lunes, 25 de julio de 2016

VIRTUALIDAD

VIRTUALIDAD

A veces una palabra se mete en mi cabeza, la penetra, la invade como una hormiga extraña invadiría un hormiguero, alterando el funcionamiento aparentemente normal de ese mundo cerrado, desestructurando su estructura, desafiando sus leyes. Hoy esa palabra concreta ha sido "virtual".

Antes de comenzar a redactar estas notas, cuyo agente disparador es una mezcla de curiosidad e ignorancia, he procurado obtener al menos una definición aproximada del concepto. Al teclear en google la palabra aparecen en primer término:
1. "Que es muy posible que se alcance o realice porque reúne las características precisas."
2. "Que solamente existe de forma aparente y no es real."

No del todo satisfecho, acudo también al RAE:
1. "Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real."
2. "Implícito, tácito."
3. "Que tiene existencia aparente y no real."

Virtual: potencia y negación.

¿Qué es entonces la escritura, en ambos sentidos, sino una completa y absoluta virtualidad?

Si optara por la comodidad, me bastaría con utilizar el recurso de copiar y pegar para entregar durante los próximos veinte años variados textos ya escritos (virtuales en su momento pero ya efectos alcanzados), como entradas diarias de este diario personal, sin complicarme la vida, sin consumir tiempo, sin restar horas al dormir y al descansar, más apaciguado por tanto, más libre y menos implicado.

Es un hecho cierto y probado que me gusta vivir al día, improvisar y crear suponiendo que, de esta forma, voy llegando a la deseada meta -que no es meta en sí misma- de la perfección del camino. Un camino virtual que aspira a llegar a su fin y, a la vez, dará vueltas y más vueltas sin conseguirlo.

No es menos cierto que en muchas ocasiones recurro a notas sueltas -como se comprobará más adelante- algunas escritas en la tarde, ayer, hace días, semanas, meses, años; que mi casa está llena de esas notas como si yo fuera una serpiente que, en lugar de mudar de piel, fuera perdiendo escamas (páginas escritas) lenta o no tan lentamente, en un proceso continuado e irreversible, sin que la muda se completara.

De hoy mismo, esta nota suelta: ¿Se puede odiar a alguien hasta el extremo de desear su muerte? En un plano moral, donde "poder" significa "deber", no sería (o no debería ser) deseable la muerte física, la muerte total; pero si admitimos que el odio es una pulsión natural en el ser humano, y que como otras pulsiones necesita de alivio, entonces la muerte como "desaparición" cumpliría su objeto y podría ser admisible. Quien desaparece, muere. Aunque no todos los que mueren desaparecen. Hay muertos que permanecen como imagen, como recuerdo "vivo" en aquellos que los amaron; y desaparecidos que mueren en la memoria en un ejercicio de higiene mental necesaria para que la vida se renueve sin esos lastres.

Que los sueños en su conjunto, diurnos y nocturnos, y la actividad propia de soñador, sea cuál sea su clase, es todo una virtualidad tiene difícil contestación. En el lado opuesto, por más que algunos se propongan convencernos de que lo realmente virtual es la vida, es fácil demostrar que se equivocan (o no se equivocan porque su verdadera intención es engañar).

La vida es potencia y negación, sí, pero esa potencia puede no producir nunca su efecto y esa negación puede ser muy real. La muerte puede o no puede ser virtual (admito mis dudas), lo mismo que la enfermedad (algunas enfermedades, sobre todo las psicóticas), lo mismo que las sensaciones de dolor, hambre, desamparo, exclusión, pobreza, miedo, etcétera; pero no lo son la muerte violenta, la enfermedad atosigante, el dolor concreto, el hambre sin bocado, la soledad no deseada, el rechazo con alambradas, la sed ante una fuente sin monedas, el no saber dónde cobijarse cuando caen las muy reales bombas y surcan el aire -como avispas enloquecidas- balas de todos los colores.

De hace un mes, esta otra nota suelta: La noche anterior (en realidad hoy, a las seis de la mañana), tan cansado estaba que decidí prescindir de cualquier ayuda para conciliar el sueño -mala decisión, a juzgar por los resultados. Ya en la cama, bebí un litro de agua y leí (hasta que mis ojos se cerraron) algunos fragmentos de Yo, otro. Hasta las dos de la tarde he dormido a intervalos, soñando mucho de manera confusa, despertando cada vez entre los diferentes sueños con el agobio de intentar fijar esos sueños y no olvidarlos. Cuando se duerme bien y profundamente, no se sueña o, al menos, no se es consciente de soñar o no se reconoce lo soñado. De ser así, esta desconcertante noche no me ha proporcionado el más mínimo descanso, pues he tenido que soportar imágenes y situaciones de mí mismo muy inquietantes y altamente insoportables. Todo ha comenzado con una serie de sueños pornográficos que no he sido capaz de conservar, aunque su intenso aroma ha persistido. El último de la serie, sin embargo, lo he retenido plenamente: mi sexo seccionado iba pasando de mano en mano (como un trofeo para ellas) en un círculo de mujeres que me rodeaban (estando yo en el centro, estático y contemplativo). Mi sexo soñado era más grande, largo, grueso y carnoso que mi sexo real; y su color, de un rosado intenso, parecía muy apetecible. Cada una de las mujeres -conocidas y, no obstante, desconocidas-, llegado su turno, le daban un buen mordisco y lo masticaban con gozo. Esa parte de mí (lo que iba quedando) soñada y comestible, cada mujer del círculo la pasaba menguada a la siguiente, de manera que mi sexo iba reduciendo su largura o su tamaño hasta desaparecer.

Pornografía: sexualidad virtual. Malos sueños: mala vida.

La vida es sueño (1635), drama de Pedro Calderón de la Barca, frente al concepto Matrix de las/los Wachowski y el "virtualismo" que algunos anuncian hoy como falsa original novedad.

El sexo y el odio (también el amor) como potencias y negaciones.

¿Hasta que punto puede alguien -un simple escritor, por ejemplo- ser real e irreal al mismo tiempo, ser en potencia una obra y no llegar a serlo nunca, una afirmación constante de su vida a través de la negación de su vida? ¿Puede alguien "inventado" ser algo más que pura invención? ¿Se puede amar y odiar sin conflicto? ¿Ser feliz y sufrir sin conflicto? ¿Decir la verdad y no mentir? ¿Valorar la mentira como potencia y no como negación? Este mundo que nos ofrece cada día una realidad más aumentada (¿más real?), ¿será por fin el efecto hecho acto de su propia negación?

Una hormiga extraña invade un hormiguero. La colonia de hormigas que lo habitan, petrificadas en su conducta y normativa, no entenderán lo que significa esa invasión tan insignificante en apariencia. Con el tiempo, la palabra causará estragos. 

Salvador Alís.














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