jueves, 31 de diciembre de 2015

"Y ESTO ES TODO, AMIGOS"

     "Y ESTO ES TODO, AMIGOS"
     Última entrada de 2015 y despedida por un tiempo.

     Sin duda debe existir una ley de compensación general, un equilibrio en el universo que hace que algo aumente cuando su contrario disminuye, que una luz que se mueve en cualquier dirección genere, por el hecho de moverse, una oscuridad en la dirección contraria, que todo lo que nace lo haga a expensas de lo que muere, que uno grite porque otro calla, que el conocimiento y la ignorancia sean extremos equidistantes del mismo centro, que mientras alguien se desnuda alguien se vista y viceversa.
     Hoy le he pisado, sin querer, la pata a un enorme perro negro que se encontraba a mi espalda en una librería. En la medida en que yo me he sentido culpable, él se ha sentido agredido. Y al intentar disculparme, al avanzar mi mano para intentar una caricia, se ha echado hacia atrás y me ha ladrado.
   
     Siempre escribo en diasvolando por las noches, y siempre me digo a mí mismo que es un error publicar las entradas nada más acabarlas, que debería esperar al día siguiente, por la precaución de que los efectos de la intensidad emocional, el cansancio, el vino y las nubes deslizándose bajo la luna, hayan rebajado sus expectativas; y a pesar de todo, el error se da.
     Con tanta frecuencia despierto en mitad de un sueño y, obsesionado con la idea del error, me levanto y enciendo el ordenador y suprimo la entrada. Por supuesto, guardo en otro lugar esas entradas dudosas, inconvenientes, en una carpeta titulada NO.

     Siempre temo ofender a alguien que no merece ser ofendido, revelar algo de mí que debiera permanecer secreto, jugarme la seguridad o el prestigio, no ser entendido, ser tomado por tonto, ser calificado como racista, misógino, elitista, nihilista, falso profeta. En realidad sólo soy alguien que escribe, sin pensar, lo primero que se le viene a la cabeza, y en cuya cabeza -para mi suerte o desgracia- los pensamientos no vuelan en grupos ordenados en una migración dirigida por la necesidad y la naturaleza. Ninguna de mis ideas es un pájaro sostenido en el aire; todas son plumas de un pájaro que, siendo alcanzado por el rayo, estalla y esparce en su cielo colores sin peso y de relativa importancia.

     Por esa ley de compensación, dejaré de ser cliente del supermercado de unos Grandes Almacenes que publicita lómitos de conejo ibérico con una pegatina circular que reproduce el simpático semblante de un conejito de grandes orejas. Puede que yo sea un poco raro o especial. Pero creo y afirmo que los conejos no deben ser considerados "comida", como tampoco los gatos, las ardillas, los gorriones...
     En situaciones de emergencia, quizá todo pueda ser comido, pensado, escrito. Pero en nuestra cómoda vida cotidiana, mejor tener cuidado.

     Y sin embargo, me gusta tanto el riesgo... Estoy convencido que sin riesgo no hay premio ni satisfacción. Y por ese motivo me explico como me expreso, me arrepiento, me desdigo, acierto, rectifico. Por ese motivo el silencio o el delirio.
     Difícil resistir la tentación de incluir aquí fragmentos de la carpeta titulada NO. Al fin y al cabo, el que escribe es un exhibicionista, alguien que pisa la pata de un enorme perro negro y pide disculpas y se retira, sin miedo, para ocuparse de sus asuntos. Lo intentaré más tarde.
     
     Respecto a mi barrio: me desagrada y me gusta, como tiene que ser. No hay noche que no salga al balcón, que no eche un vistazo a la calle iluminada por débiles farolas, un vistazo al cielo cambiante. Desde hace unos días, un pequeño gato da vueltas a la manzana, puntualmente, a las cinco de la mañana lamentándose de su suerte, bajo los automóviles aparcados, doblando la esquina del colegio, deteniéndose por cualquier motivo, triste y solitario como uno, en busca de un destino que quedó en el trayecto olvidado.
     A cien metros hay una mezquita; todos los bares regentados por chinos, las peluquerías, los prostíbulos; se sienta uno en una terraza y pide un café; frente a mí pasa el mundo entero encarnado en jovencitas en diversas formas de poder y sumisión, vaqueros ceñidos, leggins, coletas, tacones, escotes, belleza global.

