el camino no lo sabe,
el camino no puede vernos, el camino es ciego.

Y esa mirada que no es tuya ni mía permanece
mientras nuestros ojos de distinto color se preguntan 
hasta dónde y hasta cuándo las canciones en el árbol,
hasta dónde y por qué los cerezos y los pinos,
las nubes rosadas, tenues neblinas hasta cuándo,
si hay que seguir o hay que detenerse, mirar el paisaje,
buscar palabras, recrear otra oscuridad, callarse.

Me dirás que de ti no depende, que el estrecho camino
no corta la árida montaña por casualidad, que una flor
se abre por su voluntad y se cierra cumplida
cuando ya ha visto en su totalidad el mundo visible.
Aparecerás ante mí desnuda o blanca, insobornable,
en una mano el libro, en la otra la llave verdadera.
Pero falta la puerta, la puerta no se halla, falta.

No detendrás tu avance, no pronunciarás un sí o un no,
precedida por tus heraldos negros sin espada
serán ellos quienes anticiparán nuestro encuentro,
el lugar y el instante, las deudas y los plazos, la suma 
y la resta, las inevitables condiciones de la rendición.

Salvador Alís.





Salvador Alís.