jueves, 31 de diciembre de 2015
"Y ESTO ES TODO, AMIGOS"
"Y ESTO ES TODO, AMIGOS"
Última entrada de 2015 y despedida por un tiempo.
Sin duda debe existir una ley de compensación general, un equilibrio en el universo que hace que algo aumente cuando su contrario disminuye, que una luz que se mueve en cualquier dirección genere, por el hecho de moverse, una oscuridad en la dirección contraria, que todo lo que nace lo haga a expensas de lo que muere, que uno grite porque otro calla, que el conocimiento y la ignorancia sean extremos equidistantes del mismo centro, que mientras alguien se desnuda alguien se vista y viceversa.
Hoy le he pisado, sin querer, la pata a un enorme perro negro que se encontraba a mi espalda en una librería. En la medida en que yo me he sentido culpable, él se ha sentido agredido. Y al intentar disculparme, al avanzar mi mano para intentar una caricia, se ha echado hacia atrás y me ha ladrado.
Siempre escribo en diasvolando por las noches, y siempre me digo a mí mismo que es un error publicar las entradas nada más acabarlas, que debería esperar al día siguiente, por la precaución de que los efectos de la intensidad emocional, el cansancio, el vino y las nubes deslizándose bajo la luna, hayan rebajado sus expectativas; y a pesar de todo, el error se da.
Con tanta frecuencia despierto en mitad de un sueño y, obsesionado con la idea del error, me levanto y enciendo el ordenador y suprimo la entrada. Por supuesto, guardo en otro lugar esas entradas dudosas, inconvenientes, en una carpeta titulada NO.
Siempre temo ofender a alguien que no merece ser ofendido, revelar algo de mí que debiera permanecer secreto, jugarme la seguridad o el prestigio, no ser entendido, ser tomado por tonto, ser calificado como racista, misógino, elitista, nihilista, falso profeta. En realidad sólo soy alguien que escribe, sin pensar, lo primero que se le viene a la cabeza, y en cuya cabeza -para mi suerte o desgracia- los pensamientos no vuelan en grupos ordenados en una migración dirigida por la necesidad y la naturaleza. Ninguna de mis ideas es un pájaro sostenido en el aire; todas son plumas de un pájaro que, siendo alcanzado por el rayo, estalla y esparce en su cielo colores sin peso y de relativa importancia.
Por esa ley de compensación, dejaré de ser cliente del supermercado de unos Grandes Almacenes que publicita lómitos de conejo ibérico con una pegatina circular que reproduce el simpático semblante de un conejito de grandes orejas. Puede que yo sea un poco raro o especial. Pero creo y afirmo que los conejos no deben ser considerados "comida", como tampoco los gatos, las ardillas, los gorriones...
En situaciones de emergencia, quizá todo pueda ser comido, pensado, escrito. Pero en nuestra cómoda vida cotidiana, mejor tener cuidado.
Y sin embargo, me gusta tanto el riesgo... Estoy convencido que sin riesgo no hay premio ni satisfacción. Y por ese motivo me explico como me expreso, me arrepiento, me desdigo, acierto, rectifico. Por ese motivo el silencio o el delirio.
Difícil resistir la tentación de incluir aquí fragmentos de la carpeta titulada NO. Al fin y al cabo, el que escribe es un exhibicionista, alguien que pisa la pata de un enorme perro negro y pide disculpas y se retira, sin miedo, para ocuparse de sus asuntos. Lo intentaré más tarde.
Respecto a mi barrio: me desagrada y me gusta, como tiene que ser. No hay noche que no salga al balcón, que no eche un vistazo a la calle iluminada por débiles farolas, un vistazo al cielo cambiante. Desde hace unos días, un pequeño gato da vueltas a la manzana, puntualmente, a las cinco de la mañana lamentándose de su suerte, bajo los automóviles aparcados, doblando la esquina del colegio, deteniéndose por cualquier motivo, triste y solitario como uno, en busca de un destino que quedó en el trayecto olvidado.
A cien metros hay una mezquita; todos los bares regentados por chinos, las peluquerías, los prostíbulos; se sienta uno en una terraza y pide un café; frente a mí pasa el mundo entero encarnado en jovencitas en diversas formas de poder y sumisión, vaqueros ceñidos, leggins, coletas, tacones, escotes, belleza global.
Abre uno el periódico y cada página da risa. En alguna región de Australia, después de las inundaciones, hay cocodrilos por todas partes; se recomienda a la población no acercarse a menos de cinco metros de la orilla de las aguas. Unos ladrones que pretendían hacerse con la recaudación de una máquina expendedora de condones le colocan un explosivo para reventarla y, tras la explosión, uno de ellos muere alcanzado por un cortante fragmento de la máquina. Y un investigador de la isla, de nombre Joan Rallo, experto en fruticultura, ha publicado un concienzudo ensayo sobre la sexualidad de las higueras.
Para el crimen también hay lugar. Un latino le secciona la carótida a otro con una botella rota en las escaleras de S´Aigua Dolça, al amanecer. La ofensa esgrimida: le tocó el culo a mi novia.
No recuerdo las veces que he subido y bajado esas escaleras, cuando viví en El Terreno. Vómitos en el verano, hojas secas en el otoño, nieve en el invierno, sangre en la primavera. Son las estaciones y la ciudad y sus acontecimientos y su deriva.
Froto mis manos con ceniza y luego me froto la cara. Un fuego que ya no arde ni tiene vida me induce a hacerlo. Como de costumbre, la afirmación anterior se opone a una negación no menos rotunda. Aún estoy vivo, aún mi sexualidad podría ser estudiada al igual que la sexualidad de las higueras, aún el amor -cierta manifestación del amor- se me aparece en una caja de golden root.
Que todas las japonesas son chinas es algo sabido; que, en mi escala de valores, cuente tanto Lauren Bacall como Abella Danger, una confesión.
Cuando me asomo a los jardines y al espacio exterior más allá de la cocina, en una finca a cien metros, a través de una ventana abierta veo un árbol de navidad que, con sus luces intermitentes, se asemeja a unos pulmones humanos respirando con dificultad fuera del pecho donde estuvieran.
Fuegos artificiales y ruidos de fiesta asustan a mis gatas que se han escondido bajo el sofá. Ojalá yo, como mis gatas... Todo lo que se escribe ya está escrito. El tesoro del bebedor se halla en el fondo de la copa, en este caso: un assyrtiko de Santorini comprado en Rodas, donde un coloso cayó al mar y nunca más fue creado.
Dos ciervos de bronce se miran en el puerto separados por el agua. Gatos vagabundos han decidido dejar de serlo al hallar refugio en ese puerto. Un viejo pide monedas para él mismo y para los gatos. En diasvolando he dado mi vida por esa generosidad. No acepto otro mundo. Debo ser lo que se opone al ancho camino que delimita a los transeúntes. Ridículos los que emplean sus escasas monedas de libertad para comprar una seguridad a todas luces falsificada.
Veinte años fabricando máscaras dan para mucho, para no creer que sea más intimidante un pañuelo negro que una corbata de seda.
Por un tiempo, el que escribe dejará de escribir (salvo apariciones fugaces y citas de otros que también escriben). La salud importa, el bienestar, la sexualidad de las higueras y el no-pensar durante un tiempo, para darle una tregua al pensamiento. Alguna fotografía, alguna canción (la música como alimento esencial), e insistir en los estudios pendientes: la robótica, la neo-lingüística, el control social, la pornografía, etcétera.
Si alguno de los lectores de este blog se siente defraudado, que se mire en un espejo y se pregunté por qué. Yo tengo que planchar mis ciento cincuenta camisas, embetunar algunos zapatos, cambiar de móvil, hacer un alto en el camino y ocuparme de un molesto dolor detrás de mi rodilla izquierda que me resta agilidad y no me deja andar como quisiera.
Salvador Alís.
31 de diciembre de 2015 - 1 de enero de 2016.
Última entrada de 2015 y despedida por un tiempo.
Sin duda debe existir una ley de compensación general, un equilibrio en el universo que hace que algo aumente cuando su contrario disminuye, que una luz que se mueve en cualquier dirección genere, por el hecho de moverse, una oscuridad en la dirección contraria, que todo lo que nace lo haga a expensas de lo que muere, que uno grite porque otro calla, que el conocimiento y la ignorancia sean extremos equidistantes del mismo centro, que mientras alguien se desnuda alguien se vista y viceversa.
Hoy le he pisado, sin querer, la pata a un enorme perro negro que se encontraba a mi espalda en una librería. En la medida en que yo me he sentido culpable, él se ha sentido agredido. Y al intentar disculparme, al avanzar mi mano para intentar una caricia, se ha echado hacia atrás y me ha ladrado.
Siempre escribo en diasvolando por las noches, y siempre me digo a mí mismo que es un error publicar las entradas nada más acabarlas, que debería esperar al día siguiente, por la precaución de que los efectos de la intensidad emocional, el cansancio, el vino y las nubes deslizándose bajo la luna, hayan rebajado sus expectativas; y a pesar de todo, el error se da.
Con tanta frecuencia despierto en mitad de un sueño y, obsesionado con la idea del error, me levanto y enciendo el ordenador y suprimo la entrada. Por supuesto, guardo en otro lugar esas entradas dudosas, inconvenientes, en una carpeta titulada NO.
Siempre temo ofender a alguien que no merece ser ofendido, revelar algo de mí que debiera permanecer secreto, jugarme la seguridad o el prestigio, no ser entendido, ser tomado por tonto, ser calificado como racista, misógino, elitista, nihilista, falso profeta. En realidad sólo soy alguien que escribe, sin pensar, lo primero que se le viene a la cabeza, y en cuya cabeza -para mi suerte o desgracia- los pensamientos no vuelan en grupos ordenados en una migración dirigida por la necesidad y la naturaleza. Ninguna de mis ideas es un pájaro sostenido en el aire; todas son plumas de un pájaro que, siendo alcanzado por el rayo, estalla y esparce en su cielo colores sin peso y de relativa importancia.
Por esa ley de compensación, dejaré de ser cliente del supermercado de unos Grandes Almacenes que publicita lómitos de conejo ibérico con una pegatina circular que reproduce el simpático semblante de un conejito de grandes orejas. Puede que yo sea un poco raro o especial. Pero creo y afirmo que los conejos no deben ser considerados "comida", como tampoco los gatos, las ardillas, los gorriones...
En situaciones de emergencia, quizá todo pueda ser comido, pensado, escrito. Pero en nuestra cómoda vida cotidiana, mejor tener cuidado.
Y sin embargo, me gusta tanto el riesgo... Estoy convencido que sin riesgo no hay premio ni satisfacción. Y por ese motivo me explico como me expreso, me arrepiento, me desdigo, acierto, rectifico. Por ese motivo el silencio o el delirio.
Difícil resistir la tentación de incluir aquí fragmentos de la carpeta titulada NO. Al fin y al cabo, el que escribe es un exhibicionista, alguien que pisa la pata de un enorme perro negro y pide disculpas y se retira, sin miedo, para ocuparse de sus asuntos. Lo intentaré más tarde.
Respecto a mi barrio: me desagrada y me gusta, como tiene que ser. No hay noche que no salga al balcón, que no eche un vistazo a la calle iluminada por débiles farolas, un vistazo al cielo cambiante. Desde hace unos días, un pequeño gato da vueltas a la manzana, puntualmente, a las cinco de la mañana lamentándose de su suerte, bajo los automóviles aparcados, doblando la esquina del colegio, deteniéndose por cualquier motivo, triste y solitario como uno, en busca de un destino que quedó en el trayecto olvidado.
A cien metros hay una mezquita; todos los bares regentados por chinos, las peluquerías, los prostíbulos; se sienta uno en una terraza y pide un café; frente a mí pasa el mundo entero encarnado en jovencitas en diversas formas de poder y sumisión, vaqueros ceñidos, leggins, coletas, tacones, escotes, belleza global.
Abre uno el periódico y cada página da risa. En alguna región de Australia, después de las inundaciones, hay cocodrilos por todas partes; se recomienda a la población no acercarse a menos de cinco metros de la orilla de las aguas. Unos ladrones que pretendían hacerse con la recaudación de una máquina expendedora de condones le colocan un explosivo para reventarla y, tras la explosión, uno de ellos muere alcanzado por un cortante fragmento de la máquina. Y un investigador de la isla, de nombre Joan Rallo, experto en fruticultura, ha publicado un concienzudo ensayo sobre la sexualidad de las higueras.
Para el crimen también hay lugar. Un latino le secciona la carótida a otro con una botella rota en las escaleras de S´Aigua Dolça, al amanecer. La ofensa esgrimida: le tocó el culo a mi novia.
No recuerdo las veces que he subido y bajado esas escaleras, cuando viví en El Terreno. Vómitos en el verano, hojas secas en el otoño, nieve en el invierno, sangre en la primavera. Son las estaciones y la ciudad y sus acontecimientos y su deriva.
