sábado, 30 de julio de 2016
AL DIABLO CON TODO
AL DIABLO CON TODO
¿Quién paga los viajes, los hoteles, los refrigerios o las comilonas, los coches oficiales y sus conductores, los escoltas, sus gafas de sol y la munición necesaria, los móviles y contra-móviles, los trajes (incluidos zapatos y corbatas), las reuniones, los botellines de agua mineral, los folios impresos y la tinta para imprimirlos, el sueldo de los mensajeros, intermediarios, secretarios, encargados de protocolo, portavoces y publicistas...? ¿Quién paga todo lo necesario para que nos hagan creer que se gobierna o se pretende gobernar? ¿Quién sostiene a los cargos electos sin mandato consolidado y sin otro objetivo que acrecentar o preservar su fama? ¿De quién depende el puntual ingreso de la nómina a fin de mes (o tal vez anticipada) por un ir y venir sin sentido ni verdad?
En este juego todos pierden si apuestan, así que todos pasan. La partida no avanza. El garito se llena de humo mientras los fulleros acaban borrachos. Las cartas y, lo que es peor, los billetes se desparraman por el suelo. Pero nadie se atreve ni está en condiciones de recoger la baraja ni el dinero. El Jefe de Sala lo ha prohibido. Todo lo que hay en juego pertenece a quien propicia y alienta el juego. A diferencia de los que fingen querer gobernar, los que gobiernan realmente trabajan sin cesar: abren y cierran sus cajas fuertes a cada instante, según convenga a su control, y cuentan sus ganancias incontables y urden planes perfectos para que otros, y no ellos, paguen los viajes, los hoteles, los refrigerios...
Ayer en la tarde-noche estuve en la librería del librero que renueva periódicamente a sus dependientas -siempre muy jóvenes y siempre espectaculares-, el librero que fuma en "su" librería sin ningún recato, el que aparenta saber más de lo que sabe de vinos y literatura. En esta ocasión, para mi sorpresa, la becaria tras la barra repetía funciones, es decir: que ya había trabajado antes en el "lugar de culto". Le pedí y me sirvió una copa de K-naia (85 % verdejo y 15 % sauvignon blanc). Y evité mirarla directamente a los ojos porque hacerlo hubiera supuesto follármela con la mirada, y el respeto ante todo, sin contar con que uno ya va teniendo una edad... Pero, a lo que vamos, entre miradas auto-prohibidas y miradas indirectas, mis ojos se posaron en un delgado librito rojo y negro que apenas sobresalía, entre otros más anchos, un estante por debajo de Kafka y de Kertész; su título: Juego de azar; su autor: Slawomir Mrozek (imposible poner con mi teclado el punto sobre la zeta del apellido). Decidí comprarlo de inmediato porque uno de sus breves cuentos era similar a uno de mis cuentos. Y ya se sabe, entre cuentistas puede haber acuerdo, intriga y hasta compensación..
A veces me siento como un viejo boxeador que, nublada su vista y su conocimiento, ya no se ejercita enfrentando un saco de arena sino un espejo. Mis "golpes de puñalada" no se dirigen al adversario, pues impactan directamente sobre mi hígado. El dolor es soportable gracias a mi larga carrera y sistemático entrenamiento. Me golpeo a mí mismo y resisto, me tumbo y me levanto; no me voy a dar el gusto de vencerme y caer ante mí mismo, todavía no.
Mrozek murió, casualmente en Niza, el 15 de agosto de 2013, a los 83 años. Luego de una sola noche compartida con el polaco, mediante la lectura de sus cuentos, ya lo considero como a un hermano recién descubierto, del que no tenía noticias, y al que tendré que prestar en adelante -si el tiempo y mis ojos me lo permiten- no poca atención. Como los editores de Mrozek (siempre el mismo empeño en prohibir cuando uno lo único que pretende es resaltar) ponen trabas al citar, resumiré el argumento del cuento que se parece tanto a uno de mis cuentos: un pobre diablo pretende vender su alma a buen precio, mas al presentarse ante él un diablo pobre no puede evitar manifestar su desilusión; la respuesta del depauperado diablo es contundente (espero que los editores no reparen en el incumplimiento): "A tal alma, tal diablo. Vayamos al negocio." Mi cuento se tituló "Mala suerte" y fue publicado en Palma, en 2004, por La Bolsa de Pipas (trece años después de la primera edición en alemán de "El socio" de Mrozek y tres años antes de la primera edición en castellano). Juro por mi alma que nunca he comprendido el idioma alemán, menos aún el polaco, aunque ya me gustaría. Punto final.
Ese gran país (grande en extensión y en profundidad) llamado Estados Unidos, a pesar de sus vicisitudes para obtener un/a presidente/a, a elegir por sorteo popular entre una dama consentida (¿o consentidora?) y un millonario con supuesto peluquín (según Ashley Feinberg y sus investigaciones sobre la técnica capilar conocida como "intervención microcilíndrica"), tan dependiente económica y cinematrográficamente hablando de la República Popular China, debería sentir cierto orgullo al saber que Europa, cada vez más, se parece a una comedia producida en Hollywood, una comedia -insisto- aunque contenga algunas escenas dramáticas, de suspense y acción, propias de los géneros mafioso, musical y bélico.
Lo que hace años fuera una tienda de animales y una clínica veterinaria, y después un restaurante híbrido de cocina peruana y tailandesa, hoy se ha convertido en un centro de negocios donde sirven pato laqueado y vino español, y son tan atentos en el servicio que uno se siente obligado a darles una generosa propina (con la duda siempre de si el gesto, según su cultura y amor propio, será considerado como agradecimiento o insulto a su capacidad de trabajo). Durante la media hora que estuve sentado en la terraza, disfrutando de una copa de rioja blanco, casi dorado, y un platillo rectangular con finas lonchas de pato de bordes caramelizados, no pude evitar asistir al desfile (incluidos coches de alta gama) de unos cuantos chinos y chinas exquisitamente vestidos (nada de "ropa de chinos", por lo tanto): zapatos Jimmy Choo para ellas y Scarpe di Bianco para ellos, vestidos azul turquesa y verde esmeralda, pantalones negros y camisas blancas de corte samurái (es un hecho, en su actividad mimética, que a veces los chinos y, sobre todo las chinas, pretendan parecerse a los japoneses), relojes de oro, perfumes de calidad. Lo que se cuece en las cocinas de este nuevo restaurante no es sólo pato laqueado sino también otros asuntos sutiles.
No se debe confundir la katana con la espada Tao. Lo que distingue al discreto y elegante chino (de densa y brillante cabellera negra) del rubio clown que pretende "ser amado por el público" es más que evidente. El primero invierte en su comercio; el segundo pretende que invirtamos en sus armas. Donald Trump le dice a Europa (¿desde cuándo un hombre, por más poderoso que sea, se atreve a dar órdenes a un Continente) que deberá incrementar en los próximos años su gasto militar en algo más de un 50%, hasta alcanzar una media por país del 2 % de su PIB; de lo contrario veremos condicionada su amistad y su alianza. Dado que el primer país productor, provocador y consumidor de armas es Estados Unidos, la cosa empieza a estar clara. ¿Puede Trump, como un gran profeta o un mago mediático, ver el futuro, ver esa guerra que puede desencadenarse en este lado del mundo? ¿O acaso él mismo -de alcanzar el pretendido poder absoluto- vería esa guerra como solución al desgaste general y crítico de las fuerzas económicas que, como las riendas de un caballo desbocado, no sirven ya para sujetar la loca carrera ni el acelerado pánico con que el mundo actual se dirige (atravesando un bosque llamado "desencanto", una desierto llamado "nada", un río llamado "sin vuelta atrás") hacia su propia aniquilación? Si algo me gusta de los chinos es su dominio del detalle. ¿Desde la altura de qué rascacielos se puede uno hacer idea de lo que sucede a ras del suelo, donde las ratas se comen los billetes caídos y marcan con sus dientes las cartas de la baraja?
Puestos a elegir, entre Hillary Clinton y Donald Trump, me quedo con la primera, no por el hecho de ser mujer (contra la tendencia a pensar que una mujer al mando sería menos beligerante, más compasiva, más justa o protectora dado el supuesto instinto maternal que podría serle atribuido) sino por la opción de un mal menor respecto a la imagen ofrecida. En nuestra realidad actual, la imagen es más importante que la esencia. Hillary parece una abuela hiperactiva cargada de buenas intenciones, mientras Trump se asemeja a un diablo chistoso que, aunque apoyado por la "américa profunda", no llega a la mitad de la mitad... de la profundidad chistosa de un Slavoj Zizek. Las esperanzas puestas en la posibilidad de que una mujer se convierta en la primera presidenta del país (cuestionado) más poderoso del mundo chocan frontalmente con otras experiencias ya conocidas: las de una Margaret Hilda Thatcher, por ejemplo, o una Cristina Elisabet Fernández de Kirchner, o una Angela Dorothea Merkel. Los Estados Unidos de América son -qué duda cabe- un país singular (tiene en sus manos muchos resortes, botones, mecanismos, para afectar al mundo entero). Quizá nuestros hijos o nietos asistan a unas hipotéticas elecciones donde diriman sus diferencias de calidad, presencia y prestigio, Michelle Obama y Mónica Lewinsky.
Casi todos los protagonistas de los cuentos de Mrozek (¿él yo en primera persona donde habla Mrozek?) parecen semi-idiotas, idiotas o absolutamente idiotas. Tal vez Mrozek adivinó antes que yo que la inteligencia asusta y produce rechazo. Sólo el diablo de nuestros cuentos puede parecer inteligente sin causar inquietud.
Salvador Alís.
¿Quién paga los viajes, los hoteles, los refrigerios o las comilonas, los coches oficiales y sus conductores, los escoltas, sus gafas de sol y la munición necesaria, los móviles y contra-móviles, los trajes (incluidos zapatos y corbatas), las reuniones, los botellines de agua mineral, los folios impresos y la tinta para imprimirlos, el sueldo de los mensajeros, intermediarios, secretarios, encargados de protocolo, portavoces y publicistas...? ¿Quién paga todo lo necesario para que nos hagan creer que se gobierna o se pretende gobernar? ¿Quién sostiene a los cargos electos sin mandato consolidado y sin otro objetivo que acrecentar o preservar su fama? ¿De quién depende el puntual ingreso de la nómina a fin de mes (o tal vez anticipada) por un ir y venir sin sentido ni verdad?
En este juego todos pierden si apuestan, así que todos pasan. La partida no avanza. El garito se llena de humo mientras los fulleros acaban borrachos. Las cartas y, lo que es peor, los billetes se desparraman por el suelo. Pero nadie se atreve ni está en condiciones de recoger la baraja ni el dinero. El Jefe de Sala lo ha prohibido. Todo lo que hay en juego pertenece a quien propicia y alienta el juego. A diferencia de los que fingen querer gobernar, los que gobiernan realmente trabajan sin cesar: abren y cierran sus cajas fuertes a cada instante, según convenga a su control, y cuentan sus ganancias incontables y urden planes perfectos para que otros, y no ellos, paguen los viajes, los hoteles, los refrigerios...
Ayer en la tarde-noche estuve en la librería del librero que renueva periódicamente a sus dependientas -siempre muy jóvenes y siempre espectaculares-, el librero que fuma en "su" librería sin ningún recato, el que aparenta saber más de lo que sabe de vinos y literatura. En esta ocasión, para mi sorpresa, la becaria tras la barra repetía funciones, es decir: que ya había trabajado antes en el "lugar de culto". Le pedí y me sirvió una copa de K-naia (85 % verdejo y 15 % sauvignon blanc). Y evité mirarla directamente a los ojos porque hacerlo hubiera supuesto follármela con la mirada, y el respeto ante todo, sin contar con que uno ya va teniendo una edad... Pero, a lo que vamos, entre miradas auto-prohibidas y miradas indirectas, mis ojos se posaron en un delgado librito rojo y negro que apenas sobresalía, entre otros más anchos, un estante por debajo de Kafka y de Kertész; su título: Juego de azar; su autor: Slawomir Mrozek (imposible poner con mi teclado el punto sobre la zeta del apellido). Decidí comprarlo de inmediato porque uno de sus breves cuentos era similar a uno de mis cuentos. Y ya se sabe, entre cuentistas puede haber acuerdo, intriga y hasta compensación..
A veces me siento como un viejo boxeador que, nublada su vista y su conocimiento, ya no se ejercita enfrentando un saco de arena sino un espejo. Mis "golpes de puñalada" no se dirigen al adversario, pues impactan directamente sobre mi hígado. El dolor es soportable gracias a mi larga carrera y sistemático entrenamiento. Me golpeo a mí mismo y resisto, me tumbo y me levanto; no me voy a dar el gusto de vencerme y caer ante mí mismo, todavía no.
Mrozek murió, casualmente en Niza, el 15 de agosto de 2013, a los 83 años. Luego de una sola noche compartida con el polaco, mediante la lectura de sus cuentos, ya lo considero como a un hermano recién descubierto, del que no tenía noticias, y al que tendré que prestar en adelante -si el tiempo y mis ojos me lo permiten- no poca atención. Como los editores de Mrozek (siempre el mismo empeño en prohibir cuando uno lo único que pretende es resaltar) ponen trabas al citar, resumiré el argumento del cuento que se parece tanto a uno de mis cuentos: un pobre diablo pretende vender su alma a buen precio, mas al presentarse ante él un diablo pobre no puede evitar manifestar su desilusión; la respuesta del depauperado diablo es contundente (espero que los editores no reparen en el incumplimiento): "A tal alma, tal diablo. Vayamos al negocio." Mi cuento se tituló "Mala suerte" y fue publicado en Palma, en 2004, por La Bolsa de Pipas (trece años después de la primera edición en alemán de "El socio" de Mrozek y tres años antes de la primera edición en castellano). Juro por mi alma que nunca he comprendido el idioma alemán, menos aún el polaco, aunque ya me gustaría. Punto final.
Ese gran país (grande en extensión y en profundidad) llamado Estados Unidos, a pesar de sus vicisitudes para obtener un/a presidente/a, a elegir por sorteo popular entre una dama consentida (¿o consentidora?) y un millonario con supuesto peluquín (según Ashley Feinberg y sus investigaciones sobre la técnica capilar conocida como "intervención microcilíndrica"), tan dependiente económica y cinematrográficamente hablando de la República Popular China, debería sentir cierto orgullo al saber que Europa, cada vez más, se parece a una comedia producida en Hollywood, una comedia -insisto- aunque contenga algunas escenas dramáticas, de suspense y acción, propias de los géneros mafioso, musical y bélico.
Lo que hace años fuera una tienda de animales y una clínica veterinaria, y después un restaurante híbrido de cocina peruana y tailandesa, hoy se ha convertido en un centro de negocios donde sirven pato laqueado y vino español, y son tan atentos en el servicio que uno se siente obligado a darles una generosa propina (con la duda siempre de si el gesto, según su cultura y amor propio, será considerado como agradecimiento o insulto a su capacidad de trabajo). Durante la media hora que estuve sentado en la terraza, disfrutando de una copa de rioja blanco, casi dorado, y un platillo rectangular con finas lonchas de pato de bordes caramelizados, no pude evitar asistir al desfile (incluidos coches de alta gama) de unos cuantos chinos y chinas exquisitamente vestidos (nada de "ropa de chinos", por lo tanto): zapatos Jimmy Choo para ellas y Scarpe di Bianco para ellos, vestidos azul turquesa y verde esmeralda, pantalones negros y camisas blancas de corte samurái (es un hecho, en su actividad mimética, que a veces los chinos y, sobre todo las chinas, pretendan parecerse a los japoneses), relojes de oro, perfumes de calidad. Lo que se cuece en las cocinas de este nuevo restaurante no es sólo pato laqueado sino también otros asuntos sutiles.
No se debe confundir la katana con la espada Tao. Lo que distingue al discreto y elegante chino (de densa y brillante cabellera negra) del rubio clown que pretende "ser amado por el público" es más que evidente. El primero invierte en su comercio; el segundo pretende que invirtamos en sus armas. Donald Trump le dice a Europa (¿desde cuándo un hombre, por más poderoso que sea, se atreve a dar órdenes a un Continente) que deberá incrementar en los próximos años su gasto militar en algo más de un 50%, hasta alcanzar una media por país del 2 % de su PIB; de lo contrario veremos condicionada su amistad y su alianza. Dado que el primer país productor, provocador y consumidor de armas es Estados Unidos, la cosa empieza a estar clara. ¿Puede Trump, como un gran profeta o un mago mediático, ver el futuro, ver esa guerra que puede desencadenarse en este lado del mundo? ¿O acaso él mismo -de alcanzar el pretendido poder absoluto- vería esa guerra como solución al desgaste general y crítico de las fuerzas económicas que, como las riendas de un caballo desbocado, no sirven ya para sujetar la loca carrera ni el acelerado pánico con que el mundo actual se dirige (atravesando un bosque llamado "desencanto", una desierto llamado "nada", un río llamado "sin vuelta atrás") hacia su propia aniquilación? Si algo me gusta de los chinos es su dominio del detalle. ¿Desde la altura de qué rascacielos se puede uno hacer idea de lo que sucede a ras del suelo, donde las ratas se comen los billetes caídos y marcan con sus dientes las cartas de la baraja?
Puestos a elegir, entre Hillary Clinton y Donald Trump, me quedo con la primera, no por el hecho de ser mujer (contra la tendencia a pensar que una mujer al mando sería menos beligerante, más compasiva, más justa o protectora dado el supuesto instinto maternal que podría serle atribuido) sino por la opción de un mal menor respecto a la imagen ofrecida. En nuestra realidad actual, la imagen es más importante que la esencia. Hillary parece una abuela hiperactiva cargada de buenas intenciones, mientras Trump se asemeja a un diablo chistoso que, aunque apoyado por la "américa profunda", no llega a la mitad de la mitad... de la profundidad chistosa de un Slavoj Zizek. Las esperanzas puestas en la posibilidad de que una mujer se convierta en la primera presidenta del país (cuestionado) más poderoso del mundo chocan frontalmente con otras experiencias ya conocidas: las de una Margaret Hilda Thatcher, por ejemplo, o una Cristina Elisabet Fernández de Kirchner, o una Angela Dorothea Merkel. Los Estados Unidos de América son -qué duda cabe- un país singular (tiene en sus manos muchos resortes, botones, mecanismos, para afectar al mundo entero). Quizá nuestros hijos o nietos asistan a unas hipotéticas elecciones donde diriman sus diferencias de calidad, presencia y prestigio, Michelle Obama y Mónica Lewinsky.
Casi todos los protagonistas de los cuentos de Mrozek (¿él yo en primera persona donde habla Mrozek?) parecen semi-idiotas, idiotas o absolutamente idiotas. Tal vez Mrozek adivinó antes que yo que la inteligencia asusta y produce rechazo. Sólo el diablo de nuestros cuentos puede parecer inteligente sin causar inquietud.
Salvador Alís.
TRES ESTRELLAS
TRES ESTRELLAS
Poema para Pablo.
En la tarde de ayer, bajo un azul puro
y un sol paciente y cegador,
el relato de Pablo sobre encuentros
fortuitos en la mañana:
tres mujeres distintas y un solo
nombre, Esther.
Mujeres sucesivas, oficios terrestres;
sobre la superficie de los
acontecimientos: nada extraordinario
por ahora, pero sí una casualidad tras
otra,
altamente improbables y por lo tanto
inquietantes.
Esther, nombre hebreo que deriva del
babilónico Ishtar,
significa “estrella”. Y es
innegable que hubo un itinerante azar
guiado por tres estrellas unidas. Que
uno trate
con una mujer llamada Esther no es
sin embargo significativo;
que, acto seguido, otra Esther se cruce
en el camino
ya es coincidencia digna de mención; y
que, poco después,
una tercera Esther aparezca en la
mañana,
bajo un azul puro y un sol paciente y
cegador,
roza lo imposible y se convierte en
símbolo y en enigma.
Tres estrellas pueden únicamente
formar dos figuras:
una recta o un triángulo, según su
disposición en el espacio.
¿Augurios de buena suerte? ¿Elección
de otro destino?
¿Indicadores de un cambio luminoso?
Esos encuentros estelares de Pablo,
reales o ficticios,
bien los quisiera yo para mi vida. Él
sabe
-tan certeramente como yo- que vivir es
complejo;
que es difícil ser lo que se es y, más
aún, lo que se pretende ser;
que los desafíos resultan en ocasiones
inadmisibles;
que la tristeza o la decepción surgen
de repente
como tormentas de verano; que amar
exige “amar”,
ir más allá de lo convencional y de
lo cotidiano.
El triángulo delimita un lugar
encerrado en sí mismo;
la línea recta es una flecha lanzada
hacia lo desconocido.
Ishtar es la diosa del amor y de la
guerra;
la acompañan dos monos, que imitan al
ser humano,
y dos lechuzas, que lo contemplan.
Que tres estrellas se muestren en la
mañana
es sin duda un hecho maravilloso, una
llamada que requiere
-de quien ha visto esas estrellas-
emprender un doble viaje:
hacia el interior, a través de su propio
universo de tres lados,
y hacia el exterior, siendo la punta de la
flecha lanzada.
Después de la aparición de tres
estrellas, bajo un azul puro
y un sol paciente y cegador, el viaje
es necesario
para hallar la explicación de tal
maravilla; pues todo conflicto,
suerte, desgracia y solución, se
encuentran en ese lejano cielo
donde las visiones son tan abstractas
en su claridad
como oscuras en su cercanía.
