sábado, 27 de febrero de 2016

"DE AUGMENTIS SCIENTIARUM"

'Francis Bacon, Viscount St Albans' as a boy. Stipple engraving by F. Holl after A. Hughes. Wellcome Library, CC-BY-NC  

     "Así como ciertamente no puede conocerse o probarse bien la mentalidad de nadie sin irritarlo, también la naturaleza artificialmente irritada y maltratada se exhibe con mayor claridad que cuando puede brindarse libremente." 

Francis Bacon (1561-1626) citado por Max Horkheimer. Crítica de la tazón instrumental. Sur. Buenos Aires. 1973, pág.: 60.

jueves, 25 de febrero de 2016

ALTERACIONES

ALTERACIONES

Y a pesar de las palabras, leídas y releídas como escritas por un extraño,
soy consciente de que junto al árbol crece una vid que compite con el árbol,  
una vid gigante que lo iguala en altura y lo supera, y cuyos frutos, 
más pronto que tarde, caerán como granizo sobre la tierra.  

En la sangre, como en los ríos y en las aguas subterráneas y en los mares,
hay vidas minúsculas, formas y significados
que aparentando indiferencia
se encuentran, sin embargo, en íntima relación unas con otras,
dependiendo éste de aquél y cada célula de otra célula o del flujo general,
como cada hoja de un árbol (contra el crepúsculo enrojecido
por un sol que se desvanece y estalla) prendida de su rama,
y esa rama nacida de otras mayores,
y todas, finalmente, de su tronco, y éste de sus raíces y ellas del suelo
y sus nutrientes que, a su vez,
necesitan a la lluvia que cae de los cielos,
donde se forman las nubes por evaporación de los ríos y los mares,
los lagos y las lagunas,
sin que el círculo acabe nunca de cerrarse,
pues es condición imprescindible (para la vida) que permanezca abierto.

En la sangre conviven células redondas y ovales,
planas como platillos, esféricas como planetas, cuadrangulares,
pentagonales, piramidales, filamentosas, inquietas,
tranquilas, voraces, grandes y pequeñas, transparentes,
singulares y plurales, llenas y vacías, agresivas y cobardes,
silenciosas y musicales, calientes como cuerdas de un violín,
frías como una pluma perdida en el invierno.

En la sangre se han producido alteraciones,
algunas formas (sin previo aviso) han mutado o se transforman
en otra cosa por determinar. Y circula esa sangre,
como la savia en un árbol viejo a través de sus xilemas,
ascendiendo o descendiendo (he aquí el enigma),
y trazando a su paso el inmaterial entramado del alma contemplativa
y arbórea donde la delicada ardilla encontró refugio
para esconder su nuez.

Halcones entrenados para la captura y el rapto
se precipitan sobre las hojas, sobre las células, silbando,
y asustan con su preciso vuelo a todos los habitantes del plasma:
hematíes y eritrocitos, plaquetas, linfocitos, macrófagos,
eosinófilos, basófilos y neutrófilos, agua y sales,
albúminas, globulinas y fibrinógenos, lípidos, glucosas,
células y fragmentos de células, corpúsculos y glóbulos,
algas negras, arcillas rojas, piedras blancas y cristales,
grasas y ácidos, ureas y alcoholes y un sinfín de otras sustancias
débiles y asustadizas.

Cuando el Cetrero Mayor libera al halcón de su capucha,
se lanza éste como recta flecha y justa amenaza
contra todo objetivo señalado, pero en su velocidad ignora
que la sutil ardilla ha encerrado su cerebro en una nuez,
y a la nuez en un frondoso árbol, y que el árbol,
que vive por el sol, por la lluvia y por el aire, no se conmueve ni altera,
no muere por cáncer ni por infarto, y protege por igual
a toda criatura que en él busque sombra, cobijo o alimento.

Salvador Alís.





  

martes, 23 de febrero de 2016

PINK FLOYD / TIME

¿QUÉ HACER O NO HACER?

¿QUÉ HACER O NO HACER?

Alguien dijo que el Tiempo se estaba acabando. La prensa y otros
medios de comunicación ampliaron la noticia. Las reservas de tiempo
se agotaban, de eso no cabía duda. No tardaron en alzar la voz
los opositores, los contrarios: el Tiempo aún duraría
lo que durase el sol, miles de años; aún duraría
mientras no se precipitara sobre nosotros un gran asteroide;
aún duraría mientras los océanos estuvieran vivos,
mientras la atmósfera asimilara los venenos y mostraran los vientos
su furia regeneradora. Los más radicales sostenían
que el Tiempo era eterno, que no era concebible un final.

Pero la idea, como suele ocurrir cuando es molesta o inquietante,
se fue instalando en muchas formas de pensar. Cercano el día
en que debamos beber Tiempo desalado. Y la preocupación
fue aumentando y haciéndose general. ¿Cuánto Tiempo nos queda
por vivir? ¿Por qué no llueven días, horas, minutos, segundos?
¿De qué se nutre el Tiempo? ¿Qué hace falta para durar?

Una parte significativa de la población mundial,
la que todavía era capaz de contemplar conceptos abstractos,
cualquier cosa más allá del simple "yo mismo",
comenzó a preguntarse qué hacer
si fuera cierto que el Tiempo llegaba a su término,
si tras la meta alcanzada ya no existiera más futuro.

Fueron convocados filósofos y físicos, astrónomos y astronautas,
expertos de toda valía y condición
y hasta los herederos del inventor del reloj de pulsera.
"Hay que darle la vuelta a todo -se apresuraron unos-,
despertar en lugar de dormir, ayunar en lugar de comer,
practicar la castidad, callar, permanecer quietos,
mirar una pared desnuda..." Otros opinaron la solución inversa:
"Dormir y soñar sin pausa, buscar la alegoría y la pornografía,
alimentarse hasta la saciedad, perder el miedo a las palabras,
confiar en la aceleración constante y vigilar
en el mundo entero hasta la mínima oquedad..."
Y hasta hubo quienes se alzaron con propuestas incongruentes:
"Si es verdad que el Tiempo se acaba
podemos recurrir al clásico truco de los músicos del Titanic.
Hagamos música."

Pero la música sentida sólo se percibe como tal
cuando uno está por morir. Lo demás es jolgorio y pérdida.
Si realmente el Tiempo se acaba, ¿quién escuchará esta canción?

Al menos yo, que no temo esa conclusión, escucho lo que me place,
me acuesto cuando me da la gana,
sueño antes de dormir, busco cierta armonía entre la comida
y el ayuno, me complazco con mis silencios y mis delirios,
tan necesarios unos como los otros, observo todo
a mi alrededor y adopto la posición del loto
tanto frente a la pared vacía como a la ventana iluminada.

Pensar y hacer. No pensar y no hacer. O pensar y no hacer.
O no pensar y hacer. El Tiempo parece que se agota,
la duda persiste y la decisión no ha sido tomada.

Uno se da cuenta de que verdaderamente el Tiempo (o su tiempo)
acaba cuando comienza a repetir las mismas palabras,
imágenes, sentencias, cuando los recuerdos son poderosos
y se imponen, cuando nada nuevo nace
y llega el agua desalada.
Mas si el futuro se alimenta del pasado, si el pasado
es abundante y complejo, nos quedará entonces todo por vivir.