Froto mis manos con ceniza y luego me froto la cara. Un fuego que ya no arde ni tiene vida me induce a hacerlo. Como de costumbre, la afirmación anterior se opone a una negación no menos rotunda. Aún estoy vivo, aún mi sexualidad podría ser estudiada al igual que la sexualidad de las higueras, aún el amor -cierta manifestación del amor- se me aparece en una caja de golden root.
Que todas las japonesas son chinas es algo sabido; que, en mi escala de valores, cuente tanto Lauren Bacall como Abella Danger, una confesión.
Cuando me asomo a los jardines y al espacio exterior más allá de la cocina, en una finca a cien metros, a través de una ventana abierta veo un árbol de navidad que, con sus luces intermitentes, se asemeja a unos pulmones humanos respirando con dificultad fuera del pecho donde estuvieran.
Fuegos artificiales y ruidos de fiesta asustan a mis gatas que se han escondido bajo el sofá. Ojalá yo, como mis gatas... Todo lo que se escribe ya está escrito. El tesoro del bebedor se halla en el fondo de la copa, en este caso: un assyrtiko de Santorini comprado en Rodas, donde un coloso cayó al mar y nunca más fue creado.
Dos ciervos de bronce se miran en el puerto separados por el agua. Gatos vagabundos han decidido dejar de serlo al hallar refugio en ese puerto. Un viejo pide monedas para él mismo y para los gatos. En diasvolando he dado mi vida por esa generosidad. No acepto otro mundo. Debo ser lo que se opone al ancho camino que delimita a los transeúntes. Ridículos los que emplean sus escasas monedas de libertad para comprar una seguridad a todas luces falsificada.
Veinte años fabricando máscaras dan para mucho, para no creer que sea más intimidante un pañuelo negro que una corbata de seda.
Por un tiempo, el que escribe dejará de escribir (salvo apariciones fugaces y citas de otros que también escriben). La salud importa, el bienestar, la sexualidad de las higueras y el no-pensar durante un tiempo, para darle una tregua al pensamiento. Alguna fotografía, alguna canción (la música como alimento esencial), e insistir en los estudios pendientes: la robótica, la neo-lingüística, el control social, la pornografía, etcétera.
Si alguno de los lectores de este blog se siente defraudado, que se mire en un espejo y se pregunté por qué. Yo tengo que planchar mis ciento cincuenta camisas, embetunar algunos zapatos, cambiar de móvil, hacer un alto en el camino y ocuparme de un molesto dolor detrás de mi rodilla izquierda que me resta agilidad y no me deja andar como quisiera.
Salvador Alís.
31 de diciembre de 2015 - 1 de enero de 2016.
martes, 29 de diciembre de 2015
CARNAVAL
CARNAVAL
Es tan cálido este final de año... Se diría que estamos en carnaval...
La muerte, con su vestido de muerte y su antifaz,
baila con la vida, con su vestido de vida y su antifaz...
Se besan apasionadamente y no pasa nada...
La música sigue sonando... Y el tiempo parece haberse detenido.
Salvador Alís.
Es tan cálido este final de año... Se diría que estamos en carnaval...
La muerte, con su vestido de muerte y su antifaz,
baila con la vida, con su vestido de vida y su antifaz...
Se besan apasionadamente y no pasa nada...
La música sigue sonando... Y el tiempo parece haberse detenido.
Salvador Alís.
CAJAS
CAJAS
En algún momento, y no debo tardar mucho, he de construir
(con mis propias manos) varias cajas que resulten sólidas y manejables a la vez...
Esas cajas servirían para contener mis palabras, imágenes y colecciones...
La primera (identificada con la letra "E") guardará un libro editado
y otros impresos por mí mismo, notas manuscritas,
cartas, cuadernos de notas, artículos publicados, poemas de juventud...
Lo que se encuentre en diasvolando no será necesario guardarlo,
pues se halla al alcance de cualquiera...
La segunda (identificada con la letra "I") no podrá almacenar
mis cuadros de cierto tamaño, pero sí los cartones, bocetos, álbumes,
collages, grabados, dibujos, pinturas sobre papel,
e incluso fotografías no digitales...
La tercera (identificada con la letra "C") protegerá a mis queridos gatos
en miniatura, mis pequeñas máscaras, mis sellos de correo
y todo un sinfín de humildes objetos rescatados del olvido y la destrucción
por el inexorable paso del tiempo...
Una cuarta caja (desechada por irrealizable) contendría mis libros...,
al menos los favoritos, los señalados por una especial significación...,
pero sin duda esa caja sería enorme y de un peso insoportable...
Y quizás una quinta caja (si fuera posible) para mis camisas y disfraces...
Dependiendo del instante concreto de mi desaparición,
algunas de esas cajas, las que consiga fabricar, llenar y cerrar
-incluso bajo sello de lacre- compondrían la parte esencial de mi herencia...
En el caso de que tal herencia fuera recibida y aceptada, una petición:
Conserva, regala, vende o prende fuego, pero que nada acabe
en el vertedero, mezclado con otros residuos semejantes...
Ya un autorretrato mío (con estrellas blancas sobre fondo azul...
o a la inversa), por circunstancias complejas, terminó hace años
entre la basura... Yo mismo podría acabar en ese paraje,
buscando como un loco mi viejo autorretrato. Pero no quiero imaginar
que mis gatitos de Lisboa o de Madeira, que una sola página
donde he dibujado un simple corazón o una simple calavera,
que un solo poema de mis noches (dictado por dios o por el diablo),
se oxidan o se pudren sin una mirada que los redima...
Aunque pensándolo bien, esta herencia sería sin duda gravosa...
Mejor entonces reducirlo todo a una pequeña caja de joyas,
contradicciones, dudas y paradojas...
Y sobre todo, como última instrucción
(si las anteriores no pudiesen ser cumplidas),
expresar mi fehaciente deseo de no acabar yo mismo -mi cuerpo-
en una caja... En las cajas "E", "I" y "C" indudablemente estará mi alma...
Pero yo ¿dónde estaré...?
Vuelvo a pensar en mi hija, que tal vez tenga que abrir las cajas...;
y en mi madre, que antes de morir quemó todas sus intimidades...;
y en mi padre, que no me dejó nada salvo su imagen, tan poderosa
como inolvidable...
El tema que aquí tratamos no es nuevo, es el mismo de siempre:
¿ser enterrado bajo una pirámide o sumergirse en el fondo del mar...?
¿Que algún día alguien rescate tu máscara de oro
o al destripar un tiburón aparezca, de repente,
el anillo que nunca ciñó tu dedo...?
En el supuesto de que las cajas lleguen a existir y tu heredera las abra,
no olvidar que, bajo las tapas, el primer envoltorio se llamará ternura,
el segundo sonrisa verdadera y el tercero te quiero...
Todo lo anterior es fruto de la noche y nace en la noche, sí,
pero ¿cómo redactar mis deseos y configurarlos como texto legal
ante notario...?
También puede ocurrir que tarde en construir las cajas...,
que no las haga nunca..., o que una vez hechas contrate
una agencia de transporte y me las envie a mí mismo en el pasado...
La vida diurna y la nocturna no sólo no se parecen sino que suelen
entrar en conflicto.
Salvador Alís.
En algún momento, y no debo tardar mucho, he de construir
(con mis propias manos) varias cajas que resulten sólidas y manejables a la vez...
Esas cajas servirían para contener mis palabras, imágenes y colecciones...
La primera (identificada con la letra "E") guardará un libro editado
y otros impresos por mí mismo, notas manuscritas,
cartas, cuadernos de notas, artículos publicados, poemas de juventud...
Lo que se encuentre en diasvolando no será necesario guardarlo,
pues se halla al alcance de cualquiera...
La segunda (identificada con la letra "I") no podrá almacenar
mis cuadros de cierto tamaño, pero sí los cartones, bocetos, álbumes,
collages, grabados, dibujos, pinturas sobre papel,
e incluso fotografías no digitales...
La tercera (identificada con la letra "C") protegerá a mis queridos gatos
en miniatura, mis pequeñas máscaras, mis sellos de correo
y todo un sinfín de humildes objetos rescatados del olvido y la destrucción
por el inexorable paso del tiempo...
Una cuarta caja (desechada por irrealizable) contendría mis libros...,
al menos los favoritos, los señalados por una especial significación...,
pero sin duda esa caja sería enorme y de un peso insoportable...
Y quizás una quinta caja (si fuera posible) para mis camisas y disfraces...
Dependiendo del instante concreto de mi desaparición,
algunas de esas cajas, las que consiga fabricar, llenar y cerrar
-incluso bajo sello de lacre- compondrían la parte esencial de mi herencia...
En el caso de que tal herencia fuera recibida y aceptada, una petición:
Conserva, regala, vende o prende fuego, pero que nada acabe
en el vertedero, mezclado con otros residuos semejantes...
Ya un autorretrato mío (con estrellas blancas sobre fondo azul...
o a la inversa), por circunstancias complejas, terminó hace años
entre la basura... Yo mismo podría acabar en ese paraje,
buscando como un loco mi viejo autorretrato. Pero no quiero imaginar
que mis gatitos de Lisboa o de Madeira, que una sola página
donde he dibujado un simple corazón o una simple calavera,
que un solo poema de mis noches (dictado por dios o por el diablo),
se oxidan o se pudren sin una mirada que los redima...
Aunque pensándolo bien, esta herencia sería sin duda gravosa...
Mejor entonces reducirlo todo a una pequeña caja de joyas,
contradicciones, dudas y paradojas...
Y sobre todo, como última instrucción
(si las anteriores no pudiesen ser cumplidas),
expresar mi fehaciente deseo de no acabar yo mismo -mi cuerpo-
en una caja... En las cajas "E", "I" y "C" indudablemente estará mi alma...
Pero yo ¿dónde estaré...?
Vuelvo a pensar en mi hija, que tal vez tenga que abrir las cajas...;
y en mi madre, que antes de morir quemó todas sus intimidades...;
y en mi padre, que no me dejó nada salvo su imagen, tan poderosa
como inolvidable...
El tema que aquí tratamos no es nuevo, es el mismo de siempre:
¿ser enterrado bajo una pirámide o sumergirse en el fondo del mar...?
¿Que algún día alguien rescate tu máscara de oro
o al destripar un tiburón aparezca, de repente,
el anillo que nunca ciñó tu dedo...?
En el supuesto de que las cajas lleguen a existir y tu heredera las abra,
no olvidar que, bajo las tapas, el primer envoltorio se llamará ternura,
el segundo sonrisa verdadera y el tercero te quiero...
Todo lo anterior es fruto de la noche y nace en la noche, sí,
pero ¿cómo redactar mis deseos y configurarlos como texto legal
ante notario...?
También puede ocurrir que tarde en construir las cajas...,
que no las haga nunca..., o que una vez hechas contrate
una agencia de transporte y me las envie a mí mismo en el pasado...
La vida diurna y la nocturna no sólo no se parecen sino que suelen
entrar en conflicto.
Salvador Alís.
domingo, 27 de diciembre de 2015
SOBRE EL SUICIDIO / EN RECUERDO DE JEAN CHARLES
I
En el año 2010 pasamos dos semanas de vacaciones en Isla de la Reunión. El destino nos fue sugerido por algún familiar francés de mi mujer. Y contábamos, además, con el aliciente de que allí vivía un primo segundo o tercero, Jean Charles, con el que se mantenía cierta relación.
Establecimos contacto y quedamos en hacerle una visita nada más llegar, o quizá fuera él quien nos invitara. Lo cierto es que la primera tarde en la isla, con un coche de alquiler, luego de dar vueltas y vueltas por un laberinto de carreteras secundarias y caminos tropicales, llegamos a su casa y nos recibió en compañía de su familia: una esposa y dos hijas -una preadolescente y otra niña- que en mi memoria aparecen como muy simpáticas y muy bellas. Un poco antes o un poco después se nos unió otra pareja de amigos suyos.
Cenamos los ocho alrededor de una gran mesa de madera junto a la piscina, en un jardín lleno de flores y palmeras y hasta un pequeño refugio construido sobre un árbol. En ese jardín se movían, cada uno según su velocidad natural, un perro viejo y enfermo, una tortuga gigante y un gato de ojos singulares. Resultó una cena informal pero cálida, donde no faltaron ni el vino ni las risas, la buena conversación (entre todos ellos) y las expresiones confusas (cuando yo intentaba expresarme en francés), o las interpretaciones igualmente confusas (por mi parte) respecto al sentido de lo que se decía, mas disculpadas y entendidas en lo esencial.
Luego de ese intercambio de noticias de vidas y lugares, de ese compartir y respirar, nos prepararon una habitación y dormimos en aquella casa. Yo les había llevado, como regalo, una simple botella de vino, y ellos nos dieron tanto.
Pero el vino era un Summa Varietalis, en cuya etiqueta negra hay una cruz naranja entre paréntesis.
Al día siguiente hice algunas fotos de la casa, el jardín, la piscina, el gato singular, la tortuga gigante, el perro viejo y las máscaras en las paredes. El primo segundo o tercero de mi mujer había desaparecido, no quedaba nadie, los adultos a su trabajo y las niñas a la escuela. Alguien, no obstante, había previsto nuestro desayuno, alguien había escrito o dibujado instrucciones para llegar a nuestro bungalow de alquiler.