Salvador Alís.
miércoles, 27 de julio de 2016
GRAFO DE UN SUEÑO
GRAFO DE UN SUEÑO
He leído con cierto interés (algo decepcionado al final por el deseo frustrado de una mayor claridad e información) la entrevista de Elena Soto a Mauro Copelli, publicada ayer 26 de julio en El Mundo. Copelli es un físico teórico que trabaja en la Universidad Federal de Pernambuco, en Recife, Brasil. Aplicando (o intentando aplicar) sus conocimientos matemáticos y estadísticos a la neurociencia, participa junto a un equipo de investigación del Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Río Grande do Norte en el desarrollo de "un método cuantitativo de evaluación de los síntomas psiquiátricos". Según Copelli, los sueños (su relato) pueden ser analizados matemáticamente, y quizá en un futuro próximo, este análisis, sirva para mejorar el diagnóstico de enfermedades mentales (esquizofrenia, trastorno bipolar, etc.), e incluso ser utilizado con enfermos de Alzheimer o en el conocimiento de los sistemas de aprendizaje de los niños. Dice Copelli que los relatos de sueños (también los de vigilia) se pueden representar mediante grafos. Un grafo es una red compuesta de nodos y relaciones y, en un relato cualquiera, "cada palabra es un nodo y los enlaces son las consecuencias temporales de estas palabras." Lo que importa no es el significado de las palabras, sino "el número de nodos o la extensión y densidad de las conexiones entre ellos." De la confusión, vacíos y puntos ciegos presentes en la entrevista, me quedo con la idea de representar un sueño mediante un dibujo, en la línea de los tres que ilustran el texto (el sueño de un Esquizofrénico, de un Bipolar y de un Control). Y puesto que en mi anterior entrada, "Virtualidad", relaté un sueño (o una pesadilla), he querido interpretar a mi manera el método descrito por Copelli. Para hacerlo, en primer lugar, he extraído las palabras clave del relato de mi sueño, las he numerado, convertido en nodos y colocados estos en una hoja de papel partiendo de un centro subjetivo (el yo real) y avanzando hacia la periferia; en segundo lugar, he trazado las líneas de enlace o relación entre los nodos de acuerdo a la lógica interna del relato. A diferencia de lo dicho por Copelli, para mí el significado de las palabras sí es relevante; y los números lo son menos. Los números son un simple recurso de simplificación para poder obtener pequeños círculos (nodos) que remitan a una lista de esas palabras clave. Dicha lista, que no se incluye aquí, está implícita en el relato. Sujetos, objetos, verbos y adjetivos son nodos que se relacionan entre sí mediante líneas rojas. La elaboración de este dibujo no ha sido tarea fácil, requiriendo al menos tres bocetos y numerosos apuntes, lápiz, goma de borrar, rotuladores, regla milimetrada, imagen obtenida a través de google y diversos escaneos. El dibujo acabado de mi sueño (su proceso) no se parece a los obtenidos por el Instituto del Cerebro, pero se parece a mí mismo.
He leído con cierto interés (algo decepcionado al final por el deseo frustrado de una mayor claridad e información) la entrevista de Elena Soto a Mauro Copelli, publicada ayer 26 de julio en El Mundo. Copelli es un físico teórico que trabaja en la Universidad Federal de Pernambuco, en Recife, Brasil. Aplicando (o intentando aplicar) sus conocimientos matemáticos y estadísticos a la neurociencia, participa junto a un equipo de investigación del Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Río Grande do Norte en el desarrollo de "un método cuantitativo de evaluación de los síntomas psiquiátricos". Según Copelli, los sueños (su relato) pueden ser analizados matemáticamente, y quizá en un futuro próximo, este análisis, sirva para mejorar el diagnóstico de enfermedades mentales (esquizofrenia, trastorno bipolar, etc.), e incluso ser utilizado con enfermos de Alzheimer o en el conocimiento de los sistemas de aprendizaje de los niños. Dice Copelli que los relatos de sueños (también los de vigilia) se pueden representar mediante grafos. Un grafo es una red compuesta de nodos y relaciones y, en un relato cualquiera, "cada palabra es un nodo y los enlaces son las consecuencias temporales de estas palabras." Lo que importa no es el significado de las palabras, sino "el número de nodos o la extensión y densidad de las conexiones entre ellos." De la confusión, vacíos y puntos ciegos presentes en la entrevista, me quedo con la idea de representar un sueño mediante un dibujo, en la línea de los tres que ilustran el texto (el sueño de un Esquizofrénico, de un Bipolar y de un Control). Y puesto que en mi anterior entrada, "Virtualidad", relaté un sueño (o una pesadilla), he querido interpretar a mi manera el método descrito por Copelli. Para hacerlo, en primer lugar, he extraído las palabras clave del relato de mi sueño, las he numerado, convertido en nodos y colocados estos en una hoja de papel partiendo de un centro subjetivo (el yo real) y avanzando hacia la periferia; en segundo lugar, he trazado las líneas de enlace o relación entre los nodos de acuerdo a la lógica interna del relato. A diferencia de lo dicho por Copelli, para mí el significado de las palabras sí es relevante; y los números lo son menos. Los números son un simple recurso de simplificación para poder obtener pequeños círculos (nodos) que remitan a una lista de esas palabras clave. Dicha lista, que no se incluye aquí, está implícita en el relato. Sujetos, objetos, verbos y adjetivos son nodos que se relacionan entre sí mediante líneas rojas. La elaboración de este dibujo no ha sido tarea fácil, requiriendo al menos tres bocetos y numerosos apuntes, lápiz, goma de borrar, rotuladores, regla milimetrada, imagen obtenida a través de google y diversos escaneos. El dibujo acabado de mi sueño (su proceso) no se parece a los obtenidos por el Instituto del Cerebro, pero se parece a mí mismo.
lunes, 25 de julio de 2016
VIRTUALIDAD
VIRTUALIDAD
A veces una palabra se mete en mi cabeza, la penetra, la invade como una hormiga extraña invadiría un hormiguero, alterando el funcionamiento aparentemente normal de ese mundo cerrado, desestructurando su estructura, desafiando sus leyes. Hoy esa palabra concreta ha sido "virtual".
Antes de comenzar a redactar estas notas, cuyo agente disparador es una mezcla de curiosidad e ignorancia, he procurado obtener al menos una definición aproximada del concepto. Al teclear en google la palabra aparecen en primer término:
1. "Que es muy posible que se alcance o realice porque reúne las características precisas."
2. "Que solamente existe de forma aparente y no es real."
No del todo satisfecho, acudo también al RAE:
1. "Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real."
2. "Implícito, tácito."
3. "Que tiene existencia aparente y no real."
Virtual: potencia y negación.
¿Qué es entonces la escritura, en ambos sentidos, sino una completa y absoluta virtualidad?
Si optara por la comodidad, me bastaría con utilizar el recurso de copiar y pegar para entregar durante los próximos veinte años variados textos ya escritos (virtuales en su momento pero ya efectos alcanzados), como entradas diarias de este diario personal, sin complicarme la vida, sin consumir tiempo, sin restar horas al dormir y al descansar, más apaciguado por tanto, más libre y menos implicado.
Es un hecho cierto y probado que me gusta vivir al día, improvisar y crear suponiendo que, de esta forma, voy llegando a la deseada meta -que no es meta en sí misma- de la perfección del camino. Un camino virtual que aspira a llegar a su fin y, a la vez, dará vueltas y más vueltas sin conseguirlo.
No es menos cierto que en muchas ocasiones recurro a notas sueltas -como se comprobará más adelante- algunas escritas en la tarde, ayer, hace días, semanas, meses, años; que mi casa está llena de esas notas como si yo fuera una serpiente que, en lugar de mudar de piel, fuera perdiendo escamas (páginas escritas) lenta o no tan lentamente, en un proceso continuado e irreversible, sin que la muda se completara.
De hoy mismo, esta nota suelta: ¿Se puede odiar a alguien hasta el extremo de desear su muerte? En un plano moral, donde "poder" significa "deber", no sería (o no debería ser) deseable la muerte física, la muerte total; pero si admitimos que el odio es una pulsión natural en el ser humano, y que como otras pulsiones necesita de alivio, entonces la muerte como "desaparición" cumpliría su objeto y podría ser admisible. Quien desaparece, muere. Aunque no todos los que mueren desaparecen. Hay muertos que permanecen como imagen, como recuerdo "vivo" en aquellos que los amaron; y desaparecidos que mueren en la memoria en un ejercicio de higiene mental necesaria para que la vida se renueve sin esos lastres.
Que los sueños en su conjunto, diurnos y nocturnos, y la actividad propia de soñador, sea cuál sea su clase, es todo una virtualidad tiene difícil contestación. En el lado opuesto, por más que algunos se propongan convencernos de que lo realmente virtual es la vida, es fácil demostrar que se equivocan (o no se equivocan porque su verdadera intención es engañar).
La vida es potencia y negación, sí, pero esa potencia puede no producir nunca su efecto y esa negación puede ser muy real. La muerte puede o no puede ser virtual (admito mis dudas), lo mismo que la enfermedad (algunas enfermedades, sobre todo las psicóticas), lo mismo que las sensaciones de dolor, hambre, desamparo, exclusión, pobreza, miedo, etcétera; pero no lo son la muerte violenta, la enfermedad atosigante, el dolor concreto, el hambre sin bocado, la soledad no deseada, el rechazo con alambradas, la sed ante una fuente sin monedas, el no saber dónde cobijarse cuando caen las muy reales bombas y surcan el aire -como avispas enloquecidas- balas de todos los colores.
De hace un mes, esta otra nota suelta: La noche anterior (en realidad hoy, a las seis de la mañana), tan cansado estaba que decidí prescindir de cualquier ayuda para conciliar el sueño -mala decisión, a juzgar por los resultados. Ya en la cama, bebí un litro de agua y leí (hasta que mis ojos se cerraron) algunos fragmentos de Yo, otro. Hasta las dos de la tarde he dormido a intervalos, soñando mucho de manera confusa, despertando cada vez entre los diferentes sueños con el agobio de intentar fijar esos sueños y no olvidarlos. Cuando se duerme bien y profundamente, no se sueña o, al menos, no se es consciente de soñar o no se reconoce lo soñado. De ser así, esta desconcertante noche no me ha proporcionado el más mínimo descanso, pues he tenido que soportar imágenes y situaciones de mí mismo muy inquietantes y altamente insoportables. Todo ha comenzado con una serie de sueños pornográficos que no he sido capaz de conservar, aunque su intenso aroma ha persistido. El último de la serie, sin embargo, lo he retenido plenamente: mi sexo seccionado iba pasando de mano en mano (como un trofeo para ellas) en un círculo de mujeres que me rodeaban (estando yo en el centro, estático y contemplativo). Mi sexo soñado era más grande, largo, grueso y carnoso que mi sexo real; y su color, de un rosado intenso, parecía muy apetecible. Cada una de las mujeres -conocidas y, no obstante, desconocidas-, llegado su turno, le daban un buen mordisco y lo masticaban con gozo. Esa parte de mí (lo que iba quedando) soñada y comestible, cada mujer del círculo la pasaba menguada a la siguiente, de manera que mi sexo iba reduciendo su largura o su tamaño hasta desaparecer.
Pornografía: sexualidad virtual. Malos sueños: mala vida.
La vida es sueño (1635), drama de Pedro Calderón de la Barca, frente al concepto Matrix de las/los Wachowski y el "virtualismo" que algunos anuncian hoy como falsa original novedad.
El sexo y el odio (también el amor) como potencias y negaciones.
¿Hasta que punto puede alguien -un simple escritor, por ejemplo- ser real e irreal al mismo tiempo, ser en potencia una obra y no llegar a serlo nunca, una afirmación constante de su vida a través de la negación de su vida? ¿Puede alguien "inventado" ser algo más que pura invención? ¿Se puede amar y odiar sin conflicto? ¿Ser feliz y sufrir sin conflicto? ¿Decir la verdad y no mentir? ¿Valorar la mentira como potencia y no como negación? Este mundo que nos ofrece cada día una realidad más aumentada (¿más real?), ¿será por fin el efecto hecho acto de su propia negación?
Una hormiga extraña invade un hormiguero. La colonia de hormigas que lo habitan, petrificadas en su conducta y normativa, no entenderán lo que significa esa invasión tan insignificante en apariencia. Con el tiempo, la palabra causará estragos.
Salvador Alís.
A veces una palabra se mete en mi cabeza, la penetra, la invade como una hormiga extraña invadiría un hormiguero, alterando el funcionamiento aparentemente normal de ese mundo cerrado, desestructurando su estructura, desafiando sus leyes. Hoy esa palabra concreta ha sido "virtual".
Antes de comenzar a redactar estas notas, cuyo agente disparador es una mezcla de curiosidad e ignorancia, he procurado obtener al menos una definición aproximada del concepto. Al teclear en google la palabra aparecen en primer término:
1. "Que es muy posible que se alcance o realice porque reúne las características precisas."
2. "Que solamente existe de forma aparente y no es real."
No del todo satisfecho, acudo también al RAE:
1. "Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real."
2. "Implícito, tácito."
3. "Que tiene existencia aparente y no real."
Virtual: potencia y negación.
¿Qué es entonces la escritura, en ambos sentidos, sino una completa y absoluta virtualidad?
Si optara por la comodidad, me bastaría con utilizar el recurso de copiar y pegar para entregar durante los próximos veinte años variados textos ya escritos (virtuales en su momento pero ya efectos alcanzados), como entradas diarias de este diario personal, sin complicarme la vida, sin consumir tiempo, sin restar horas al dormir y al descansar, más apaciguado por tanto, más libre y menos implicado.
Es un hecho cierto y probado que me gusta vivir al día, improvisar y crear suponiendo que, de esta forma, voy llegando a la deseada meta -que no es meta en sí misma- de la perfección del camino. Un camino virtual que aspira a llegar a su fin y, a la vez, dará vueltas y más vueltas sin conseguirlo.
No es menos cierto que en muchas ocasiones recurro a notas sueltas -como se comprobará más adelante- algunas escritas en la tarde, ayer, hace días, semanas, meses, años; que mi casa está llena de esas notas como si yo fuera una serpiente que, en lugar de mudar de piel, fuera perdiendo escamas (páginas escritas) lenta o no tan lentamente, en un proceso continuado e irreversible, sin que la muda se completara.
De hoy mismo, esta nota suelta: ¿Se puede odiar a alguien hasta el extremo de desear su muerte? En un plano moral, donde "poder" significa "deber", no sería (o no debería ser) deseable la muerte física, la muerte total; pero si admitimos que el odio es una pulsión natural en el ser humano, y que como otras pulsiones necesita de alivio, entonces la muerte como "desaparición" cumpliría su objeto y podría ser admisible. Quien desaparece, muere. Aunque no todos los que mueren desaparecen. Hay muertos que permanecen como imagen, como recuerdo "vivo" en aquellos que los amaron; y desaparecidos que mueren en la memoria en un ejercicio de higiene mental necesaria para que la vida se renueve sin esos lastres.
Que los sueños en su conjunto, diurnos y nocturnos, y la actividad propia de soñador, sea cuál sea su clase, es todo una virtualidad tiene difícil contestación. En el lado opuesto, por más que algunos se propongan convencernos de que lo realmente virtual es la vida, es fácil demostrar que se equivocan (o no se equivocan porque su verdadera intención es engañar).
La vida es potencia y negación, sí, pero esa potencia puede no producir nunca su efecto y esa negación puede ser muy real. La muerte puede o no puede ser virtual (admito mis dudas), lo mismo que la enfermedad (algunas enfermedades, sobre todo las psicóticas), lo mismo que las sensaciones de dolor, hambre, desamparo, exclusión, pobreza, miedo, etcétera; pero no lo son la muerte violenta, la enfermedad atosigante, el dolor concreto, el hambre sin bocado, la soledad no deseada, el rechazo con alambradas, la sed ante una fuente sin monedas, el no saber dónde cobijarse cuando caen las muy reales bombas y surcan el aire -como avispas enloquecidas- balas de todos los colores.
De hace un mes, esta otra nota suelta: La noche anterior (en realidad hoy, a las seis de la mañana), tan cansado estaba que decidí prescindir de cualquier ayuda para conciliar el sueño -mala decisión, a juzgar por los resultados. Ya en la cama, bebí un litro de agua y leí (hasta que mis ojos se cerraron) algunos fragmentos de Yo, otro. Hasta las dos de la tarde he dormido a intervalos, soñando mucho de manera confusa, despertando cada vez entre los diferentes sueños con el agobio de intentar fijar esos sueños y no olvidarlos. Cuando se duerme bien y profundamente, no se sueña o, al menos, no se es consciente de soñar o no se reconoce lo soñado. De ser así, esta desconcertante noche no me ha proporcionado el más mínimo descanso, pues he tenido que soportar imágenes y situaciones de mí mismo muy inquietantes y altamente insoportables. Todo ha comenzado con una serie de sueños pornográficos que no he sido capaz de conservar, aunque su intenso aroma ha persistido. El último de la serie, sin embargo, lo he retenido plenamente: mi sexo seccionado iba pasando de mano en mano (como un trofeo para ellas) en un círculo de mujeres que me rodeaban (estando yo en el centro, estático y contemplativo). Mi sexo soñado era más grande, largo, grueso y carnoso que mi sexo real; y su color, de un rosado intenso, parecía muy apetecible. Cada una de las mujeres -conocidas y, no obstante, desconocidas-, llegado su turno, le daban un buen mordisco y lo masticaban con gozo. Esa parte de mí (lo que iba quedando) soñada y comestible, cada mujer del círculo la pasaba menguada a la siguiente, de manera que mi sexo iba reduciendo su largura o su tamaño hasta desaparecer.
Pornografía: sexualidad virtual. Malos sueños: mala vida.
La vida es sueño (1635), drama de Pedro Calderón de la Barca, frente al concepto Matrix de las/los Wachowski y el "virtualismo" que algunos anuncian hoy como falsa original novedad.
El sexo y el odio (también el amor) como potencias y negaciones.
¿Hasta que punto puede alguien -un simple escritor, por ejemplo- ser real e irreal al mismo tiempo, ser en potencia una obra y no llegar a serlo nunca, una afirmación constante de su vida a través de la negación de su vida? ¿Puede alguien "inventado" ser algo más que pura invención? ¿Se puede amar y odiar sin conflicto? ¿Ser feliz y sufrir sin conflicto? ¿Decir la verdad y no mentir? ¿Valorar la mentira como potencia y no como negación? Este mundo que nos ofrece cada día una realidad más aumentada (¿más real?), ¿será por fin el efecto hecho acto de su propia negación?
Una hormiga extraña invade un hormiguero. La colonia de hormigas que lo habitan, petrificadas en su conducta y normativa, no entenderán lo que significa esa invasión tan insignificante en apariencia. Con el tiempo, la palabra causará estragos.
Salvador Alís.
sábado, 23 de julio de 2016
DIVERSIONES
DIVERSIONES
¿Por qué un sabio no puede, salvo excepciones, dirigir un estado?
¿Será tal vez porque la sabiduría se decanta más bien por la anarquía?
¿Porque el que sabe no reconoce otra autoridad que sus dudas?
¿Porque se opone a toda soberbia y a toda auto-complacencia?
Los dioses todo-poderosos no se cuestionan a sí mismos;
no se cuestiona el rey a sí mismo ni el reinado se cuestiona.
Los estados son herederos del enquistamiento de sus mentiras.
En el sendero que serpentea en este bosque, un caminante atento
encontrará las huellas de Gógol, Dostoyevski, Tolstói, Chejov
y acaso Gorki; hojas del invierno y del otoño, pisadas de otros zares
sobre las pisadas de los zares. Confieso que de ellos
sólo he visto esas huellas erosionadas por la historia, por la nieve y el frío
de los tiempos que suceden a los tiempos.
Pero ahora empieza a ser preocupante que los rusos, muerto Nabokov
y muerto Mayakovski, se interesen por un atento caminante
que tropieza a cada paso con cada raíz levantada en el sendero;
ese caminante que, al adentrarse en el bosque, pretendía
conocer el nombre de cada árbol y cada arbusto, y saludaba alegre
a cada pájaro que revoloteara entre sus flores.
En la biblioteca variable del paseante: obras de Lenin y de Trotsky,
pero no de Stalin, a pesar de la entrevista concedida a H. G. Wells:
"Le estoy muy agradecido, Sr. Stalin, por darme la oportunidad
de conversar con Ud. Hace poco estuve en los Estados Unidos.
Tuve una larga entrevista con el presidente Roosevelt,
y en ella traté de averiguar por cuáles ideas se deja guiar él.
Ahora vengo con Ud. para preguntarle qué hace para cambiar el mundo."
La respuesta de Stalin: "No tanto."
Vladimir Nabokov escribió Lolita, una de mis novelas preferidas
y a cuyo título debe su nombre una de mis gatas.
Mayakovski se pegó un tiro en el corazón en la primavera de 1930;
el futurista manifiesto que había firmado en 1912 se titulaba
La bofetada al gusto del público.
Si descendemos un escalón (o lo ascendemos) desde el estado al país,
desde el país al pueblo, hay dos lugares en el mundo
a los que nunca he de viajar: los Estados Unidos de América
y el Reino Unido separado de Europa por un mar
que custodian grises tiburones acerados y armados hasta los dientes.
Siento (es decir: no siento) decirle a los rusos
-que en los últimos dos días tanto se han interesado por mí-
que entre mis lecturas pendientes (que son muchas y clásicas)
se incluyen Almas muertas, El idiota, Guerra y Paz,
El jardín de los cerezos y Los bajos fondos. Me atraen, sin embargo,
las cúpulas doradas y los efectos meteóricos de Cheliábinsk.
Y no siento decirles (es decir: realmente digo lo que pienso)
que mis sabios, mis dioses, mis reyes o mis zares son otros, ya citados
hasta la saciedad: Kafka, Bernhard, Jünger, Canetti, Beckett, Cioran,
Schopenhauer, Nietzsche..., y quizá el uruguayo Levrero
y el húngaro Kertész; que cada día vuelvo a mi anárquico bosque
y a mi sendero torcido, y que aún no he sido capaz
de encontrar un claro en ese bosque en el que descansar.
Si ustedes, señores rusos, amantes del hielo y de la poesía,
desearan saber algo más de mí, haganse con mi único libro publicado
(Time Lapse), tradúzcanlo y así, de esa manera,
tendrán un conocimiento más exacto de mi pensamiento;
y fíjense ante todo, como referente, en el último poema: "Los sitiados".