Los ancianos dijeron: "Sí, el Tiempo se agota."
Los niños respondieron: "Falso. Recién ha comenzado."
¿Quién tiene razón? ¿Quién se equivoca?
La decisión está tomada. Se sube la escalera y,
en un momento impreciso, se baja la escalera. Imposible saber
cuando nos damos la vuelta, cuando cambiamos la dirección.
Más y menos es lo mismo. La diferencia es despreciable.

Si existe un dios de dioses, ese dios se llama Tiempo.
Avanzar y retroceder, subir y bajar, hacerse adulto, hacerse viejo,
penetrar o ser penetrado por el secreto..., todo es lo mismo.

"Y como todo es un juego -dice un humilde maestro relojero-
entre alfa y omega, entre el principio y el fin,
yo decido que mis saetas apunten a la esperanza."

Salvador Alís.











domingo, 21 de febrero de 2016

¿QUÉ HACER CON LAS COSAS INÚTILES?

¿QUÉ HACER CON LAS COSAS INÚTILES?

¿Qué hacer con los cuchillos sin filo? ¿Con las cartas no escritas, las escritas y no enviadas, las respuestas que no llegaron? ¿Qué hacer con las cucharas que ya no son capaces de achicar el agua? ¿Con el odio, el rencor, la venganza no cumplida, el temor, la ira? ¿Qué hacer con los tridentes y los mondadientes? ¿Con los dientes de leche? ¿Qué hacer con el reloj dorado que se detuvo a las tres y cuarto y con su caja -esfera terráquea- con sus mares y continentes? ¿Con el Ulysses del que tantos hablan y tan pocos han leído? ¿Qué hacer con el asa de un maletín que ya no existe? ¿Con los raros moldes de zinc para fabricar cigarros puros? ¿Qué hacer con la escena galante grabada en cobre? ¿Con la flor pintada? ¿Qué hacer con la estilográfica de piel de leopardo, con la Parker de acero que no deja fluir la tinta, con el porta-lápices verde oscuro? ¿Con los bisturíes sin usar? ¿Qué hacer con las piedras de otras islas, playas, montañas, volcanes? ¿Con los huesos y los fragmentos de huesos, con las cruces, con el juego de compases, con la rana de bronce, con la moneda cuadrada? ¿Qué hacer con la cabeza reducida por los jíbaros, con el límpido cráneo de un gato? ¿Con las hebillas de latón, los pendientes de oro falso, el anillo de plata roto que muestra una desgastada calavera? ¿Qué hacer con los 428 tapones de corcho que abandonaron sus botellas? ¿Con el collar de colmillos de metal y los dos colmillos de jabalí? ¿Qué hacer con las manos de Durero, con la alta jarra de porcelana inglesa? ¿Con el Guernica en miniatura, con el diminuto conejo de punto, con los azulejos azules de 3 centímetros cuadrados? ¿Qué hacer con tu nombre -letra junto a letra- escrito es 6 dados? ¿Con el pequeño laberinto y las letras del abecedario? ¿Qué hacer con el imán que no descansa, con el metacrilato siempre transparente? ¿Con las piezas insignificantes que dan solidez a una caja? ¿Qué hacer con una caja que contiene otras cajas? ¿Con los elementos independientes? ¿Qué hacer con Diógenes y con el síndrome de Diógenes? ¿Con las palabras ausentes, con todas las que faltan, con las que sobran? ¿Qué hacer con los dedos que no envejecen, con las uñas cortadas? ¿Con los caballitos de goma endurecida de donde se cayeron sus jinetes? ¿Qué hacer con la tabaquera tallada y barnizada hace 50 años? ¿Con los amores que no fueron, no duraron, no supieron o no quisieron ser? ¿Qué hacer con los caminos andados a la inversa y los simplemente despreciados? ¿Con los teléfonos que no llaman y los teléfonos que no responden? ¿Qué hacer con el fuego que no arde, con el árbol consumido? ¿Con los pétalos de una rosa desaparecida de la que se percibe aún su profundo aroma? ¿Qué hacer con la noche interminable y con la interminable sucesión de las noches? ¿Con los ojos que ya no miran nada, que no ven nada, que nada persiguen? ¿Qué hacer con uno mismo, que decisión tomar? ¿Y cómo saber si lo inútil no será útil todavía? ¿Cuándo poner punto y final, cuándo cerrar el círculo de los interrogantes? ¿-------------?

Salvador Alís.

jueves, 18 de febrero de 2016

JULIA LESHNEVA / LASCIA CHIO PIANGA

CONSEJOS PARA MENDIGOS

CONSEJOS PARA MENDIGOS

Los mendigos de Brueghel
Pieter Brueghel "El Viejo". Los mendigos. S. XVI.