Mi maleta, perdida por Air France, llego algo más tarde. Isla de la Reunión nos pareció, a mi mujer y a mí, uno de los lugares más fascinantes que hemos conocido. Pero no es momento ahora para demorarse en explicaciones (aunque no renuncio a intentarlo algún día).
En la última o penúltima noche de las vacaciones volvimos a encontrarnos con Jean Charles, Marie Cecile, Marine y Romane. Nos invitaron a cenar en un restaurante frente a la playa. Las niñas eran tan alegres; el clima tan benigno. Jean Charles no cesaba de contar anécdotas para ilustrarnos sobre la vida en la isla, como aquella inolvidable cuando la lava del volcán, al descender por la pendiente de la montaña y adentrarse en el agua, hacía hervir el mar y las langostas, cocidas, surgían por todas partes, siendo elevadas hasta la superficie donde él y sus amigos, sobre pequeñas barcas, las recogían para darse un festín.
II
Pues bien, cinco años después de todo aquello, mi mujer me dice que Jean Charles se ha suicidado. El 23 de diciembre, al parecer, Marie Cecile publicó en Facebook un mensaje preocupante, una petición de ayuda. Pero el 24 ya se publicó la esquela. Y el 25 fue incinerado.
Jean Charles no debía tener aún 50 años; y hasta donde sabemos, la situación económica de la familia no era mala; la pareja -cinco años atrás- trasmitía comprensión y felicidad; y las dos hijas eran dos soles, dos razones para vivir. Resulta difícil entender esta muerte.
Ningún aviso previo, ninguna nota, explicación o justificación. Todo por sorpresa -a la espera de otros datos. Sus amigos, por medio de la cuenta de Facebook, expresan asombro, incredulidad.
Hablando con mi mujer del acontecimiento, intentamos descifrar los motivos. Ambos sabemos de lo que hablamos. Pero no llegamos a ninguna conclusión.
Yo sostengo que, detrás de toda causa posible, hay una enfermedad mental. Que ningún golpe es suficiente; que casi todo ser humano sufre a lo largo de su vida dolores insoportables que, sin embargo, se aprenden a soportar; que si una bancarrota, una infidelidad, una enfermedad terminal, la pérdida de alguien muy querido, una guerra, una gran humillación, un miedo o pánico sin medida, o un fracaso en toda regla fueran motivos para suicidarse, entonces, la humanidad entera se hubiera extinguido.
Otra posibilidad podría ser el asesinato disfrazado de suicidio, pero lo descartamos por literario. "Lo incineraron al día siguiente -dice mi mujer aplicando su sentido común-; si algún detalle fuera sospechoso hubieran ordenado una autopsia."
III
La gran pregunta es: ¿por qué nadie supo nada hasta el instante fatal de la realidad impuesta, hasta el desenlace de una historia y una razón ocultas?
Para eludir el suicidio, a veces nos volvemos alcohólicos, nos envenenamos las venas, cantamos o declamamos sobre escenarios inestables, nos entregamos a la violencia, pintamos cuadros, escribimos poemas.
Algún filósofo suicida (y por tanto alguien que se enfrentaba con uñas y dientes, con ideas y palabras, al suicidio) dijo en alguna ocasión que con la mitad de la mitad de la mitad de la energía necesaria para matarse se podría dar comienzo a otra vida, nacer de nuevo.
Jamás olvidar el primer fragmento de Albert Camus sobre Lo absurdo y el Suicidio: "No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía."
IV
Por respeto a su imagen no le hice ninguna fotografía a Jean Charles, tampoco a Marie Cecile. A las niñas sí, pero no las publicaré. A ellas, mi mujer y yo les enviamos un beso dentro de un sobre de papel imaginario hecho de ternura y reconocimiento.
Sin embargo, y como teoría inexplicable, desconcierto y homenaje, quiero incluir aquí la fotografía de un cuadrito enmarcado que hallamos en aquella hospitalaria casa de Isla de la Reunión, donde la familia casi al completo (para mí faltan el gato y la tortuga) nos dieron la bienvenida.
V
He vuelto a caer en lo mismo: tentar, tratar, imaginar y hacerme preguntas que no tienen respuesta.
Pero tengo algunas certezas: creo que jamás me suicidaría si eso implicara hacer daño a las personas que quiero. Ninguna verdad puede afirmarse como verdad absoluta. Ya he pasado por ello.
En el recuerdo de aquellas maravillosas dos semanas de vacaciones, Jean Charles es rubio, tiene poco más de cuarenta años, ojos azules, barba de pocos días, está enamorado de Marie Cecile y de Marine y de Romane; protege a su tortuga, a su gato y a su perro; construye una casita en un árbol; y en sus días libres limpia la piscina y corta alguna flor que las niñas, después, dibujan con ceras rojas, verdes y amarillas.
Incomprensible el suicidio, y a la vez rodeado de argumentos.
VI
Mientras uno sea capaz de dibujar una línea recta o mejor una curva, mientras sea capaz de poner un color junto a esa línea, escribir una frase provocativa o brillante, con independencia de su sentido, el suicidio puede mantenerse a raya. Lo afirmo hoy, mientras permanece el sentimiento. Pero cierro los ojos, me vuelvo contra la pared o me enfrento cara a cara con todos los suicidas consumados.
Quien decide acabar con su vida abre la única puerta que le permite, cuando se está asfixiando, respirar.
Seguro que hay un lugar donde Jean Charles seguirá cuidando de su perro viejo, dará a su tortuga una hoja de lechuga fresca, un estimulante masaje a su gato y seguirá abrazando a sus amadas nujercitas.
Todo debe tener un final feliz
En el año 2010 pasamos dos semanas de vacaciones en Isla de la Reunión. El destino nos fue sugerido por algún familiar francés de mi mujer. Y contábamos, además, con el aliciente de que allí vivía un primo segundo o tercero, Jean Charles, con el que se mantenía cierta relación.
Establecimos contacto y quedamos en hacerle una visita nada más llegar, o quizá fuera él quien nos invitara. Lo cierto es que la primera tarde en la isla, con un coche de alquiler, luego de dar vueltas y vueltas por un laberinto de carreteras secundarias y caminos tropicales, llegamos a su casa y nos recibió en compañía de su familia: una esposa y dos hijas -una preadolescente y otra niña- que en mi memoria aparecen como muy simpáticas y muy bellas. Un poco antes o un poco después se nos unió otra pareja de amigos suyos.
Cenamos los ocho alrededor de una gran mesa de madera junto a la piscina, en un jardín lleno de flores y palmeras y hasta un pequeño refugio construido sobre un árbol. En ese jardín se movían, cada uno según su velocidad natural, un perro viejo y enfermo, una tortuga gigante y un gato de ojos singulares. Resultó una cena informal pero cálida, donde no faltaron ni el vino ni las risas, la buena conversación (entre todos ellos) y las expresiones confusas (cuando yo intentaba expresarme en francés), o las interpretaciones igualmente confusas (por mi parte) respecto al sentido de lo que se decía, mas disculpadas y entendidas en lo esencial.
Luego de ese intercambio de noticias de vidas y lugares, de ese compartir y respirar, nos prepararon una habitación y dormimos en aquella casa. Yo les había llevado, como regalo, una simple botella de vino, y ellos nos dieron tanto.
Pero el vino era un Summa Varietalis, en cuya etiqueta negra hay una cruz naranja entre paréntesis.
Al día siguiente hice algunas fotos de la casa, el jardín, la piscina, el gato singular, la tortuga gigante, el perro viejo y las máscaras en las paredes. El primo segundo o tercero de mi mujer había desaparecido, no quedaba nadie, los adultos a su trabajo y las niñas a la escuela. Alguien, no obstante, había previsto nuestro desayuno, alguien había escrito o dibujado instrucciones para llegar a nuestro bungalow de alquiler.
Mi maleta, perdida por Air France, llego algo más tarde. Isla de la Reunión nos pareció, a mi mujer y a mí, uno de los lugares más fascinantes que hemos conocido. Pero no es momento ahora para demorarse en explicaciones (aunque no renuncio a intentarlo algún día).
En la última o penúltima noche de las vacaciones volvimos a encontrarnos con Jean Charles, Marie Cecile, Marine y Romane. Nos invitaron a cenar en un restaurante frente a la playa. Las niñas eran tan alegres; el clima tan benigno. Jean Charles no cesaba de contar anécdotas para ilustrarnos sobre la vida en la isla, como aquella inolvidable cuando la lava del volcán, al descender por la pendiente de la montaña y adentrarse en el agua, hacía hervir el mar y las langostas, cocidas, surgían por todas partes, siendo elevadas hasta la superficie donde él y sus amigos, sobre pequeñas barcas, las recogían para darse un festín.
II
Pues bien, cinco años después de todo aquello, mi mujer me dice que Jean Charles se ha suicidado. El 23 de diciembre, al parecer, Marie Cecile publicó en Facebook un mensaje preocupante, una petición de ayuda. Pero el 24 ya se publicó la esquela. Y el 25 fue incinerado.
Jean Charles no debía tener aún 50 años; y hasta donde sabemos, la situación económica de la familia no era mala; la pareja -cinco años atrás- trasmitía comprensión y felicidad; y las dos hijas eran dos soles, dos razones para vivir. Resulta difícil entender esta muerte.
Ningún aviso previo, ninguna nota, explicación o justificación. Todo por sorpresa -a la espera de otros datos. Sus amigos, por medio de la cuenta de Facebook, expresan asombro, incredulidad.
Hablando con mi mujer del acontecimiento, intentamos descifrar los motivos. Ambos sabemos de lo que hablamos. Pero no llegamos a ninguna conclusión.
Yo sostengo que, detrás de toda causa posible, hay una enfermedad mental. Que ningún golpe es suficiente; que casi todo ser humano sufre a lo largo de su vida dolores insoportables que, sin embargo, se aprenden a soportar; que si una bancarrota, una infidelidad, una enfermedad terminal, la pérdida de alguien muy querido, una guerra, una gran humillación, un miedo o pánico sin medida, o un fracaso en toda regla fueran motivos para suicidarse, entonces, la humanidad entera se hubiera extinguido.
Otra posibilidad podría ser el asesinato disfrazado de suicidio, pero lo descartamos por literario. "Lo incineraron al día siguiente -dice mi mujer aplicando su sentido común-; si algún detalle fuera sospechoso hubieran ordenado una autopsia."
III
La gran pregunta es: ¿por qué nadie supo nada hasta el instante fatal de la realidad impuesta, hasta el desenlace de una historia y una razón ocultas?
Para eludir el suicidio, a veces nos volvemos alcohólicos, nos envenenamos las venas, cantamos o declamamos sobre escenarios inestables, nos entregamos a la violencia, pintamos cuadros, escribimos poemas.
Algún filósofo suicida (y por tanto alguien que se enfrentaba con uñas y dientes, con ideas y palabras, al suicidio) dijo en alguna ocasión que con la mitad de la mitad de la mitad de la energía necesaria para matarse se podría dar comienzo a otra vida, nacer de nuevo.
Jamás olvidar el primer fragmento de Albert Camus sobre Lo absurdo y el Suicidio: "No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía."
IV
Por respeto a su imagen no le hice ninguna fotografía a Jean Charles, tampoco a Marie Cecile. A las niñas sí, pero no las publicaré. A ellas, mi mujer y yo les enviamos un beso dentro de un sobre de papel imaginario hecho de ternura y reconocimiento.
Sin embargo, y como teoría inexplicable, desconcierto y homenaje, quiero incluir aquí la fotografía de un cuadrito enmarcado que hallamos en aquella hospitalaria casa de Isla de la Reunión, donde la familia casi al completo (para mí faltan el gato y la tortuga) nos dieron la bienvenida.
V
He vuelto a caer en lo mismo: tentar, tratar, imaginar y hacerme preguntas que no tienen respuesta.
Pero tengo algunas certezas: creo que jamás me suicidaría si eso implicara hacer daño a las personas que quiero. Ninguna verdad puede afirmarse como verdad absoluta. Ya he pasado por ello.
En el recuerdo de aquellas maravillosas dos semanas de vacaciones, Jean Charles es rubio, tiene poco más de cuarenta años, ojos azules, barba de pocos días, está enamorado de Marie Cecile y de Marine y de Romane; protege a su tortuga, a su gato y a su perro; construye una casita en un árbol; y en sus días libres limpia la piscina y corta alguna flor que las niñas, después, dibujan con ceras rojas, verdes y amarillas.
Incomprensible el suicidio, y a la vez rodeado de argumentos.
VI
Mientras uno sea capaz de dibujar una línea recta o mejor una curva, mientras sea capaz de poner un color junto a esa línea, escribir una frase provocativa o brillante, con independencia de su sentido, el suicidio puede mantenerse a raya. Lo afirmo hoy, mientras permanece el sentimiento. Pero cierro los ojos, me vuelvo contra la pared o me enfrento cara a cara con todos los suicidas consumados.
Quien decide acabar con su vida abre la única puerta que le permite, cuando se está asfixiando, respirar.
