LA SELVA EN UNA PIZARRA
La hija de una pantera y de un león, heredera de la oscuridad, el sigilo y el poder
El ciclo de la vida y la muerte y otra vez la vida
La península que quiere ser continente y la isla que aún no sabe lo que quiere. En la pizarra verde oscuro, al capricho de las tizas y del borrador
La isla tuvo un bosque, tuvo una selva, sin estar habitada
Llegaron grandes buques y atracaron en el puerto, con sus hierros inmensos y pesados, sus chimeneas humeantes, sus tornillos oxidados
Barcos en el puerto de la isla con sus banderas blancas al viento, barcos negros en la península
La hija de una pantera, a veces la hija de un león. En la selva que más tarde fue bosque, deshabitada por seres humanos, en el tiempo
En la selva donde ruinas hablan de sus descubridores y callan a sus arquitectos
Entonces la pantera que duerme a cubierto del sol bajo los árboles, entonces la pantera que se anima en esta noche, adquiere alma
El sigilo aconseja medir los pasos, contar los pasos, procurar que no se interfieran unos con otros, que tracen un sendero
Pero este sendero no tiene bosque ni selva entre los que discurrir
Se avanza contra el sentido del agua en esta selva, sin brújula en este bosque, y la pantera observa todo lo que pasa
De ella, su inmovilidad y su aura, contra el horizonte su silueta esbozada
Vendrán papeles y tablas, palabras en una cuadrícula, vendrá la primavera y se acabarán las palabras
Fuego en el verano, el ciclo de la vida y de la muerte
Jaulas que se oxidan, cuerdas que se pudren, mar que se respira
Salvador Alís.
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