Durante siglos fue imagen habitual: mendigos pidiendo limosna en las puertas de las iglesias. Los buenos cristianos y, sobre todo, las buenas cristianas, depositaban en las manos sucias o dañadas, viejas manos enfundadas en el invierno en rotos guantes de lana, pequeñas monedas contradictorias donde concurrían sin conflicto generosidad y avaricia.
Lo importante era el gesto, aparentar ante dios que algo se daba (en realidad puro engaño y auto-engaño), pero dios miraba hacia otro lado y los ojos eran vecinos y feligreses.
En nuestros días ya la imagen es rareza; pareciera que los santiguados se han cansado de fingir. Con la oportuna escusa de la crisis, los creyentes acuden a sus confesiones (terapias gratuitas impartidas por seudo-psico-teólogos) con los bolsillos vacíos.
Mejor los centros comerciales y, si me apuran, hasta las sedes de los partidos políticos (a ser posible en presencia de periodistas y cámaras de televisión); allí circula el dinero a raudales.
En cuanto a los supermercados, una advertencia para el mendigo solitario: si decide apostarse a sus puertas corre el peligro de tener que hacer frente a una mafia que defenderá con voces incomprensibles y con duros garrotes el lugar.
Mención aparte merecen las taquillas instaladas en el exterior del super de ECI (lo sé por experiencia propia): en un minuto, con el disimulo de depositar una simple bolsa de plástico vacía, puede uno hacerse fácilmente con 2 ò 3 euros; la gente es olvidadiza y a menudo no recupera la moneda del cajetín.
Los mendigos que piden en las calles, no arrodillados y pretendiendo infundir lástima (esa es otra historia), sino abordando a los transeúntes en las aceras próximas a las paradas del bus, fracasan cuando utilizan la justificación del transporte; tendrían más éxito diciendo la verdad, porque cualquiera sabe que no van a ninguna parte, diciendo por ejemplo: "¿Me daría usted un euro para comprar vino?".
La mentira o la intuición de la mentira activa nuestras defensas, despierta la desconfianza; la sinceridad produce empatía.
Tampoco sería mala idea no pedir a cambio de nada sino ofrecer (o intentar vender) alguna cosa: una vieja postal o quién sabe qué objeto humilde y curioso hallado en un contenedor (hoy en día se tira a la basura hasta el alma, la propia o la de otros, entera o a pedazos), un garabato hecho en una hoja de libreta con un lápiz o bolígrafo baratos (como obra auténtica y firmada), un poema o incluso una escueta sentencia que tuviera que ver con la filosofía de la mendicidad. Otras mercancías pueden considerarse, menos el oro falso y las corbatas.
Lo que quizá ignoran muchos mendigos (o lo saben y lo desprecian) es que con un poco de esmero, aseo y buenos modales, podrían comer en los mejores restaurantes, no siempre, eso es claro, sino en contadas ocasiones, por ejemplo el día de su cumpleaños )si acaso lo recuerdan); nada como hacerse pasar por un excéntrico y, con el postre, hallar una piedrecilla, una esquirla de cristal o unos cabellos de distinto color en la mousse de chocolate.
Las mismas condiciones para beberse al menos media botella de un trago de los mejores vinos de un club de gourmets; el aspecto y la discreción son fundamentales, y un sacacorchos comprado en un bazar. Allí donde más seguros se sienten, donde la sospecha es mínima, es donde resultan más vulnerables.
La debilidad del mendigo es su soledad inapelable, a veces su carácter tosco e insolidario (respecto a los  semejantes y contrarios, aunque no hacia sus animales de compañía).
Hace años (supongo con alguna tristeza que ya deben haber muerto) conocí en el aeropuerto de Palma a una anciana mendiga de gran dignidad: no aceptaba nada para ella pero sí todo para su hermoso gato, del que no se separaba o no podía separarse, y que solía dormir sobre una mullida manta en la parte superior de un carrito para maletas donde ella portaba sus pertenencias. Le regalé en varias ocasiones latas de comida; su dulzura al darme las gracias en nombre del gato (al que me permitió acariciar pero no molestar) fue una preciosa recompensa de felicidad.
Pueden confundirse; no son iguales. No es lo mismo un buscavidas que un mendigo; el primero se las sabe todas; el segundo muestra apenas su indiferencia o su desapego. "No me interesa nada y mi sombra es la muerte" -dice el mendigo. "Me interesa todo y el sol que más calienta" -dice el buscavidas. Uno y otro sobreviven a su manera, negando o insistiendo.
Con las limosnas de un buen día se puede comprar una pistola de imitación para asustar a los fantasmas. El miedo no se compra, aparece. La muerte no se convoca, nos acompaña. La cruz no se hace si no se superponen dos líneas perpendiculares, dos líneas que se proyectan en direcciones divergentes.
Si algún día (dios no lo quiera) te ves como mendigo, intenta alquilar un traje (de etiqueta o de payaso, a tu libre elección) y no te arrodilles ni escribas tu escueta biografía en un cartón con faltas. No busques refugio en antesalas de bancos, allí acostumbran a mear los acomplejados. Entra en un museo y rasga con un alambre afilado el cuadro más famoso. Y di, cuando te detengan, sin oponer resistencia, que tú lo hubieras pintado mejor.

Salvador Alís. 
  

miércoles, 17 de febrero de 2016

HANNA CHANG / PASSACAGLIA FOR VIOLIN AND CHELO

MADE IN HONG KONG

MADE IN HONG KONG

En las más altas montañas de esta cordillera
viven pájaros cautivos.
Si descienden lentamente o si caen en picado,
el resultado es el mismo: arden las alas
y se estrellan contra el suelo.

El valle con sus hierbas y sus flores, su agua fresca,
insectos, lagartijas y roedores, es zona prohibida;
inalcanzables el pino y sus piñones,
la dorada mariposa, la zumbadora abeja y su miel;
inalcanzable el cálido perfume
y más inalcanzable aún la miga de pan
y la encarnada amapola.

Condenados, pues, a sobrevolar las cumbres,
pájaros extraños entre paredes de piedra
y hielo que jamás se derrite
vuelan en círculos arriesgando su vuelo,
su estructura alada, su integridad;
alguna que otra planta es venenosa,
el alimento no abunda
y la depredadora es el águila.

Como ese pájaro que se posa,
en contadas ocasiones, sobre la roca desnuda,
te adentras en el inhóspito laberinto
de los libros que no contienen una sola verdad.

Los pasillos entre las estanterías son tan estrechos
que impiden el vuelo; un coro de voces extranjeras
acompañan y cubren a la voz principal
hasta hacerla inaudible.

Botas de cuero para montar a caballo,
secas o muertas; fotografías de Egipto y de Estambul
pegadas hace décadas sobre las páginas
de un álbum negro;
ejércitos de plomo; bronces sin brillo;
ceniceros aprisionando colillas.

En ese laberinto inglés, dos láminas enmarcadas
de Louis Wain. El propietario pide por ellas
lo que valen para él; reacciona con sarcasmo
cuando se le pregunta si son originales:
"Se trata de Louis Wain, ¿qué piensa usted?,
una simple postal vale lo que vale, Louis Wain."

Cuando uno se confiesa gatomaníaco,
el viejo librero desaparece y reaparece
con un minúsculo gatito negro de ojos amarillos
en la mano: "Me lo regaló mi madre
cuando cumpli once años, ahora tengo setenta y dos,
calcule usted. Comprado en Londres, hacia 1954."
En el gatito una inscripción ilegible.
No acepta pagos que no sean en efectivo.

El cajero automático solo dispensa billetes
de cincuenta. Aprovechas el viaje de vuelta
para comprar una botella de Soma
con su bello pájaro en la etiqueta.
Te sientes como el pájaro de las alturas,
feliz por haber descubierto una comestible
mora negra o un solitario arándano azul.

De vuelta a casa y aplicando la lupa descubres
que la inscripción del gatito dice:
"Made in Hong Kong".
En algún lugar escondido de tu laberinto personal
guardas tu máscara de pájaro
y un fragmento diminuto de piedra gris
donde se intuye la mitad posterior de un león tallado
y erosionado por el tiempo.

La máscara tiene veinte años;
la piedra, quizá, dos mil. Ningún objeto vale
si no se arriesga en el precio. Al gatito negro
no se le puede desprender el polvo adherido.

Si el pájaro de las montañas desciende al valle
se queman sus alas, se estrella y muere.
Y si alguien como tú se interna
en el laberinto de las mentiras encuadernadas,
después te asaltan los sueños donde una multitud
de gatos antropomórficos
intenta derribar una puerta, sin conseguirlo,
en un jolgorio gatuno imaginado desde el genio
y la esquizofrenia.

Un pájaro de las alturas nunca
debe lanzarse contra la cola de un felino.
Cada protagonista de este relato inventado
piensa que su mundo es real: el león de piedra,
el águila voraz, la mariposa dorada,
la abeja zumbadora, el tímido ratón,
el lagarto de Rodas, el soldado pintado.

Tampoco el que cuenta la historia
ni el lector son reales;
aquí se describe un sueño:
en las más altas montañas de esta cordillera
viven pájaros cautivos.

Y tú, que crees dominar el vuelo
y a todas las criaturas mencionadas,
debes saber que todavía la cúspide mayor te niega,
que esa altura es la noche iluminada,
y que todos los pájaros que allí vuelan
no son más que sombras sin consuelo.

Salvador Alís.




 












domingo, 14 de febrero de 2016

HANNA CHANG / THE SWAN

DE MI SANGRE

DE MI SANGRE

En el transcurso de la noche entre el 14 y el 15 de febrero ha comenzado realmente a llover en Palma, después de tanto tiempo, las reservas hídricas bajo mínimos y la ropa tendida.