Seguro que hay un lugar donde Jean Charles seguirá cuidando de su perro viejo, dará a su tortuga una hoja de lechuga fresca, un estimulante masaje a su gato y seguirá abrazando a sus amadas nujercitas.
Todo debe tener un final feliz
jueves, 24 de diciembre de 2015
EL CORAZÓN
EL CORAZÓN
Los que hieren mi corazón no son desconocidos..., pero se confunden
con inocentes angelitos y, entonces, uno no sabe bien a qué atenerse...
A veces las flechas son simples plumillas antiguas...,
como aquellas que se mojaban en los tinteros
para caligrafiar las añoradas letras góticas de las lentas cartas del amor...
Esas flechas le dicen a tu corazón que corrijas más
y que escribas menos..., pero el consejo y la advertencia causan dolor...
Me gustaría pensar que mi corazón es una manzana verde o amarilla...,
fruta de los desafíos...; me gustaría pensar que -más que apoyarse
en mi cabeza- sustituye a mi cabeza...
En ese corazón caben árboles enteros...; de sus finas ramas
se forman las flechas que tan ligeras vuelven a su origen...
El dolor que vuela no suele ser más que leve y repentina punzada...,
pronto se calma... Los arqueros -en el fondo- son arqueros bondadosos...,
inocentes angelitos de mejillas rosadas, divertidos duendes
jugando a ser duendes...,
pequeños pájaros ladrones sin conciencia de la miga de pan,
de la gota de agua.., arqueros de la lluvia y de la pluma incolora...
Decirle a mi corazón que resista esos envites..., que cada rayo
fulminante lleva consigo cintas escritas con agilidad y sosiego...
Mi corazón como una jaula que encerrase en sí a su propio corazón...
Mi corazón reducido y acelerado como corazón de gato y de flor
que se abre en la mañana y se cierra con la tarde...
A veces las flechas las lleva atrás uno mismo sobre la cuerda tensada...,
a veces la diana es el arco, el arco es la tensión...;
y la mano se abre y deja ir a la flecha al encuentro de la flecha...,
letra capital sobre letra capital... Y el resultado es incierto...
Los que hieren mi corazón no son desconocidos..., pero se confunden
con grotescos actores representando una comedia cuyos latidos
son risas y aplausos a destiempo...; sin olvidar que, en ocasiones, esas risas
-merecidas o no-, esos aplausos -merecidos o no-,
son responsabilidad del director de la obra y fueron pactados...
Si tan sólo pudiera hablarle a mi corazón como a una cereza...,
admirar su cálida madurez, su dulzor sin par, su perfecta forma esférica...;
si pudiera decirle que -bajo su frágil y vieja piel-
laten otros corazones que me son tan queridos...
Cuando la flecha definitiva, cuando el agudo pico del pájaro
se hunda en mi corazón..., pensar que el momento ha llegado,
que la sakura que floreció en la primavera
ya no puede mejorar...,
que el verano está en su apogeo y que el fruto está en sazón...
Salvador Alís.
Los que hieren mi corazón no son desconocidos..., pero se confunden
con inocentes angelitos y, entonces, uno no sabe bien a qué atenerse...
A veces las flechas son simples plumillas antiguas...,
como aquellas que se mojaban en los tinteros
para caligrafiar las añoradas letras góticas de las lentas cartas del amor...
Esas flechas le dicen a tu corazón que corrijas más
y que escribas menos..., pero el consejo y la advertencia causan dolor...
Me gustaría pensar que mi corazón es una manzana verde o amarilla...,
fruta de los desafíos...; me gustaría pensar que -más que apoyarse
en mi cabeza- sustituye a mi cabeza...
En ese corazón caben árboles enteros...; de sus finas ramas
se forman las flechas que tan ligeras vuelven a su origen...
El dolor que vuela no suele ser más que leve y repentina punzada...,
pronto se calma... Los arqueros -en el fondo- son arqueros bondadosos...,
inocentes angelitos de mejillas rosadas, divertidos duendes
jugando a ser duendes...,
pequeños pájaros ladrones sin conciencia de la miga de pan,
de la gota de agua.., arqueros de la lluvia y de la pluma incolora...
Decirle a mi corazón que resista esos envites..., que cada rayo
fulminante lleva consigo cintas escritas con agilidad y sosiego...
Mi corazón como una jaula que encerrase en sí a su propio corazón...
Mi corazón reducido y acelerado como corazón de gato y de flor
que se abre en la mañana y se cierra con la tarde...
A veces las flechas las lleva atrás uno mismo sobre la cuerda tensada...,
a veces la diana es el arco, el arco es la tensión...;
y la mano se abre y deja ir a la flecha al encuentro de la flecha...,
letra capital sobre letra capital... Y el resultado es incierto...
Los que hieren mi corazón no son desconocidos..., pero se confunden
con grotescos actores representando una comedia cuyos latidos
son risas y aplausos a destiempo...; sin olvidar que, en ocasiones, esas risas
-merecidas o no-, esos aplausos -merecidos o no-,
son responsabilidad del director de la obra y fueron pactados...
Si tan sólo pudiera hablarle a mi corazón como a una cereza...,
admirar su cálida madurez, su dulzor sin par, su perfecta forma esférica...;
si pudiera decirle que -bajo su frágil y vieja piel-
laten otros corazones que me son tan queridos...
Cuando la flecha definitiva, cuando el agudo pico del pájaro
se hunda en mi corazón..., pensar que el momento ha llegado,
que la sakura que floreció en la primavera
ya no puede mejorar...,
que el verano está en su apogeo y que el fruto está en sazón...
Salvador Alís.
miércoles, 23 de diciembre de 2015
LA CARA
LA CARA
Mi cara está siendo atacada por algo que desconozco...
Tal vez sea la muerte o una enfermedad extraña... El calor la altera,
el hielo, el agua... Y de nada sirven cremas ni cosméticos...
Las hojas de afeitar la ponen siempre frenética... Tal vez sea la venganza
de mi pasado o de mi futuro, de una culpa no resuelta y guardada
-creyéndola a buen recaudo- entre las sábanas...
Venganza de la noche o del espejo...,
venganza de los placeres disfrutados..., de los paseos contra el tiempo...
Mi cara no soy yo pero se me parece... En ella estoy sin estar
y en ella veo lo que no quiero ver...
Mi cara que se rompe en mil pedazos como frágil máscara...,
que aulla sin aullar como animal sin esperanza... Ha llegado a su fin
una piel hecha de caricias y de talco... Aquella suavidad
y esta rareza... Y de nada sirven las pinturas ni las fotografías
a contraluz..., de nada el dormir, ni el zumo de naranja ni la sal...
Al despertar se abren las grietas y se dibujan a sí mismas
con un atropello que reduce toda posible defensa...
Un alfabeto de otra época..., herencia merecida..., tierra seca
que bajo el sol de esta vida se agota y se fragmenta...
Una cara que se llena sin querer de puntos suspensivos...
Vivir con esta cara, como si no fuera posible vivir con otra...
La enfermedad de mi cara es una mentira
que aún no ha aprendido a mentir con su verdad...
Salvador Alís.
Mi cara está siendo atacada por algo que desconozco...
Tal vez sea la muerte o una enfermedad extraña... El calor la altera,
el hielo, el agua... Y de nada sirven cremas ni cosméticos...
Las hojas de afeitar la ponen siempre frenética... Tal vez sea la venganza
de mi pasado o de mi futuro, de una culpa no resuelta y guardada
-creyéndola a buen recaudo- entre las sábanas...
Venganza de la noche o del espejo...,
venganza de los placeres disfrutados..., de los paseos contra el tiempo...
Mi cara no soy yo pero se me parece... En ella estoy sin estar
y en ella veo lo que no quiero ver...
Mi cara que se rompe en mil pedazos como frágil máscara...,
que aulla sin aullar como animal sin esperanza... Ha llegado a su fin
una piel hecha de caricias y de talco... Aquella suavidad
y esta rareza... Y de nada sirven las pinturas ni las fotografías
a contraluz..., de nada el dormir, ni el zumo de naranja ni la sal...
Al despertar se abren las grietas y se dibujan a sí mismas
con un atropello que reduce toda posible defensa...
Un alfabeto de otra época..., herencia merecida..., tierra seca
que bajo el sol de esta vida se agota y se fragmenta...
Una cara que se llena sin querer de puntos suspensivos...
Vivir con esta cara, como si no fuera posible vivir con otra...
La enfermedad de mi cara es una mentira
que aún no ha aprendido a mentir con su verdad...
Salvador Alís.
JUAN CARLOS MESTRE / LA CABEZA
"Se me ha ido la cabeza
No soy el primero ni el último a quien de repente se le va la cabeza
Un día te levantas y no hay nadie sobre los hombros
La mayoría se aburren y marchan sin despedirse
No vuelven a acordarse de sus antiguos dueños
Las que regresan lo hacen a menudo desengañadas
Miran para otro lado como si aquí no hubiese pasado nada
Las oficinas de objetos perdidos están repletas de cabezas como la mía
Las guardan un tiempo, luego no se sabe qué hacen con ellas
No las iban a dejar allí para siempre"
Juan Carlos Mestre. La casa roja. Calambur. 2008. Pág,: 137.
No soy el primero ni el último a quien de repente se le va la cabeza
Un día te levantas y no hay nadie sobre los hombros
La mayoría se aburren y marchan sin despedirse
No vuelven a acordarse de sus antiguos dueños
Las que regresan lo hacen a menudo desengañadas
Miran para otro lado como si aquí no hubiese pasado nada
Las oficinas de objetos perdidos están repletas de cabezas como la mía
Las guardan un tiempo, luego no se sabe qué hacen con ellas
No las iban a dejar allí para siempre"
Juan Carlos Mestre. La casa roja. Calambur. 2008. Pág,: 137.
OCHENTA ESCALONES
OCHENTA ESCALONES
Ochenta escalones separan la casa de la calle..., los subo y los bajo
varias veces durante el día y -también, a veces- durante la noche...
No me da miedo la noche puesto que me hice en la noche...
o -lo que a fin de cuentas es lo mismo- la noche me hizo a mí... Ruidos
de la noche no me dicen nada que antes no supiera... Escuché cada lamento,
cada risa, cada discurso, declamación, oración y arenga de la noche...
Y me abordaron árabes reales y africanas soñadas -en la noche-, gatas negras,
gatos heridos y perdidos -en la noche-, locos bajo el disfraz de locos,
poetas de una sola sílaba -sí o no-, y me abordaron en la noche las estrellas
y el desconsuelo... Nada de todo eso y todo al mismo tiempo...
Ochenta escalones no es nada..., la voluntad no es nada...,
se deja uno caer o izar por la cuerda a la que se está unido..., por debilidad
o por inercia...
Por razones poéticas..., porque sí o porque no..., se hace uno alcohólico,
fuma o deja de fumar, se vuelve adicto al sexo
o sufre disfunciones eréctiles... La médica de cabecera
(que, contrariamente a lo que pudiera pensarse,
no se ocupa de nuestros dolores de cabeza) lo mira a uno con asombro...
Y, sin embargo, sabemos que hay algo más que las pastillas
cargadas en nuestra tarjeta de crédito sanitario..., que los somníferos
se parecen a pequeñas lunas blancas ingeridas antes de acostarse...,
como si la noche tuviera que separarse del día y contabilizar esas separaciones
con extremo cuidado y precaución extrema...
En lo que se refiere a la escritura, este último mes del año
está resultando extráñamente prolífico..., dependiente de una urgencia
y un desvelo difíciles de explicar y explicarse... Se compran libros
y se leen a toda velocidad (¿tiempo restante?)...
Ayer y hoy: una cinta de tela roja con apariencia de seda compone el lazo
de un regalo que las gatas blancas interpretan como juguete de su destino...
Una casa con once puertas..., doce si se tiene en cuenta la del gato...;
ese gato -en el invierno- se niega a salir por su puerta porque del otro lado
se encuentra la fría nieve.., y consigue sin esfuerzo que el protagonista
vaya abriendo las restantes once puertas a la espera de que
-al menos una de ellas- conduzca al verano...
Robert A. Heinlein y Juan Carlos Mestre..., lecturas de fin de año:
Puerta al verano y La casa roja...
Dejaré pronto de escribir porque se impone una pausa
-días, semanas, meses- para ordenar lo escrito...; no se escribe en vano...,
no se escribe porque sí o porque no o para nada... Y, lo mejor,
no sé ante quién disculparme ni por qué pedir disculpas...
El vientre de las nubes, bajo la luna, se ha vuelto rojo-burdeos...
Aquí hay suficientes palabras para cuatro o cinco libros...;
si quiero ganar el anti-premio nacional de poesía deberé trabajar con ellas...
Si tengo que elegir entre la impotencia y las adicciones...
deberé trabajar con ellas... Yo también busco una puerta al verano...,
yo también he perdido la cabeza...
Salvador Alís.
Ochenta escalones separan la casa de la calle..., los subo y los bajo
varias veces durante el día y -también, a veces- durante la noche...
