domingo, 3 de julio de 2016

CONTRANOTAS / 2

CONTRANOTAS / 2

Existen poderes absolutos duales, es decir: que tienen dos caras -como las monedas. En este caso concreto, el poder que reclama nuestra atención no tan sólo tiene dos caras, como las monedas, sino que también es el dueño absoluto de esas monedas, de todas ellas, de las que se guardan y de las que circulan, de las que son necesarias y de las sobrantes, e incluso ostenta el título de propiedad de la fábrica de monedas. La cara de semejante poder es la política y la cruz es la economía.

Google define "alucinación" con estas dos entradas en primer término: 1. "Percepción de una imagen, un objeto o un estímulo exterior inexistentes que son considerados como reales." 2. "Imagen, objeto o estímulo exterior que la mente percibe sin que su existencia sea real." De lo que se deduce que el mensaje destacado de Google, y que fácilmente puede llegar a cualquier persona que, como yo mismo (una entre miles de millones), introduzca la palabra en el buscador, consiste en equiparar la percepción con lo percibido. Las palabras pueden ser inocentes; su definición, no. Y tampoco es ni puede serlo su combinación. Cuando las palabras, que de manera aislada quizá fueran neutras, se convierten en una secuencia, entonces, la flecha inerte se coloca en el arco y la fina cuerda de la voz o la escritura se tensa y se prepara.

Siguiendo esta lógica, ver una democracia donde no la hay es pura alucinación. Y, como es evidente, una alucinación colectiva. Que yo vea a un mosquito o a una araña irreales es una alucinación individual, propia de mí mismo y mis circunstancias, algo en el fondo que carece de importancia (o cuya importancia tan sólo me incumbe a mí y a nadie más); que un país entero (o un conjunto de países) vea aquí una democracia es tema de otra consideración y gravedad.

Los magos o pseudo magos del siglo XXI son los economistas, los nuevos chamanes (se llamen como se llamen: inversores, financieros, grandes accionistas, jugadores de la Bolsa, promotores, patrocinadores, comisionistas, apostadores sin límite...) compran y venden virtualmente realidades que no existen, que ellos inventan, alucinaciones inducidas con el único objetivo de obtener enormes beneficios. El capital (y por tanto el capitalismo) es una cortina de humo que utiliza la magia para protegerse a sí misma y detentar su poder.

El anillo de la moneda que simboliza este poder absoluto, sujeta mediante su propia circunferencia de megalomanía y fórmulas mágicas (fórmulas que buscan, a toda costa, el progreso sin fin) el metal que le otorga razón de ser y consistencia. Por eso la moneda de dos caras, sea cuál sea su falsedad, ha sido hecha con absoluta perfección pues al girar crea una esfera perfecta, una ilusión óptica, una alucinación que encandila mientras dura. Ambas caras de la moneda, con independencia de su grabado (y en este caso, también de su gravado) son inseparables y persiguen la misma meta.

La moneda se protege a sí misma construyendo aviones y portaaviones, por ejemplo, o misiles de largo alcance, submarinos, bombas nucleares, satélites, sondas, drones, naves espaciales e incluso pirámides subterráneas donde esconder los resortes de su tránsito al más allá. Cualquier artefacto útil, poderoso, que suponga un avance en las posiciones, será tenido en cuenta. Pero ya no se trata de un genial Leonardo da Vinci desarrollando sus geniales alucinaciones, sino de un equipo humano dirigido por resoluciones informáticas que, a su vez, han sido creadas por humanos que, a su vez, han seguido los dictámenes de otras resoluciones informáticas. Los programas que copian, evalúan  y superan a sus programadores tal vez nos digan algún día cuándo y cómo comenzo este proceso; el por qué y el para qué dudo mucho que sean revelados. El mismo corazón fundido de la moneda es un secreto inaccesible.

Es complicado imaginar (y acertar) lo que va a sucederle a esta Europa que se adentra en el siglo XXI como un muñeco maldecido y atravesado por mil agujas, pero me atrevo a suponer que más pronto que tarde coexistirán espacios acotados regidos por una nueva Edad Media y espacios alucinatorios donde la ficción será ciencia. En las viejas novelas de género, el dinero como tal solía desaparecer para dar paso al crédito personal según el cargo, posición o clase que se representara o a que se perteneciera. Eso ya ocurre, ya está ocurriendo, al tiempo que se van poblando otras aldeas y se generan pestes próximas a estallar.

La moneda de dos caras simboliza el poder absoluto, el control y la riqueza que para ser lo que son se vuelven excluyentes. Política y economía. La cara y la cruz de una esfera creada por un círculo que no cesa de girar. Cuando escucho a ciertos demagogos justificar la victoria electoral de su partido argumentando que casi ocho millones de españoles no pueden ser ni todos ricos ni todos corruptos, no puedo resistir la tentación de acabar con las reflexiones con que acaba Imre Kertész el libro que yo he acabado: "...la amenazadora riqueza. A cada paso se observa que la riqueza se defenderá. La abigarrada muchedumbre que empuja a mi alrededor se encargará de defenderla, pues sólo así participará de las migajas que deja caer la abundancia; la defenderán estos nómadas venidos de todos sitios cuya presencia se percibe, como las algas bajo la superficie del agua (...) Cae en mis manos una carta de Cioran a Dieter Schlezak: <<Occidente no podrá eludir el día -escribe- en que sus trabajadores extranjeros lo dominen. El futuro siempre pertenece a los esclavos e inmigrantes...>> Toda la Europa occidental se ha preparado para defenderse, con los austríacos, sus gendarmes avanzados en el este, al frente. No obstante, ni siquiera se pregunta qué defiende aparte de su dinero (¿no será la cultura occidental que hace tiempo ha dejado de existir?). Por otra parte, su forma de defenderse o, más exactamente, sus métodos, más que ofrecer una protección eficaz, perjudican a lo que queda de la democracia occidental. Los temores claustrofóbicos de la Europa occidental vuelven a parir a Adolf Hitler, vuelven a generar la paranoía de los inferiores que creen en su superioridad. Los poseedores del dinero y del poder volverán a aceptar la destrucción completa de la sociedad, con el único fin de salvar los muebles y de ponerse luego a salvo, al precio de un nuevo totalitarismo y de nuevas catástrofes sociales." (Yo, otro. Págs.: 133 y 134.)

Hace aproximadamente veinte años que Kertész escribió Yo, otro. Sus escasas 143 páginas -me niego a creerlo- no son otra de mis alucinaciones. 

Salvador Alís.





 

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