miércoles, 29 de abril de 2020

SISTER ROSETTA THARPE / DIDN´T IT RAIN

EN UNA GOTA DE AGUA

EN UNA GOTA DE AGUA


En una gota de agua, cinco palabras y quince letras.
En una flecha de lluvia, en una esfera de rocío, en una lágrima.
En ella vuelan espejos microscópicos, estrellas y mundos,
lunas y cometas. Vuelan aves diminutas y su reflejo,
granos de polen, polvo de oro y abejas amarillas.
En su interior hay espirales de humo
y un concierto de notas musicales, 
una tensión de los vientos, un equilibrio constante
y la clara voluntad de ser
-en su perfección imbatible- gota de agua y de luz
líquida y espléndida, hielo y diamante.
En una gota de agua, el cielo paraíso y el averno.
Venenos, tinieblas, insectos.
En una gota de agua, azúcar y sal, aceite y alcohol,
luminiscencia que brota como fuente de manantial inagotable.
En una gota de agua -energía y vapor-
se condensan todos los secretos, todas las intenciones.
Voluntad esférica, infinita transparencia.
Lágrima que en el sueño se petrifica,
se vuelve perla. Gota de agua, balín de acero,
ojo de un pájaro que todo lo ve y todo lo piensa y caza.
En una gota de agua, el dolor y el instinto,
la semilla intangible de su poder.


Salvador Alís.



viernes, 24 de abril de 2020

INSTRUCCIONES PARA SALIR A LA CALLE

INSTRUCCIONES PARA SALIR A LA CALLE


"omnia pontus erant: deerant quoque litora ponto" 

Ovidio. Metamorfosis. 


Cuando usted se disponga a salir de casa, 
por el tiempo máximo de una hora 
y a la distancia límite de un kilómetro, 
no olvide ponerse el sombrero;
servirá también una gorra, mejor con orejeras; 
así evitará -cabeza frente a cabeza- 
infectarse o infectar a otros 
con pensamientos banales y anómalos. 

No olvide, porque igualmente dañan las miradas, 
resguardar sus ojos bajo cristal oscuro; 
los guantes, por supuesto; y las botas de agua, 
de caña alta y gruesa goma, para pisar seguro. 

Al ser necesario medir el tiempo y los pasos, 
no olvide darle cuerda a su reloj; 
las monedas, sin embargo, pueden dejarse apiladas 
sobre la mesa o en el fondo de un cajón. 

Si el paseo es circular, 
bastarán un par de vueltas a la manzana; 
si fuera en línea recta, acabará en el mercado 
donde, por cierto, no hay nada que comprar 
y todo está en venta; 
en la tarde azul, durante una hora, 
el deseo y el placer han quedado suspendidos.
Pero usted puede ir y volver
siempre que evite el cruce y el intercambio 
y guarde para sí  
los sentimientos, los saludos, las palabras. 

Si usted piensa -o está pensando- 
que este mundo es hostil, acertará de pleno. 
Un puma pasea por calles poco frecuentadas 
y un satélite llamado Nur orbita a 425 km 
de altura. ¿Y cómo protegerse entonces:  
con la máscara o el revólver, 
con la bandera o el aislamiento? 

Cuando usted se disponga a salir de casa, 
no olvide hacerlo discretamente, 
mejor por la puerta de atrás; las uñas cortadas, 
las manos limpias; y no abrace, no pregunte, 
reserve su arma. 

En el camino -es posible- 
verá cien perros dóciles y resignados, 
con la cabeza gacha, 
husmeando los excrementos de unos y otros; 
y sobre un tejado, un gato negro vigilante 
que no entiende -como usted mismo- 
de dónde viene y adónde va. 

Cuando en lugar de preferir los perros y las calles 
usted pretenda emular al gato 
y subir a la terraza al sol del mediodía, 
no olvide -de nuevo- ponerse el sombrero; 
recuerde que le sobrevuelan y le acechan 
locas gaviotas blancas 
y algunas palomas desorientadas. 

Pues, finalmente, todo era cielo 
y el cielo no tenía orillas. 