Por dejar las cosas claras: todo lo anterior es muy serio,
pero todo lo anterior es, al mismo tiempo, un mero divertimento.
Salvador Alís.
¿Por qué un sabio no puede, salvo excepciones, dirigir un estado?
¿Será tal vez porque la sabiduría se decanta más bien por la anarquía?
¿Porque el que sabe no reconoce otra autoridad que sus dudas?
¿Porque se opone a toda soberbia y a toda auto-complacencia?
Los dioses todo-poderosos no se cuestionan a sí mismos;
no se cuestiona el rey a sí mismo ni el reinado se cuestiona.
Los estados son herederos del enquistamiento de sus mentiras.
En el sendero que serpentea en este bosque, un caminante atento
encontrará las huellas de Gógol, Dostoyevski, Tolstói, Chejov
y acaso Gorki; hojas del invierno y del otoño, pisadas de otros zares
sobre las pisadas de los zares. Confieso que de ellos
sólo he visto esas huellas erosionadas por la historia, por la nieve y el frío
de los tiempos que suceden a los tiempos.
Pero ahora empieza a ser preocupante que los rusos, muerto Nabokov
y muerto Mayakovski, se interesen por un atento caminante
que tropieza a cada paso con cada raíz levantada en el sendero;
ese caminante que, al adentrarse en el bosque, pretendía
conocer el nombre de cada árbol y cada arbusto, y saludaba alegre
a cada pájaro que revoloteara entre sus flores.
En la biblioteca variable del paseante: obras de Lenin y de Trotsky,
pero no de Stalin, a pesar de la entrevista concedida a H. G. Wells:
"Le estoy muy agradecido, Sr. Stalin, por darme la oportunidad
de conversar con Ud. Hace poco estuve en los Estados Unidos.
Tuve una larga entrevista con el presidente Roosevelt,
y en ella traté de averiguar por cuáles ideas se deja guiar él.
Ahora vengo con Ud. para preguntarle qué hace para cambiar el mundo."
La respuesta de Stalin: "No tanto."
Vladimir Nabokov escribió Lolita, una de mis novelas preferidas
y a cuyo título debe su nombre una de mis gatas.
Mayakovski se pegó un tiro en el corazón en la primavera de 1930;
el futurista manifiesto que había firmado en 1912 se titulaba
La bofetada al gusto del público.
Si descendemos un escalón (o lo ascendemos) desde el estado al país,
desde el país al pueblo, hay dos lugares en el mundo
a los que nunca he de viajar: los Estados Unidos de América
y el Reino Unido separado de Europa por un mar
que custodian grises tiburones acerados y armados hasta los dientes.
Siento (es decir: no siento) decirle a los rusos
-que en los últimos dos días tanto se han interesado por mí-
que entre mis lecturas pendientes (que son muchas y clásicas)
se incluyen Almas muertas, El idiota, Guerra y Paz,
El jardín de los cerezos y Los bajos fondos. Me atraen, sin embargo,
las cúpulas doradas y los efectos meteóricos de Cheliábinsk.
Y no siento decirles (es decir: realmente digo lo que pienso)
que mis sabios, mis dioses, mis reyes o mis zares son otros, ya citados
hasta la saciedad: Kafka, Bernhard, Jünger, Canetti, Beckett, Cioran,
Schopenhauer, Nietzsche..., y quizá el uruguayo Levrero
y el húngaro Kertész; que cada día vuelvo a mi anárquico bosque
y a mi sendero torcido, y que aún no he sido capaz
de encontrar un claro en ese bosque en el que descansar.
Si ustedes, señores rusos, amantes del hielo y de la poesía,
desearan saber algo más de mí, haganse con mi único libro publicado
(Time Lapse), tradúzcanlo y así, de esa manera,
tendrán un conocimiento más exacto de mi pensamiento;
y fíjense ante todo, como referente, en el último poema: "Los sitiados".
Por dejar las cosas claras: todo lo anterior es muy serio,
pero todo lo anterior es, al mismo tiempo, un mero divertimento.
Salvador Alís.
viernes, 22 de julio de 2016
DEL AMOR (SEGUNDA PARTE)
DEL AMOR (SEGUNDA PARTE)
A los quince años yo quería ser muchas cosas menos yo mismo. Quería ser un héroe; quería ser Dirk Mason (a los mandos de Mytek, el colosal mono robótico); quería ser Louis Crandell (el justiciero invisible conocido como Zarpa de Acero); quería ser Johnny "Jaguar" (el valeroso luchador piel roja); quería ser Max "Audaz" (y vencer al Halcón Humano y, con él, a todos los malvados del mundo). Ignoraba que mi destino estaba ya trazado por mis primeros futuros pasos, y que al final no sería ningún héroe sino el yo mismo -diferente al que fui a los quince años- en que me he convertido. También quería ser un escritor, un Quevedo, un Machado, un Hernández...; y también un filósofo (pero no uno de los más famosos, no un Platón o un Aristóteles, sino alguien menos conocido y menos serio, un Arístipo de Cirene, un capítulo aparte). Pero lo que deseaba por encima de todo era ser un hombre. Un hombre hecho y derecho para tomar venganza sobre otros que, valiéndose de su mayor edad, fuerza o posición, me habían hecho la vida imposible -como suele decirse.
Una fría tarde de invierno, al salir de la Biblioteca Pública (que entonces se encontraba en la planta baja del ayuntamiento), después de haber repasado por enésima vez las aventuras de Tintín, al pasar junto a la iglesia vi sobre los escalones de piedra una figura muy alta y muy oscura con una enorme llave de hierro entre las manos. Supongo que acababa de cerrar los portones del templo y se había detenido un instante -aunque parecía esperarme, contemplando el cielo y al acecho. Esa figura me saludó con voz grave y seductora, bajó los escalones y comenzó a caminar a mi lado entablando conmigo una conversación que entonces me pareció casual y natural. Dijo que me conocía y que conocía a mi padre y, puesto que mi padre vendía libros, me preguntó si me gustaban los libros y la lectura. Tal fue el anzuelo que utilizó para pescarme. Me dijo su nombre (yo le dije el mío); me dijo que era el nuevo sacerdote de la parroquia, que vivía en la llamada "Casa del Cura", que allí tenía él muchos libros y discos, y me invitó a visitarlo cuando me apeteciera, que me prestaría libros interesantes, me dijo, mientas comenzaba a caer la lluvia desde un cielo muy negro, que podría escuchar música, incluso pintar un mural en alguna pared (después de confesarle yo que también me gustaba la pintura).
Este sacerdote, al que he dado en llamar y llamaré la figura, vestía siempre de negro (como el cielo del invierno), en su casa y en la calle, trajes y abrigos de buen corte, camisas de seda, jamás sotana; en el interior de la iglesia, puesto que yo había dejado de frecuentarla, no sabría decir cómo vestía. De unos treinta años, un metro noventa, atlético, moreno, con el pelo corto y de un extraño color que a mí me parecía entre morado y azul marino. Era tan elocuente y todos sus ademanes y palabras resultaban tan sinceras que uno bajaba de inmediato la guardia, desatendía sus defensas, relajaba sus precauciones y se extasiaba ante él como si fuese el mismo dios quien hablara. Más tarde supe que procedía de buena familia, una familia culta y burguesa, y que antes de tomar la decisión de entrar en el seminario ya era un estudiante brillante y aventajado. Por contraste con el anterior titular de la parroquia, un anciano y tradicional cura con sotana que se pasaba horas y horas escuchando confesiones sin parpadear y que, aun estando despierto, parecía dormido, que no pronunciaba otras palabras que las exigidas por el rito, la figura se presentaba como un personaje extraño, contradictorio, fuera de lugar en esa hermética iglesia a la que yo había renunciado a pertenecer por culpa de mi rechazo a madrugar y mi pasión por el cine (a la primera misa de los domingos no iba por temprana; a la de la tarde, porque prefería volver a ver la película ya vista en el programa de sesión continua). El hecho de que mi madre fuese católica y mi padre ateo jugaba a mi favor, pues ante la insistencia de mi madre yo oponía el ejemplo de mi padre. Pero la figura no me citaba en el templo ni apelaba a la liturgia, sino que me esperaba invariablemente cada tarde en su casa, que enseguida sustituyó para mí a la Biblioteca Pública. De la casa sólo conocí un gran salón con estanterías llenas de libros, un tocadiscos y una abundante colección de discos, un sofá raído, una mesa baja, algunas sillas y sillones de asientos de cuero, una mesa de trabajo con un flexo, un crucifijo de madera y algunas láminas enmarcadas de vírgenes y santos. A veces encontraba allí a otros jóvenes de mi edad, conocidos o no, que al igual que yo habían sido pescados por la figura. A veces nos sentábamos en grupo en el sofá y alrededor del sofá para escucharle o responder a preguntas que él nos planteaba, dar nuestra opinión sobre diversos temas, expresar nuestras dudas y preocupaciones. La figura actuaba como un director de orquesta y nosotros como los aprendices que intentan afinar sus instrumentos.
Entre una puerta que daba acceso a un pequeño cuarto de baño y el hueco de una escalera (que debía conducir a sus aposentos), clavada en la pared blanca con chinchetas, una hoja de papel manuscrito reproducía bellamente el poema Si de Rudyard Kipling. La figura me mostró el poema la primera vez que acudí a su casa, a su cita, y me pidió que lo leyera en voz alta. Tal fue el cebo del anzuelo, la trampa tendida como si fuera un recurso de salvación, la tela de su araña, el trampantojo de su honestidad. Yo veía en la figura una mezcla de Gary Cooper en Solo ante el peligro y Kirk Douglas en El último atardecer. La atracción del binomio "el bien y el mal". Su palabras eran las de un predicador que aplicaba con habilidad el método socrático, pero su aspecto, la agudeza de su rostro y sus gestos varoniles (así lo veo ahora desde la perspectiva de los años transcurridos) eran diabólicos.
En la primavera que siguió a ese invierno conocí a S., una niña de un metro cincuenta, rubia, de ojos azules, hija de un empresario acomodado que vivía en la gran ciudad, con el cuerpo de una sensual muñeca, una cabecita loca, mimada, caprichosa, voluble pero sumamente atractiva. Y me enamoré perdidamente de ella. Fue mi primer amor (aunque el tiempo demostró que en realidad no fue mi primer amor). Y un día la llevé a la "Casa del Cura" y la presenté ante la figura. S. y yo sólo nos veíamos los fines de semana o durante las vacaciones, aunque nos jurábamos amor eterno y nos escribíamos cartas a diario. Pero S., cuando estaba en la gran ciudad, tenía otros novios (tantos como quisiera) a mis espaldas. Cuando un par de años más tarde descubrí el engaño, su fatal infidelidad, y rompí con ella, S. acudió un día por su cuenta a la "Casa del Cura" para desahogarse y, tal vez, pedir consejo a la figura. Lo que sucedió entonces nunca lo supe por la versión original de los protagonistas, sino por el relato del hermano de la novia del hermano de S., y sin entrar en detalles. Según este relato de terceros, luego de lloriquear y lamentarse S., seguramente entre los brazos de la figura, sentados ambos en el raído sofá y con una apropiada música de fondo (¿Frank Sinatra?), la figura había intentado violarla o la había violado. La noticia -no voy a negarlo- me causó asombro, pero ya no me importaba. No le importó a la familia, no le importó a ella ni a él, nadie tomó decisiones al respecto.
Tres años después, S. olvidada y yo viviendo en la gran ciudad, asistiendo (y muchas veces no asistiendo) a mis clases en la Facultad de Filosofía y Letras, conocí a O., una jovencita de un metro setenta, rubia, de ojos azules, con el cuerpo de una sensual muñeca, una cabeza inquieta y llena de fascinantes ideas e ideales, poesía, proyectos, determinación. Y me convertí en su amante por decisión suya, porque su novio oficial estaba haciendo la mili y ella necesitaba llenar ese vacío, combatir esa ausencia. O. me enseñó el maravilloso juego de "todo vale en la cama menos la penetración". Sabía cómo alcanzar e inducir orgasmos replicando los movimientos de un coito sin desvestirnos siquiera, con los vaqueros puestos, sobre un lecho cualquiera o un sofá o de pie abrazados en un portal. Con S. yo apenas crecí, pues ella sujetaba al niño que yo era para dominarlo. Por contra, O. me pedía que le escribiera poemas de amor y revolución, me regalaba libros que terminaban con una canción desesperada, me escribía y esperaba de mí largas y profundas cartas, y hasta llegó a convencerme para hablar ante un desconocido auditorio sobre temas ligados y arriesgados (en aquella época) tales como el sexo y la libertad.
Puesto que yo había llegado a la conclusión de que las mujeres estaban sin duda locas, que eran inestables y traidoras, puesto que me sentía un mero sustituto y ya había probado el sabor de la traición, engañé a mi vez a O. con otra mujer, L. (junto a la cual, el relato de nuestras experiencias merecería otro texto y otras palabras). De todas formas, una noche le hablé a O. de mi nueva amante, y su respuesta inmediata fue dejarme, concluir la relación, poner punto y final. No tardé una semana en saber que su novio ausente volvía de la mili, que mi confesión le vino a O. como anillo al dedo para justificar la ruptura.
Lo sorprendente de esta historia, un año más tarde, fue que la figura volvió a presentarse en mi vida. Había colgado los hábitos, sus trajes oscuros, renegando de su profesión y, no recuerdo de qué manera ni en qué circunstancias, había conocido a O. y vivían juntos. Fue la confidencia de otro traicionado, el ex novio de O., al que yo conocía pero que ignoraba mi anterior relación con O., en una calurosa noche de verano en que ambos coincidimos en el mismo bar y el mismo alcohol.
A pesar de la ruptura, una esporádica correspondencia aún me mantenía unido a O. por amistad. La segunda sorpresa de esta historia sucedió cuando recibí una carta de O. -firmada también por la figura- invitándome a visitarles en la ciudad en que vivían. Y así lo hice. Fueron hospitalarios conmigo, cenamos en su casa y luego me llevaron a tomar una copa a un encantador bar del centro histórico, hablamos de lo humano y lo divino y me prepararon una habitación para dormir. A la mañana siguiente, antes de ir a trabajar -la figura ya se había marchado y estábamos solos-, O. entró para despedirse. Se sentó en el borde de la cama, me susurró palabras cariñosas, no me besó, aunque -como solía hacer en nuestros anteriores encuentros-, durante unos breves y excitantes y turbadores momentos, mordisqueó el lóbulo de una de mis orejas, soplando leve y cálidamente al mismo tiempo, hasta conseguir que yo... creyera de nuevo en el amor.
Con el paso del tiempo he sabido que S. ya tiene algún nieto (su imagen invariable no ha sido cambiada por ninguna otra imagen); ella fue la primera en su momento, pero hoy ocupa su lugar en las últimas filas del teatro. De O. puedo ver cuantas fotografías actuales se hacen públicas en diferentes webs. Ha envejecido naturalmente pero conserva su belleza y ha sido fiel a sus ideales. La figura, un anciano jubilado de cabello blanco, todavía se aferra a su bastón-espada y todavía se empeña en predicar desde su marchito púlpito.
Salvador Alís.
A los quince años yo quería ser muchas cosas menos yo mismo. Quería ser un héroe; quería ser Dirk Mason (a los mandos de Mytek, el colosal mono robótico); quería ser Louis Crandell (el justiciero invisible conocido como Zarpa de Acero); quería ser Johnny "Jaguar" (el valeroso luchador piel roja); quería ser Max "Audaz" (y vencer al Halcón Humano y, con él, a todos los malvados del mundo). Ignoraba que mi destino estaba ya trazado por mis primeros futuros pasos, y que al final no sería ningún héroe sino el yo mismo -diferente al que fui a los quince años- en que me he convertido. También quería ser un escritor, un Quevedo, un Machado, un Hernández...; y también un filósofo (pero no uno de los más famosos, no un Platón o un Aristóteles, sino alguien menos conocido y menos serio, un Arístipo de Cirene, un capítulo aparte). Pero lo que deseaba por encima de todo era ser un hombre. Un hombre hecho y derecho para tomar venganza sobre otros que, valiéndose de su mayor edad, fuerza o posición, me habían hecho la vida imposible -como suele decirse.
Una fría tarde de invierno, al salir de la Biblioteca Pública (que entonces se encontraba en la planta baja del ayuntamiento), después de haber repasado por enésima vez las aventuras de Tintín, al pasar junto a la iglesia vi sobre los escalones de piedra una figura muy alta y muy oscura con una enorme llave de hierro entre las manos. Supongo que acababa de cerrar los portones del templo y se había detenido un instante -aunque parecía esperarme, contemplando el cielo y al acecho. Esa figura me saludó con voz grave y seductora, bajó los escalones y comenzó a caminar a mi lado entablando conmigo una conversación que entonces me pareció casual y natural. Dijo que me conocía y que conocía a mi padre y, puesto que mi padre vendía libros, me preguntó si me gustaban los libros y la lectura. Tal fue el anzuelo que utilizó para pescarme. Me dijo su nombre (yo le dije el mío); me dijo que era el nuevo sacerdote de la parroquia, que vivía en la llamada "Casa del Cura", que allí tenía él muchos libros y discos, y me invitó a visitarlo cuando me apeteciera, que me prestaría libros interesantes, me dijo, mientas comenzaba a caer la lluvia desde un cielo muy negro, que podría escuchar música, incluso pintar un mural en alguna pared (después de confesarle yo que también me gustaba la pintura).
Este sacerdote, al que he dado en llamar y llamaré la figura, vestía siempre de negro (como el cielo del invierno), en su casa y en la calle, trajes y abrigos de buen corte, camisas de seda, jamás sotana; en el interior de la iglesia, puesto que yo había dejado de frecuentarla, no sabría decir cómo vestía. De unos treinta años, un metro noventa, atlético, moreno, con el pelo corto y de un extraño color que a mí me parecía entre morado y azul marino. Era tan elocuente y todos sus ademanes y palabras resultaban tan sinceras que uno bajaba de inmediato la guardia, desatendía sus defensas, relajaba sus precauciones y se extasiaba ante él como si fuese el mismo dios quien hablara. Más tarde supe que procedía de buena familia, una familia culta y burguesa, y que antes de tomar la decisión de entrar en el seminario ya era un estudiante brillante y aventajado. Por contraste con el anterior titular de la parroquia, un anciano y tradicional cura con sotana que se pasaba horas y horas escuchando confesiones sin parpadear y que, aun estando despierto, parecía dormido, que no pronunciaba otras palabras que las exigidas por el rito, la figura se presentaba como un personaje extraño, contradictorio, fuera de lugar en esa hermética iglesia a la que yo había renunciado a pertenecer por culpa de mi rechazo a madrugar y mi pasión por el cine (a la primera misa de los domingos no iba por temprana; a la de la tarde, porque prefería volver a ver la película ya vista en el programa de sesión continua). El hecho de que mi madre fuese católica y mi padre ateo jugaba a mi favor, pues ante la insistencia de mi madre yo oponía el ejemplo de mi padre. Pero la figura no me citaba en el templo ni apelaba a la liturgia, sino que me esperaba invariablemente cada tarde en su casa, que enseguida sustituyó para mí a la Biblioteca Pública. De la casa sólo conocí un gran salón con estanterías llenas de libros, un tocadiscos y una abundante colección de discos, un sofá raído, una mesa baja, algunas sillas y sillones de asientos de cuero, una mesa de trabajo con un flexo, un crucifijo de madera y algunas láminas enmarcadas de vírgenes y santos. A veces encontraba allí a otros jóvenes de mi edad, conocidos o no, que al igual que yo habían sido pescados por la figura. A veces nos sentábamos en grupo en el sofá y alrededor del sofá para escucharle o responder a preguntas que él nos planteaba, dar nuestra opinión sobre diversos temas, expresar nuestras dudas y preocupaciones. La figura actuaba como un director de orquesta y nosotros como los aprendices que intentan afinar sus instrumentos.
Entre una puerta que daba acceso a un pequeño cuarto de baño y el hueco de una escalera (que debía conducir a sus aposentos), clavada en la pared blanca con chinchetas, una hoja de papel manuscrito reproducía bellamente el poema Si de Rudyard Kipling. La figura me mostró el poema la primera vez que acudí a su casa, a su cita, y me pidió que lo leyera en voz alta. Tal fue el cebo del anzuelo, la trampa tendida como si fuera un recurso de salvación, la tela de su araña, el trampantojo de su honestidad. Yo veía en la figura una mezcla de Gary Cooper en Solo ante el peligro y Kirk Douglas en El último atardecer. La atracción del binomio "el bien y el mal". Su palabras eran las de un predicador que aplicaba con habilidad el método socrático, pero su aspecto, la agudeza de su rostro y sus gestos varoniles (así lo veo ahora desde la perspectiva de los años transcurridos) eran diabólicos.
En la primavera que siguió a ese invierno conocí a S., una niña de un metro cincuenta, rubia, de ojos azules, hija de un empresario acomodado que vivía en la gran ciudad, con el cuerpo de una sensual muñeca, una cabecita loca, mimada, caprichosa, voluble pero sumamente atractiva. Y me enamoré perdidamente de ella. Fue mi primer amor (aunque el tiempo demostró que en realidad no fue mi primer amor). Y un día la llevé a la "Casa del Cura" y la presenté ante la figura. S. y yo sólo nos veíamos los fines de semana o durante las vacaciones, aunque nos jurábamos amor eterno y nos escribíamos cartas a diario. Pero S., cuando estaba en la gran ciudad, tenía otros novios (tantos como quisiera) a mis espaldas. Cuando un par de años más tarde descubrí el engaño, su fatal infidelidad, y rompí con ella, S. acudió un día por su cuenta a la "Casa del Cura" para desahogarse y, tal vez, pedir consejo a la figura. Lo que sucedió entonces nunca lo supe por la versión original de los protagonistas, sino por el relato del hermano de la novia del hermano de S., y sin entrar en detalles. Según este relato de terceros, luego de lloriquear y lamentarse S., seguramente entre los brazos de la figura, sentados ambos en el raído sofá y con una apropiada música de fondo (¿Frank Sinatra?), la figura había intentado violarla o la había violado. La noticia -no voy a negarlo- me causó asombro, pero ya no me importaba. No le importó a la familia, no le importó a ella ni a él, nadie tomó decisiones al respecto.