No me da miedo la noche puesto que me hice en la noche...
o -lo que a fin de cuentas es lo mismo- la noche me hizo a mí... Ruidos
de la noche no me dicen nada que antes no supiera... Escuché cada lamento,
cada risa, cada discurso, declamación, oración y arenga de la noche...
Y me abordaron árabes reales y africanas soñadas -en la noche-, gatas negras,
gatos heridos y perdidos -en la noche-, locos bajo el disfraz de locos,
poetas de una sola sílaba -sí o no-, y me abordaron en la noche las estrellas
y el desconsuelo... Nada de todo eso y todo al mismo tiempo...
Ochenta escalones no es nada..., la voluntad no es nada...,
se deja uno caer o izar por la cuerda a la que se está unido..., por debilidad
o por inercia...
Por razones poéticas..., porque sí o porque no..., se hace uno alcohólico,
fuma o deja de fumar, se vuelve adicto al sexo
o sufre disfunciones eréctiles... La médica de cabecera
(que, contrariamente a lo que pudiera pensarse,
no se ocupa de nuestros dolores de cabeza) lo mira a uno con asombro...
Y, sin embargo, sabemos que hay algo más que las pastillas
cargadas en nuestra tarjeta de crédito sanitario..., que los somníferos
se parecen a pequeñas lunas blancas ingeridas antes de acostarse...,
como si la noche tuviera que separarse del día y contabilizar esas separaciones
con extremo cuidado y precaución extrema...
En lo que se refiere a la escritura, este último mes del año
está resultando extráñamente prolífico..., dependiente de una urgencia
y un desvelo difíciles de explicar y explicarse... Se compran libros
y se leen a toda velocidad (¿tiempo restante?)...
Ayer y hoy: una cinta de tela roja con apariencia de seda compone el lazo
de un regalo que las gatas blancas interpretan como juguete de su destino...
Una casa con once puertas..., doce si se tiene en cuenta la del gato...;
ese gato -en el invierno- se niega a salir por su puerta porque del otro lado
se encuentra la fría nieve.., y consigue sin esfuerzo que el protagonista
vaya abriendo las restantes once puertas a la espera de que
-al menos una de ellas- conduzca al verano...
Robert A. Heinlein y Juan Carlos Mestre..., lecturas de fin de año:
Puerta al verano y La casa roja...
Dejaré pronto de escribir porque se impone una pausa
-días, semanas, meses- para ordenar lo escrito...; no se escribe en vano...,
no se escribe porque sí o porque no o para nada... Y, lo mejor,
no sé ante quién disculparme ni por qué pedir disculpas...
El vientre de las nubes, bajo la luna, se ha vuelto rojo-burdeos...
Aquí hay suficientes palabras para cuatro o cinco libros...;
si quiero ganar el anti-premio nacional de poesía deberé trabajar con ellas...
Si tengo que elegir entre la impotencia y las adicciones...
deberé trabajar con ellas... Yo también busco una puerta al verano...,
yo también he perdido la cabeza...
Salvador Alís.
lunes, 21 de diciembre de 2015
EL SUPLENTE
EL SUPLENTE
Ahora que las elecciones ya pasaron, con toda su parafernalia y algarabía,
confesaré que fui elegido suplente segundo del presidente...
de una mesa electoral en mi barrio...
Nunca imaginé que podría aspirar a tan alta distinción..., el título impresiona desde
el primer sustantivo...
A las ocho en punto de la mañana, con huellas de pintura en la cara...,
nada más y nada menos que el suplente del suplente... del presidente.
Si me presentara sin dormir y fuera nombrado por incomparecencia
de los citados en primer término, ¿sabré custodiar las urnas...?
¿Me exigirán que esté disponible todo el día...? ¿Vendrá la policía hasta mi casa
si no hago acto de presencia...?
Estas y otras preguntas, antes y después...
Alguien asevera que no se puede hablar de las elecciones justo antes
de las elecciones..., pero ¿más tarde...? El viejo tren también se queja...,
pero se detiene no obstante en sus estaciones como reloj bien calibrado...,
no en vano lo conducen líneas paralelas...
Decir que votar no sirve de nada es pintarse la cara como un mamarracho...;
decir que es un deber ciudadano...,
decir que nadie y que ninguno (masculino o femenino) nos representa...,
decir que hubo otros antes de ahora...,
grandes y pequeños estadistas
con sus respectivos peluqueros, amantes, escoltas y asesinos...,
eso nadie lo niega...
Suplente del suplente..., ni en mis mejores sueños...
Imaginemos un mundo que todo él fuera un mundo-río...,
un mundo donde, por ejemplo, dos colegialas vinieran a tu encuentro
por una amplia acera y una de ellas te diera los buenos días...
un mundo donde Frida Kalo y su pantera...
Menos mal que no fui designado..., pues lo más seguro
es que hubiera sufrido un ataque de pánico y, luego de pasar por "urgencias",
y provisto del correspondiente certificado médico,
tendrían que haberme reemplazado por un suplente inexistente:
el suplente del suplente del suplente... del presidente.
A veces, en la vida, no se puede esperar otra cosa...,
ser el suplente de alguien que ni siquiera se sabe si está cuerdo o loco...,
vivo o muerto..., o simplemente existe o no existe... Y la cosa se complica
cuando se piensa en uno mismo..., que también, a su vez,
puede no existir...
La impotencia se impone en esos casos..., uno no puede tener certezas...,
se asumen riesgos..., y confiar en los demás exige un valor en entredicho...
No ayuda la camboyana virtual ni las japonesas falsas...
El mundo se reduce a un mapa de vías tendidas en paralelo...;
que esas vías se crucen o no en el infinito
dependerá del punto de vista, euclidiano o proyectivo...
Alguien gobernará, el suplente de otro suplente que a su vez...
Se asoma uno a la noche y la noche siempre es la misma...,
los mismos tejados en los mismos lugares...; se sirve uno una copa de vino
y se sirve un trago de noche y un trago de vida...
Salvador Alís.
Ahora que las elecciones ya pasaron, con toda su parafernalia y algarabía,
confesaré que fui elegido suplente segundo del presidente...
de una mesa electoral en mi barrio...
Nunca imaginé que podría aspirar a tan alta distinción..., el título impresiona desde
el primer sustantivo...
A las ocho en punto de la mañana, con huellas de pintura en la cara...,
nada más y nada menos que el suplente del suplente... del presidente.
Si me presentara sin dormir y fuera nombrado por incomparecencia
de los citados en primer término, ¿sabré custodiar las urnas...?
¿Me exigirán que esté disponible todo el día...? ¿Vendrá la policía hasta mi casa
si no hago acto de presencia...?
Estas y otras preguntas, antes y después...
Alguien asevera que no se puede hablar de las elecciones justo antes
de las elecciones..., pero ¿más tarde...? El viejo tren también se queja...,
pero se detiene no obstante en sus estaciones como reloj bien calibrado...,
no en vano lo conducen líneas paralelas...
Decir que votar no sirve de nada es pintarse la cara como un mamarracho...;
decir que es un deber ciudadano...,
decir que nadie y que ninguno (masculino o femenino) nos representa...,
decir que hubo otros antes de ahora...,
grandes y pequeños estadistas
con sus respectivos peluqueros, amantes, escoltas y asesinos...,
eso nadie lo niega...
Suplente del suplente..., ni en mis mejores sueños...
Imaginemos un mundo que todo él fuera un mundo-río...,
un mundo donde, por ejemplo, dos colegialas vinieran a tu encuentro
por una amplia acera y una de ellas te diera los buenos días...
un mundo donde Frida Kalo y su pantera...
Menos mal que no fui designado..., pues lo más seguro
es que hubiera sufrido un ataque de pánico y, luego de pasar por "urgencias",
y provisto del correspondiente certificado médico,
tendrían que haberme reemplazado por un suplente inexistente:
el suplente del suplente del suplente... del presidente.
A veces, en la vida, no se puede esperar otra cosa...,
ser el suplente de alguien que ni siquiera se sabe si está cuerdo o loco...,
vivo o muerto..., o simplemente existe o no existe... Y la cosa se complica
cuando se piensa en uno mismo..., que también, a su vez,
puede no existir...
La impotencia se impone en esos casos..., uno no puede tener certezas...,
se asumen riesgos..., y confiar en los demás exige un valor en entredicho...
No ayuda la camboyana virtual ni las japonesas falsas...
El mundo se reduce a un mapa de vías tendidas en paralelo...;
que esas vías se crucen o no en el infinito
dependerá del punto de vista, euclidiano o proyectivo...
Alguien gobernará, el suplente de otro suplente que a su vez...
Se asoma uno a la noche y la noche siempre es la misma...,
los mismos tejados en los mismos lugares...; se sirve uno una copa de vino
y se sirve un trago de noche y un trago de vida...
Salvador Alís.
domingo, 20 de diciembre de 2015
LEV SHESTOV
"Vemos que un hombre se arrepiente de su acto y sacamos la conclusión de que tales actos deben ser evitados. Ejemplo de una conclusión falsa pero aparentemente irreprochable. Pasa cierto tiempo y vemos al mismo hombre que vuelve a arrepentirse por un segundo acto semejante. Si apreciamos la lógica, ello nos confirmará nuestra primera conclusión. Si no apreciamos la lógica, diremos que el hombre necesita por igual realizar <<actos>> y arrepentirse. A veces, por cierto, el error de la primera conclusión se corrige de otro modo. Tras sacar la conclusión de que el arrepentimiento demuestra la necesidad de evitar ciertas acciones, el hombre las evita toda su vida y de repente, con inusual lucidez, comienza a arrepentirse de <<no haberlas realizado>>. Pero entonces la conclusión es ya prácticamente inútil: la vida está acabada y la mente esclarecida no sabe cómo deshacerse de esa luz innecesaria."
Lev Shestov. Apoteosis de lo infundado. (Intento de pensamiento adogmático).
Hermida Editores. 2015. Pág.: 89.
sábado, 19 de diciembre de 2015
viernes, 18 de diciembre de 2015
HABLAR A DESTIEMPO
HABLAR A DESTIEMPO
De qué puede uno quejarse, dudar, ser inquietado..., si al final
se tiene junto a uno una mujer y una hija, ancla y vela...
El pequeño barco o la silueta del pequeño barco que contemplamos
desde la playa...
Y el ancla fija al barco y lo detiene, le da seguridad...
La vela, henchida por el viento, impulsa y da velocidad...
De qué puede uno quejarse... Palabras a destiempo.
Pintar ese horizonte. Ese barco o la silueta de ese barco
que en el horizonte -ancla y vela- se ha detenido y sin embargo avanza...
Ir a un extremo del cuadro, alejarse, estar aún allí, pero en la distancia...
De qué puede uno quejarse si los delfines, la luna sobre el mar,
la misma estela plateada que se pierde a nuestro paso...
Ayer en la tarde-noche cayó la niebla sobre el aeropuerto...,
uno no se explica como los aviones pueden aterrizar y despegar...
Hoy la niebla es de color rojo y ha caído sobre el centro de la ciudad...
La niebla y el humo no son valores absolutos...
Cuando la niebla es roja no hace frío...
De qué puede uno quejarse.
Algunas entradas, según las estadísticas, tuvieron más éxito que otras...
Las más visitadas, según orden caprichoso:
en décimo lugar quedó Thomas Bernhard..., las pinturas de Leonora Carrington
y las fotografías de Sebastiao Salgado merecieron el primer y segundo lugar...,
mi admirada Selena Quintanilla es la cuarta en la lista..., la Teoría de los jefes
-mi único texto en este decálogo- tendría el número siete...,
Muñecas el número seis..., los Proverbios indios el ocho...,
en quinta posición estarían Los gatos de Louis Wain...,
Jan Saudek con el número nueve...,
y para mi sorpresa, una entrada de anteayer, un video donde música y baile
se combinaban, un fragmento de filmación
donde Saksi Sbong lucía un ceñido vestido verde..., resultó tercera.
He hablado a destiempo, y contra el tiempo, y antes de tiempo
y cuando ya era demasiado tarde...
Tengo voces para eso, para cualquier compromiso o distorsión...,
pero tengo que vivir con mil voces que me hablan...,
no estoy seguro de que se entienda lo que alguien acaba de decir...
De qué puede uno quejarse si la casa se mantiene en pie...,
si la hija y el yerno vienen mañana a comer..., si por el comedor volarán
colibrís..., si las copas de vino blanco están llenas...
De qué puede uno quejarse a los sesenta años..., de qué
cuando domina varias palabras extranjeras: time lapse o riesling
o elafi por ejemplo...
Un año que se termina y presenta un panorama que no ilusiona...,
enfermedad y muerte en este año -cosas naturales-,
desafíos y conspiraciones..., amores que se acercan y se alejan...
Y el balance, a pesar de todo, es positivo..., la niebla es roja...
Pero la niebla y el humo no son valores absolutos...
Bajo la niebla, en el centro de la ciudad, en bares de mala muerte
se encuentran camareras vestidas de negro
por deseo expreso del contratador...,
y en la calle que atravieso cada día, bajo farolas que no iluminan,
prostitutas negras me dan las buenas noches...