Salvador Alís.







martes, 7 de abril de 2020

ENRIQUE MORENTE / AUNQUE ES DE NOCHE

MARACALAGONIS / UN AGUJERO EN EL CIELO

MARACALAGONIS / UN AGUJERO EN EL CIELO


En noviembre de 2018 alquilamos un ático en Maracalagonis, 
municipio de Cerdeña, con vistas a las montañas. 
Una noche se abrió un enorme agujero en el cielo, donde la luna llena 
era la pupila, y el iris el espacio comprendido hasta el límite de su halo.


Lo diré de una vez y de corrido: Creo en algunas cosas, no muchas, 
pero al fin y al cabo en las suficientes para poder explicar 
por qué y cómo se producen agujeros en el cielo. 
Sólo he contemplado dos, y el último aconteció ayer. 
La gran luna anticipada para hoy 7 de abril me ha decepcionado. 
Mas ayer, y por sorpresa, la brillante aureola se presentó 
sin haber sido invitada. 
Creo por tanto que ningún designio humano 
puede influir ni alterar los mecanismos celestes. 
Llámense planes o estrategias, satélites, telescopios o mensajes..., 
cualquier intento de modificación, por nuestra parte, 
encontrará justa respuesta allá donde reine la velocidad de la luz. 

Creo que las hormigas, en su relativa pequeñez, son más grandes 
que nosotros, deudores del estudio de su mente colectiva. 
Y creo que los gatos, en particular, y tantos otros animales en general, 
nos comprenden mejor de lo que los comprendemos. 
¿Quién no ha visto en los ojos de un felino, 
oportunamente, un agujero en el cielo? 
Creo que nos falta mucho, por desidia o inercia interesada, 
para descifrar su lenguaje -y no me refiero únicamente a maullidos-, 
pues la vida, en sus diferentes formas, 
se expresa en una variedad de códigos sonoros e insonoros 
inalcanzables a nuestra debilidad complaciente. 

Creo en algunas cosas, no muchas, lo reconozco. 
Pero en definitiva quiero creer en lo que creo 
en la misma forma y equilibrio en que considero mis dudas. 
Creo que los ríos son las venas, que los bosques respiran, 
que el viento es alma, que la piedra siente y siente 
mucho más el barro, que las flores sonríen al nacer  
y estallan en risas cuando se abren, 
que la piel es agua de mar y sal y espuma, 
que el sol es signo supremo de un amor universal y desinteresado. 
Y que resulta envidiable la honestidad del ave rapaz 
que sólo mata por su instinto y por su hambre,  
y jamás por capricho o por piedad. 

Creo en algunas cosas, tantas, en las que no quisiera creer. 
En la maldad y en la ignorancia programadas, 
en las fronteras que se disimulan con artificios cortantes 
y eléctricos, en los teatros absurdos, en la opulencia descarada, 
en el arte que abusa del pan de oro, 
en la mansedumbre de las masas y el gregarismo resultante, 
en la ceguera más simple -la que no quiere ver 
ni a su lado ni a su espalda, ni sobre qué se apoyan sus pies 
ni qué se alza sobre su cabeza. 

No creo en el dios de la infancia, aquel que se mostraba no parcial, 
más bien inclinado a favorecer a sus aduladores. 
No creo en el General que a semejante dios le rezaba. 
No creo en el oficiante, tampoco en el subordinado 
y mucho menos en los delatores. 
No creo en los jefes ungidos por voluntad divina, política o militar. 
Pero creo, desde luego, en el poder cuasi absoluto del dinero 
y todas sus variables formas, desde la moneda de bronce 
hasta el más incomprensible y etéreo de sus valores. 

Se abre un agujero en el cielo porque algo nos observa, 
porque se posa sobre nosotros una mirada severa. 
Muchos guardan silencio. 
Pero creo -estoy seguro- que este silencio, 
a pesar de la gran luna llena, y aunque es de noche
no proviene de la reflexión sino del miedo. 


Salvador Alís.  