Tres años después, S. olvidada y yo viviendo en la gran ciudad, asistiendo (y muchas veces no asistiendo) a mis clases en la Facultad de Filosofía y Letras, conocí a O., una jovencita de un metro setenta, rubia, de ojos azules, con el cuerpo de una sensual muñeca, una cabeza inquieta y llena de fascinantes ideas e ideales, poesía, proyectos, determinación. Y me convertí en su amante por decisión suya, porque su novio oficial estaba haciendo la mili y ella necesitaba llenar ese vacío, combatir esa ausencia. O. me enseñó el maravilloso juego de "todo vale en la cama menos la penetración". Sabía cómo alcanzar e inducir orgasmos replicando los movimientos de un coito sin desvestirnos siquiera, con los vaqueros puestos, sobre un lecho cualquiera o un sofá o de pie abrazados en un portal. Con S. yo apenas crecí, pues ella sujetaba al niño que yo era para dominarlo. Por contra, O. me pedía que le escribiera poemas de amor y revolución, me regalaba libros que terminaban con una canción desesperada, me escribía y esperaba de mí largas y profundas cartas, y hasta llegó a convencerme para hablar ante un desconocido auditorio sobre temas ligados y arriesgados (en aquella época) tales como el sexo y la libertad.
Puesto que yo había llegado a la conclusión de que las mujeres estaban sin duda locas, que eran inestables y traidoras, puesto que me sentía un mero sustituto y ya había probado el sabor de la traición, engañé a mi vez a O. con otra mujer, L. (junto a la cual, el relato de nuestras experiencias merecería otro texto y otras palabras). De todas formas, una noche le hablé a O. de mi nueva amante, y su respuesta inmediata fue dejarme, concluir la relación, poner punto y final. No tardé una semana en saber que su novio ausente volvía de la mili, que mi confesión le vino a O. como anillo al dedo para justificar la ruptura.
Lo sorprendente de esta historia, un año más tarde, fue que la figura volvió a presentarse en mi vida. Había colgado los hábitos, sus trajes oscuros, renegando de su profesión y, no recuerdo de qué manera ni en qué circunstancias, había conocido a O. y vivían juntos. Fue la confidencia de otro traicionado, el ex novio de O., al que yo conocía pero que ignoraba mi anterior relación con O., en una calurosa noche de verano en que ambos coincidimos en el mismo bar y el mismo alcohol.
A pesar de la ruptura, una esporádica correspondencia aún me mantenía unido a O. por amistad. La segunda sorpresa de esta historia sucedió cuando recibí una carta de O. -firmada también por la figura- invitándome a visitarles en la ciudad en que vivían. Y así lo hice. Fueron hospitalarios conmigo, cenamos en su casa y luego me llevaron a tomar una copa a un encantador bar del centro histórico, hablamos de lo humano y lo divino y me prepararon una habitación para dormir. A la mañana siguiente, antes de ir a trabajar -la figura ya se había marchado y estábamos solos-, O. entró para despedirse. Se sentó en el borde de la cama, me susurró palabras cariñosas, no me besó, aunque -como solía hacer en nuestros anteriores encuentros-, durante unos breves y excitantes y turbadores momentos, mordisqueó el lóbulo de una de mis orejas, soplando leve y cálidamente al mismo tiempo, hasta conseguir que yo... creyera de nuevo en el amor.
Con el paso del tiempo he sabido que S. ya tiene algún nieto (su imagen invariable no ha sido cambiada por ninguna otra imagen); ella fue la primera en su momento, pero hoy ocupa su lugar en las últimas filas del teatro. De O. puedo ver cuantas fotografías actuales se hacen públicas en diferentes webs. Ha envejecido naturalmente pero conserva su belleza y ha sido fiel a sus ideales. La figura, un anciano jubilado de cabello blanco, todavía se aferra a su bastón-espada y todavía se empeña en predicar desde su marchito púlpito.
Salvador Alís.
jueves, 21 de julio de 2016
CARTA ABIERTA A QUIEN PERDIÓ EL NORTE
CARTA ABIERTA A QUIEN PERDIÓ EL NORTE
Lo siento (por ti) pero ya me he cansado de este juego. Decir "lo siento" generalmente significa decir "no lo siento en absoluto" -y esto es una frase hecha. Y como sabrás, o deberías saber, nuestras conversaciones han estado plagadas de frases hechas, lugares comunes, suposiciones y sobrentendidos. Al final de tantos finales me has convencido de que ignoras el significado de la palabra "responsabilidad". Te diré algunas cosas al respecto que, estoy seguro, no vas a comprender porque nunca las has comprendido, porque hemos llegado hasta aquí por tu incomprensión y tu pésima manera de jugar.
Puesto que, en definitiva, lo que yo me juego a cada paso es la vida, permite que sea yo quien establezca las reglas de mi juego, o las reglas de mi aceptación a tu propuesta de jugar. Cuando tú basas tu victoria en tu as escondido, cuando, ufano, confías en tus trampas para ganar, no olvides que yo me siento a la mesa de juego con todo perdido de antemano y un revólver -que tú no ves- presto a ser disparado. Los trucos de aficionado no son más que un aliciente para mí.
Tú te vas y yo me quedo; feliz tú porque ante ti se abren nuevos horizontes; y resignado yo porque sigo en la misma jaula. Hay otra manera de verlo: nunca alcanzarás otro horizonte que tu mediocre vida, para la que naciste y a la que te has adaptado; yo salgo de mi jaula cuando quiero, cuando me apetece arriesgar, y vuelvo a ella como lugar seguro pues la jaula no tiene otra consistencia que mi propia imaginación.
Ignoró cómo fue tu infancia y me cuesta imaginarte joven; sé (con el acento en la vocal adecuada) cómo fueron mi infancia y mi juventud. Y tengo que decirte que entre ambas, más pronto que tarde, aprendí dos premisas fundamentales: la primera, que un hombre está solo desde que nace hasta que muere; la segunda, que cada uno es responsable de sus actos, de su vida.
Pero al ir tomando conciencia de lo que significa nacer y morir, actuar y estar vivo, uno se da cuenta de que las cosas son algo más complicadas, que las conclusiones reales no siempre se derivan de las premisas conceptuadas como reales, que una extraña (por desconocida) ley de distorsión puede cambiar, y de hecho las cambia, las consecuencias de toda acción.
En un plano teórico, incluso lógico, tu Dama gana a mi Valet, pero en la vida real no esperes tan seguro tal resultado, puesto que a veces las cartas cambian de mano o cambian ellas mismas, sin contar con que el comodín de la muerte decide en definitiva la pérdida o la ganancia. ¿Conoces acaso tú las reglas de ese juego de póker que, sin previo aviso, se convierte en juego de tarot?
Hoy he tirado tus cartas. Te diré lo que en ellas he leído, nuestros destinos cruzados: La vejez llama a tu puerta (a mi puerta hace tiempo que llamó). Aún intentas dormir con tu mujer (mientras yo duermo conmigo mismo y mis fantasmas). Tus hijas te abandonarán pronto (mi hija ya echó a volar con sus propias alas). Vives sumido en tus mentiras atosigantes (las mías son inventadas). Tu casa enorme se te hace pequeña (mi pequeña casa me impulsa a salir a la calle). Tu concepto de responsabilidad es absoluto, absolutamente partidario (mi concepto es relativo pero se extiende más allá de mí mismo). Un oso blanco te mira con sus ojos tristes a través del cristal de un escaparate, ¿qué harías tú por aliviar su tristeza? (yo escribo sobre el oso y me empeño en recordarte que él también tiene derecho a su vida salvaje). Delegas tu defensa en otros cuando eres incapaz de defenderte, trasladas tu responsabilidad a otros cuando tú no aceptas ser responsable (yo me desnudo y me acuso y muestro mis carencias y mis contradicciones constantemente, y eso me otorga el derecho a desnudar a otros, acusar, mostrar sus carencias y contradicciones). Si en algún momento has tenido cerca de ti a un gato, no has aprendido nada de los gatos (yo pienso, y no olvido, desde hace días estos versos de Esteban Villegas: "Al fin murieron (los gatos): / apenas un suspiro / y quedó de ellos un jirón de piel suave, casi nada, / sigilosos y dignos / en la muerte como en la vida.").
Ya he vivido otras historias semejantes a la tuya. Nada nuevo por lo tanto me puede sorprender. "Yo soy..." "Yo merezco..." "Me persiguen..." "Se han confabulado contra mí..." "¡Escúchame, sálvame...!" "Soy tu amigo, estoy desvalido, me acosan, me atacan..." Palabras que yo he pronunciado en mi nombre y conozco bien, mas cargadas de ironía, lo que no es tu caso.
Asume la responsabilidad de tus actos, desarrolla tu argumento, encuentra tu centro, tu punto de apoyo donde puedas mantenerte firme o saltar. No delegues en otros lo que te incumbe. Insisto en ello: nacemos por desalojo del vientre materno y somos abandonados a nuestra suerte hasta que morirnos. Y no hay, no existe otro acto con mayor carga de soledad que la muerte. En ese momento ¿a quién podrías apelar?, ¿quién te echaría una mano?, ¿quién intercedería por ti?
Por mis venas circulan palabras que me adelgazan, ideas que me adelgazan, preocupaciones que me adelgazan. No quisiera engordar a base de sueños o de grasa, pero tampoco engordar como un cerdo o un pato cebado por el pienso o el maíz de los acontecimientos. Estoy agotado, física y mentalmente agotado, y sin embargo convierto mi flaqueza en escritura. ¿Eres tú capaz de hacer algo semejante? ¿En tu propio beneficio? ¿Por tu propia redención?
Tus problemas de pequeñoburgués han durado lo que han durado (de nuevo frases hechas). Sal de mi cabeza y entra en tu cabeza -es un consejo que sin duda no seguirás, no seguiremos. Ocúpate de tu vida y deja que yo me ocupe de mi vida. Organiza tus días, encuentra unos minutos para mirar una pared en blanco, para leer un libro e ir más allá de tus restrictivos pensamientos. Compra un libro (recomendación enfática), por ejemplo de Kertész, y lee:
"No dejo de quejarme de la vida. Y eso que todavía falta morir."
"Existen preguntas a las que resulta imposible responder, tan imposible como no plantearlas."
"¿Qué es la verdad? ¡Qué sencilla la respuesta! La verdad es aquello que nos consume."
"Seguir viviendo; con la valentía de quien desprecia la vida..."
"Tienen razón cuantos creen en su verdad; no la tiene aquel que no cree en nada."
Atrévete incluso a contradecir a Kertész: Incluso el que no cree en nada cree en su escepticismo y tiene su razón.
¿Qué diferencia al abogado de un loco del abogado de un diablo? El primero tratará de exonerar a su cliente apelando a su locura (transitoria o permanente), pues un loco no es responsable de sus actos. El segundo usará sus artimañas para corromper al juez o procurar que entre en pánico y obtener así el veredicto de absolución. En tus manos la elección. Ya lo sabes, o deberías saberlo: odio al poder (con independencia de la forma que adopte), pero también odio la manipulación (siempre que el manipulador no sea yo). Admito, en algunos momentos de la partida, la mentira y la manipulación, es cierto, pero a condición de que esa mentira y esa manipulación favorezcan mis intereses.
No soy un loco ni entiendo las leyes de la locura (o tal vez sí). No soy un diablo ni entiendo las leyes de lo diabólico (o quizá también). Vivo porque no vivir significaría "no vivir". Y juego con mi vida con mis propias reglas. Jamás he necesitado una brújula para saber dónde está el norte y el sur, el este y el oeste. No me dirijo a ningún lugar concreto. No me importan las coordenadas. Sé lo más importante: a quién debo la vida y para quién y por quién sigo viviendo. Todo lo demás me resulta hoy tremendamente banal.
Salvador Alís.
Lo siento (por ti) pero ya me he cansado de este juego. Decir "lo siento" generalmente significa decir "no lo siento en absoluto" -y esto es una frase hecha. Y como sabrás, o deberías saber, nuestras conversaciones han estado plagadas de frases hechas, lugares comunes, suposiciones y sobrentendidos. Al final de tantos finales me has convencido de que ignoras el significado de la palabra "responsabilidad". Te diré algunas cosas al respecto que, estoy seguro, no vas a comprender porque nunca las has comprendido, porque hemos llegado hasta aquí por tu incomprensión y tu pésima manera de jugar.
Puesto que, en definitiva, lo que yo me juego a cada paso es la vida, permite que sea yo quien establezca las reglas de mi juego, o las reglas de mi aceptación a tu propuesta de jugar. Cuando tú basas tu victoria en tu as escondido, cuando, ufano, confías en tus trampas para ganar, no olvides que yo me siento a la mesa de juego con todo perdido de antemano y un revólver -que tú no ves- presto a ser disparado. Los trucos de aficionado no son más que un aliciente para mí.
Tú te vas y yo me quedo; feliz tú porque ante ti se abren nuevos horizontes; y resignado yo porque sigo en la misma jaula. Hay otra manera de verlo: nunca alcanzarás otro horizonte que tu mediocre vida, para la que naciste y a la que te has adaptado; yo salgo de mi jaula cuando quiero, cuando me apetece arriesgar, y vuelvo a ella como lugar seguro pues la jaula no tiene otra consistencia que mi propia imaginación.
Ignoró cómo fue tu infancia y me cuesta imaginarte joven; sé (con el acento en la vocal adecuada) cómo fueron mi infancia y mi juventud. Y tengo que decirte que entre ambas, más pronto que tarde, aprendí dos premisas fundamentales: la primera, que un hombre está solo desde que nace hasta que muere; la segunda, que cada uno es responsable de sus actos, de su vida.
Pero al ir tomando conciencia de lo que significa nacer y morir, actuar y estar vivo, uno se da cuenta de que las cosas son algo más complicadas, que las conclusiones reales no siempre se derivan de las premisas conceptuadas como reales, que una extraña (por desconocida) ley de distorsión puede cambiar, y de hecho las cambia, las consecuencias de toda acción.
En un plano teórico, incluso lógico, tu Dama gana a mi Valet, pero en la vida real no esperes tan seguro tal resultado, puesto que a veces las cartas cambian de mano o cambian ellas mismas, sin contar con que el comodín de la muerte decide en definitiva la pérdida o la ganancia. ¿Conoces acaso tú las reglas de ese juego de póker que, sin previo aviso, se convierte en juego de tarot?
Hoy he tirado tus cartas. Te diré lo que en ellas he leído, nuestros destinos cruzados: La vejez llama a tu puerta (a mi puerta hace tiempo que llamó). Aún intentas dormir con tu mujer (mientras yo duermo conmigo mismo y mis fantasmas). Tus hijas te abandonarán pronto (mi hija ya echó a volar con sus propias alas). Vives sumido en tus mentiras atosigantes (las mías son inventadas). Tu casa enorme se te hace pequeña (mi pequeña casa me impulsa a salir a la calle). Tu concepto de responsabilidad es absoluto, absolutamente partidario (mi concepto es relativo pero se extiende más allá de mí mismo). Un oso blanco te mira con sus ojos tristes a través del cristal de un escaparate, ¿qué harías tú por aliviar su tristeza? (yo escribo sobre el oso y me empeño en recordarte que él también tiene derecho a su vida salvaje). Delegas tu defensa en otros cuando eres incapaz de defenderte, trasladas tu responsabilidad a otros cuando tú no aceptas ser responsable (yo me desnudo y me acuso y muestro mis carencias y mis contradicciones constantemente, y eso me otorga el derecho a desnudar a otros, acusar, mostrar sus carencias y contradicciones). Si en algún momento has tenido cerca de ti a un gato, no has aprendido nada de los gatos (yo pienso, y no olvido, desde hace días estos versos de Esteban Villegas: "Al fin murieron (los gatos): / apenas un suspiro / y quedó de ellos un jirón de piel suave, casi nada, / sigilosos y dignos / en la muerte como en la vida.").
Ya he vivido otras historias semejantes a la tuya. Nada nuevo por lo tanto me puede sorprender. "Yo soy..." "Yo merezco..." "Me persiguen..." "Se han confabulado contra mí..." "¡Escúchame, sálvame...!" "Soy tu amigo, estoy desvalido, me acosan, me atacan..." Palabras que yo he pronunciado en mi nombre y conozco bien, mas cargadas de ironía, lo que no es tu caso.
Asume la responsabilidad de tus actos, desarrolla tu argumento, encuentra tu centro, tu punto de apoyo donde puedas mantenerte firme o saltar. No delegues en otros lo que te incumbe. Insisto en ello: nacemos por desalojo del vientre materno y somos abandonados a nuestra suerte hasta que morirnos. Y no hay, no existe otro acto con mayor carga de soledad que la muerte. En ese momento ¿a quién podrías apelar?, ¿quién te echaría una mano?, ¿quién intercedería por ti?
Por mis venas circulan palabras que me adelgazan, ideas que me adelgazan, preocupaciones que me adelgazan. No quisiera engordar a base de sueños o de grasa, pero tampoco engordar como un cerdo o un pato cebado por el pienso o el maíz de los acontecimientos. Estoy agotado, física y mentalmente agotado, y sin embargo convierto mi flaqueza en escritura. ¿Eres tú capaz de hacer algo semejante? ¿En tu propio beneficio? ¿Por tu propia redención?
Tus problemas de pequeñoburgués han durado lo que han durado (de nuevo frases hechas). Sal de mi cabeza y entra en tu cabeza -es un consejo que sin duda no seguirás, no seguiremos. Ocúpate de tu vida y deja que yo me ocupe de mi vida. Organiza tus días, encuentra unos minutos para mirar una pared en blanco, para leer un libro e ir más allá de tus restrictivos pensamientos. Compra un libro (recomendación enfática), por ejemplo de Kertész, y lee:
"No dejo de quejarme de la vida. Y eso que todavía falta morir."
"Existen preguntas a las que resulta imposible responder, tan imposible como no plantearlas."
"¿Qué es la verdad? ¡Qué sencilla la respuesta! La verdad es aquello que nos consume."
"Seguir viviendo; con la valentía de quien desprecia la vida..."
"Tienen razón cuantos creen en su verdad; no la tiene aquel que no cree en nada."
Atrévete incluso a contradecir a Kertész: Incluso el que no cree en nada cree en su escepticismo y tiene su razón.
¿Qué diferencia al abogado de un loco del abogado de un diablo? El primero tratará de exonerar a su cliente apelando a su locura (transitoria o permanente), pues un loco no es responsable de sus actos. El segundo usará sus artimañas para corromper al juez o procurar que entre en pánico y obtener así el veredicto de absolución. En tus manos la elección. Ya lo sabes, o deberías saberlo: odio al poder (con independencia de la forma que adopte), pero también odio la manipulación (siempre que el manipulador no sea yo). Admito, en algunos momentos de la partida, la mentira y la manipulación, es cierto, pero a condición de que esa mentira y esa manipulación favorezcan mis intereses.
No soy un loco ni entiendo las leyes de la locura (o tal vez sí). No soy un diablo ni entiendo las leyes de lo diabólico (o quizá también). Vivo porque no vivir significaría "no vivir". Y juego con mi vida con mis propias reglas. Jamás he necesitado una brújula para saber dónde está el norte y el sur, el este y el oeste. No me dirijo a ningún lugar concreto. No me importan las coordenadas. Sé lo más importante: a quién debo la vida y para quién y por quién sigo viviendo. Todo lo demás me resulta hoy tremendamente banal.
Salvador Alís.
miércoles, 20 de julio de 2016
EL ESTADO DEL MUNDO
EL ESTADO DEL MUNDO
"El mundo está donde siempre ha estado... ¿O no?"
Afirmación y duda de un borracho anónimo.
"La Ciencia ha demostrado que el Mundo gira en torno al Sol.
Pero la Filosofía se pregunta: <<¿En torno a qué Sol?>>."
De un filósofo venido a menos, en la barra de un bar.
Un hombre muy gordo encajado en un sillón de plástico en la terraza de un bar de chinos, en la medianoche. El sillón es de color rojo y presenta en el respaldo el logotipo en blanco de Coca-Cola. Viste una camiseta roja y un calzón blanco (a juego con la silla) y remata su cabeza con un viejo sombrero de paja. En la mesilla blanca, también de plástico, espera una copa de brandy que apenas ha sido bebida. El hombre gordo, un alcohólico sin duda, habla solo todo el tiempo, aunque por su tono y ademanes es evidente que él sí ve al interlocutor que para nosotros es invisible. El hecho de que no toque la copa refuerza la idea de que es un alcohólico. Lo que dice, a pesar de la corta distancia que nos separa, es ininteligible. Distingo palabras aisladas pero no el sentido general de su perorata. Entre tanto, van pasando por la calle, por la acera, diferentes personajes. Una mulata que camina de acuerdo a los movimientos melódicos de un Mozart o un Vivaldi, allegro vivace, por más que uno desearía un allegro ma non tropo. Un negro con la cabeza afeitada que tiene prisa y parece enfadado, seguramente porque ha perdido el control de sus putas. Una estilizada joven china que, al terminar su turno de doce horas en la peluquería, se convierte en japonesa y atiende en un piso sin rótulos a clientes de otro tipo. Un chico que se desliza suavemente sobre un monopatín mientras sostiene en sus manos el móvil con el que busca monstruitos virtuales. El gordo y yo ocupamos las dos mesas que flanquean la puerta del bar. A un lado y al otro, ocupan otras mesas: un grupo de árabes que hablan de política en su idioma, en el cual entremezclan a veces expresiones en castellano ("podemos", "soe", "rajoi", etc.); un parado de larga duración que se pasa los días en los bares y cuya sed de cerveza es inagotable; una pareja de colombianos que discuten porque ella ha guardado en su bolso la cartera de él, que la reclama insistentemente para seguir tomando. De pronto cruza ante nosotros un ecuatoriano (sé que es un ecuatoriano por su corte de pelo, pues todos los ecuatorianos acuden al mismo peluquero, siempre al mismo, y su corte es invariable y definitorio); el ecuatoriano, tambaleándose, le llama "gordo de mierda" al gordo, al pasar, y el gordo deja entonces de hablar con su interlocutor invisible, gira la cabeza y reacciona ante el saludo del ecuatoriano: "hijoeputa, maricón, aonde vas, ven pacá que te mato, mecagüen dios, etc."