     Abre uno el periódico y cada página da risa. En alguna región de Australia, después de las inundaciones, hay cocodrilos por todas partes; se recomienda a la población no acercarse a menos de cinco metros de la orilla de las aguas. Unos ladrones que pretendían hacerse con la recaudación de una máquina expendedora de condones le colocan un explosivo para reventarla y, tras la explosión, uno de ellos muere alcanzado por un cortante fragmento de la máquina. Y un investigador de la isla, de nombre Joan Rallo, experto en fruticultura, ha publicado un concienzudo ensayo sobre la sexualidad de las higueras.

     Para el crimen también hay lugar. Un latino le secciona la carótida a otro con una botella rota en las escaleras de S´Aigua Dolça, al amanecer. La ofensa esgrimida: le tocó el culo a mi novia. 
     No recuerdo las veces que he subido y bajado esas escaleras, cuando viví en El Terreno. Vómitos en el verano, hojas secas en el otoño, nieve en el invierno, sangre en la primavera. Son las estaciones y la ciudad y sus acontecimientos y su deriva.

     Froto mis manos con ceniza y luego me froto la cara. Un fuego que ya no arde ni tiene vida me induce a hacerlo. Como de costumbre, la afirmación anterior se opone a una negación no menos rotunda. Aún estoy vivo, aún mi sexualidad podría ser estudiada al igual que la sexualidad de las higueras, aún el amor -cierta manifestación del amor- se me aparece en una caja de golden root.
     Que todas las japonesas son chinas es algo sabido; que, en mi escala de valores, cuente tanto Lauren Bacall como Abella Danger, una confesión.

     Cuando me asomo a los jardines y al espacio exterior más allá de la cocina, en una finca a cien metros, a través de una ventana abierta veo un árbol de navidad que, con sus luces intermitentes, se asemeja a unos pulmones humanos respirando con dificultad fuera del pecho donde estuvieran.
     Fuegos artificiales y ruidos de fiesta asustan a mis gatas que se han escondido bajo el sofá. Ojalá yo, como mis gatas... Todo lo que se escribe ya está escrito. El tesoro del bebedor se halla en el fondo de la copa, en este caso: un assyrtiko de Santorini comprado en Rodas, donde un coloso cayó al mar y nunca más fue creado.
     Dos ciervos de bronce se miran en el puerto separados por el agua. Gatos vagabundos han decidido dejar de serlo al hallar refugio en ese puerto. Un viejo pide monedas para él mismo y para los gatos. En diasvolando he dado mi vida por esa generosidad. No acepto otro mundo. Debo ser lo que se opone al ancho camino que delimita a los transeúntes. Ridículos los que emplean sus escasas monedas de libertad para comprar una seguridad a todas luces falsificada.
     
     Veinte años fabricando máscaras dan para mucho, para no creer que sea más intimidante un pañuelo negro que una corbata de seda.
     Por un tiempo, el que escribe dejará de escribir (salvo apariciones fugaces y citas de otros que también escriben). La salud importa, el bienestar, la sexualidad de las higueras y el no-pensar durante un tiempo, para darle una tregua al pensamiento. Alguna fotografía, alguna canción (la música como alimento esencial), e insistir en los estudios pendientes: la robótica, la neo-lingüística, el control social, la pornografía, etcétera.
     Si alguno de los lectores de este blog se siente defraudado, que se mire en un espejo y se pregunté por qué. Yo tengo que planchar mis ciento cincuenta camisas, embetunar algunos zapatos, cambiar de móvil, hacer un alto en el camino y ocuparme de un molesto dolor detrás de mi rodilla izquierda que me resta agilidad y no me deja andar como quisiera.

Salvador Alís. 
31 de diciembre de 2015 - 1 de enero de 2016.

     

     
      

     

No hay comentarios:

Publicar un comentario