Espero que el hermano comprenda lo que es hablar a destiempo...,
si comprende la física y las palabras de la física...,
algunas esperanzas no se pierden porque abre a los gatos
las puertas de su jardín...
De qué puede uno quejarse si las cuñadas son besos en el aire...,
si los sobrinos y los hijos de los sobrinos..., si al final
todo vuela...
De haber nacido en otro tiempo, en otro lugar..., de no haber nacido...
Desde luego el lienzo tendrá que comprarse...,
y hacer una buena caja de madera, con bisagras de acero
y un cierre solo para ella...
En el interior palabras y más palabras, cuadernos, notas, cartas,
algún libro, algún ángel de la guarda...
Sobre ángeles y enanos se ha escrito en estas páginas virtuales...,
sobre ángeles y enanos se han hecho dibujos en cartones grises...
Al cumplir sesenta años llama el hermano mayor...,
el mediano envía un mensaje...
¡Ojalá se repitan mensajes y llamadas al cumplir setenta...!
Más allá de esa cifra el futuro se complica...
De qué puede uno quejarse si le ayudan a escribir y a equivocarse
tres gatas y sus demandas..., Sombra quiere salir al balcón...,
Nube colarse en la habitación..., Lolita lamer la sartén...
Lolita quiere lo que yo quiero, calor en el invierno y frescor en el verano...
Nube quiere ser la favorita...
Y cada vez que termino de comer o de cenar, Sombra reclama su masaje...
Palabras a destiempo..., ¿deberían haber sido escritas en otro momento...?
Uno nunca sabe si el barco se ha detenido porque el ancla toca fondo,
si el barco corta como cuchillo las aguas verdes...,
las aguas azules...,
porque las velas abrazan el viento...
Salvador Alís.
De qué puede uno quejarse, dudar, ser inquietado..., si al final
se tiene junto a uno una mujer y una hija, ancla y vela...
El pequeño barco o la silueta del pequeño barco que contemplamos
desde la playa...
Y el ancla fija al barco y lo detiene, le da seguridad...
La vela, henchida por el viento, impulsa y da velocidad...
De qué puede uno quejarse... Palabras a destiempo.
Pintar ese horizonte. Ese barco o la silueta de ese barco
que en el horizonte -ancla y vela- se ha detenido y sin embargo avanza...
Ir a un extremo del cuadro, alejarse, estar aún allí, pero en la distancia...
De qué puede uno quejarse si los delfines, la luna sobre el mar,
la misma estela plateada que se pierde a nuestro paso...
Ayer en la tarde-noche cayó la niebla sobre el aeropuerto...,
uno no se explica como los aviones pueden aterrizar y despegar...
Hoy la niebla es de color rojo y ha caído sobre el centro de la ciudad...
La niebla y el humo no son valores absolutos...
Cuando la niebla es roja no hace frío...
De qué puede uno quejarse.
Algunas entradas, según las estadísticas, tuvieron más éxito que otras...
Las más visitadas, según orden caprichoso:
en décimo lugar quedó Thomas Bernhard..., las pinturas de Leonora Carrington
y las fotografías de Sebastiao Salgado merecieron el primer y segundo lugar...,
mi admirada Selena Quintanilla es la cuarta en la lista..., la Teoría de los jefes
-mi único texto en este decálogo- tendría el número siete...,
Muñecas el número seis..., los Proverbios indios el ocho...,
en quinta posición estarían Los gatos de Louis Wain...,
Jan Saudek con el número nueve...,
y para mi sorpresa, una entrada de anteayer, un video donde música y baile
se combinaban, un fragmento de filmación
donde Saksi Sbong lucía un ceñido vestido verde..., resultó tercera.
He hablado a destiempo, y contra el tiempo, y antes de tiempo
y cuando ya era demasiado tarde...
Tengo voces para eso, para cualquier compromiso o distorsión...,
pero tengo que vivir con mil voces que me hablan...,
no estoy seguro de que se entienda lo que alguien acaba de decir...
De qué puede uno quejarse si la casa se mantiene en pie...,
si la hija y el yerno vienen mañana a comer..., si por el comedor volarán
colibrís..., si las copas de vino blanco están llenas...
De qué puede uno quejarse a los sesenta años..., de qué
cuando domina varias palabras extranjeras: time lapse o riesling
o elafi por ejemplo...
Un año que se termina y presenta un panorama que no ilusiona...,
enfermedad y muerte en este año -cosas naturales-,
desafíos y conspiraciones..., amores que se acercan y se alejan...
Y el balance, a pesar de todo, es positivo..., la niebla es roja...
Pero la niebla y el humo no son valores absolutos...
Bajo la niebla, en el centro de la ciudad, en bares de mala muerte
se encuentran camareras vestidas de negro
por deseo expreso del contratador...,
y en la calle que atravieso cada día, bajo farolas que no iluminan,
prostitutas negras me dan las buenas noches...
Espero que el hermano comprenda lo que es hablar a destiempo...,
si comprende la física y las palabras de la física...,
algunas esperanzas no se pierden porque abre a los gatos
las puertas de su jardín...
De qué puede uno quejarse si las cuñadas son besos en el aire...,
si los sobrinos y los hijos de los sobrinos..., si al final
todo vuela...
De haber nacido en otro tiempo, en otro lugar..., de no haber nacido...
Desde luego el lienzo tendrá que comprarse...,
y hacer una buena caja de madera, con bisagras de acero
y un cierre solo para ella...
En el interior palabras y más palabras, cuadernos, notas, cartas,
algún libro, algún ángel de la guarda...
Sobre ángeles y enanos se ha escrito en estas páginas virtuales...,
sobre ángeles y enanos se han hecho dibujos en cartones grises...
Al cumplir sesenta años llama el hermano mayor...,
el mediano envía un mensaje...
¡Ojalá se repitan mensajes y llamadas al cumplir setenta...!
Más allá de esa cifra el futuro se complica...
De qué puede uno quejarse si le ayudan a escribir y a equivocarse
tres gatas y sus demandas..., Sombra quiere salir al balcón...,
Nube colarse en la habitación..., Lolita lamer la sartén...
Lolita quiere lo que yo quiero, calor en el invierno y frescor en el verano...
Nube quiere ser la favorita...
Y cada vez que termino de comer o de cenar, Sombra reclama su masaje...
Palabras a destiempo..., ¿deberían haber sido escritas en otro momento...?
Uno nunca sabe si el barco se ha detenido porque el ancla toca fondo,
si el barco corta como cuchillo las aguas verdes...,
las aguas azules...,
porque las velas abrazan el viento...
Salvador Alís.
jueves, 17 de diciembre de 2015
RECAPITULACIÓN
RECAPITULACIÓN
recapitular.
recapitular.
1. tr. Recordar sumaria y ordenadamente lo que por escrito o de palabra se ha manifestado con extensión.
(RAE)
Cuando el año 2015 está llegando a su fin, serán aproximadamente 200
las estradas a este blog..., por las puertas de la música, las imágenes, las palabras,
por algo más difícil de explicar pero no por ello menos anhelado...
Todo lo que he querido decir, lo he dicho; pero no lo he dicho todo...
Cosas para bien y cosas para mal; y espero que también algunas divertidas...
Si esto tiene un punto y final, o sufre alguna modificación,
sepan ustedes que, a lo mejor, me he comprado un lienzo de buenas dimensiones
y estoy metido en él con mis viejos colores...
Tal vez me diera por un autorretrato, suele ser lo habitual...,
o por pintar a Danièle como a una gata rubia sobre una manta azul,
sobre el sillón de madera, en las noches de invierno...
Pintarla quizá como nadadora en una piscina que en realidad es mar abierto...
He vivido como era previsible que viviese..., no sólo lo veo ahora...
He jugado al ajedrez con un teléfono móvil
que no me ha enseñado a jugar al ajedrez..., no se aprende nada así,
ni siquiera a dialogar con uno mismo...
En varias ocasiones escribí acerca de este tema: se sabe ya todo,
y simplemente hay que recordar el momento exacto donde saberlo...
Uno se compra o se hace con un cuaderno inagotable, y lo va llenando
con 292 elementos en 2013, 285 en 2014
y digamos que 215 en 2015... Todo eso significa, del mismo modo,
tener que arrancar hojas secas y podar algunas ramas torcidas...
He citado a escritores aquí, aunque me parece que los músicos
han sido más puntuales... No obstante, cada uno de ellos podría ser mi voz...
Todo se dice de manera indirecta. ¿Pero qué se dice de manera directa...?
Si llego a comprar el lienzo, ¿por qué no pintar una escena gatuna,
teatral, con trajes de época y situaciones ridículas...?
Lo que todo ser humano deja escrito, con palabras, imágenes, sonidos,
durará lo que tarde el tiempo en borrar esas palabras, imágenes, sonidos...
El tiempo sí que toma decisiones y consigue que sus órdenes se cumplan...
El tiempo se mete en la garganta de Tom Waits
-donde, por cierto, ya estuvo- y entonces borra palabras
y añade palabras, imágenes y añade imágenes, sonidos y añade sonidos...
Algo así como una rueda que da vueltas por su cuenta...
Salvador Alís.
Salvador Alís.
martes, 15 de diciembre de 2015
PROMESAS INCUMPLIDAS
PROMESAS INCUMPLIDAS
Cada noche me prometo a mí mismo ir a dormir más pronto,
cerrar los ojos, dejar de pensar.
Una copa menos que ayer.
Cada noche me digo: de mañana no pasa, mañana
me hago arrancar la muela.
Y el dolor es lo de menos.
Me digo a mí mismo que todas las cartas están sobre el tapete,
que las apuestas están cerradas,
que en las manos solo hay aire y silencio.
Promesas incumplidas: tres vidas y tres muertes
sobre el abismo azul oscuro del anochecer,
algunos mínimos destellos en la lejanía,
las luces de un barco dibujando lentamente una línea
que el horizonte no reconoce ni acepta.
Problemas del amor que se dejan llevar.
Ella tendida en una cama cuyas patas se elevan
a una altura inalcanzable.
Mírame otra vez. Dame otra oportunidad.
Me dije a mí mismo, tantas veces, que no jugaría a este juego,
partidas de ajedrez perdidas,
de un lado y de otro lado en los espejos,
volver a abrir la puerta de cristal
y estirar las uñas en el árbol de los gatos.
Tanta nostalgia. Playa que nadie ve. Piedra que se rompe.
Cada día me propongo que, cuando la ocasión sea propicia,
deberé llamar a la familia y decirle simplemente: os quiero.
Fotografiar los cartones que no se dejan escanear.
Me digo mil veces que mis tablas, lienzos, pieles, papeles,
metacrilatos, metales y palabras
deberían ser ordenados y preservados.
Lo que pasé después no me importa.
Pausa para ver lo que el veneno hace con mi cuerpo.
Cada noche las tres gatas esperan que algo no falte,
que Tom Waits no falte, que si las piernas fallan
los brazos sujeten al que se derrumba y mi voz le diga que el centro
de su gravedad está entre sus cejas,
en mitad de la frente, para ser más preciso,
y de ahí hasta el suelo, y del suelo hasta una hora precisa,
una marca en el reloj.
Mírame otra vez. Dame otra oportunidad.
Me he dicho a mí mismo tantas cosas,
tantas cosas que no puedo escuchar, reconocer, recordar ni obedecer.
Alguien que se parece a mí
me acaba de confesar que todo es una broma,
que en realidad Tom Waits canta para sí mismo, sin importar
quién está en el espectáculo
ni que esta noche inmensa sea fingida.
Salvador Alís.
Cada noche me prometo a mí mismo ir a dormir más pronto,
cerrar los ojos, dejar de pensar.
Una copa menos que ayer.
Cada noche me digo: de mañana no pasa, mañana
me hago arrancar la muela.
Y el dolor es lo de menos.
Me digo a mí mismo que todas las cartas están sobre el tapete,
que las apuestas están cerradas,
que en las manos solo hay aire y silencio.
Promesas incumplidas: tres vidas y tres muertes
sobre el abismo azul oscuro del anochecer,
algunos mínimos destellos en la lejanía,
las luces de un barco dibujando lentamente una línea
que el horizonte no reconoce ni acepta.
Problemas del amor que se dejan llevar.
Ella tendida en una cama cuyas patas se elevan
a una altura inalcanzable.
Mírame otra vez. Dame otra oportunidad.
Me dije a mí mismo, tantas veces, que no jugaría a este juego,
partidas de ajedrez perdidas,
de un lado y de otro lado en los espejos,
volver a abrir la puerta de cristal
y estirar las uñas en el árbol de los gatos.
Tanta nostalgia. Playa que nadie ve. Piedra que se rompe.
Cada día me propongo que, cuando la ocasión sea propicia,
deberé llamar a la familia y decirle simplemente: os quiero.
Fotografiar los cartones que no se dejan escanear.
Me digo mil veces que mis tablas, lienzos, pieles, papeles,
metacrilatos, metales y palabras
deberían ser ordenados y preservados.
Lo que pasé después no me importa.
Pausa para ver lo que el veneno hace con mi cuerpo.