El ecuatoriano no se vuelve y sigue su camino. Dudo que el gordo pudiera levantarse del sillón. Y creo que, si no quiere irse a casa con el sillón bajo el culo, necesitará ayuda para desencajarse. Yo voy terminando mi copa de vino blanco mientras contemplo este paisaje humano, este "estado del mundo" representado por el microcosmos de mi barrio. Acudo a veces, al terminar mi trabajo, a este bar de chinos porque los chinos captan tus deseos a la primera, y a semejanza de los gatos nunca olvidan ese gesto y son amabilísimos (aunque guarden escondidas por si acaso las uñas). Basta con que una noche me haya detenido en este bar y pedido un vino blanco para que en las siguientes ocasiones o paradas, antes de abrir la boca, ya me estén sirviendo un frío "rioja" (que no confunden con un "rajoi") por 1,60 euros. En otro bar del barrio, donde voy a veces a tomar café por la mañana, los días que no trabajo, porque debido a sus pocos clientes los periódicos no están sucios ni manoseados, bar que regenta una pareja de mallorquines desde hace un año, es imposible lograr que me sirvan el café sin azúcar, y eso que cada vez lo repito: "un café solo, sin azúcar, sin cucharilla" y ellos lo repiten a continuación: "sin azúcar"; pero al cabo de tres minutos me ponen sobre la mesa un café con dos sobres de azúcar. He acabado pensando que o bien son idiotas o lo hacen adrede para fastidiarme. De todas formas, lo acepto como mal menor y sigo yendo porque sus periódicos están limpios y la limpieza se va convirtiendo poco a poco en una obsesión. Estas "paradas técnicas" y ocasionales, cuando vuelvo del trabajo al filo de la medianoche, antes de llegar a casa, cansado, sudado, lleno de ruido y caos, me relajan ciertamente. Y creo que me las merezco (en contra de la opinión de mi médica de cabecera, que intenta prohibirme el vino y no entiende que la salud es un concepto global, que no sólo se trata de mi hígado o de mi sangre sino también de mi mente). Un día de duro trabajo por 50 miserables euros, los mismos que soy capaz de gastarme en cuatro tapas y una botella de buen vino (de tanto en tanto), y encima dejo propina. No obstante, debo reflexionar cuando tenga un momento de paz, porque sospecho que la lectura de la prensa me hace más daño que la copa de vino. Este es el "estado del mundo" contemplado desde un bar de chinos de la Plaza de las Columnas. Otra noche quizá vaya a Puerto Portals o a Port Adriano (obra del prestigioso diseñador Philippe Starck) y les cuente cómo se ve el mundo desde allí, y en que sillas y bajo que sombreros se sientan los adinerados gordos borrachos.
"Un sistema filosófico que se redujera a una sola palabra: <<No>>."
De un filósofo venido a menos, en la barra de un bar.
"No voy a morirme nunca... Pero la vida me está matando."
Negación y certeza de un borracho anónimo.
Las escenas con el gordo sucedieron anteayer. Hoy he cenado en un restaurante del centro: buena comida, deliciosos vinos e inmejorable atención. No han faltado los detalles (unos perfectos pimientos de padrón, recién hechos, crujientes y tiernos a la vez, en su punto justo de sal, y un chupito helado, para terminar, de limón granizado con un toque de vodka, regalos de la casa). El local, agradable y alargado, se perdía en un jardín iluminado y muy verde. Frente a mí, un enorme espejo con un imponente marco de madera antigua, labrada, donde el paso del tiempo contaba su historia. Botellas de vino apiladas y exhibidas como trofeos, de una rareza considerable. He pedido dos entrantes, uno frío y otro caliente: empanada gallega y calamares, con una copa de albariño, y como plato principal: rabo de toro guisado con patatas con piel y aderezado con guindilla, con una segunda copa de ribera del duero. En el momento en que he pinchado el primer aro de calamar, el tenedor se me ha resbalado de la mano; lo he cogido del suelo rápidamente, torpe de mí y avergonzado, pero con la misma prontitud, antes de que pudiera limpiarlo con la servilleta, un camarero muy joven y silencioso ha surgido de la nada, me ha dado un tenedor limpio y se ha llevado el caído. Eso debe tenerse en cuenta. Por otra parte, los calamares han sido, creo, los mejores que he comido nunca. Al acabar la cena he dado un breve paseo por el restaurante, ya casi vacío cuando antes estaba lleno. El propietario me ha acompañado como guía, haciendo que me fijara en algunos elementos decorativos; me ha preguntado si había comido bien, a lo que sinceramente he respondido que sí; me ha dado una tarjeta y las buenas noches y nos hemos despedido con un apretón de manos. Cuando uno es o se comporta como consumidor, como cliente, cuando paga la factura, a veces es tratado como un señor. Cuando uno trabaja "por cuenta ajena", muy a menudo es tratado como un esclavo. Bien pensado, algo no concuerda. No. El trato no es equivalente aunque uno sea el mismo a un lado y al otro lado. La apariencia importa más que el ser. Un gato negro pintado en un gigantesco cuadro a la entrada del Architect Hotel de la calle Brondo despierta la admiración de los paseantes, también la mía. Pero un gato negro real que se cruza en nuestro camino suscita rechazo y, por tanto, con frecuencia se le intenta evitar, ahuyentar mediante gritos e incluso darle una patada (lo que es imposible a no ser que el gato esté en las últimas, y eso sería muy cruel). Hoy he cenado a solas conmigo mismo, con mis pensamientos y con mi soledad, porque lo necesitaba, porque la salud es un concepto global y porque la vida verdadera, abrumadoramente cierta y verdadera, no es el gato pintado sino el gato callejero. Y ese gato callejero ha sido entrenado por su propia naturaleza para sobrevivir en un mundo tan inestable y pendenciero, tan discordante, tan hostil.
Salvador Alís.
lunes, 18 de julio de 2016
INFORME PARA LOS INFORMADORES
INFORME PARA LOS INFORMADORES
Mi primera intención fue titular esta entrada INFORME SOBRE LOS INFORMADORES, pero dado el interés de los que informan he pensado que mejor dirigirme a ellos mismos, por si puedo serles útil y aclarar alguna duda.
Todo Estado que se precie tiene su "servicio de inteligencia" (y las comillas, intencionadas, pretenden subrayar que nunca he comprendido a qué tipo de "inteligencia" se refieren los creadores de esos departamentos, agencias, organismos o como quiera llamárseles).
Todo es un baile de siglas. Por citar los más conocidos o importantes: CIA en EEUU, FSB en Rusia (el KGB pasó a la historia), MSS en China, MI6 en Reino Unido, Mossad en Israel, CNI en España, BND en Alemania, DGSE en Francia, MIT en Turquía; y así un largo etcétera.
Pero, como ya se ha dicho, no pretendo informar sobre los informadores. Los que deseen saber más, saber de qué formas y maneras utilizan su "inteligencia" los "inteligentes" funcionarios de los "servicios de inteligencia", pueden encontrar en la red de redes datos y opiniones hasta aburrirse.
Si lo que se buscase, sin embargo, fuera la fantástica verdad sobre el funcionamiento de la mencionada "inteligencia", nada mejor que leer las Crónicas del hombre del Neogeno del genial Stanislaw Lem.
Desde que comencé a llenar este Diario Personal o BLOG con mis preferencias, críticas, imágenes y construcciones mentales -el 29 de abril de 2013-, he publicado 971 entradas que han recibido un total de 29.836 visitas (lo que da una modesta media de 30,7 visitas por entrada; ochocientas en los primeros dieciocho días del mes en curso). Como es evidente, algunas entradas apenas han sido vistas (o leídas) y otras han resultado más exitosas. Las 10 más visitadas han sido: Leonora Carrington (563), Sabastiao Salgado (261), Proverbios Indios (164), Saksi Sbong (144), Selena Quintanilla (125), Los Gatos de Louis Wain (113), Muñecas (97), Teoría de los Jefes (88), Jean Saudek (84) y Ladrón de Bicicletas (81).
Pintura, fotografía, música, enlaces... Yo apenas soy el "autor" de dos de esas "primeras" diez entradas; de las ocho restantes sólo "elector". Me alegra que entre ellas se encuentre un gatomaníaco y tres mujeres admirables o bellísimas en sus artes.
Cada vez que abro Días volando, antes que nada consulto las estadísticas (que me facilita Blogger). Y ahora vamos al meollo de la cuestión. Lo normal es que el primer día, cualquiera de mis entradas reciba entre 12 y 18 visitas (aunque las elecciones musicales -quizá mis preferidas-, no sé por qué razón y salvo casos excepcionales, no tienen tanta suerte); después, con el paso del tiempo, algunas ven crecer el número de visitantes y otras se quedan estancadas y no progresan.
Mi última entrada, FUEGOS ARTIFICIALES EN NIZA, escrita a partir de la medianoche del 14 de julio, tuvo durante el día 15 la sorprendente cifra de 130 visitas procedentes de Isla Mauricio.
Ni en el ranking ni en la lista completa de países visitantes (según Blogger) se había insinuado jamás esta República Soberana Insular (RSI). España (con 12.175 visitas), encabeza la lista; y le siguen EEUU (7.226), Alemania (1.457), Rusia (1.310), México (959), Francia (613), Argentina (338), Portugal (309), Polonia (296) y Ucrania (282).
¿QUÉ HAY EN ISLA MAURICIO? ¿POR QUÉ DE REPENTE, EN UN DÍA, MI BLOG RECIBE 130 VISITAS PROCEDENTES DE ESA ISLA?
La República de Mauricio, además de la isla principal del mismo nombre, incluye otras islas: Agalea, Rodrigues y Cargados Carajos. La explicación no puede encontrarse en las islas mismas, ni en su nombre, ni en la circunstancia de que yo viajara a la francesa isla de La Reunión (tan cercana a Mauricio) en el año 2010. Algo más debe haber.
Descubierta por navegantes árabes en el siglo X y vuelta a descubrir por navegantes portugueses en el siglo XVI, habitada ocasionalmente por neerlandeses, fue más tarde colonia francesa (que la bautizaron como Île de France) hasta 1810, cuando fue ganada por el Imperio Británico. En 1968 logró ser independiente. Un país pobre, cuna del extinto pájaro Dodo ("tonto" en portugués), principalmente agrícola (caña de azúcar), que no obstante ha sabido remontar en los últimos años y -por medio de su atención a los sectores industriales, turísticos y financieros- llegar a ser una pequeña potencia económica emergente.
Mauricio exporta sobre todo a Reino Unido, Francia y EEUU. E importa de India, China y Francia. Lo que significa que -dejando aparte a los galos que aparecen tanto como compradores como vendedores- Mauricio compra a países que venden productos "baratos" y vende a países que compran productos "caros". Pero esa ecuación debe tener su contrapartida.
Una mente fantasiosa, como la mía, tiende a imaginar que en el subsuelo de Port Louis puede haber un "centro de inteligencia compartida" (CIC), del que pocos mauricianos tengan conocimiento, donde británicos, franceses y estadounidenses se dediquen a rastrear, filtrar, acumular datos, localizar a posibles enemigos, trazar perfiles, emitir informes. ¿Sería eso posible?
Una frase hecha: hoy en día todo es posible (y si no es posible, es imaginable; y todo lo que es imaginable tiene la posibilidad de ser real). "El mundo es mi representación" -dijo Arthur Schopenhauer.
¿Qué otra explicación puedo dar al hecho de que las palabras NIZA y FUEGOS ARTIFICIALES, al día siguiente de la matanza, merezcan tal curiosidad hacia mi blog procedente de Mauricio?
La tarea de los informadores debe ser ingente y abrumadora: discernir entre miles de millones de datos cuáles sean los que importan, y por qué y para qué y a quién importan.
Los "servicios de inteligencia", que se dividen en secciones o departamentos, que a su vez se dividen en otras secciones o departamentos más pequeños, y así hasta llegar a la individualidad, enfrentados a procesadores de información cada vez más complejos, computadoras -del latín computare, calcular-, "inteligencias artificiales" que almacenan textos, voces e imágenes globales a un ritmo demencial, me producen en realidad cierta compasión puesto que al final de todos los análisis y especulaciones alguien tendrá que tomar la última decisión.
Por aliviar un poco la curiosidad despertada en Mauricio (¡130 visitas en un día que multiplican por 10 las habituales!), quisiera añadir -a lo que ya sin duda saben de mí- algunos datos inéditos:
Cada noche vierto en una copa diferente el sufrimiento, y lo apuro de un trago
con la esperanza de acabar pronto con la botella que nunca se acaba;
de no hacerlo así, el sufrimiento acabaría derramándose por el suelo y alcanzando
a quienes no deseo que alcance.
¿Puede un programa informático comprender la poesía? Apuesto a que no.
La "inteligencia artificial" se basa en el cálculo. Y la poesía es todo
menos cálculo. En mayo de 1997, un azul más profundo,
una versión mejorada de Deep Blue, venció finalmente a Gary Kaspárov.
El ajedrez puede ser poético pero no es La poesía.
¿Puede un programa informático escribir poesía? Supongo que sí...,
al igual que un robot puede pintar un cuadro, tocar el piano
o hacer el amor con un ser humano...
¿Puede un programa informático elaborar un sistema filosófico definitivo?
¿Responder a las preguntas que no tienen respuesta?
¿Puede un programa informático comprender la muerte?
Salvador Alís.
Mi primera intención fue titular esta entrada INFORME SOBRE LOS INFORMADORES, pero dado el interés de los que informan he pensado que mejor dirigirme a ellos mismos, por si puedo serles útil y aclarar alguna duda.
Todo Estado que se precie tiene su "servicio de inteligencia" (y las comillas, intencionadas, pretenden subrayar que nunca he comprendido a qué tipo de "inteligencia" se refieren los creadores de esos departamentos, agencias, organismos o como quiera llamárseles).
Todo es un baile de siglas. Por citar los más conocidos o importantes: CIA en EEUU, FSB en Rusia (el KGB pasó a la historia), MSS en China, MI6 en Reino Unido, Mossad en Israel, CNI en España, BND en Alemania, DGSE en Francia, MIT en Turquía; y así un largo etcétera.
Pero, como ya se ha dicho, no pretendo informar sobre los informadores. Los que deseen saber más, saber de qué formas y maneras utilizan su "inteligencia" los "inteligentes" funcionarios de los "servicios de inteligencia", pueden encontrar en la red de redes datos y opiniones hasta aburrirse.
Si lo que se buscase, sin embargo, fuera la fantástica verdad sobre el funcionamiento de la mencionada "inteligencia", nada mejor que leer las Crónicas del hombre del Neogeno del genial Stanislaw Lem.
Desde que comencé a llenar este Diario Personal o BLOG con mis preferencias, críticas, imágenes y construcciones mentales -el 29 de abril de 2013-, he publicado 971 entradas que han recibido un total de 29.836 visitas (lo que da una modesta media de 30,7 visitas por entrada; ochocientas en los primeros dieciocho días del mes en curso). Como es evidente, algunas entradas apenas han sido vistas (o leídas) y otras han resultado más exitosas. Las 10 más visitadas han sido: Leonora Carrington (563), Sabastiao Salgado (261), Proverbios Indios (164), Saksi Sbong (144), Selena Quintanilla (125), Los Gatos de Louis Wain (113), Muñecas (97), Teoría de los Jefes (88), Jean Saudek (84) y Ladrón de Bicicletas (81).
Pintura, fotografía, música, enlaces... Yo apenas soy el "autor" de dos de esas "primeras" diez entradas; de las ocho restantes sólo "elector". Me alegra que entre ellas se encuentre un gatomaníaco y tres mujeres admirables o bellísimas en sus artes.
Cada vez que abro Días volando, antes que nada consulto las estadísticas (que me facilita Blogger). Y ahora vamos al meollo de la cuestión. Lo normal es que el primer día, cualquiera de mis entradas reciba entre 12 y 18 visitas (aunque las elecciones musicales -quizá mis preferidas-, no sé por qué razón y salvo casos excepcionales, no tienen tanta suerte); después, con el paso del tiempo, algunas ven crecer el número de visitantes y otras se quedan estancadas y no progresan.
Mi última entrada, FUEGOS ARTIFICIALES EN NIZA, escrita a partir de la medianoche del 14 de julio, tuvo durante el día 15 la sorprendente cifra de 130 visitas procedentes de Isla Mauricio.
Ni en el ranking ni en la lista completa de países visitantes (según Blogger) se había insinuado jamás esta República Soberana Insular (RSI). España (con 12.175 visitas), encabeza la lista; y le siguen EEUU (7.226), Alemania (1.457), Rusia (1.310), México (959), Francia (613), Argentina (338), Portugal (309), Polonia (296) y Ucrania (282).
¿QUÉ HAY EN ISLA MAURICIO? ¿POR QUÉ DE REPENTE, EN UN DÍA, MI BLOG RECIBE 130 VISITAS PROCEDENTES DE ESA ISLA?
La República de Mauricio, además de la isla principal del mismo nombre, incluye otras islas: Agalea, Rodrigues y Cargados Carajos. La explicación no puede encontrarse en las islas mismas, ni en su nombre, ni en la circunstancia de que yo viajara a la francesa isla de La Reunión (tan cercana a Mauricio) en el año 2010. Algo más debe haber.
Descubierta por navegantes árabes en el siglo X y vuelta a descubrir por navegantes portugueses en el siglo XVI, habitada ocasionalmente por neerlandeses, fue más tarde colonia francesa (que la bautizaron como Île de France) hasta 1810, cuando fue ganada por el Imperio Británico. En 1968 logró ser independiente. Un país pobre, cuna del extinto pájaro Dodo ("tonto" en portugués), principalmente agrícola (caña de azúcar), que no obstante ha sabido remontar en los últimos años y -por medio de su atención a los sectores industriales, turísticos y financieros- llegar a ser una pequeña potencia económica emergente.
Mauricio exporta sobre todo a Reino Unido, Francia y EEUU. E importa de India, China y Francia. Lo que significa que -dejando aparte a los galos que aparecen tanto como compradores como vendedores- Mauricio compra a países que venden productos "baratos" y vende a países que compran productos "caros". Pero esa ecuación debe tener su contrapartida.
Una mente fantasiosa, como la mía, tiende a imaginar que en el subsuelo de Port Louis puede haber un "centro de inteligencia compartida" (CIC), del que pocos mauricianos tengan conocimiento, donde británicos, franceses y estadounidenses se dediquen a rastrear, filtrar, acumular datos, localizar a posibles enemigos, trazar perfiles, emitir informes. ¿Sería eso posible?
Una frase hecha: hoy en día todo es posible (y si no es posible, es imaginable; y todo lo que es imaginable tiene la posibilidad de ser real). "El mundo es mi representación" -dijo Arthur Schopenhauer.
¿Qué otra explicación puedo dar al hecho de que las palabras NIZA y FUEGOS ARTIFICIALES, al día siguiente de la matanza, merezcan tal curiosidad hacia mi blog procedente de Mauricio?
La tarea de los informadores debe ser ingente y abrumadora: discernir entre miles de millones de datos cuáles sean los que importan, y por qué y para qué y a quién importan.
Los "servicios de inteligencia", que se dividen en secciones o departamentos, que a su vez se dividen en otras secciones o departamentos más pequeños, y así hasta llegar a la individualidad, enfrentados a procesadores de información cada vez más complejos, computadoras -del latín computare, calcular-, "inteligencias artificiales" que almacenan textos, voces e imágenes globales a un ritmo demencial, me producen en realidad cierta compasión puesto que al final de todos los análisis y especulaciones alguien tendrá que tomar la última decisión.
Por aliviar un poco la curiosidad despertada en Mauricio (¡130 visitas en un día que multiplican por 10 las habituales!), quisiera añadir -a lo que ya sin duda saben de mí- algunos datos inéditos:
Cada noche vierto en una copa diferente el sufrimiento, y lo apuro de un trago
con la esperanza de acabar pronto con la botella que nunca se acaba;
de no hacerlo así, el sufrimiento acabaría derramándose por el suelo y alcanzando
a quienes no deseo que alcance.
¿Puede un programa informático comprender la poesía? Apuesto a que no.
La "inteligencia artificial" se basa en el cálculo. Y la poesía es todo
menos cálculo. En mayo de 1997, un azul más profundo,
una versión mejorada de Deep Blue, venció finalmente a Gary Kaspárov.
El ajedrez puede ser poético pero no es La poesía.
¿Puede un programa informático escribir poesía? Supongo que sí...,
al igual que un robot puede pintar un cuadro, tocar el piano
o hacer el amor con un ser humano...
¿Puede un programa informático elaborar un sistema filosófico definitivo?
¿Responder a las preguntas que no tienen respuesta?
¿Puede un programa informático comprender la muerte?
Salvador Alís.
jueves, 14 de julio de 2016
FUEGOS ARTIFICIALES EN NIZA
FUEGOS ARTIFICIALES EN NIZA
Notas rápidas tomadas a partir de las 00:30 horas escuchando las informaciones y viendo algunas imágenes en la primera y en la sexta cadena de televisión acerca de la masacre cometida poco antes de la medianoche en la ciudad francesa de Niza.
Niza. Paseo de los Ingleses. Hoteles Negresco y Le Méridien.
14 de julio / Fiesta Nacional. Fuegos artificiales.
Según la fiscalía 30 muertos, luego 60, 73, 77... Más de 100 heridos, algunos muy graves.