Un hombre tiene miles de hijos y su gemelo no tienen ninguno. Un exceso de fluidos vitales determinan esa prolífica paternidad. Los que no tienen nada que dar apuestan para perder, dan la mano, fijan la mirada en el cristal y duermen sin soñar.

De mi sangre alguien pretende sacar conclusiones, de mi sangre roja y de mi sangre negra; las agujas se rompen fácilmente y los ojos y las manos que manipulan la sangre influyen en su valor, la alteran, la contaminan con sus prejuicios profesionales.

Yo sueño con escribir un libro donde no aparezca -de la primera hasta la última línea- el imperativo "Yo".

Al final del túnel la luz aguarda; otra vida es deseable (por la aventura); la misma vida incluso si la conciencia no fuese borrada.

Pocas figuras son más perfectas que el círculo. No existe la línea recta, ni en este Mundo ni en este Universo. Un concepto geométrico no puede trasladarse literalmente ni a la vida ni a la escritura.

La mayor parte de las veces escribo para mí mismo, sin pensar en lectores ni siquiera en un solo lector (pues entonces las palabras nacerían condicionadas).

Se acumulan los infortunios y las felicidades. Pero la felicidad absoluta no se impone como realidad -lo que sí hace la lluvia-, se intuye ante la ausencia de dolor; y tampoco la fatalidad es norma, sucede cuando sucede y cuando es percibida como tal.

Hay una melodía evidente en la lluvia de esta noche, entre el 14 y el 15 de febrero. Esa música es extraña y nostálgica. Como si llovieran recuerdos, años de infancia dando un gran salto de años, justificaciones del por qué si y del por qué no.

Ella cumpliría cien años en apenas dos semanas. En el transcurso de esa larga noche -un siglo, ni más ni menos- no olvidar que los métodos cambiantes del observador, que las variables históricas, que los instrumentos y las ideologías han perturbado la historia.

De mi sangre nada ha nacido; de mi locura, de esta energía inagotable y fastidiosa, frases hechas como "un mar de dudas".

Una impertinente leyenda encontrada, en un odiado idioma, sobre una camisa negra: "I Was Here". Ropa tendida en la noche, bajo la lluvia y agitada por el viento.

Incumples las normas. Tu sangre analizada revelará que incumples las normas. No levantas pesas en un gimnasio, pero andas todo el día con la copa en la mano; no corres, vuelas; no te decides por la esterilidad. Tu proyecto más ambicioso es escribir una carta que, tal vez, no sea escrita, enviada, leída.

Reír y sonreír son actos de la voluntad que se oponen al acto de la muerte donde no hay -no puede haber- elección.

Cuando un corazón (o un cerebro) reseco se renueva con la lluvia -como una esponja-, se da la licencia para inventar un dios de la lluvia. Ese dios derrama sus lágrimas y así las mareas, los hijos, las montañas azules y los árboles que no se doblegan, y así los ríos que fluyen; y así es posible desatar el nudo -cuerda por cuerda- que impide al presente ser pasado y ser futuro.

La música de la lluvia, ya conocida y repetida tantas veces, tan alegre para un alma navegante, pudiera ser -porque es anhelo de mi sangre y esta noche de nuevo la reclama- un corto fragmento de verdadero éxtasis y verdadera voz humana: un violonchelo fijado al suelo por su espiga y sujeto entre las piernas -su vestido rojo- de Hanna Chang. Lo demás son palabras.





viernes, 12 de febrero de 2016

ANOTACIONES 12-II-2016

ANOTACIONES 12-II-2016

La actualidad te aburre más cada día, deja de interesarte cuando su relato no puede ser de ninguna forma concluido. No vives por tanto en el presente; vives en el futuro (en cuanto especulación) y en el pasado (en cuanto memoria). La idea de especular con el pasado e imaginar un futuro ya vivido tampoco te es ajena.

Unos pocos piensan en muchos. Muchos piensan en unos pocos. Y la mayoría sólo piensan en sí mismos; a esto último se le puede llamar egoísmo, depravación moral o instinto de supervivencia. Pero todos los títulos pueden ser aplicados igualmente a las dos primeras alternativas.

Es fácil llevar una doble vida, eso lo hace cualquiera. Lo complicado es llevar tres o cuatro o cinco o más vidas a la vez. Y llevar una sola, ser siempre igual a uno mismo, se me antoja que debe ser imposible.

Bajo una farola de luz amarillenta se distingue una pequeña estrella roja, una especie de flor de achira suspendida en el aire, flotando a un par de palmos de la cubierta de la bombilla. La farola, del otro lado de la calle, se yergue y se curva frente a mi balcón, delante de la fachada del colegio San Francisco de Asís. Esa pared que antes era uniformemente blanca, después de la restauración de hace unos años, aparece ahora cubierta con grandes paneles de colores crema, amarillo mostaza, ocre y burdeos. Mientras intento descifrar cuál es la naturaleza de la estrella inmóvil en la invisible línea vertical que une la cabeza de la farola con el suelo, la estrella comienza a elevarse lentamente hasta fundirse con la luz más intensa y próxima al foco y luego desaparece. Creo que se trata de una araña que pendía de su hilo, al acecho de los numerosos insectos que suelen acercarse hipnotizados a toda fuente de luz, que buscaba darse un festín y a la que tal vez asusté con mi presencia. Siendo simplemente una araña, y a pesar de lo poco que me gustan los arácnidos, jamás diría de ella que fuese egoísta.

Has pagado por tu destino con todo tu pasado, ese ha sido el precio, pero sólo un anticipo, el primer plazo; el segundo será la vida que te quede por vivir; y el tercero y definitivo, para saldar la deuda, será la muerte.

Se dice que al morir los seres humanos perdemos algunos gramos: los correspondientes al alma (que se escapa del cuerpo) o a ciertas funciones neuronales (que cesan o se apagan); pero no hay acuerdo ni evidencia científica que lo ratifique. Lo que es seguro es que yo, sin necesidad de morirme, peso hoy menos que ayer: simplemente me sacaron una muela.