   







   




domingo, 5 de abril de 2020

JACOPO MASTRANGELO / ENNIO MORRICONE

PIAZZA NAVONA / CREER O NO CREER

PIAZZA NAVONA / CREER O NO CREER


En noviembre de 2019, en una noche de tregua en aquella semana de lluvia, 
paseamos por una Piazza Navona atestada de turistas. 
Terrazas frente a las fuentes, fotografías fallidas y antigüedades inalcanzables. 


Lo diré de una vez y de corrido: No creo en nada.
Abro los ojos cuanto puedo, duermo poco,
leo mucho (más de lo debido), considero los hechos
(pero los hechos no son concluyentes),
comparo las opiniones y, a veces,
me dejo llevar por los sentimientos.
Pero no creo en nada.

Soy un escéptico sin solución
y mi gran cualidad es la indiferencia.
A veces finjo interesarme por tal o cual cosa,
por alguna persona, animal doméstico o salvaje,
una piedra, un árbol, una sombra o una estrella.
A veces emprendo viajes con sincera ilusión,
y voy de aquí para allá negando la experiencia.

¿Qué me aportaron las pirámides
que no supiera ya, por Brecht, muchos años por delante?
¿Que los magos deciden en nombre de los dioses,
que los faraones y reyes ordenan,
que finalmente son los esclavos quienes ejecutan?
¿Qué me dijo Roma que no me hubiera dicho Montanelli?
Más de lo mismo. Pero no creo en nada.
Ni en los mausoleos a la muerte
ni en los encargos de un cosmos insondable.
Ni mucho menos en una inmortalidad merecida.

No creo en el tiempo, 
ni tampoco en esta línea que transcurre
de un principio enigmático hasta una supuesta finalidad.
Si acaso, porque todo tiene su excepción,
reclamaré para mí el acto de la escritura
y lo que en ella crece o puede crecer
(como las flores con la música de la primavera):
las bellas palabras y sus fragantes significados.


Salvador Alís.



viernes, 3 de abril de 2020

SUPERHÉROES

SUPERHÉROES


Superman ha caído víctima de la kryptonita.
Al Hombre de Hierro le faltan piezas esenciales.
El Capitán América ha perdido su escudo.
Spiderman se ha enredado en su propia tela de araña.
Flash Gordon vive jubilado en un lejano planeta.
Namor sigue hundido en sus profundidades.
Johnny Jaguar ha sido noqueado en el cuadrilátero.
Conan el Bárbaro empuña la espada contra un enemigo invisible.
El Guerrero del Antifaz prescinde de su cruz en el pecho.
Y Fantômas roba en el museo del Prado El triunfo de la muerte.

¿Quién podrá salvarnos ahora?
Las ciudades vacías. El cielo más puro. El bosque más salvaje.
Delfines curiosos se acercan a nuestras orillas.
El terremoto se toma su tiempo. Los vientos se reorganizan.

Roberto Alcázar nos amenaza con su imponente porra.
El mago Mandrake ya no recuerda sus trucos.
El Capitán Trueno se enfrenta en el pasado a su destino.
El Jabato contempla la segunda ruina del Imperio Romano.
Zarpa de Acero no encuentra un guante de repuesto.
En la cabeza de Mytek el Poderoso nadie está al mando.
Los Vengadores no saben qué precio pagar por su venganza.
La Antorcha Humana arde para nada.
Don Quijote es alcanzado en su campaña por un rayo de cordura.
Y Tintín aún no ha vuelto de la luna.

¿Quién podrá salvarnos ahora?
Han cesado los incendios y los volcanes contienen la respiración.
Mientras el tigre dormita, otras fieras son cazadas.
Y tal vez el asteroide roce nuestro mundo sin tocarlo.

Batman se arrodilla tosiendo y enfebrecido.
Es el hombre murciélago, el más famoso de los superhéroes.
Pero la fama y el poder aquí ya no cuentan.
Algún malvado villano, carente de consciencia,
ha ejecutado con éxito su plan.
El Hombre Sin Miedo le teme al miedo.
Miedo a dormir, a soñar, a despertar.

¿Quién podrá salvarnos ahora?


Salvador Alís.