Cada noche las tres gatas esperan que algo no falte,
que Tom Waits no falte, que si las piernas fallan
los brazos sujeten al que se derrumba y mi voz le diga que el centro
de su gravedad está entre sus cejas,
en mitad de la frente, para ser más preciso,
y de ahí hasta el suelo, y del suelo hasta una hora precisa,
una marca en el reloj.
Mírame otra vez. Dame otra oportunidad.
Me he dicho a mí mismo tantas cosas,
tantas cosas que no puedo escuchar, reconocer, recordar ni obedecer.
Alguien que se parece a mí
me acaba de confesar que todo es una broma,
que en realidad Tom Waits canta para sí mismo, sin importar
quién está en el espectáculo
ni que esta noche inmensa sea fingida.
Salvador Alís.
domingo, 13 de diciembre de 2015
SI ALGO HE APRENDIDO
SI ALGO HE APRENDIDO
Cuatro caballos blancos con nombres de estrellas frente a cuatro caballos negros
sin nombres... Si algo he aprendido...
No sé qué dice Meng, qué canta, pero su voz me empuja contra una pared blanca
sin escapatoria, me desnuda y me interroga...
Si algo he aprendido en este tiempo es que en los ojos de cualquier niño
hay una mujer o un hombre que nos mira desde el futuro...
Los cien años cumplidos el veinte de octubre, los diecinueve en la fotografía
sobre cartón...
Las siete horas oscuras sin un sueño, sin una luz; el rostro ajeno, la mujer de arena.
En esta noche de Kōbō Abe y de Tōru Takemitsu...
En esta noche, de nuevo, el caballo de Turín, un fragmento, un discurso,
un delirio semejante... Si algo he aprendido...
Difícil entender algunas vocaciones, tendencias, deseos ineludibles;
al que quiso vestir de negro y hablar en nombre de dios,
al que quiso empuñar un arma y defender al semejante frente al desigual,
al que quiso comprimir entre sus manos la bola de cristal,
al que quiso silenciar, disparar, profetizar...
Pues yo nunca quise ser nada, y de nada se compone una vida que no es,
que sobre todo, entre aparición y aparición,
se oculta tras el telón de la risa y, en voz baja,
respetando las pausas del silencio de esta música,
dice lo que tiene que decir, y hace su apuesta y establece un punto y un final.
Salvador Alís.
"Al parecer los delfines se comunican no con sus alegres o estridentes voces,
sino con los intervalos de silencio entre los diferentes sonidos
que emiten.
Este descubrimiento da que pensar."
Tōru Takemitsu.
Cuatro caballos blancos con nombres de estrellas frente a cuatro caballos negros
sin nombres... Si algo he aprendido...
No sé qué dice Meng, qué canta, pero su voz me empuja contra una pared blanca
sin escapatoria, me desnuda y me interroga...
Si algo he aprendido en este tiempo es que en los ojos de cualquier niño
hay una mujer o un hombre que nos mira desde el futuro...
Los cien años cumplidos el veinte de octubre, los diecinueve en la fotografía
sobre cartón...
Las siete horas oscuras sin un sueño, sin una luz; el rostro ajeno, la mujer de arena.
En esta noche de Kōbō Abe y de Tōru Takemitsu...
En esta noche, de nuevo, el caballo de Turín, un fragmento, un discurso,
un delirio semejante... Si algo he aprendido...
Difícil entender algunas vocaciones, tendencias, deseos ineludibles;
al que quiso vestir de negro y hablar en nombre de dios,
al que quiso empuñar un arma y defender al semejante frente al desigual,
al que quiso comprimir entre sus manos la bola de cristal,
al que quiso silenciar, disparar, profetizar...
Pues yo nunca quise ser nada, y de nada se compone una vida que no es,
que sobre todo, entre aparición y aparición,
se oculta tras el telón de la risa y, en voz baja,
respetando las pausas del silencio de esta música,
dice lo que tiene que decir, y hace su apuesta y establece un punto y un final.
Salvador Alís.
jueves, 10 de diciembre de 2015
TELA USADA / ANA SALVÁ
TELA USADA
El poema de la discriminación
Un texto tradicional, el Chbab srey, que se enseñaba en las escuelas, actúa aún en Camboya como ley oficiosa para disciplinar a las niñas y contribuye a su discriminación
Un proverbio camboyano dice: "los hombres son de oro y las
mujeres son de tela". Las que han perdido la virginidad antes
de conocer a su marido son consideradas tela usada. Manchada. Rota.
Los hombres, no importa la vida sexual que lleven, solteros o
casados, siguen siendo oro. Es una regla que se inculca a la mujer
desde la niñez a través de la Chbab srey, un poema
rítmico que actúa como ley oficiosa del silencio para las mujeres.
Kraen soportó las palizas diarias de un marido alcohólico sin denunciarlo, ni siquiera cuando le provocaban inflamaciones de la cabeza y heridas. “Podrían mirarnos por encima del hombro, por eso no conté nada”, dice la mujer al explicar su temor al estigma social. “Le pedí el divorcio varias veces, pero él no estaba de acuerdo”. Fue su hija de 20 años, que también había sufrido los abusos, la que un día salió corriendo de casa para contárselo al líder de la comunidad.
La actitud pasiva de Kraen es parte del legado de Chbab srey, que formaba parte del currículo escolar hasta el año 2007 y cuya influencia permanece intacta en la cultura jemer. La norma establece que la mujer ideal camboyana debe mostrarse “apacible, suave, obediente y tímida”, señala un informe de Amnistía Internacional (AI) sobre violencia sexual en el país. “Sé respetuoso con tu marido. Sírvele bien y mantén viva la llama de la relación. Sino, se quemará. No traigas problemas de fuera dentro de casa. No saques los problemas internos fuera de casa”, enseña.
La consecuencia es una relación desigual en la que los hombres pueden visitar burdeles sin perder estatus social, mientras las mujeres son las encargadas de los asuntos familiares bajo el tutelaje de los varones. Mientras ellos dominan la esfera pública, la sumisión de la mujer permanece intacta a pesar de que su participación fuera de casa ha aumentado. La esposa perfecta sigue siendo la que, cuando es gritada o pegada, guarda silencio como lo hizo Kraen.
El 22% de las mujeres camboyanas asegura haber sufrido abusos físicos, sexuales o emocionales a manos de sus maridos, según la Encuesta de Demografía y Salud de Camboya (CDHS) del año 2005 —los datos más recientes—. La deshonra y la tradición asociada al código de conducta que se enseña a las niñas es una lacra que permite cometer abusos bajo un aparente clima de impunidad. El 96,2% de los hombres y el 98,5% de las mujeres camboyanas considera que una mujer debe obedecer a su marido, según un estudio de cuatro agencias de Naciones Unidas de 2013. El mismo informe, señala que el 67% de las mujeres considera que debe tolerar la violencia para mantener en orden la familia. “El Chbab srey ya no se enseña en la escuela pero algunos padres, especialmente los más conservadores, lo continúan citando para disciplinar a sus hijas”, explica Mom Chantara Soleil, de la ONG Plan Internacional.
Estas estructuras sociales desaparecieron durante la era de los jemeres rojos, un régimen brutal que exterminó a alrededor de dos millones de personas —una cuarta parte de la población— entre 1975 a 1979. Durante aquellos años, algunos camboyanos mataron a sus padres para mostrar fidelidad al nuevo régimen comunista, vieron morir a sus vecinos y se desintegraron las familias. Un número indeterminado de mujeres fueron esclavas sexuales, se prostituyeron por supervivencia a cambio de comida o medicinas, fueron obligadas a casarse o víctimas de violencia sexual.
Estos datos han sido publicados recientemente en un informe del Ministerio de Asuntos de las Mujeres que ha roto el silencio sobre los abusos que se cometieron durante los años del holocausto asiático. Raksmey (nombre ficticio), de 56 años, fue violada por los soldados y cuando su marido supo lo que le había sucedido, comenzó a insultarla y discriminarla. Su caso, y el de otras mujeres violadas, está siendo estudiado por la Asociación Transcultural Psicosocial de Camboya (TPO). “El régimen de los jemeres rojos terminó hace 35 años, pero sigue teniendo consecuencias todavía hoy“, explica Sarath Youn, jefe de proyecto de esta organización. En su día, Raksmey no recibió tratamiento psicológico: el régimen acabó con aquellos que tenían estudios universitarios, como los psicólogos.
"El 70% de la población sufre síntomas postraumáticos. Durante aquellos años se destruyó el Estado. Era la ley de la selva. Se cometieron violaciones y delitos en un clima de impunidad. Lo que se ha heredado es un Estado débil, falta de capacidades y miedo a reportar los abusos. La problemática más importante sobre la violencia de género en Camboya es el elevado grado de impunidad de los maltratadores y violadores, la escasa aplicación de las leyes en torno a la violencia de género y la ineficaz respuesta policial", expone Rodrigo Montero, asesor de la agencia alemana de cooperación (GIZ, por sus siglas en alemán) en el gabinete de la ministra de Asuntos de las Mujeres.
En Camboya, en los casos de violación o malos tratos, la solución más habitual es recurrir a los acuerdos extrajudiciales —Samroh-samruol, en idioma jemer— o al código de conducta tradicional que se enseñaba a las niñas en la escuela. "Las mujeres son compensadas con dinero, se les pide guardar silencio o que se vayan de casa cuando su marido está enfadado", explica Sum Dany, miembro de la Red de Empoderamiento de las Mujeres Jóvenes de Camboya. "Es frecuente que estas mediaciones victimicen doblemente a las mujeres y no contribuyan a reparar el daño psicológico causado ni a penalizar a los varones maltratadores de manera contundente", destaca Montero.
Kraen soportó las palizas diarias de un marido alcohólico sin denunciarlo, ni siquiera cuando le provocaban inflamaciones de la cabeza y heridas. “Podrían mirarnos por encima del hombro, por eso no conté nada”, dice la mujer al explicar su temor al estigma social. “Le pedí el divorcio varias veces, pero él no estaba de acuerdo”. Fue su hija de 20 años, que también había sufrido los abusos, la que un día salió corriendo de casa para contárselo al líder de la comunidad.
La actitud pasiva de Kraen es parte del legado de Chbab srey, que formaba parte del currículo escolar hasta el año 2007 y cuya influencia permanece intacta en la cultura jemer. La norma establece que la mujer ideal camboyana debe mostrarse “apacible, suave, obediente y tímida”, señala un informe de Amnistía Internacional (AI) sobre violencia sexual en el país. “Sé respetuoso con tu marido. Sírvele bien y mantén viva la llama de la relación. Sino, se quemará. No traigas problemas de fuera dentro de casa. No saques los problemas internos fuera de casa”, enseña.
La consecuencia es una relación desigual en la que los hombres pueden visitar burdeles sin perder estatus social, mientras las mujeres son las encargadas de los asuntos familiares bajo el tutelaje de los varones. Mientras ellos dominan la esfera pública, la sumisión de la mujer permanece intacta a pesar de que su participación fuera de casa ha aumentado. La esposa perfecta sigue siendo la que, cuando es gritada o pegada, guarda silencio como lo hizo Kraen.
El 22% de las mujeres camboyanas asegura haber sufrido abusos físicos, sexuales o emocionales a manos de sus maridos, según la Encuesta de Demografía y Salud de Camboya (CDHS) del año 2005 —los datos más recientes—. La deshonra y la tradición asociada al código de conducta que se enseña a las niñas es una lacra que permite cometer abusos bajo un aparente clima de impunidad. El 96,2% de los hombres y el 98,5% de las mujeres camboyanas considera que una mujer debe obedecer a su marido, según un estudio de cuatro agencias de Naciones Unidas de 2013. El mismo informe, señala que el 67% de las mujeres considera que debe tolerar la violencia para mantener en orden la familia. “El Chbab srey ya no se enseña en la escuela pero algunos padres, especialmente los más conservadores, lo continúan citando para disciplinar a sus hijas”, explica Mom Chantara Soleil, de la ONG Plan Internacional.
Estas estructuras sociales desaparecieron durante la era de los jemeres rojos, un régimen brutal que exterminó a alrededor de dos millones de personas —una cuarta parte de la población— entre 1975 a 1979. Durante aquellos años, algunos camboyanos mataron a sus padres para mostrar fidelidad al nuevo régimen comunista, vieron morir a sus vecinos y se desintegraron las familias. Un número indeterminado de mujeres fueron esclavas sexuales, se prostituyeron por supervivencia a cambio de comida o medicinas, fueron obligadas a casarse o víctimas de violencia sexual.
Estos datos han sido publicados recientemente en un informe del Ministerio de Asuntos de las Mujeres que ha roto el silencio sobre los abusos que se cometieron durante los años del holocausto asiático. Raksmey (nombre ficticio), de 56 años, fue violada por los soldados y cuando su marido supo lo que le había sucedido, comenzó a insultarla y discriminarla. Su caso, y el de otras mujeres violadas, está siendo estudiado por la Asociación Transcultural Psicosocial de Camboya (TPO). “El régimen de los jemeres rojos terminó hace 35 años, pero sigue teniendo consecuencias todavía hoy“, explica Sarath Youn, jefe de proyecto de esta organización. En su día, Raksmey no recibió tratamiento psicológico: el régimen acabó con aquellos que tenían estudios universitarios, como los psicólogos.