Reivindica el DAESH. No es oficial. Se alegra el DAESH.
Importancia de las redes sociales, distribución inmediata de mensajes.
Los mensajes son tanto falsos como verdaderos.
Hollande convoca Gabinete de Crisis.
Hollande anunciaba final inminente del "estado de emergencia".
Un país no puede estar permanentemente en "estado de emergencia".
Lobo solitario. Camión blanco / Contra la multitud.
Estado de emergencia MUNDIAL. Ir a las causas. Guerra fragmentada.
A las 11:20, 11:27, 10:30, etcétera.
Multitud arrollada viendo fuegos articiciales. Al terminar los fuegos.
El conductor abatido a tiros por la policía.
El miedo estalla de repente y se convierte en pánico.
Una bola de billar que golpea a otras que a su vez golpean a otras.
La mesa de juego: la ciudad de Niza.
Ataques inesperados de unos pocos contra muchos. Movimientos estratégicos.
Taxis sacando a la gente de la zona sin cobrar.
El camión aceleró contra personas que circulaban por el largo paseo junto al mar.
En hoteles se oían disparos, había rehenes. No confirmado. Luego desmentido.
Hoteles utilizados como improvisados hospitales.
La multitud huyendo, la mayoría a la carrera, otros en coche, en contra dirección.
Gritos en todas direcciones.
Palmeras agitando sus ramas inquietas y asustadas entre las farolas.
Alcalde de Niza ordena "todos a casa". Lugar más seguro.
Puertas abiertas para acoger a los que viven lejos. Restaurantes / Refugios.
Puertas cerradas. Europa tiene que reaccionar.
Hollande de Avignon a París. Ministerio de Defensa.
Orden: "pónganse a cubierto". La población corre caóticamente por todos sitios.
Algunos se lanzan al mar.
Disparos indiscriminados / Ráfagas. No confirmado.
Muchos turistas en el Paseo de los Ingleses.
Opiniones de periodistas, corresponsales, comentaristas.
Quizá el camión por sí sólo no haya producido tantos muertos. Quizá DISPAROS.
Otros lobos solitarios disparando a la gente. Armas en el camión / Granadas.
Información confusa / Cambiante minuto a minuto.
Le Figaro: atentado terrorista premeditado.
Hollande había anunciado el fin del "estado de emergencia" para el 26 de julio.
Incendio en la Tour Eiffel. Desmentido.
Tampoco hay rehenes en hoteles. Se buscan cómplices.
Identidad del conductor se ignora.
Se pide no difundir en redes sociales imágenes cruentas, informaciones falsas.
La frialdad de alguien que camina entre los muertos y heridos grabando con su móvil.
Mensajes de consternación y solidaridad de los líderes políticos / La Casa Real.
Mensaje de Lionel Messi / La hipocresía de Messi:
"sólo hay un camino para la fraternidad, etcétera."
-eso lo dice alguien que gana millones y defrauda millones
mientras millones de seres humanos sufren por la sed, el hambre,
la falta de medicinas, etcétera.-
¿Se desafía a Francia / Quién / Con qué intenciones?
¿Acaso una justificación para una intervención armada a gran escala?
El DAESH pierde dominio territorial en Irak y en Siria.
El equivalente a un Ministro de la Guerra del Estado Islámico ordena
atacar Europa con "piedras, cuchillos, veneno, atropellos..."
Temor al secuestro de una personalidad política europea.
Temor a un atentado en Centro Comercial.
En esta celebración, a esta hora y en esta zona cerrada al tráfico
y supuestamente controlada (máximo nivel de alerta)
¿cómo es posible que circulara y se adentrara un camión de gran tonelaje?
Semejanza con el atentado de las Torres Gemelas / En lo inexplicable.
El camión ha embestido a la multitud durante 2 kilómetros.
Juego de bolos terrorífico / Segadora de vidas humanas / Caída de fichas de dominó.
El camión derribó todas las vallas de seguridad.
Comentaristas de la primera cadena: HAY QUE REFORZAR LA UNIÓN EUROPEA.
Conexiones en directo con testigos: "Noche de mucho viento,
muchas cosas volando por los aires. El viento aumentaba la ansiedad."
Políticos reunidos / Ministros haciendo declaraciones. ¿No dormirán esta noche?
Donald Trump, llegado el caso, "los machacaría". ¿A quiénes?
Orden: "no utilicen los teléfonos para no colapsar las comunicaciones".
Niza en silencio / Las calles de Niza desiertas.
El "estado de excepción". Sólo policías, sanitarios, ambulancias, helicópteros, etcétera.
Niza: nido de yihadistas y feudo de la extrema derecha.
AUGE de la EXTREMA DERECHA en Europa.
Algunas voces alertan: "no se deben utilizar estos hechos para recortar libertades".
Algunas voces vaticinan una época oscura para la democracia en Europa.
¿Qué democracia? La democracia europea
¿no entiende que hay que RESOLVER LAS CAUSAS
EN LUGAR DE ENFRENTAR ÚNICAMENTE
LAS CONSECUENCIAS DEL CONFLICTO?
Un camión blanco surgido de la nada mata y siembra el terror.
Ese terror demandará protección.
La protección requiere fuerza.
La fuerza se opone a los derechos individuales.
El miedo, primero dispersa pero luego une a los individuos en masas.
Las masas son más grandes y por lo tanto más visibles que el individuo.
Las masas son más predecibles, medibles, manejables y obedientes,
y pueden más fácilmente seguir una bandera.
Las banderas crean el viento.
Salvador Alís.
Notas rápidas tomadas a partir de las 00:30 horas escuchando las informaciones y viendo algunas imágenes en la primera y en la sexta cadena de televisión acerca de la masacre cometida poco antes de la medianoche en la ciudad francesa de Niza.
Niza. Paseo de los Ingleses. Hoteles Negresco y Le Méridien.
14 de julio / Fiesta Nacional. Fuegos artificiales.
Según la fiscalía 30 muertos, luego 60, 73, 77... Más de 100 heridos, algunos muy graves.
Reivindica el DAESH. No es oficial. Se alegra el DAESH.
Importancia de las redes sociales, distribución inmediata de mensajes.
Los mensajes son tanto falsos como verdaderos.
Hollande convoca Gabinete de Crisis.
Hollande anunciaba final inminente del "estado de emergencia".
Un país no puede estar permanentemente en "estado de emergencia".
Lobo solitario. Camión blanco / Contra la multitud.
Estado de emergencia MUNDIAL. Ir a las causas. Guerra fragmentada.
A las 11:20, 11:27, 10:30, etcétera.
Multitud arrollada viendo fuegos articiciales. Al terminar los fuegos.
El conductor abatido a tiros por la policía.
El miedo estalla de repente y se convierte en pánico.
Una bola de billar que golpea a otras que a su vez golpean a otras.
La mesa de juego: la ciudad de Niza.
Ataques inesperados de unos pocos contra muchos. Movimientos estratégicos.
Taxis sacando a la gente de la zona sin cobrar.
El camión aceleró contra personas que circulaban por el largo paseo junto al mar.
En hoteles se oían disparos, había rehenes. No confirmado. Luego desmentido.
Hoteles utilizados como improvisados hospitales.
La multitud huyendo, la mayoría a la carrera, otros en coche, en contra dirección.
Gritos en todas direcciones.
Palmeras agitando sus ramas inquietas y asustadas entre las farolas.
Alcalde de Niza ordena "todos a casa". Lugar más seguro.
Puertas abiertas para acoger a los que viven lejos. Restaurantes / Refugios.
Puertas cerradas. Europa tiene que reaccionar.
Hollande de Avignon a París. Ministerio de Defensa.
Orden: "pónganse a cubierto". La población corre caóticamente por todos sitios.
Algunos se lanzan al mar.
Disparos indiscriminados / Ráfagas. No confirmado.
Muchos turistas en el Paseo de los Ingleses.
Opiniones de periodistas, corresponsales, comentaristas.
Quizá el camión por sí sólo no haya producido tantos muertos. Quizá DISPAROS.
Otros lobos solitarios disparando a la gente. Armas en el camión / Granadas.
Información confusa / Cambiante minuto a minuto.
Le Figaro: atentado terrorista premeditado.
Hollande había anunciado el fin del "estado de emergencia" para el 26 de julio.
Incendio en la Tour Eiffel. Desmentido.
Tampoco hay rehenes en hoteles. Se buscan cómplices.
Identidad del conductor se ignora.
Se pide no difundir en redes sociales imágenes cruentas, informaciones falsas.
La frialdad de alguien que camina entre los muertos y heridos grabando con su móvil.
Mensajes de consternación y solidaridad de los líderes políticos / La Casa Real.
Mensaje de Lionel Messi / La hipocresía de Messi:
"sólo hay un camino para la fraternidad, etcétera."
-eso lo dice alguien que gana millones y defrauda millones
mientras millones de seres humanos sufren por la sed, el hambre,
la falta de medicinas, etcétera.-
¿Se desafía a Francia / Quién / Con qué intenciones?
¿Acaso una justificación para una intervención armada a gran escala?
El DAESH pierde dominio territorial en Irak y en Siria.
El equivalente a un Ministro de la Guerra del Estado Islámico ordena
atacar Europa con "piedras, cuchillos, veneno, atropellos..."
Temor al secuestro de una personalidad política europea.
Temor a un atentado en Centro Comercial.
En esta celebración, a esta hora y en esta zona cerrada al tráfico
y supuestamente controlada (máximo nivel de alerta)
¿cómo es posible que circulara y se adentrara un camión de gran tonelaje?
Semejanza con el atentado de las Torres Gemelas / En lo inexplicable.
El camión ha embestido a la multitud durante 2 kilómetros.
Juego de bolos terrorífico / Segadora de vidas humanas / Caída de fichas de dominó.
El camión derribó todas las vallas de seguridad.
Comentaristas de la primera cadena: HAY QUE REFORZAR LA UNIÓN EUROPEA.
Conexiones en directo con testigos: "Noche de mucho viento,
muchas cosas volando por los aires. El viento aumentaba la ansiedad."
Políticos reunidos / Ministros haciendo declaraciones. ¿No dormirán esta noche?
Donald Trump, llegado el caso, "los machacaría". ¿A quiénes?
Orden: "no utilicen los teléfonos para no colapsar las comunicaciones".
Niza en silencio / Las calles de Niza desiertas.
El "estado de excepción". Sólo policías, sanitarios, ambulancias, helicópteros, etcétera.
Niza: nido de yihadistas y feudo de la extrema derecha.
AUGE de la EXTREMA DERECHA en Europa.
Algunas voces alertan: "no se deben utilizar estos hechos para recortar libertades".
Algunas voces vaticinan una época oscura para la democracia en Europa.
¿Qué democracia? La democracia europea
¿no entiende que hay que RESOLVER LAS CAUSAS
EN LUGAR DE ENFRENTAR ÚNICAMENTE
LAS CONSECUENCIAS DEL CONFLICTO?
Un camión blanco surgido de la nada mata y siembra el terror.
Ese terror demandará protección.
La protección requiere fuerza.
La fuerza se opone a los derechos individuales.
El miedo, primero dispersa pero luego une a los individuos en masas.
Las masas son más grandes y por lo tanto más visibles que el individuo.
Las masas son más predecibles, medibles, manejables y obedientes,
y pueden más fácilmente seguir una bandera.
Las banderas crean el viento.
Salvador Alís.
domingo, 10 de julio de 2016
DEL AMOR (PRIMERA PARTE)
DEL AMOR (PRIMERA PARTE)
La primera vez que escuché un verdadero discurso, una teoría, un alegato sentido, emotivo y emocionante sobre (y en favor de) "el amor", yo tendría once o doce años, fue en la última jornada de lo que ahora llamaríamos un campamento de verano y entonces llamábamos ejercicios espirituales. Lo pronunció un sacerdote que no parecía un sacerdote, sino un guerrillero de la palabra. Habíamos acampado a la orilla de un río, en un claro del bosque, todos los alumnos del Instituto Libre (dirigido sin embargo por una monja que se debatía en la contradicción de imponer disciplina y -así quiero creerlo- su innata tendencia a la permisividad y el perdón), alumnos de entre diez y dieciseis años, chicas y chicos, preadolescentes y adolescentes dados a la aventura y proclives al amor. El campamento se dividía, como no podía ser de otra forma, en tres zonas delimitadas con palos clavados en el suelo (ramas tratadas igual que lapiceros), unidos por cuerdas y dejando una amplia abertura en cada uno de los perímetros que permitía el acceso al lugar común, el lugar donde se rezaba, comía y cantaba. En el centro de ese lugar común para los profesores, las alumnas y los alumnos se encendía cada noche una hoguera, testigo danzante de muchos debates y confidencias. Allí se celebraban misas que no parecían misas, temprano en la mañana, después de un desayuno de leche americana y galletas; allí se recibían las instrucciones, se organizaban los juegos, se formaban los equipos, se establecían los retos; allí se preparaba la comida o la cena; allí se aprendían técnicas para hacer nudos, improvisar escaleras o puentes, elaborar códigos de señales; allí conocimos muchos nombres de árboles, pájaros e insectos que todavía nos eran desconocidos; y allí supimos por vez primera lo que significaba "el amor".
Todas las personas mayores eran viejas y viejos conocidos: la arrugada hermana Rosa (la directora), la oronda hermana Clara (la encargada de la cocina), la bellísima profesora de filosofía (que aún tardaría uno o dos años en ser mi profesora y que luego murió fatalmente en un accidente de tráfico), el genial profesor de matemáticas Montesa (un bufón y un loco, pero un genio a fin de cuentas), el habitual profesor de religión (un cura que sufría ataques de ansiedad y que nos dejaba solos muchas veces en mitad de una de sus clases, escapando muy asustado y a toda prisa sin que nadie supiera de qué huía), la jovencita y novata profesora de francés (que se ruborizaba cuando se le pedía que nos tradujera a esa lengua ciertas partes del cuerpo humano), el ineficaz profesor de gimnasia (pues no llegaba a otra cosa que a organizar y arbitrar partidos de fútbol, siendo tan mal árbitro), el obseso sexual y también chivato profesor de una asignatura que, por suerte, dejo de existir (a no ser que haya cambiado de nombre y yo no lo sepa), Formación del Espíritu Nacional. La hermana Clara, ella sola, se bastaba para preparar el simple desayuno: leche en polvo diluida en agua y media docena de galletas María; para la comida y la cena elegía a unos cuantos ayudantes y yo era siempre uno de los elegidos. Por esas fechas ya sabía, porque lo había aprendido de mi madre, cómo matar a un conejo, degollarlo, desangrarlo, despellejarlo, vaciarlo, descuartizarlo y cocinarlo, todo el repertorio completo y sin inmutarme (de aquel aprendizaje se deriva que años más tarde me negara con rotundidad, y hasta hoy, a comer carne de conejo).
El invitado estrella, sin embargo, era un perfecto desconocido: un sacerdote misionero de veintipocos años. Llegó el último día, a primera hora de la mañana, en un viejo Land-Rover. Algunos, al oír el estruendo del motor, salimos restregándonos los ojos de las tiendas de campaña. Era alto y delgado, llevaba el pelo largo, vestía pantalones vaqueros (tan corrientes hoy pero tan novedosos entonces) y botas de cuero (en pleno verano). Al final todos nos juntamos a su alrededor. La hermana Rosa lo presentó, quizá fuera su sobrino o el sobrino de alguien que, en una breve estancia en España y antes de volver a su misión en no sé cuál país latinoamericano, había aceptado pasar veinticuatro horas con los jóvenes alumnos del Instituto Libre San Rafael. Después del revuelo ocasionado por su irrupción (tantas chicas, sobre todo las de los cursos superiores, se pusieron tan nerviosas y comentaban por lo bajo lo guapo que era), nos pidió que nos sentáramos en círculo para celebrar una misa. Se oyeron algunas débiles protestas: "pero aún no hemos desayunado", que él acalló de inmediato: "con el estómago vacío se entiende mejor a dios y al mundo". Aquella misa, sin traje ceremonial, sin cáliz y sin hostias, fue el prólogo para el verdadero discurso sobre el amor que acontecería en la noche. Entremezclando sus palabras con el rumor de las aguas que bajaban, nos hablo del amor divino, del amor natural, del amor a la sangre, del amor al bien, a la justicia, a la paz, al semejante y al diferente; nos hablo del amor a lo que no entendemos ni entederemos nunca; del amor a los árboles, a los pájaros y a los insectos; del amor a los bosques y los ríos, a los mares y a las montañas; del amor a nuestros padres, hermanos, hijos; del amor como principio básico de convivencia y provecho común; del amor al conocimiento, pues éste entraña criterio y equidad; del amor a la vida genérica y no tan sólo a nuestras pequeñas vidas particulares y egoístas. Esa extraña misa sin rituales, sin otro decorado que el amanecer, acabó de pronto cuando nos dijo que podíamos beber la leche como sangre de Cristo y comer las galletas como cuerpo de Cristo. Algunos comentarón que el joven misionero, cuyo nombre no recuerdo, se parecía a Jesucristo renacido. En aquel momento no pude pensarlo puesto que aún no lo conocía, pero años más tarde, en mi memoria, el misionero se fue pareciendo cada vez más a un che guevara sin barba y sin boina. Entre el amoroso desyuno y la estridente cena (a la mañana siguiente se levantaba el campamento) no sé lo que paso, un día en blanco, pero no he podido olvidar la última hoguera, el último fuego.
Alguien que tenía reloj dijo que eran las doce de la medianoche (muchos alumnos y algunos profesores ya se habían ido a dormir,) cuando el misionero surgió del espeso bosque de pinos a nuestras espaldas y tomo asiento en uno de los huecos del círculo, frente a la hoguera. Se hizo el silencio durante el tiempo en que él encendía y fumaba un cigarrillo; y luego habló. Y sus palabras, igual que la contemplación de las llamas quemándonos los ojos, dejaron en nuestros oídos y nuestro entendimiento una huella imborrable. A pesar del calor -verano y fuego- yo tiritaba al lado de mi futura y malograda profesora de filosofía, y de repente dejé de pensar en ella y presté toda mi atención al discurso del sacerdote que no parecía un sacerdote, al tremendo y brutal alegato a favor del amor que pronunció, como un regalo, para un grupo de niñas y niños sumidos en el ensueño de la magia nocturna de los espíritus del río y del bosque. Nos habló de la muerte, sin previo aviso, sin preámbulo, sin disimulo; nos dijo lo que él había visto: selvas y serpientes; indígenas que utilizaban sus dientes como herramientas y que al perder sus dientes ya no servían para nada; voraces madereros y buscadores de otros tesoros minerales o estratégicos; niños como nosotros que no tenían ni una galleta con la que comulgar; aldeas perdidas rodeadas de charcas inmundas; enfermedades que para nosotros serían un mal menor y para ellos el fin; intereses de grandes corporaciones que consideraban a los habitantes de aquellas zonas más o menos como molestas hormigas en su hormiguero. Que morían a cientos, a miles, niños como nosotros, preadolescentes o adolescentes como nosotros, sin destino, sin esperanza. Que los experimentos, que el expolio, que el poner la vista en el objetivo y fingir que se mira hacia otro lado eran tan comunes, allí, que el mundo ya se estaba acostumbrando. Que muchos ya morían por el rifle y no por la fortuna. Todo eso dijo, y más. Seguro que hay palabras que se perdieron en el tiempo, como la tristeza y determinación de sus ojos -que no miraban nuestros ojos y sí, fijamente, primero las ágiles llamas (el amor) y luego las traicioneras brasas (la muerte)-, desprendiéndose de su discurso que las llamas y las brasas pertenecían al mismo fuego.
No recuerdo el nombre de aquel misionero ni en qué países veía la muerte y el amor (si Brasil, si Cuba, si Bolivia, si Nicaragua, si El Salvador...); desapareció en la noche y, a la mañana siguiente, ni siquiera oímos el motor de su Land-Rover. Es posible, considerando que debía llevarme quince años, que aún viva, que aún celebre misas. Todo es posible. El impacto de su revelación (el amor nace de la consciencia de la muerte, del imperio del poder sobre los débiles, de la injusticia programada y sistemática, de la guerra a gran o pequeña escala, caliente o fría, de la usura, del la consciencia y el hecho de que un solo niño muera de hambre, etcétera) no se olvida y ha perdurado hasta el presente. El verdadero amor -creí entender- no es un concepto divino, metafísico, ni de atracción de los cuerpos ni de afinidad de las mentes, sino sencillamente una responsabilidad que se adquiere al contemplar el fuego que siempre arde y nunca se apaga.
Salvador Alís.
La primera vez que escuché un verdadero discurso, una teoría, un alegato sentido, emotivo y emocionante sobre (y en favor de) "el amor", yo tendría once o doce años, fue en la última jornada de lo que ahora llamaríamos un campamento de verano y entonces llamábamos ejercicios espirituales. Lo pronunció un sacerdote que no parecía un sacerdote, sino un guerrillero de la palabra. Habíamos acampado a la orilla de un río, en un claro del bosque, todos los alumnos del Instituto Libre (dirigido sin embargo por una monja que se debatía en la contradicción de imponer disciplina y -así quiero creerlo- su innata tendencia a la permisividad y el perdón), alumnos de entre diez y dieciseis años, chicas y chicos, preadolescentes y adolescentes dados a la aventura y proclives al amor. El campamento se dividía, como no podía ser de otra forma, en tres zonas delimitadas con palos clavados en el suelo (ramas tratadas igual que lapiceros), unidos por cuerdas y dejando una amplia abertura en cada uno de los perímetros que permitía el acceso al lugar común, el lugar donde se rezaba, comía y cantaba. En el centro de ese lugar común para los profesores, las alumnas y los alumnos se encendía cada noche una hoguera, testigo danzante de muchos debates y confidencias. Allí se celebraban misas que no parecían misas, temprano en la mañana, después de un desayuno de leche americana y galletas; allí se recibían las instrucciones, se organizaban los juegos, se formaban los equipos, se establecían los retos; allí se preparaba la comida o la cena; allí se aprendían técnicas para hacer nudos, improvisar escaleras o puentes, elaborar códigos de señales; allí conocimos muchos nombres de árboles, pájaros e insectos que todavía nos eran desconocidos; y allí supimos por vez primera lo que significaba "el amor".