A veces los monigotes se asustan de los titiriteros. Para comprender esto hay que ir a las fuentes. El argumento de la obra es otro.  



domingo, 7 de febrero de 2016

EL CIRCO ESPAÑOL / SEGUNDA PARTE

EL CIRCO ESPAÑOL / SEGUNDA PARTE

El Gran Circo Mundial se divide en múltiples circos y estos, a su vez, en otros más pequeños..., y así sucesivamente hasta acabar en el más ínfimo de todos que -si no ando equivocado- es el circo de las pulgas. Suele acontecer que en muchos circos la estrella principal sea el tragafuegos (o escupefuegos) o también el malabarista. Por centrar el tema, supongamos que en un circo importante y tan festivo como la ciudad de Valencia hubiera una experta en juegos malabares con larga historia y manifiesta destreza, pero que durante años privara al público de admirar sus ejecuciones, bien pagada sin embargo, a quien los propietarios del circo le permitieran actuar tras las bambalinas, lanzando ella al aire en óvalos o círculos perfectos sus naranjas al amparo de opacos telones y gruesos cortinajes. ¿No sería conveniente, no tendrían acaso derecho los espectadores (que esta vez sí han pagado -y bastante caros- sus boletos) a exigir que la estrella hiciera una demostración de su arte, por ejemplo en un escenario tan idóneo como la Ciudad de las Idem, subcirco de ciencia y ficción dentro del circo mayor de Valencia? El problema -y seguimos presumiendo- es que quizá las frutas estén ya presuntamente podridas y desprendan un mal olor insoportable y alguna nubecilla de polvo mohoso y tóxico. En resumen: que a los valencianos (y a los japoneses) se les hurta disfrutar del número más destacado del cartel mientras se les distrae con hogueras y fuegos artificiales. Igualmente podemos suponer que alrededor de este circo existieran otros, y los cabezas de serie fueran tahúres y magos con gafas negras y espléndidos trajes de sastrería, tan habilidosos en sacar conejos o aeropuertos de sus chisteras como habituados a jugar con cartas marcadas, y especialmente entrenados para hacer desaparecer increíbles sumas de dinero, transformar billetes negros en billetes blancos ante la atónita mirada de un público que no es capaz de ver ni dar explicación al truco, o convertir -superando el sueño de los alquimistas- la basura en oro. Parte de lo anterior, desde luego, presuntamente supuesto y a la espera de la decisión de los jueces (que observan las actuaciones de artistas y titiriteros con el ánimo de puntuar y conceder premios a los mejores).

sábado, 6 de febrero de 2016

EL CIRCO ESPAÑOL / PRIMERA PARTE

EL CIRCO ESPAÑOL / PRIMERA PARTE

Más de una vez me han preguntado -en un sentido irónico o con afán de revancha- si me gustaba el circo. Esta pregunta se la debo a personas que se sintieron aludidas por mis comentarios en contextos circenses. Gracias a ellas, porque hoy me permiten desarrollar estas reflexiones en torno al simbolismo y significado del circo. La respuesta dada ha sido generalmente (porque ante determinados interlocutores es lo más fácil): "Sí, me encanta el circo." y, por ampliar la información y contraatacar a mi vez o contrarrestar la provocación: "Me maravillan los enanos, los payasos de triste vida y sonrisas pintadas, la mujer barbuda, el forzudo, el domador de fieras, los trapecistas, los saltimbanquis, las bailarinas a caballo, los auténticos y originales monosabios, la vieja elefanta vestida con una corta faldita y lazo de colores entre las orejas, el gigante, el experto restallador de látigos, el lanzador de cuchillos y su curvilínea víctima...", y así un largo etcétera de personajes. En realidad, no me gusta en absoluto el circo y nunca me gustó. En toda mi vida tan sólo he visto una función, cuando tenía muy pocos años, bajo una pequeña -en mi recuerdo-, sucia y remendada carpa que se instaló un verano a las afueras del pueblo donde vivía. La estrella principal era una arriesgada trapecista llamada Pinito del Oro -que había ganado un Premio Internacional por sus actuaciones sin red-. Se rompió la cabeza y las manos en varias ocasiones, y se retiró en 1970. Cuando yo la vi, no puedo precisar si con el circo Ringling o con otro, debía encontrarse ya al final de su carrera. El circo es un espectáculo deprimente y muchos de sus números me parecen crueles. Jamás me han echo la menor gracia los payasos y siempre me dieron pena los tigres y los leones. ¿Qué decir de los protagonistas estrambóticos, de los deformes? Hubo circos donde se exhibían malformaciones humanas: elefantiasis, obesidad mórbida, siameses unidos por el cráneo u otras fronteras del cuerpo, mujeres velludas y hombres con grandes senos... Incluso animales singulares: ovejas de ocho patas, serpientes de dos cabezas, cerdos con cuatro ojos o con uno solo... El circo siempre me ha parecido el lugar de lo monstruoso, lo anormal, lo ridículo; pero todo ello disfrazado de festejo y acompañado de redobles de tambor. Los redobles de tambor anuncian algo inminente e importante que está por suceder, pero ese algo se hace esperar, los redobles se alargan y alargan para crear expectación entre el público, y al final lo que sucede verdaderamente suele ser decepcionante. Señalar que hay circos y circos; que montajes como los de La fura dels baus o Le cirque du soleil son o parecen ser otra cosa, pero no puedo afirmarlo categóricamente. Tampoco me gusta el teatro (salvo excepciones y por más que yo mismo haya escrito hace años una pequeña obrita bajo la influencia de tempranas y no asimiladas lecturas de Beckett). Cierto que en mi adolescencia participé activamente en la puesta en escena (en mi memoria, yo escribí el guion) de otra obrita basada en el teatro del absurdo de Artaud. Cierto que vi con agrado en el Teatro Principal de Valencia, con poco más de 20 años, La boda de los pequeños burgueses de Bertolt Brecht. Cierto que poco después tuve el privilegio de conocer y asistir a una representación privada de Lindsay Kemp. Cierto que tuve una relación especial -fuimos amantes ocasionales- con una actriz que se llamaba Carmen y que se perdió en el tiempo. Cierto que de vez en cuando repaso alguna tragedia (o comedia) clásica, desde el griego Esquilo hasta el inglés Shakespeare, pasando por el francés Genet o el rumano Ionesco y, mi preferido, el austriaco Bernhard. Pero, en general, el teatro y la función teatral me aburren profundamente. Sin embargo, el concepto filosófico de teatro me interesa y atrae con pasión, el tema del doble, la máscara, la declamación y el monólogo. Teatro y circo muy a menudo podrían ser sinónimos, ya que ambos juegan con la farsa, la ilusión y el esperpento. Cosa que, por otra parte, ocurre con tanta frecuencia en la ópera, donde la representación de una historia es cantada por actores que -provistos de voces excelentes- rozan o se zambullen en lo ridículo. No resulta creíble que una madura y voluminosa intérprete pretenda aparecer en escena como jovencita enamorada y deseada, ni que alguien que ha envejecido mal, con peluca o barba postiza y muchos kilos de más, aspire a ser un guerrero líder entre los vikingos. Y ya se puede cantar lo que cante. No es creíble. A semejanza de algunos novelistas, que convierten un asunto pequeño, doméstico y local, en asunto universal, y en vista de que las funciones del miserable circo español (donde idiotas disfrazados de payasos se disfrazan a su vez de políticos, banqueros, empresarios y miembros de ciertas curias) podrían extrapolarse a otros muchos países, tal vez concibiendo un gran circo planetario, yo quisiera desviar por un momento la atención hacia temas realmente importantes (para eso sirve la fantasía); pero hoy ya es demasiado tarde, la representación debe acabar, y lo prometido es deuda. Si algún posible lector piensa que personalizo demasiado, hablo en exceso de mí mismo y dirijo hacia mi persona el foco de atención, recordarle que: soy el autor y director de la obra, el actor principal, el encargado del atrezo, el único músico y el único espectador que pagó su entrada (si lo hago mejor o peor es otro asunto). Los demás espectadores han ocupado su asiento gratis en las gradas; y pueden abuchear o aplaudir o abandonar la función, según le plazca a cada cual. Por si acaso sirviera de algo, insistir en el verso inicial y en el verso final de un célebre (aunque olvidado) poema de Machado: hay una "España de charanga y pandereta" y puede haber -o debería haber- otra "España de la rabia y de la idea". La primera es compatible con el circo, el teatro bufo y la opera no sincronizada; la segunda -todavía- está por ver y por llegar. Cuando cae el telón y el actor se retira a su camerino, cuando el payaso se refugia en su caravana, cuando el maquillaje y la careta se desprenden del rostro, lo que se ve en el espejo es lo que se ve en el espejo. No hay otra cosa.   






viernes, 5 de febrero de 2016

ANOTACIONES 5-II-2016

ANOTACIONES 5-II-2016

En España se sigue sin poder constituir un Gobierno. Esta tarde he comprado, por su precio inicial, la copia de Joven peinándose.

