CARTA ABIERTA A QUIEN PERDIÓ EL NORTE
Lo siento (por ti) pero ya me he cansado de este juego. Decir "lo siento" generalmente significa decir "no lo siento en absoluto" -y esto es una frase hecha. Y como sabrás, o deberías saber, nuestras conversaciones han estado plagadas de frases hechas, lugares comunes, suposiciones y sobrentendidos. Al final de tantos finales me has convencido de que ignoras el significado de la palabra "responsabilidad". Te diré algunas cosas al respecto que, estoy seguro, no vas a comprender porque nunca las has comprendido, porque hemos llegado hasta aquí por tu incomprensión y tu pésima manera de jugar.
Puesto que, en definitiva, lo que yo me juego a cada paso es la vida, permite que sea yo quien establezca las reglas de mi juego, o las reglas de mi aceptación a tu propuesta de jugar. Cuando tú basas tu victoria en tu as escondido, cuando, ufano, confías en tus trampas para ganar, no olvides que yo me siento a la mesa de juego con todo perdido de antemano y un revólver -que tú no ves- presto a ser disparado. Los trucos de aficionado no son más que un aliciente para mí.
Tú te vas y yo me quedo; feliz tú porque ante ti se abren nuevos horizontes; y resignado yo porque sigo en la misma jaula. Hay otra manera de verlo: nunca alcanzarás otro horizonte que tu mediocre vida, para la que naciste y a la que te has adaptado; yo salgo de mi jaula cuando quiero, cuando me apetece arriesgar, y vuelvo a ella como lugar seguro pues la jaula no tiene otra consistencia que mi propia imaginación.
Ignoró cómo fue tu infancia y me cuesta imaginarte joven; sé (con el acento en la vocal adecuada) cómo fueron mi infancia y mi juventud. Y tengo que decirte que entre ambas, más pronto que tarde, aprendí dos premisas fundamentales: la primera, que un hombre está solo desde que nace hasta que muere; la segunda, que cada uno es responsable de sus actos, de su vida.
Pero al ir tomando conciencia de lo que significa nacer y morir, actuar y estar vivo, uno se da cuenta de que las cosas son algo más complicadas, que las conclusiones reales no siempre se derivan de las premisas conceptuadas como reales, que una extraña (por desconocida) ley de distorsión puede cambiar, y de hecho las cambia, las consecuencias de toda acción.
En un plano teórico, incluso lógico, tu Dama gana a mi Valet, pero en la vida real no esperes tan seguro tal resultado, puesto que a veces las cartas cambian de mano o cambian ellas mismas, sin contar con que el comodín de la muerte decide en definitiva la pérdida o la ganancia. ¿Conoces acaso tú las reglas de ese juego de póker que, sin previo aviso, se convierte en juego de tarot?
Hoy he tirado tus cartas. Te diré lo que en ellas he leído, nuestros destinos cruzados: La vejez llama a tu puerta (a mi puerta hace tiempo que llamó). Aún intentas dormir con tu mujer (mientras yo duermo conmigo mismo y mis fantasmas). Tus hijas te abandonarán pronto (mi hija ya echó a volar con sus propias alas). Vives sumido en tus mentiras atosigantes (las mías son inventadas). Tu casa enorme se te hace pequeña (mi pequeña casa me impulsa a salir a la calle). Tu concepto de responsabilidad es absoluto, absolutamente partidario (mi concepto es relativo pero se extiende más allá de mí mismo). Un oso blanco te mira con sus ojos tristes a través del cristal de un escaparate, ¿qué harías tú por aliviar su tristeza? (yo escribo sobre el oso y me empeño en recordarte que él también tiene derecho a su vida salvaje). Delegas tu defensa en otros cuando eres incapaz de defenderte, trasladas tu responsabilidad a otros cuando tú no aceptas ser responsable (yo me desnudo y me acuso y muestro mis carencias y mis contradicciones constantemente, y eso me otorga el derecho a desnudar a otros, acusar, mostrar sus carencias y contradicciones). Si en algún momento has tenido cerca de ti a un gato, no has aprendido nada de los gatos (yo pienso, y no olvido, desde hace días estos versos de Esteban Villegas: "Al fin murieron (los gatos): / apenas un suspiro / y quedó de ellos un jirón de piel suave, casi nada, / sigilosos y dignos / en la muerte como en la vida.").