Todas las personas mayores eran viejas y viejos conocidos: la arrugada hermana Rosa (la directora), la oronda hermana Clara (la encargada de la cocina), la bellísima profesora de filosofía (que aún tardaría uno o dos años en ser mi profesora y que luego murió fatalmente en un accidente de tráfico), el genial profesor de matemáticas Montesa (un bufón y un loco, pero un genio a fin de cuentas), el habitual profesor de religión (un cura que sufría ataques de ansiedad y que nos dejaba solos muchas veces en mitad de una de sus clases, escapando muy asustado y a toda prisa sin que nadie supiera de qué huía), la jovencita y novata profesora de francés (que se ruborizaba cuando se le pedía que nos tradujera a esa lengua ciertas partes del cuerpo humano), el ineficaz profesor de gimnasia (pues no llegaba a otra cosa que a organizar y arbitrar partidos de fútbol, siendo tan mal árbitro), el obseso sexual y también chivato profesor de una asignatura que, por suerte, dejo de existir (a no ser que haya cambiado de nombre y yo no lo sepa), Formación del Espíritu Nacional. La hermana Clara, ella sola, se bastaba para preparar el simple desayuno: leche en polvo diluida en agua y media docena de galletas María; para la comida y la cena elegía a unos cuantos ayudantes y yo era siempre uno de los elegidos. Por esas fechas ya sabía, porque lo había aprendido de mi madre, cómo matar a un conejo, degollarlo, desangrarlo, despellejarlo, vaciarlo, descuartizarlo y cocinarlo, todo el repertorio completo y sin inmutarme (de aquel aprendizaje se deriva que años más tarde me negara con rotundidad, y hasta hoy, a comer carne de conejo).
El invitado estrella, sin embargo, era un perfecto desconocido: un sacerdote misionero de veintipocos años. Llegó el último día, a primera hora de la mañana, en un viejo Land-Rover. Algunos, al oír el estruendo del motor, salimos restregándonos los ojos de las tiendas de campaña. Era alto y delgado, llevaba el pelo largo, vestía pantalones vaqueros (tan corrientes hoy pero tan novedosos entonces) y botas de cuero (en pleno verano). Al final todos nos juntamos a su alrededor. La hermana Rosa lo presentó, quizá fuera su sobrino o el sobrino de alguien que, en una breve estancia en España y antes de volver a su misión en no sé cuál país latinoamericano, había aceptado pasar veinticuatro horas con los jóvenes alumnos del Instituto Libre San Rafael. Después del revuelo ocasionado por su irrupción (tantas chicas, sobre todo las de los cursos superiores, se pusieron tan nerviosas y comentaban por lo bajo lo guapo que era), nos pidió que nos sentáramos en círculo para celebrar una misa. Se oyeron algunas débiles protestas: "pero aún no hemos desayunado", que él acalló de inmediato: "con el estómago vacío se entiende mejor a dios y al mundo". Aquella misa, sin traje ceremonial, sin cáliz y sin hostias, fue el prólogo para el verdadero discurso sobre el amor que acontecería en la noche. Entremezclando sus palabras con el rumor de las aguas que bajaban, nos hablo del amor divino, del amor natural, del amor a la sangre, del amor al bien, a la justicia, a la paz, al semejante y al diferente; nos hablo del amor a lo que no entendemos ni entederemos nunca; del amor a los árboles, a los pájaros y a los insectos; del amor a los bosques y los ríos, a los mares y a las montañas; del amor a nuestros padres, hermanos, hijos; del amor como principio básico de convivencia y provecho común; del amor al conocimiento, pues éste entraña criterio y equidad; del amor a la vida genérica y no tan sólo a nuestras pequeñas vidas particulares y egoístas. Esa extraña misa sin rituales, sin otro decorado que el amanecer, acabó de pronto cuando nos dijo que podíamos beber la leche como sangre de Cristo y comer las galletas como cuerpo de Cristo. Algunos comentarón que el joven misionero, cuyo nombre no recuerdo, se parecía a Jesucristo renacido. En aquel momento no pude pensarlo puesto que aún no lo conocía, pero años más tarde, en mi memoria, el misionero se fue pareciendo cada vez más a un che guevara sin barba y sin boina. Entre el amoroso desyuno y la estridente cena (a la mañana siguiente se levantaba el campamento) no sé lo que paso, un día en blanco, pero no he podido olvidar la última hoguera, el último fuego.
Alguien que tenía reloj dijo que eran las doce de la medianoche (muchos alumnos y algunos profesores ya se habían ido a dormir,) cuando el misionero surgió del espeso bosque de pinos a nuestras espaldas y tomo asiento en uno de los huecos del círculo, frente a la hoguera. Se hizo el silencio durante el tiempo en que él encendía y fumaba un cigarrillo; y luego habló. Y sus palabras, igual que la contemplación de las llamas quemándonos los ojos, dejaron en nuestros oídos y nuestro entendimiento una huella imborrable. A pesar del calor -verano y fuego- yo tiritaba al lado de mi futura y malograda profesora de filosofía, y de repente dejé de pensar en ella y presté toda mi atención al discurso del sacerdote que no parecía un sacerdote, al tremendo y brutal alegato a favor del amor que pronunció, como un regalo, para un grupo de niñas y niños sumidos en el ensueño de la magia nocturna de los espíritus del río y del bosque. Nos habló de la muerte, sin previo aviso, sin preámbulo, sin disimulo; nos dijo lo que él había visto: selvas y serpientes; indígenas que utilizaban sus dientes como herramientas y que al perder sus dientes ya no servían para nada; voraces madereros y buscadores de otros tesoros minerales o estratégicos; niños como nosotros que no tenían ni una galleta con la que comulgar; aldeas perdidas rodeadas de charcas inmundas; enfermedades que para nosotros serían un mal menor y para ellos el fin; intereses de grandes corporaciones que consideraban a los habitantes de aquellas zonas más o menos como molestas hormigas en su hormiguero. Que morían a cientos, a miles, niños como nosotros, preadolescentes o adolescentes como nosotros, sin destino, sin esperanza. Que los experimentos, que el expolio, que el poner la vista en el objetivo y fingir que se mira hacia otro lado eran tan comunes, allí, que el mundo ya se estaba acostumbrando. Que muchos ya morían por el rifle y no por la fortuna. Todo eso dijo, y más. Seguro que hay palabras que se perdieron en el tiempo, como la tristeza y determinación de sus ojos -que no miraban nuestros ojos y sí, fijamente, primero las ágiles llamas (el amor) y luego las traicioneras brasas (la muerte)-, desprendiéndose de su discurso que las llamas y las brasas pertenecían al mismo fuego.
No recuerdo el nombre de aquel misionero ni en qué países veía la muerte y el amor (si Brasil, si Cuba, si Bolivia, si Nicaragua, si El Salvador...); desapareció en la noche y, a la mañana siguiente, ni siquiera oímos el motor de su Land-Rover. Es posible, considerando que debía llevarme quince años, que aún viva, que aún celebre misas. Todo es posible. El impacto de su revelación (el amor nace de la consciencia de la muerte, del imperio del poder sobre los débiles, de la injusticia programada y sistemática, de la guerra a gran o pequeña escala, caliente o fría, de la usura, del la consciencia y el hecho de que un solo niño muera de hambre, etcétera) no se olvida y ha perdurado hasta el presente. El verdadero amor -creí entender- no es un concepto divino, metafísico, ni de atracción de los cuerpos ni de afinidad de las mentes, sino sencillamente una responsabilidad que se adquiere al contemplar el fuego que siempre arde y nunca se apaga.
Salvador Alís.
jueves, 7 de julio de 2016
CONTRANOTAS / 4 Y FINAL
CONTRANOTAS 4 Y FINAL
Cuando se ata a un escritor con un hilo, ese escritor ya no escapará jamás de su atadura, dará vueltas sobre lo mismo hasta quizá caer extenuado, y quizá, luego de un breve descanso, volver a elevarse y retomar el vuelo intentando escapar, una vez más, otra vez de nuevo, mil veces si posee la fuerza suficiente y la voluntad de hacerlo, hasta morir.
Citar las citas de otro autor. No sé si está bien o mal, pero al ser yo tan caprichoso como la mosca que sobrevuela lo que no debe (según nuestro punto de vista), y se posa en lugares prohibidos con admirable insistencia, es lo que me apetece hacer esta noche.
En el primer relato de Movimiento perpetuo dice Monterroso: "Hay tres temas; el amor, la muerte y las moscas. Desde que el hombre existe, ese sentimiento, ese temor, esas presencias lo han acompañado siempre. Traten otros los dos primeros. Yo me ocupo de las moscas, que son mejores que los hombres, pero no que las mujeres. Hace años tuve la idea de reunir una antología universal de la mosca. La sigo teniendo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que era una empresa prácticamente infinita." Y no obstante, Movimiento perpetuo nos presenta "una pequeña muestra"; de ella procede la muestra aún más pequeña que yo he seleccionado para mi uso personal. Comenzando por el fin y yendo hacia el principio:
"El tulipán y la mariposa
aparecen con abrigos más alegres que el mío:
vístame yo lo mejor que quiera,
las moscas, los gusanos y las flores me seguirán excediendo."
ISAAC WATTS
"El temor a las moscas es el reverso del amor a los pájaros."
OTTO WEININGER
"Y, como observan los naturalistas, una mosca tiene moscas más pequeñas que la devoran, y éstas tienen otras más pequeñas todavía que las muerden, y así ad infinitum."
JONATHAN SWIFT
"Si el espacio y el tiempo, como dicen los sabios,
son cosas que no pueden ser,
la mosca que ha vivido un solo día
ha vivido tanto como nosotros."
T. S. ELIOT
"Aplastar dos adoquines con la misma mosca."
BENJAMIN PÉRET / PAUL ÉLUARD
"El sol no sirve más que para hacer revivir las moscas que me chupan la sangre."
JULES RENARD
"Una ingrávida mosca que danzaba... era otrora suficiente para llenar tu corazón hasta el desborde con ensueños que nadie conocía sino tú."
W. B. YEATS
"La mosca que zumba en este momento a mi alrededor, si se duerme por la noche para recomenzar después su zumbido, o si muere esta noche y en la primavera otra mosca, salida de algún huevo de la primera, se pone a zumbar, todo es en sí la misma cosa."
A. SCHOPENHAUER
"El poder de las moscas: ganan batallas, impiden que nuestra alma obre, comen nuestro cuerpo."
BLAS PASCAL
"Entre la provocación del hambre y la sobreexcitación del odio, la humanidad no puede pensar en el infinito. La humanidad es como un gran árbol lleno de moscas que zumban irritadas bajo un cielo tempestuoso y, en medio de ese zumbido de tedio, no puede oírse la voz profunda y divina del universo."
JEAN JAURÈS
"Por eso suplicamos a Dios que nos libre de Dios y que concibamos la verdad y gocemos eternamente de ella, allí donde los ángeles supremos, la mosca y el alma son semejantes."
MEISTER ECKHART
"¿Qué se propone uno con la filosofía? Enseñar a la mosca a escapar del frasco."
LUDWIG WITTGENSTEIN
Al hacer recuento de las citas citadas constato que son doce (como los meses del año), que componen una docena, y puesto que ese número nunca me ha gustado (me trae mala suerte) y prefiero el trece, me permito la licencia de incluir una cita adicional (de cuya autoría pudiera yo ser responsable), con la esperanza de que Monterroso, allí donde se encuentre, se sintiera halagado:
"Una mosca y una araña frente a frente. Se miran con ojos distintos. Imposible saber cómo ve la araña a la mosca y cómo ve la mosca a la araña, aunque tal vez se reconozcan como iguales. En sus alas, la mosca pretende imitar con un tenue dibujo el trazado de la tela de la araña. Pero mientras las alas son efímeras, la tela es mortal."
Al recibir ayer un mensaje que contenía una pregunta acerca de mi trabajo (y mi descanso), cometí el error de contestar pensando únicamente en el sentido más vulgar del término. Podría haberle dicho a mi querido interlocutor que apenas descanso cuando duermo, que los días se me hacen cada vez más cortos, que intento robarle tiempo al tiempo. Podría haberle dicho que ocuparme de los aviones (esos mosquitos o moscas gigantes) no es en realidad mi verdadero trabajo. Que mi trabajo verdadero (en este momento redactar las contranotas, mañana quién sabe) avanza adecuadamente y me hace muy feliz. Puestos a simplificar diría que la mosca juega y la araña trabaja, que la primera vuela y la segunda espera. Y con minutos de diferencia, otro mensaje diferente y similar de otra persona tan querida que me recomienda las bondades de un relajante paseo cuyo objetivo fuera escapar de la realidad cotidiana para sumergirme en otra realidad -por así decirlo- más artística. También mi respuesta ha sido errónea, escueta, insuficiente. Desde aquí me disculpo ante ambos y les reitero mi amor.
Salvador Alís.
Cuando se ata a un escritor con un hilo, ese escritor ya no escapará jamás de su atadura, dará vueltas sobre lo mismo hasta quizá caer extenuado, y quizá, luego de un breve descanso, volver a elevarse y retomar el vuelo intentando escapar, una vez más, otra vez de nuevo, mil veces si posee la fuerza suficiente y la voluntad de hacerlo, hasta morir.
Citar las citas de otro autor. No sé si está bien o mal, pero al ser yo tan caprichoso como la mosca que sobrevuela lo que no debe (según nuestro punto de vista), y se posa en lugares prohibidos con admirable insistencia, es lo que me apetece hacer esta noche.
En el primer relato de Movimiento perpetuo dice Monterroso: "Hay tres temas; el amor, la muerte y las moscas. Desde que el hombre existe, ese sentimiento, ese temor, esas presencias lo han acompañado siempre. Traten otros los dos primeros. Yo me ocupo de las moscas, que son mejores que los hombres, pero no que las mujeres. Hace años tuve la idea de reunir una antología universal de la mosca. La sigo teniendo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que era una empresa prácticamente infinita." Y no obstante, Movimiento perpetuo nos presenta "una pequeña muestra"; de ella procede la muestra aún más pequeña que yo he seleccionado para mi uso personal. Comenzando por el fin y yendo hacia el principio:
"El tulipán y la mariposa
aparecen con abrigos más alegres que el mío:
vístame yo lo mejor que quiera,
las moscas, los gusanos y las flores me seguirán excediendo."
ISAAC WATTS
"El temor a las moscas es el reverso del amor a los pájaros."
OTTO WEININGER
"Y, como observan los naturalistas, una mosca tiene moscas más pequeñas que la devoran, y éstas tienen otras más pequeñas todavía que las muerden, y así ad infinitum."
JONATHAN SWIFT
"Si el espacio y el tiempo, como dicen los sabios,
son cosas que no pueden ser,
la mosca que ha vivido un solo día
ha vivido tanto como nosotros."
T. S. ELIOT
"Aplastar dos adoquines con la misma mosca."
BENJAMIN PÉRET / PAUL ÉLUARD
"El sol no sirve más que para hacer revivir las moscas que me chupan la sangre."
JULES RENARD
"Una ingrávida mosca que danzaba... era otrora suficiente para llenar tu corazón hasta el desborde con ensueños que nadie conocía sino tú."
W. B. YEATS
"La mosca que zumba en este momento a mi alrededor, si se duerme por la noche para recomenzar después su zumbido, o si muere esta noche y en la primavera otra mosca, salida de algún huevo de la primera, se pone a zumbar, todo es en sí la misma cosa."
A. SCHOPENHAUER
"El poder de las moscas: ganan batallas, impiden que nuestra alma obre, comen nuestro cuerpo."
BLAS PASCAL
"Entre la provocación del hambre y la sobreexcitación del odio, la humanidad no puede pensar en el infinito. La humanidad es como un gran árbol lleno de moscas que zumban irritadas bajo un cielo tempestuoso y, en medio de ese zumbido de tedio, no puede oírse la voz profunda y divina del universo."
JEAN JAURÈS
"Por eso suplicamos a Dios que nos libre de Dios y que concibamos la verdad y gocemos eternamente de ella, allí donde los ángeles supremos, la mosca y el alma son semejantes."
MEISTER ECKHART
"¿Qué se propone uno con la filosofía? Enseñar a la mosca a escapar del frasco."
LUDWIG WITTGENSTEIN
Al hacer recuento de las citas citadas constato que son doce (como los meses del año), que componen una docena, y puesto que ese número nunca me ha gustado (me trae mala suerte) y prefiero el trece, me permito la licencia de incluir una cita adicional (de cuya autoría pudiera yo ser responsable), con la esperanza de que Monterroso, allí donde se encuentre, se sintiera halagado:
"Una mosca y una araña frente a frente. Se miran con ojos distintos. Imposible saber cómo ve la araña a la mosca y cómo ve la mosca a la araña, aunque tal vez se reconozcan como iguales. En sus alas, la mosca pretende imitar con un tenue dibujo el trazado de la tela de la araña. Pero mientras las alas son efímeras, la tela es mortal."
Al recibir ayer un mensaje que contenía una pregunta acerca de mi trabajo (y mi descanso), cometí el error de contestar pensando únicamente en el sentido más vulgar del término. Podría haberle dicho a mi querido interlocutor que apenas descanso cuando duermo, que los días se me hacen cada vez más cortos, que intento robarle tiempo al tiempo. Podría haberle dicho que ocuparme de los aviones (esos mosquitos o moscas gigantes) no es en realidad mi verdadero trabajo. Que mi trabajo verdadero (en este momento redactar las contranotas, mañana quién sabe) avanza adecuadamente y me hace muy feliz. Puestos a simplificar diría que la mosca juega y la araña trabaja, que la primera vuela y la segunda espera. Y con minutos de diferencia, otro mensaje diferente y similar de otra persona tan querida que me recomienda las bondades de un relajante paseo cuyo objetivo fuera escapar de la realidad cotidiana para sumergirme en otra realidad -por así decirlo- más artística. También mi respuesta ha sido errónea, escueta, insuficiente. Desde aquí me disculpo ante ambos y les reitero mi amor.
Salvador Alís.
miércoles, 6 de julio de 2016
CONTRANOTAS / 3
CONTRANOTAS 3
Como era de esperar, algunas personas han presentado objeciones a mis contranotas, no directamente por medio de comentarios en Días volando sino directamente ante mis propias narices ("ante mis propias narices" es una frase hecha, puesto que yo únicamente tengo una nariz, como todo o casi todo el mundo -nunca se sabe-, pero si utilizo esta frase hecha es por algo que vendrá después).
Una vez escuchadas las objeciones, y como planteamiento general y previo a mi respuesta, encuentro tres posibilidades: o los objetores tienen razón y yo estoy equivocado (ese yo del que habla Imre Kertész: "el yo extraño arraigado en mí, el moralista autojustificador, el mentiroso fabricante de fábulas"), o no he sabido explicarme, o los lectores que objetan no han sabido leer entre líneas.
Primera objeción (real): "la riqueza no sólo crea armas con las que defenderse, sino un sinfín de otras cosas". Nada más cierto ni más obvio. Para empezar, la riqueza crea riqueza, se crea a sí misma y, por tanto, se asemeja a un dios o, mejor aún, a una diosa creadora de todo lo que existe (incluyendo "todo lo que existe" a la propia diosa y sus atributos y poderes).
Se me dice que la riqueza crea rascacielos, universidades, trenes de alta velocidad, carreteras, energía eléctrica, solar, eólica..., hospitales, aeropuertos, películas y pantallas donde ver esas películas, móviles y automóviles, ordenadores, supermercados, alimentos, productos químicos de muy diversa aplicación, diamantes, trajes y vestidos, piscinas, hoteles, gafas de sol, muebles, ventiladores, carnavales, casinos, parques temáticos, caballos pura sangre, arte refinado y arte contestatario, medicamentos, robots, bebidas alcohólicas, cosméticos, proteínas sintéticas, clones, sueños y un largo etcétera. No puedo estar más de acuerdo: la riqueza crea todo lo que necesita riqueza para ser creado. De esa manera fija su poder y se acrecienta, domina y controla, administra la salud y la enfermedad, impone su cultura, la moda, el gusto y la opinión, contempla las calles desde una altitud considerable y siempre apuesta para ganar.
En una revista alemana me sorprende la fotografía de una mosca (también pudiera ser una abeja) atada por un fino hilo blanco a una aguja clavada sobre una superficie que parece tela de saco no muy basta. El autor, o los autores (porque a veces trabajan juntos), es Maurizio Cattelan o es Pierpaolo Ferrari o son ambos. Esa mosca (suponiendo que lo sea) vuela a un par de centímetros de altura sobre la tela de saco; y es imposible saber si con su vuelo enrrolla o desenrrolla el hilo que la sujeta a la aguja, acortando -en la primera opción- progresivamente el diámetro de la circunferencia que traza o -en la segunda opción- ampliando su radio de acción. De cualquier modo, ya sea por ampliar o por acortar, las dos posibilidades tienen un límite. Eso significa que lo importante para la mosca no es el vuelo sino el límite.
Igualmente yo tengo mis límites. No soy especialista en nada y de nada quiero convencer a nadie. Por eso digo que la objeciones están de más (o de menos). No soy un intelectual, un científico, un experto en economía, política o entomología. Simplemente escribo lo primero que me viene a la cabeza; y esa escritura, esos pensamientos (traicionados o tergiversados por el mero hecho de ser escritos) dependen de muchos y variados estímulos: de lo que he comido, bebido, fumado, del medicamento que acabo de tomar, de mi cansancio, de la estacion del año, del calor o del frío, de la música que estoy escuchando, de si la luna es creciente o menguante, de la actividad o falta de actividad de mis gatas, si duermen o saltan sobre mí o se pelean entre ellas, de lo que veo al salir al balcón (estrellas, nubes, fantasmas...), de las noticias del día, de la deriva de mis días, de ciertas llamadas telefónicas, de mis lecturas, de las horas que he dormido o que podré dormir, de las tareas pendientes, de la proximidad o lejanía de mis vacaciones..., y así hasta completar un conjunto abierto -no cerrado- de estímulos.