Los pájaros poseen mejor vista y mejor oído que los humanos, vuelan por sus propios medios y hasta pueden hablar y, desde luego, cantar magistrales melodías. Seguramente su diminuto cerebro, aun siendo tan diferente, sea tan complejo como el nuestro.

Quisiera escribir un relato sobre un pájaro que eligió a un hombre y se posó en su cabeza, la historia de ese hombre que llevó al pájaro hasta su casa y le permitió vivir en ella sin cerrar la puerta de la jaula, y reproducir las palabras que el pájaro aprendió y en qué circunstancias se reconocía en los espejos, lo que pensaba y sentía el hombre, y cómo al fin el pájaro echó a volar y se perdió en el cielo.

Sin datos sobre el autor de la copia de Joven peinándose, de algo sí estoy seguro: no era francés. En la parte posterior del lienzo, bajo la fecha y su firma, puede leerse: "Copia de Renuar".

Cada día me gusta más hacer negocios en la calle: con libros, cuadros, móviles, oro falso, perlas cultivadas, plata antigua o corales rojos... Y hasta con la misma vida.

Desde hace aproximadamente un mes estoy cumpliendo con todos los objetivos programados, menos dos; pero estos son inconfesables. En tanto que inconfesables son secretos y, mientras sean secretos, se pueden incumplir. Al ser incumplidos asumo riesgos..., igualmente inconfesables.

He comenzado ha leer Nada, de Janne Teller ("Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo.") 

jueves, 4 de febrero de 2016

LA MARAVILLOSA VIDA DE LOS PÁJAROS

Esta tarde he comprado dos pequeños libros usados. Elegí el primero, de Adolf Portmann, La maravillosa vida de los pájaros (Ediciones Iberoamericanas. Madrid. 1970), simplemente porque me gustan los pájaros, pero su cotización económica es baja. El segundo es una edición sin fechar (aunque lo más probable es que se publicara en Madrid hacia 1920), Las tres plumas y otros cuentos (Biblioteca Ilustrada de Saturnino Calleja), y éste sí tiene algún valor, pues en Iberlibro llega a costar 55 euros. La portada es de Rafael de Penagos y los dibujos interiores de Vela, M. Ángel y Méndez Bringa. Su estado de conservación, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido, es bastante bueno. Por cada uno de ellos he pagado 50 céntimos.

"Hoy sabemos, con una considerable certeza, que los pájaros emigrantes diurnos utilizan la posición del sol para orientarse y que esto ocurre, no porque vuelen sencillamente en determinado ángulo respecto al sol, lo que les conduciría a equivocaciones seguras, sino que están en condiciones de registrar en sus órganos nerviosos el curso real de la hora del día determinando todo cambio de posición solar y cambiando, a base de esas dos cantidades, el ángulo de vuelo respecto al sol, con lo cual logran mantener una dirección constante. Similar es lo que ocurre con los pájaros emigrantes nocturnos. Con cielo claro, se orientan por las constelaciones."
(Adolf Portmann, o. cit., pág.: 142.)

En otro local, y esta misma tarde, he visto una pintura al óleo sin enmarcar, una copia de Joven peinándose de Pierre Auguste Renoir, firmada por C. Sastre y fechada en 2007. El cuadro original data de 1894 y tiene unas medidas de 53 x 44 cm (creo que la copia es ligeramente más pequeña). Renoir trató este tema en varias ocasiones, mujeres que se peinaban, pero de todas las que conozco ésta es la que más me gusta, la que me parece más hermosa y sensual. Para ser una copia no era barato, y estaba algo deteriorado. Había otros cuadros de Sastre (del que, por cierto, no he hallado ni rastro buscando en Internet), paisajes sobre todo, nada del otro mundo. Sin embargo, el falso Renoir tenía un brillo especial. No lo he comprado y ahora me arrepiento. He decidido volver mañana e intentar conseguir una rebaja en el precio. Si encontrase además un marco que le fuese bien, tal vez dorado, la pieza valdría la pena.


 
Pierre Auguste Renoir. 

Los dos casos anteriores me hacen pensar de nuevo en lo acertado o erróneo de seguir comprando libros, seguir escribiendo y seguir pintando. Quizá algún día mi biblioteca acabe maltratada en viejos almacenes; y mis dibujos y pinturas quién sabe dónde. A veces me duele, no puedo evitarlo, el destino de algunas cosas, su pérdida de valor cuando escapan de las manos de sus creadores. El original de Renoir está en Nueva York, en la Lehman Collection, cuidado, protegido y admirado por muchos. Mientras esta humilde copia acumula polvo y rozaduras entre un caos de muebles, cerámicas y mil objetos diversos y huérfanos.