Ya he vivido otras historias semejantes a la tuya. Nada nuevo por lo tanto me puede sorprender. "Yo soy..." "Yo merezco..." "Me persiguen..." "Se han confabulado contra mí..." "¡Escúchame, sálvame...!" "Soy tu amigo, estoy desvalido, me acosan, me atacan..." Palabras que yo he pronunciado en mi nombre y conozco bien, mas cargadas de ironía, lo que no es tu caso.
Asume la responsabilidad de tus actos, desarrolla tu argumento, encuentra tu centro, tu punto de apoyo donde puedas mantenerte firme o saltar. No delegues en otros lo que te incumbe. Insisto en ello: nacemos por desalojo del vientre materno y somos abandonados a nuestra suerte hasta que morirnos. Y no hay, no existe otro acto con mayor carga de soledad que la muerte. En ese momento ¿a quién podrías apelar?, ¿quién te echaría una mano?, ¿quién intercedería por ti?
Por mis venas circulan palabras que me adelgazan, ideas que me adelgazan, preocupaciones que me adelgazan. No quisiera engordar a base de sueños o de grasa, pero tampoco engordar como un cerdo o un pato cebado por el pienso o el maíz de los acontecimientos. Estoy agotado, física y mentalmente agotado, y sin embargo convierto mi flaqueza en escritura. ¿Eres tú capaz de hacer algo semejante? ¿En tu propio beneficio? ¿Por tu propia redención?
Tus problemas de pequeñoburgués han durado lo que han durado (de nuevo frases hechas). Sal de mi cabeza y entra en tu cabeza -es un consejo que sin duda no seguirás, no seguiremos. Ocúpate de tu vida y deja que yo me ocupe de mi vida. Organiza tus días, encuentra unos minutos para mirar una pared en blanco, para leer un libro e ir más allá de tus restrictivos pensamientos. Compra un libro (recomendación enfática), por ejemplo de Kertész, y lee:
"No dejo de quejarme de la vida. Y eso que todavía falta morir."
"Existen preguntas a las que resulta imposible responder, tan imposible como no plantearlas."
"¿Qué es la verdad? ¡Qué sencilla la respuesta! La verdad es aquello que nos consume."
"Seguir viviendo; con la valentía de quien desprecia la vida..."
"Tienen razón cuantos creen en su verdad; no la tiene aquel que no cree en nada."
Atrévete incluso a contradecir a Kertész: Incluso el que no cree en nada cree en su escepticismo y tiene su razón.
¿Qué diferencia al abogado de un loco del abogado de un diablo? El primero tratará de exonerar a su cliente apelando a su locura (transitoria o permanente), pues un loco no es responsable de sus actos. El segundo usará sus artimañas para corromper al juez o procurar que entre en pánico y obtener así el veredicto de absolución. En tus manos la elección. Ya lo sabes, o deberías saberlo: odio al poder (con independencia de la forma que adopte), pero también odio la manipulación (siempre que el manipulador no sea yo). Admito, en algunos momentos de la partida, la mentira y la manipulación, es cierto, pero a condición de que esa mentira y esa manipulación favorezcan mis intereses.
No soy un loco ni entiendo las leyes de la locura (o tal vez sí). No soy un diablo ni entiendo las leyes de lo diabólico (o quizá también). Vivo porque no vivir significaría "no vivir". Y juego con mi vida con mis propias reglas. Jamás he necesitado una brújula para saber dónde está el norte y el sur, el este y el oeste. No me dirijo a ningún lugar concreto. No me importan las coordenadas. Sé lo más importante: a quién debo la vida y para quién y por quién sigo viviendo. Todo lo demás me resulta hoy tremendamente banal.
Salvador Alís.
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