Algunos fragmentos de La rosa de mil pétalos, obra escrita hace muchos años en una de mís épocas más oscuras, parecen haberse adherido a mi memoria sin que sea posible olvidarlos o desprenderlos. Y aquí se retoma el asunto de las narices. Escribí en aquella ocasión: "A nadie pertenecen las palabras. Las palabras son como el aire. Están por todos sitios y nosotros las respiramos."
Segunda objeción (inventada): "no sabes lo que dices. Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945 en compañía de Eva Braum (ella mediante una cápsula de ácido prúsico y él de un tiro en la sien derecha), en el búnker bajo los jardines de la cancillería berlinesa. Otro Hitler no es posible". Puesto que no hay pruebas de que el cadáver de Hitler fuese hallado (la incineración fue una de sus últimas órdenes, quizá anticipándose a la previsible orden de los vencedores para evitar el culto al muerto), cabe la suposición de que muriera de ancianidad en un solitario páramo de la Patagonia o en un plácido monasterio del Tíbet, e incluso en alguna cámara recóndita de cualquier castillo europeo. A lo que vamos: otro Hitler sí es posible en la actualidad, aunque marcando diferencias; probablemente ya no viste uniformes militares y se habrá afeitado el bigote; puede ser un hombre o una mujer, un ente, un demonio, una abstracción, un símbolo, un proyecto. Según David Gardner, autor del libro «The Last of the Hitlers», el apellido ha sido borrado en Alemania, en Europa y en el mundo entero. Pero cuántas veces en la historia algo desaparece para ser y actuar en la sombra.
Tercera objeción (interrogante): "¿de verdad crees que pudiera haber mosquitos en un búnker?" Lo que yo creo es que los mosquitos, como las palabras, están por todas partes. Los mosquitos son armas en sí mismos, armas biológicas portadoras de cantidades infinitesimales de virus que pueden destruirnos. La gran pregunta es: ¿por qué si el veneno que portan y transmiten tiene esa capacidad tan nociva para nosotros, no los destruye primero a ellos?.
Se puede hacer. Yo he atado moscas con un hilo, o mejor: he atado hilos a las moscas para dejarlas volar a continuación y ver esos hilos volando. No soy especialista en nada, simplemente un curioso empedernido. Pero también he atado con un hilo a un especialista en moscas, Augusto Monterroso, el cual a su vez citaba a otros autores interesados en moscas. Lo que hace diferente a un mosquito de una mosca es lo mismo que separa al Hitler original de sus copias más sofisticadas. La mosca de la fotografía de Cattelan & Ferrari puede que sea un ingenio electrónico. ¿Es pronto o es tarde para saberlo?
Salvador Alís.
Como era de esperar, algunas personas han presentado objeciones a mis contranotas, no directamente por medio de comentarios en Días volando sino directamente ante mis propias narices ("ante mis propias narices" es una frase hecha, puesto que yo únicamente tengo una nariz, como todo o casi todo el mundo -nunca se sabe-, pero si utilizo esta frase hecha es por algo que vendrá después).
Una vez escuchadas las objeciones, y como planteamiento general y previo a mi respuesta, encuentro tres posibilidades: o los objetores tienen razón y yo estoy equivocado (ese yo del que habla Imre Kertész: "el yo extraño arraigado en mí, el moralista autojustificador, el mentiroso fabricante de fábulas"), o no he sabido explicarme, o los lectores que objetan no han sabido leer entre líneas.
Primera objeción (real): "la riqueza no sólo crea armas con las que defenderse, sino un sinfín de otras cosas". Nada más cierto ni más obvio. Para empezar, la riqueza crea riqueza, se crea a sí misma y, por tanto, se asemeja a un dios o, mejor aún, a una diosa creadora de todo lo que existe (incluyendo "todo lo que existe" a la propia diosa y sus atributos y poderes).
Se me dice que la riqueza crea rascacielos, universidades, trenes de alta velocidad, carreteras, energía eléctrica, solar, eólica..., hospitales, aeropuertos, películas y pantallas donde ver esas películas, móviles y automóviles, ordenadores, supermercados, alimentos, productos químicos de muy diversa aplicación, diamantes, trajes y vestidos, piscinas, hoteles, gafas de sol, muebles, ventiladores, carnavales, casinos, parques temáticos, caballos pura sangre, arte refinado y arte contestatario, medicamentos, robots, bebidas alcohólicas, cosméticos, proteínas sintéticas, clones, sueños y un largo etcétera. No puedo estar más de acuerdo: la riqueza crea todo lo que necesita riqueza para ser creado. De esa manera fija su poder y se acrecienta, domina y controla, administra la salud y la enfermedad, impone su cultura, la moda, el gusto y la opinión, contempla las calles desde una altitud considerable y siempre apuesta para ganar.
En una revista alemana me sorprende la fotografía de una mosca (también pudiera ser una abeja) atada por un fino hilo blanco a una aguja clavada sobre una superficie que parece tela de saco no muy basta. El autor, o los autores (porque a veces trabajan juntos), es Maurizio Cattelan o es Pierpaolo Ferrari o son ambos. Esa mosca (suponiendo que lo sea) vuela a un par de centímetros de altura sobre la tela de saco; y es imposible saber si con su vuelo enrrolla o desenrrolla el hilo que la sujeta a la aguja, acortando -en la primera opción- progresivamente el diámetro de la circunferencia que traza o -en la segunda opción- ampliando su radio de acción. De cualquier modo, ya sea por ampliar o por acortar, las dos posibilidades tienen un límite. Eso significa que lo importante para la mosca no es el vuelo sino el límite.
Igualmente yo tengo mis límites. No soy especialista en nada y de nada quiero convencer a nadie. Por eso digo que la objeciones están de más (o de menos). No soy un intelectual, un científico, un experto en economía, política o entomología. Simplemente escribo lo primero que me viene a la cabeza; y esa escritura, esos pensamientos (traicionados o tergiversados por el mero hecho de ser escritos) dependen de muchos y variados estímulos: de lo que he comido, bebido, fumado, del medicamento que acabo de tomar, de mi cansancio, de la estacion del año, del calor o del frío, de la música que estoy escuchando, de si la luna es creciente o menguante, de la actividad o falta de actividad de mis gatas, si duermen o saltan sobre mí o se pelean entre ellas, de lo que veo al salir al balcón (estrellas, nubes, fantasmas...), de las noticias del día, de la deriva de mis días, de ciertas llamadas telefónicas, de mis lecturas, de las horas que he dormido o que podré dormir, de las tareas pendientes, de la proximidad o lejanía de mis vacaciones..., y así hasta completar un conjunto abierto -no cerrado- de estímulos.
Algunos fragmentos de La rosa de mil pétalos, obra escrita hace muchos años en una de mís épocas más oscuras, parecen haberse adherido a mi memoria sin que sea posible olvidarlos o desprenderlos. Y aquí se retoma el asunto de las narices. Escribí en aquella ocasión: "A nadie pertenecen las palabras. Las palabras son como el aire. Están por todos sitios y nosotros las respiramos."
Segunda objeción (inventada): "no sabes lo que dices. Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945 en compañía de Eva Braum (ella mediante una cápsula de ácido prúsico y él de un tiro en la sien derecha), en el búnker bajo los jardines de la cancillería berlinesa. Otro Hitler no es posible". Puesto que no hay pruebas de que el cadáver de Hitler fuese hallado (la incineración fue una de sus últimas órdenes, quizá anticipándose a la previsible orden de los vencedores para evitar el culto al muerto), cabe la suposición de que muriera de ancianidad en un solitario páramo de la Patagonia o en un plácido monasterio del Tíbet, e incluso en alguna cámara recóndita de cualquier castillo europeo. A lo que vamos: otro Hitler sí es posible en la actualidad, aunque marcando diferencias; probablemente ya no viste uniformes militares y se habrá afeitado el bigote; puede ser un hombre o una mujer, un ente, un demonio, una abstracción, un símbolo, un proyecto. Según David Gardner, autor del libro «The Last of the Hitlers», el apellido ha sido borrado en Alemania, en Europa y en el mundo entero. Pero cuántas veces en la historia algo desaparece para ser y actuar en la sombra.
Tercera objeción (interrogante): "¿de verdad crees que pudiera haber mosquitos en un búnker?" Lo que yo creo es que los mosquitos, como las palabras, están por todas partes. Los mosquitos son armas en sí mismos, armas biológicas portadoras de cantidades infinitesimales de virus que pueden destruirnos. La gran pregunta es: ¿por qué si el veneno que portan y transmiten tiene esa capacidad tan nociva para nosotros, no los destruye primero a ellos?.
Se puede hacer. Yo he atado moscas con un hilo, o mejor: he atado hilos a las moscas para dejarlas volar a continuación y ver esos hilos volando. No soy especialista en nada, simplemente un curioso empedernido. Pero también he atado con un hilo a un especialista en moscas, Augusto Monterroso, el cual a su vez citaba a otros autores interesados en moscas. Lo que hace diferente a un mosquito de una mosca es lo mismo que separa al Hitler original de sus copias más sofisticadas. La mosca de la fotografía de Cattelan & Ferrari puede que sea un ingenio electrónico. ¿Es pronto o es tarde para saberlo?
Salvador Alís.
domingo, 3 de julio de 2016
CONTRANOTAS / 2
CONTRANOTAS / 2
Existen poderes absolutos duales, es decir: que tienen dos caras -como las monedas. En este caso concreto, el poder que reclama nuestra atención no tan sólo tiene dos caras, como las monedas, sino que también es el dueño absoluto de esas monedas, de todas ellas, de las que se guardan y de las que circulan, de las que son necesarias y de las sobrantes, e incluso ostenta el título de propiedad de la fábrica de monedas. La cara de semejante poder es la política y la cruz es la economía.
Google define "alucinación" con estas dos entradas en primer término: 1. "Percepción de una imagen, un objeto o un estímulo exterior inexistentes que son considerados como reales." 2. "Imagen, objeto o estímulo exterior que la mente percibe sin que su existencia sea real." De lo que se deduce que el mensaje destacado de Google, y que fácilmente puede llegar a cualquier persona que, como yo mismo (una entre miles de millones), introduzca la palabra en el buscador, consiste en equiparar la percepción con lo percibido. Las palabras pueden ser inocentes; su definición, no. Y tampoco es ni puede serlo su combinación. Cuando las palabras, que de manera aislada quizá fueran neutras, se convierten en una secuencia, entonces, la flecha inerte se coloca en el arco y la fina cuerda de la voz o la escritura se tensa y se prepara.
Siguiendo esta lógica, ver una democracia donde no la hay es pura alucinación. Y, como es evidente, una alucinación colectiva. Que yo vea a un mosquito o a una araña irreales es una alucinación individual, propia de mí mismo y mis circunstancias, algo en el fondo que carece de importancia (o cuya importancia tan sólo me incumbe a mí y a nadie más); que un país entero (o un conjunto de países) vea aquí una democracia es tema de otra consideración y gravedad.
Los magos o pseudo magos del siglo XXI son los economistas, los nuevos chamanes (se llamen como se llamen: inversores, financieros, grandes accionistas, jugadores de la Bolsa, promotores, patrocinadores, comisionistas, apostadores sin límite...) compran y venden virtualmente realidades que no existen, que ellos inventan, alucinaciones inducidas con el único objetivo de obtener enormes beneficios. El capital (y por tanto el capitalismo) es una cortina de humo que utiliza la magia para protegerse a sí misma y detentar su poder.
El anillo de la moneda que simboliza este poder absoluto, sujeta mediante su propia circunferencia de megalomanía y fórmulas mágicas (fórmulas que buscan, a toda costa, el progreso sin fin) el metal que le otorga razón de ser y consistencia. Por eso la moneda de dos caras, sea cuál sea su falsedad, ha sido hecha con absoluta perfección pues al girar crea una esfera perfecta, una ilusión óptica, una alucinación que encandila mientras dura. Ambas caras de la moneda, con independencia de su grabado (y en este caso, también de su gravado) son inseparables y persiguen la misma meta.
La moneda se protege a sí misma construyendo aviones y portaaviones, por ejemplo, o misiles de largo alcance, submarinos, bombas nucleares, satélites, sondas, drones, naves espaciales e incluso pirámides subterráneas donde esconder los resortes de su tránsito al más allá. Cualquier artefacto útil, poderoso, que suponga un avance en las posiciones, será tenido en cuenta. Pero ya no se trata de un genial Leonardo da Vinci desarrollando sus geniales alucinaciones, sino de un equipo humano dirigido por resoluciones informáticas que, a su vez, han sido creadas por humanos que, a su vez, han seguido los dictámenes de otras resoluciones informáticas. Los programas que copian, evalúan y superan a sus programadores tal vez nos digan algún día cuándo y cómo comenzo este proceso; el por qué y el para qué dudo mucho que sean revelados. El mismo corazón fundido de la moneda es un secreto inaccesible.
Es complicado imaginar (y acertar) lo que va a sucederle a esta Europa que se adentra en el siglo XXI como un muñeco maldecido y atravesado por mil agujas, pero me atrevo a suponer que más pronto que tarde coexistirán espacios acotados regidos por una nueva Edad Media y espacios alucinatorios donde la ficción será ciencia. En las viejas novelas de género, el dinero como tal solía desaparecer para dar paso al crédito personal según el cargo, posición o clase que se representara o a que se perteneciera. Eso ya ocurre, ya está ocurriendo, al tiempo que se van poblando otras aldeas y se generan pestes próximas a estallar.
La moneda de dos caras simboliza el poder absoluto, el control y la riqueza que para ser lo que son se vuelven excluyentes. Política y economía. La cara y la cruz de una esfera creada por un círculo que no cesa de girar. Cuando escucho a ciertos demagogos justificar la victoria electoral de su partido argumentando que casi ocho millones de españoles no pueden ser ni todos ricos ni todos corruptos, no puedo resistir la tentación de acabar con las reflexiones con que acaba Imre Kertész el libro que yo he acabado: "...la amenazadora riqueza. A cada paso se observa que la riqueza se defenderá. La abigarrada muchedumbre que empuja a mi alrededor se encargará de defenderla, pues sólo así participará de las migajas que deja caer la abundancia; la defenderán estos nómadas venidos de todos sitios cuya presencia se percibe, como las algas bajo la superficie del agua (...) Cae en mis manos una carta de Cioran a Dieter Schlezak: <<Occidente no podrá eludir el día -escribe- en que sus trabajadores extranjeros lo dominen. El futuro siempre pertenece a los esclavos e inmigrantes...>> Toda la Europa occidental se ha preparado para defenderse, con los austríacos, sus gendarmes avanzados en el este, al frente. No obstante, ni siquiera se pregunta qué defiende aparte de su dinero (¿no será la cultura occidental que hace tiempo ha dejado de existir?). Por otra parte, su forma de defenderse o, más exactamente, sus métodos, más que ofrecer una protección eficaz, perjudican a lo que queda de la democracia occidental. Los temores claustrofóbicos de la Europa occidental vuelven a parir a Adolf Hitler, vuelven a generar la paranoía de los inferiores que creen en su superioridad. Los poseedores del dinero y del poder volverán a aceptar la destrucción completa de la sociedad, con el único fin de salvar los muebles y de ponerse luego a salvo, al precio de un nuevo totalitarismo y de nuevas catástrofes sociales." (Yo, otro. Págs.: 133 y 134.)
Hace aproximadamente veinte años que Kertész escribió Yo, otro. Sus escasas 143 páginas -me niego a creerlo- no son otra de mis alucinaciones.
Salvador Alís.
Existen poderes absolutos duales, es decir: que tienen dos caras -como las monedas. En este caso concreto, el poder que reclama nuestra atención no tan sólo tiene dos caras, como las monedas, sino que también es el dueño absoluto de esas monedas, de todas ellas, de las que se guardan y de las que circulan, de las que son necesarias y de las sobrantes, e incluso ostenta el título de propiedad de la fábrica de monedas. La cara de semejante poder es la política y la cruz es la economía.
Google define "alucinación" con estas dos entradas en primer término: 1. "Percepción de una imagen, un objeto o un estímulo exterior inexistentes que son considerados como reales." 2. "Imagen, objeto o estímulo exterior que la mente percibe sin que su existencia sea real." De lo que se deduce que el mensaje destacado de Google, y que fácilmente puede llegar a cualquier persona que, como yo mismo (una entre miles de millones), introduzca la palabra en el buscador, consiste en equiparar la percepción con lo percibido. Las palabras pueden ser inocentes; su definición, no. Y tampoco es ni puede serlo su combinación. Cuando las palabras, que de manera aislada quizá fueran neutras, se convierten en una secuencia, entonces, la flecha inerte se coloca en el arco y la fina cuerda de la voz o la escritura se tensa y se prepara.
Siguiendo esta lógica, ver una democracia donde no la hay es pura alucinación. Y, como es evidente, una alucinación colectiva. Que yo vea a un mosquito o a una araña irreales es una alucinación individual, propia de mí mismo y mis circunstancias, algo en el fondo que carece de importancia (o cuya importancia tan sólo me incumbe a mí y a nadie más); que un país entero (o un conjunto de países) vea aquí una democracia es tema de otra consideración y gravedad.
Los magos o pseudo magos del siglo XXI son los economistas, los nuevos chamanes (se llamen como se llamen: inversores, financieros, grandes accionistas, jugadores de la Bolsa, promotores, patrocinadores, comisionistas, apostadores sin límite...) compran y venden virtualmente realidades que no existen, que ellos inventan, alucinaciones inducidas con el único objetivo de obtener enormes beneficios. El capital (y por tanto el capitalismo) es una cortina de humo que utiliza la magia para protegerse a sí misma y detentar su poder.
El anillo de la moneda que simboliza este poder absoluto, sujeta mediante su propia circunferencia de megalomanía y fórmulas mágicas (fórmulas que buscan, a toda costa, el progreso sin fin) el metal que le otorga razón de ser y consistencia. Por eso la moneda de dos caras, sea cuál sea su falsedad, ha sido hecha con absoluta perfección pues al girar crea una esfera perfecta, una ilusión óptica, una alucinación que encandila mientras dura. Ambas caras de la moneda, con independencia de su grabado (y en este caso, también de su gravado) son inseparables y persiguen la misma meta.
La moneda se protege a sí misma construyendo aviones y portaaviones, por ejemplo, o misiles de largo alcance, submarinos, bombas nucleares, satélites, sondas, drones, naves espaciales e incluso pirámides subterráneas donde esconder los resortes de su tránsito al más allá. Cualquier artefacto útil, poderoso, que suponga un avance en las posiciones, será tenido en cuenta. Pero ya no se trata de un genial Leonardo da Vinci desarrollando sus geniales alucinaciones, sino de un equipo humano dirigido por resoluciones informáticas que, a su vez, han sido creadas por humanos que, a su vez, han seguido los dictámenes de otras resoluciones informáticas. Los programas que copian, evalúan y superan a sus programadores tal vez nos digan algún día cuándo y cómo comenzo este proceso; el por qué y el para qué dudo mucho que sean revelados. El mismo corazón fundido de la moneda es un secreto inaccesible.
Es complicado imaginar (y acertar) lo que va a sucederle a esta Europa que se adentra en el siglo XXI como un muñeco maldecido y atravesado por mil agujas, pero me atrevo a suponer que más pronto que tarde coexistirán espacios acotados regidos por una nueva Edad Media y espacios alucinatorios donde la ficción será ciencia. En las viejas novelas de género, el dinero como tal solía desaparecer para dar paso al crédito personal según el cargo, posición o clase que se representara o a que se perteneciera. Eso ya ocurre, ya está ocurriendo, al tiempo que se van poblando otras aldeas y se generan pestes próximas a estallar.
La moneda de dos caras simboliza el poder absoluto, el control y la riqueza que para ser lo que son se vuelven excluyentes. Política y economía. La cara y la cruz de una esfera creada por un círculo que no cesa de girar. Cuando escucho a ciertos demagogos justificar la victoria electoral de su partido argumentando que casi ocho millones de españoles no pueden ser ni todos ricos ni todos corruptos, no puedo resistir la tentación de acabar con las reflexiones con que acaba Imre Kertész el libro que yo he acabado: "...la amenazadora riqueza. A cada paso se observa que la riqueza se defenderá. La abigarrada muchedumbre que empuja a mi alrededor se encargará de defenderla, pues sólo así participará de las migajas que deja caer la abundancia; la defenderán estos nómadas venidos de todos sitios cuya presencia se percibe, como las algas bajo la superficie del agua (...) Cae en mis manos una carta de Cioran a Dieter Schlezak: <<Occidente no podrá eludir el día -escribe- en que sus trabajadores extranjeros lo dominen. El futuro siempre pertenece a los esclavos e inmigrantes...>> Toda la Europa occidental se ha preparado para defenderse, con los austríacos, sus gendarmes avanzados en el este, al frente. No obstante, ni siquiera se pregunta qué defiende aparte de su dinero (¿no será la cultura occidental que hace tiempo ha dejado de existir?). Por otra parte, su forma de defenderse o, más exactamente, sus métodos, más que ofrecer una protección eficaz, perjudican a lo que queda de la democracia occidental. Los temores claustrofóbicos de la Europa occidental vuelven a parir a Adolf Hitler, vuelven a generar la paranoía de los inferiores que creen en su superioridad. Los poseedores del dinero y del poder volverán a aceptar la destrucción completa de la sociedad, con el único fin de salvar los muebles y de ponerse luego a salvo, al precio de un nuevo totalitarismo y de nuevas catástrofes sociales." (Yo, otro. Págs.: 133 y 134.)
Hace aproximadamente veinte años que Kertész escribió Yo, otro. Sus escasas 143 páginas -me niego a creerlo- no son otra de mis alucinaciones.
Salvador Alís.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)