miércoles, 3 de febrero de 2016

LILA DOWNS / FALLASTE CORAZÓN

LA MENSAJERA

LA MENSAJERA

Envié a un ave blanca con palabras escritas entrelazadas en las plumas;
llegó a su destino y regresó más tarde con otras palabras;
volví a enviar al ave y de nuevo vino hasta mí...,
y así varias veces, yendo y viniendo, hasta que dejó de volar.
No sé qué le pasaría, si acaso se equivocó de isla,
si cayó al mar exhausta por tanto vuelo, si la venció la lejanía.
Las palabras que durante meses me regaló fueron preciosas,
algo cuyo valor inmedible alegraba mi alma y cerraba el círculo
que durante décadas no pudo cerrarse.
Transcurrieron años, aisladas nuestras vidas
y dedicados cada cual a sus asuntos.
Ahora entreno a otra ave para convertirla en mensajera fiel,
pero me asalta la duda de si el lugar elegido existe todavía,
si la puerta abierta se ha cerrado por un inesperado golpe de viento,
si quien recibía y contestaba mis palabras ya no quiere o puede
contestarlas, por el motivo que sea,
si lo que a mí me reconfortaba a ella le causaba tristeza,
si descubrió otras palabras que la inquietaran,
si permanece donde estaba o se desplazó hacia lo inaccesible.
Quisiera simplemente saber por qué la primera no tomó el camino
de vuelta, por qué fue cambiado su feliz aleteo por este tenaz silencio,
por qué la portadora de sentimientos cesó de repente en su tarea,
por qué acabaron las alegrías, los intercambios.
Desde entonces me falta el ave y, sobre todo, me faltas tú;
la imagen tuya abriendo las manos para recibirla, leer y escribir,
y soltarla de vuelta.
Me faltan tus manos libres imaginadas igualmente como mensajeras;
tus palabras sin voz y tus colores azules, me faltan.
Si intentase hacerte llegar otro mensaje,
si lo hiciera sin más por un impulso ineludible e inexplicable,
¿sería un sueño imposible esperar una respuesta
que calme mi desesperanza?
Antes que el silencio, de ti preferiría incluso un sincero “no”.
Y sin justificación alguna ni compromiso.
En ausencia de la negación, me preocupan los motivos
por los que cesaron los vuelos. Si te ofendí o asusté, no quise hacerlo,
jamás y por nada, a ti menos que a nadie.
Si algo malo te sucedió (aunque deseo con todas mis fuerzas que no),
dime al menos cómo podría ayudarte.
De una isla a otra isla, con las instrucciones precisas
y estas palabras que quizá estés leyendo o no leas nunca,
sale ya volando la nueva mensajera portando metáforas y amor.
Pero no te preocupes: sólo pretende aterrizar suavemente en tu vida
y reafirmarte que la sospecha de obsesión es infundada,
que respetará tu decisión,
que le he pedido que vuelva con tu “no” o con tu “sí”.
Con tu aliento. Y, si fuera necesario, hasta con tu silencio.
Ella sabe que un amor como éste es posible,
con independencia del tiempo y la distancia,
sin pretensiones ni condiciones,
pues ha permanecido -no dormido pero sí en letargo-
tantos inviernos en la memoria y en el aire sutil y constante
que dilata y contrae mi corazón.
Tan sencillo como esto: me haría bien saber que estás bien;
y si no, saber de qué raíz se nutre tu silencio.
Ella es una mensajera voluntariosa y dispuesta, pero reservada y frágil.
Si llega hasta ti, por favor, hazla volver.
En cualquiera de los supuestos,
entrelazadas en las plumas mis palabras,
porta además en su pequeño pico una gota de lluvia invisible
pero real. No teme a las águilas la mensajera.
Y su preparación incluye, si fuera necesario, desafiar al tiempo.

Salvador Alís.

lunes, 1 de febrero de 2016

Gică Petrescu-Uite așa aș vrea să mor

CONSEJOS PARA UN BUEN GOBIERNO

CONSEJOS PARA UN BUEN GOBIERNO

Hoy el despertador ha sonado a las 12:30.
A las 13:00 entraba yo, sucesivamente, en sucursales del BMN y del BBVA
para pagar las cuotas mensuales de la Comunidad y la Hipoteca,
deberes ineludibles. Lo hago siempre personalmente,
lo prefiero así. Después he comprado en una farmacia del barrio
una caja de somnovit por un precio ridículo
(si te tienen en cuenta los beneficios o se comparan con el coste),
simplemente adjuntando mi tarjeta de la Seguridad Social.
Antes de volver a casa, he tomado un café muy caliente (con sacarina)
y leído -parcial y rápidamente- el Diario de Mallorca.
A la hora de comer: un entrecot hecho en la nueva sartén de piedra
que me regaló mi mujer (donde nada se pega),
con una guarnición de alubias rojas y tomate crudo;
y todo ello acompañado por media botella de vino tinto.

"El pueblo tiene hambre
porque los monarcas exigen muchos impuestos.
Por esto tiene hambre.
El pueblo se rebela
porque el monarca actúa demasiado.
Por esto se rebela.
El pueblo no teme a la muerte
porque vive con dificultad.
Por esto no teme a la muerte.
Quien vive con mucha dificultad
no puede estimar la vida."
(LXXV / Tao Te King.)

A las 17:00 he sacado un número y esperado mi turno
en un comercio de compra-venta de teléfonos móviles.
Por mi viejo Iphone-3 me han dado 40 euros
y por el Samsung Galaxy S-III otros 70.
A continuación, un lago paseo bajo el sol
hasta las proximidades del antiguo Matadero de S´escorxador
(conjunto de edificios modernistas de principios del siglo XX),
reconvertido en Espacio de Ocio (supermercado, bares, terrazas,
biblioteca, centro gourmet, multicines...).
En un típico almacén de muebles de segunda mano,
ropa, objetos diversos y libros, he comprado a un euro el ejemplar:
de Samuel Beckett, El innombrable, Alianza, 1971 y
Textos para nada, Tusquets, 1971,
y de Lao Tse, Tao Te King, Ricardo Aguilera Editor, 1972.

"¿Dónde ahora? ¿Cuándo ahora? ¿Quién ahora? Sin preguntármelo.
Decir yo. Sin pensarlo. Llamar a esto preguntas, hipótesis.
Ir adelante, llamar a esto ir, llamar a esto adelante.
Puede que un día, venga el primer paso, simplemente haya permanecido,
donde, en vez de salir, según una vieja costumbre,
pasar días y noches lo más lejos posible de casa, lo que no era lejos.
Esto pudo empezar así. No me haré más preguntas.
Se cree sólo descansar, para actuar mejor después, o sin prejuicio,
y he aquí que en muy poco tiempo se encuentra uno
en la imposibilidad de hacer nada. Poco importa cómo se produjo eso.
Eso, decir eso, sin saber qué. Quizá lo único que hice
fue confirmar un viejo estado de cosas."
(Así comienza El innombrable.)

En la zona gourmet me espera una copa de godello
de la bodega Armas de Guerra, cuyo símbolo, en la etiqueta,
es una corvella de dientes de sierra. 
Mientras se degusta el vino voy leyendo a Lao Tse, todo concuerda.

"(...) Las armas son instrumentos nefastos,
no adecuados para el hombre de bien.
Sólo las usa en caso de necesidad,
y lo hace comedidamente,
sin alegría en la victoria.
El que se alegra de vencer
es el que goza con la muerte de los hombres.
Y quien se complace en matar hombres
no puede prevalecer en el mundo.
(...) Quien haya matado
debe llorar con dolor y tristeza.
La victoria en la guerra
debe seguir el rito funerario."
(XXXI / Tao Te King.)

A las 20:00, en una tienda de vinos de la calle Blanquerna,
descubro una única botella de Finca Sobreño Crianza 2009,
y a pesar del riesgo de su ajustado precio y años transcurridos,
la compro y salgo a la calle con ella
en una bolsa de plástico transparente. Le busco el complemento ideal:
70 gramos de jamón ibérico de bellota de Extremadura,
en finas lonchas cortadas a mano frente a mí.
Y de este modo, aún con 90 euros en la cartera,
con libros, vino y jamón, vuelvo a casa para comprobar
mis fallos y mis aciertos. Y la cena resulta deliciosa.
Si esta noche fuera acosado por la ansiedad
-cosa que a veces sucede y a veces no-
andaría loco tratando de fotografiar la botella con mi nuevo Huawei
y enviar esa imagen a otros, con el comentario:
¡un vino extraordinario! Y eso, ¿de qué nos valdría?
Mejor apaciguar los sentimientos (no los sentidos)
y guardar un discreto silencio.

"Pero el deseo de saber, ¿qué se ha hecho del deseo de saber?
(...) el corazón no está, la cabeza no está, nadie siente nada, nada pregunta,
nada busca, nada dice, nada oye, es el silencio y no es el silencio,
nadie hay y alguien hay, nada niega nada.
Y la voz, la vieja voz desfalleciente, se callará por fin
aunque no será cierto, como no es cierto que hable, no puede hablar,
no puede callar. Y habrá un día aquí, donde no hay días,
aquí que no es un lugar,
originado por la imposible voz el infactible ser,
y un comienzo de día, en que todo será silencioso y vacío y oscuridad,
como ahora, como pronto cuando todo haya acabado,
cuando todo esté dicho (...)"
(Así acaba Textos para nada.)

Según el catedrático José Ramón Saraluce (en su libro:
Historia del arte para incrédulos), el verdadero protagonista
de Las Meninas de Velázquez no es la infanta Margarita de Austria,
sino el inmóvil mastín a su lado,
al que podría serle aplicado muy adecuadamente
el epitafio que Lord Byron dedicó a su perro:
"bello sin vanidad, fuerte sin soberbia, valiente sin ferocidad".
El genio español pintó este cuadro (presumiblemente) en 1656.
También conocido como La familia de Felipe IV,
lo cierto es que el rey y la reina apenas aparecen reflejados
en un pequeño espejo al fondo.

"El gran gobernante pasa inadvertido por el pueblo.
A éste sucede el que es amado y elogiado por el pueblo.
después, el que es temido.
Y finalmente, el despreciado.
Si no hay una confianza total,
se obtiene la desconfianza.
El gran gobernante practica el no hacer
y así, a la obra acabada sigue el éxito.
Entonces, el pueblo cree vivir según su propia ley."
(XVII / Tao Te King.)

Al acabar la cena (todavía queda media botella de Sobreño),
la gata Sombra reclama -como cada día, dos veces al día-
su masaje: 5 minutos sobre mis piernas mientras mis manos
recorren, aprietan, pellizcan y zarandean su cuerpo.
Yo puedo olvidarlo, pero ella no lo olvida nunca;
admirable su memoria y su constancia.
Luego, poco antes de encarar esta entrada,
leo en la versión digital de El Mundo
que un tal Abdelaziz al Sheij, jeque, mufti o gran autoridad religiosa
de Arabia Saudí, ha declarado (en un programa de televisión)
que el ajedrez es un aborrecible juego, "obra de Satanás",
porque "hace pobre el rico y rico al pobre" y es causa
de "odio y enemistad".
Justifica esta condena en algún versículo del Corán
donde se prohiben los juegos de azar. Como si el azar no fuera
la propia voluntad de dios, de su mismo dios o de otros dioses.
Ajedrecistas por todas partes se han apresurado a rebatir sus argumentos.
A mí, la verdad, me importa más bien poco esta polémica;
y sólo la cito aquí porque forma parte de mis vivencias de hoy.

"(...) se trata de un sueño, quizá sea un sueño, lo que me sorprendería,
voy a despertarme, en el silencio, no dormirme más,
seré yo, o seguir soñando, soñar un silencio, un silencio de sueño,
lleno de murmullos, no sé, son palabras, no despertarme nunca,
son palabras, es lo único que hay,
es menester seguir, es cuanto sé, ellos van a detenerse,
conozco eso, los noto que me abandonan, será el silencio,
un breve instante, un buen momento, o será el mío, el que dura,
que no duró, que dura siempre, seré yo, es menester seguir, no puedo seguir,
es menester seguir, voy, pues, a seguir, hay que decir palabras,
mientras las haya, hay que decirlas, hasta que me encuentren,
hasta que me digan, extraño castigo, extraña falta,
hay que seguir, acaso esto se haya hecho ya, quizá me dijeron ya,
quizá me llevaron hasta el umbral de mi historia,
ante la puerta que da a mi historia, esto me sorprendería,
si ocurre, seré yo, será el silencio, allí donde estoy, no sé, no lo sabré nunca,
en el silencio no se sabe, hay que seguir, voy a seguir."
(Así acaba El innombrable.)

En el fondo son tres libros breves, de páginas contadas.
Se acaba el vino y se acaban las lecturas. Las palabras, no.
Un alto muro de nubes grises (tal vez de un kilómetro de altura)
se alza sobre el mar y yo lo veo detrás de los conocidos edificios
del paisaje nocturno visible desde las ventanas abiertas de la cocina.
A pesar del somnovit, ayer soñé que la casa de mi infancia
se desmoronaba, caía en pedazos, estruendo y polvo,
tejas y cristales rotos. Y al despertar, al abrir un armario:
dos arañas muertas, secas, de largas patas, como disecadas,
sobre mi mochila gris.

"Quien pretende el gobierno del mundo
y transformar éste,
se encamina al fracaso.
El mundo es un vaso espiritual que no se puede manipular.
Quien lo manipula lo empeora,
quien lo tiene lo pierde.
Porque, en las cosas,
unas van por delante, otras detrás.
Unas soplan suavemente, otras con fuerza.
Unas son vigorosas, otras débiles.
Unas permanecen, otras caen.
Por esto, el sabio rechaza todo exceso,
evita lo pródigo
y rebaja toda exuberancia."
(XXIX / Tao Te King.)

Perros con distintos collares. Los amos no cambian.
Clones de clones de sí mismos.
Ya tocaba alertar con un nuevo virus: el Zika.
Las farmacéuticas juegan sus juegos de azar
con la población mundial. Por suerte para mí, yo soy inmune.
Hace justo un año, en el peor febrero de mi vida,
un febrero frío y no cálido como el que ahora se inicia,
padecí los cuatro síntomas principales del Zica, a saber:
fiebre, sarpullido, dolor en articulaciones y conjuntivitis.
Pero esta inmunidad (sumada a todas las anteriores)
me ha vuelto aún más descreído, más escéptico.
Si el mosquito afectara -como dicen- a las embarazadas y a sus fetos,
si fuera verdad que por su picadura nacieran bebés con microcefalia, 
el Zica se postula entonces como el mejor argumento
para un efectivo control de la natalidad en América Latina.
Este mundo -tan distinto y tan semejante al de Lao Tse-
reclama urgentemente una drástica mengua de su población.

"(...) Me siento lejos de esas historias, no debería ocuparme de ellas,
no necesito nada, ni ir más lejos, ni quedarme donde estoy,
todo me resulta verdaderamente indiferente."
(Así comienza Textos para nada.)

No lean a Samuel Beckett, un consejo para los que pretendan gobernar.
Fue un genio pedante, aburrido, reiterativo, negativo, triste,
agobiante, maléfico. Pero hagan un pequeño esfuerzo y lean
los 81 breves poemas del Tao te King. 
Si no llueve pronto en esta isla, el agua dulce se acabará
y tendremos que beber agua salada.

A las 4:30 confirmo que se ven pocas estrellas en el cielo,
en esta noche, ya, del 2 de febrero de 2016,
eso desazona a cualquiera. Luego cierro los ojos y miles de luces
de colores iluminan un universo propio y tan gratificante.
En la copa de cristal queda todavía algo de Sobreño.
Y las tres gatas duermen bajo sus mantas de selvas y leones,
de azules y piel de tigre.

"El camino del cielo
semeja a quien tensa el arco.
Humilla lo alto y alza lo bajo.
Rebaja lo que sobra y completa lo que falta."
(LXXVII / Tao Te King.)

Salvador Alís.