"El 70% de la población sufre síntomas postraumáticos. Durante aquellos años se destruyó el Estado. Era la ley de la selva. Se cometieron violaciones y delitos en un clima de impunidad. Lo que se ha heredado es un Estado débil, falta de capacidades y miedo a reportar los abusos. La problemática más importante sobre la violencia de género en Camboya es el elevado grado de impunidad de los maltratadores y violadores, la escasa aplicación de las leyes en torno a la violencia de género y la ineficaz respuesta policial", expone Rodrigo Montero, asesor de la agencia alemana de cooperación (GIZ, por sus siglas en alemán) en el gabinete de la ministra de Asuntos de las Mujeres.
En Camboya, en los casos de violación o malos tratos, la solución más habitual es recurrir a los acuerdos extrajudiciales —Samroh-samruol, en idioma jemer— o al código de conducta tradicional que se enseñaba a las niñas en la escuela. "Las mujeres son compensadas con dinero, se les pide guardar silencio o que se vayan de casa cuando su marido está enfadado", explica Sum Dany, miembro de la Red de Empoderamiento de las Mujeres Jóvenes de Camboya. "Es frecuente que estas mediaciones victimicen doblemente a las mujeres y no contribuyan a reparar el daño psicológico causado ni a penalizar a los varones maltratadores de manera contundente", destaca Montero.
La muerte de la hija de Kraen y Suy fue el desencadenante de que
él comenzara a beber y a pegar a su esposa. / Ana Salvá
Algunas mujeres desisten de denunciar los hechos a las
autoridades por temor a que no las crean. Esto sería inútil para
obtener justicia y podría incluso empeorar la situación al
ponerlas en peligro de represalias, deshonra y pérdida de
reputación en sus comunidades. En el caso de violación, sólo un
hospital público de cada provincia y unos pocos grandes de la
capital pueden emitir certificados admisibles como prueba en los
tribunales. Aquellas mujeres con lesiones que requieren tratamiento
deben visitar al médico varias veces, y para aquellas que viven en
las provincias, una sola visita al hospital, puede suponer un gasto
al que no pueden hacerle frente, según AI.
El citado informe de Naciones Unidas muestra que el 38,4% de los varones camboyanos que han cometido una violación no experimentaron ninguna consecuencia por ello. El 5% de ellos ha cometido al menos una violación en grupo, uno de los porcentajes más altos de los países de Asia. “Muchas mujeres y niñas continúan aterradas por la violencia y las violaciones. Las hijas algunas veces son violadas en casa cuando la familia está trabajando, también sucede cuando las niñas van a trabajar al campo, lejos de casa”, explica Hang Sytha, líder del equipo provincial de Tbong Khmum que trabaja identificando casos de violencia dentro del hogar junto a Plan Internacional. “Los jóvenes camboyanos algunas veces van a los karaokes y pagan una mujer entre varios. Hay reuniones de trabajo que terminan en prostíbulos. ¿Cómo se pueden inculcar así políticas de igualdad?, se pregunta Montero.
El citado informe de Naciones Unidas muestra que el 38,4% de los varones camboyanos que han cometido una violación no experimentaron ninguna consecuencia por ello. El 5% de ellos ha cometido al menos una violación en grupo, uno de los porcentajes más altos de los países de Asia. “Muchas mujeres y niñas continúan aterradas por la violencia y las violaciones. Las hijas algunas veces son violadas en casa cuando la familia está trabajando, también sucede cuando las niñas van a trabajar al campo, lejos de casa”, explica Hang Sytha, líder del equipo provincial de Tbong Khmum que trabaja identificando casos de violencia dentro del hogar junto a Plan Internacional. “Los jóvenes camboyanos algunas veces van a los karaokes y pagan una mujer entre varios. Hay reuniones de trabajo que terminan en prostíbulos. ¿Cómo se pueden inculcar así políticas de igualdad?, se pregunta Montero.
El 38,4% de los varones camboyanos que
han cometido una violación no experimentaron ninguna consecuencia
La tradición camboyana otorga un gran valor a la virginidad, un
requisito previo para el matrimonio. Las mujeres, por ello, guardan
silencio sobre las violaciones por vergüenza y porque podrían ver
obstaculizada su posibilidad de casarse. Se piensa, además, que
desflorar a una mujer virgen alarga la vida y cura enfermedades, lo
que ha dado lugar a una industria de compradores de virginidad. Una
investigación realizada en 2007 por la Organización Internacional
para las Migraciones (IOM) con entrevistas a más de doscientas
mujeres y niñas prostituidas, revela que el
38% de ellas tuvieron su virginidad comprada voluntaria o
involuntariamente. El 74% de ellas tenían
menos de 18 años y el 14% menos era menor de 15 años.
"Para muchas mujeres y niñas que entrevistamos, la pérdida de la virginidad fue tan vergonzosa que sintieron que la única alternativa que les quedaba era trabajar en la industria del sexo", comentó la autora del informe. "El coste oscila entre 300 y 500 dólares y puede llegar hasta tres mil. Se da predominantemente en karaokes, hoteles y pensiones de alta categoría. El contrato entre los establecimientos del sexo con la familia de las mujeres y niñas es habitual, así los establecimientos evaden responsabilidades ante las autoridades contra la trata", explica Montero.
Para las mujeres, la pérdida de su virginidad, supone convertirse en las “telas usadas” a las que hace referencia el proverbio jemer. Manchadas. Rotas.
"Para muchas mujeres y niñas que entrevistamos, la pérdida de la virginidad fue tan vergonzosa que sintieron que la única alternativa que les quedaba era trabajar en la industria del sexo", comentó la autora del informe. "El coste oscila entre 300 y 500 dólares y puede llegar hasta tres mil. Se da predominantemente en karaokes, hoteles y pensiones de alta categoría. El contrato entre los establecimientos del sexo con la familia de las mujeres y niñas es habitual, así los establecimientos evaden responsabilidades ante las autoridades contra la trata", explica Montero.
Para las mujeres, la pérdida de su virginidad, supone convertirse en las “telas usadas” a las que hace referencia el proverbio jemer. Manchadas. Rotas.
Ey fue gritada diariamente por su marido y no denunció los
abusos. / Ana Salvá
Romper el silencio
"Los hombres son parte del problema, deben ser parte de la solución”, dijo una secretaria de Estado del Ministerio de Asuntos de la Mujer durante la presentación, en 2011, de la campaña nacional Good men para tratar de prevenir el maltrato. Bajo el lema “los hombres buenos valoran a las mujeres”, los últimos años se han realizado actividades, cuestionarios y anuncios de televisión donde aparecen esposos que contribuyen en la vida doméstica, participan en la educación de sus hijos o escuchan a sus hermanas o esposas.La campaña ha sido apoyada por la Agencia Española de Cooperación (AECID) y la ONG Paz y Desarrollo. Hasta la fecha ha alcanzado a más de tres millones de adultos —Camboya tiene alrededor de 15 millones de habitantes—. "Se trata de la acción más grande e importante en el país para prevenir la violencia de género y ha contribuido a que el porcentaje de varones camboyanos que la rechazan haya aumentado. Además, ha tenido gran reputación internacional y otros gobiernos de la región han mostrado interés en ella", explica Montero.
Tres mujeres, entre ellas Sum Dany, han recibido fondos y apoyo tecnológico de Asia Foundation para desarrollar aplicaciones móviles con el objetivo de dar a conocer la violencia de género y abrir la puerta a aquellas mujeres que quieran denunciar los abusos a través del teléfono móvil —el 93,7% de los camboyanos tiene un teléfono, según la organización—. La aplicación de Dany es la primera de ellas que está en desarrollo. "Habrá cuatro vídeos. Uno explicará el significado de la violencia. Otro el riesgo que corren las mujeres y niñas. El tercero, las leyes de violencia y protección de las víctimas que pueden ayudarlas. Por último, se mostrará el Chbab Srey que discrimina a las mujeres y algunas recomendaciones. También habrá preguntas sobre la violencia de género que serán como un juego, quienes den la respuesta correcta recibirán una recompensa”, explica Dany.
Cambiar las actitudes, tanto en la red como de forma presencial en las escuelas, es una de las tareas elementales para romper el silencio que impone la sociedad camboyana a las mujeres y niñas.
Ana Salvá.
KHMER
De no ser por la voz de Sieng Dy, de no ser por esta belleza recién hallada, de no ser por Saksi Sbong, por su vestido verde y su forma de bailar y sonreir, de no ser por Sinn Sisamouth, por el azar, de no ser por Ros Sereysothea, de no ser por los viejos templos de Angkor, de no ser por the cambodian space project...
Y de no ser -sobre todo- por la voz de la joven Meng Keo Pich Chenda...
Antes de la visión altamente deficiente y el ESTREMECEDOR canto de Meng -esa maravilla-, el divertimento de Bang Bang: I´M AFRAID OF LOVE...
Y de no ser -sobre todo- por la voz de la joven Meng Keo Pich Chenda...
Antes de la visión altamente deficiente y el ESTREMECEDOR canto de Meng -esa maravilla-, el divertimento de Bang Bang: I´M AFRAID OF LOVE...
miércoles, 9 de diciembre de 2015
martes, 8 de diciembre de 2015
REFLEXIONES EN TORNO A UNA MUELA
REFLEXIONES EN TORNO A UNA MUELA
"Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él."
Esta es la segunda vez que aplazo la extracción de una muela. No es una muela cualquiera. Yo tampoco soy el mismo que otras veces, movido sin duda por la inconsciencia, ha tomado decisiones precipitadas...
Hace tres noches, escribía: "Visitaré a un sacamuelas; si tengo suerte, acabará con un problema largo tiempo ignorado y desatendido, una solución postergada, un dolor calmado pero no resuelto..."
Por suerte, guardé el archivo de texto y no lo publiqué en ese instante, pues me hubiera arrepentido...
El asunto no tiene nada de literario; sólo un tercio de la pieza dental es visible, siendo dos tercios invisibles o interiores puesto que se hunden en el hueso de la mandíbula superior...
El fantasma de mi padre y sus largos dientes amarillos -eso sí puede considerarse pura literatura, sueño y memoria y desmemoria a un tiempo...
Pero una cosa es cierta: yo no invento mis procesos. No soy el fiscal, ni el abogado defensor, ni el testigo que señala o encubre, ni el juez que parte y reparte, que absuelve y condena...
Permanezco al margen. Tomo notas, apuntes; elaboro esquemas y bocetos...
Salgo de mí para observar lo que me sucede, pero me sumerjo en la vida para contemplar la vida...
Dentro de cinco días cumpliré sesenta años. Y, desde luego, no es lo mismo un cumpleaños con muela que sin muela, malestar, dolor y menoscabo...
Para la ocasión he dispuesto botellas de vino, especialmente dos, cuyos dibujos en blanco me complacen y atraen como centros de telas donde la flor, donde el centauro...
Dentro de cinco días...
Sesenta años...
Se entenderá mal o no se entenderá en absoluto el capricho de este gasto...
En mi descargo diré únicamente que no hay otro gesto efímero que me cause tanto placer...
En la mesilla de noche, junto a la lámpara de luz, el agua, los somníferos, el despertador, el antifaz negro, la torre de libros, las tijeras melladas, abierto por esa y no otra página al azar el último de Monterroso...
A veces el sexo, la aventura, la locura. A veces el sol del amanecer. A veces, ese sabor. Esa cuerda que se tensa o se retuerce sobre sí misma, adelgaza, se vuelve lazo, se vuelve nudo...
He sido elegido suplente segundo del presidente. Y a las ocho de la mañana del día veinte...
Muela insomne, dolor profundo bajo una manta ignífuga...
¡Qué mierda le importará a mi muela quién gobierne, qué niebla, qué frío, qué diciembre...!
El pinot noir es otra cosa, el ácido riesling, la abeja zumbadora, la rosa, la flecha...
A veces la vida y a veces la muerte...
Como esta noche (y tantas otras noches no distintas, semejantes) donde una gota desborda la copa. Y fuego en el aire, y la vida como un juego, y la muela desde siempre y sus tres raíces...
Como en esta noche, a las puertas de una estancia soñada donde el dolor no tiene fin...
Apenas la anestesia mitigará la falta unas horas. Y después...
Y después...
Sólo un tercio de la pieza dental es visible, siendo dos tercios invisibles o interiores puesto que se hunden en el hueso de la mandíbula superior; el asunto no tiene nada de literario...
"Un dolor calmado pero no resuelto, una extracción postergada, un problema largo tiempo ignorado y desatendido; si tengo suerte, dentro de tres días visitaré a un sacamuelas..."
Esa muela tiene aproximadamente mi edad; ha mordido, desgarrado, triturado, sujetado y presumido durante tanto tiempo...
Muela sin plomo, muela de ciervo y de cabrón, de marfil y de piedra viva...
Muela de pólvora...
Hasta aquí hemos llegado...
Si el lector es tanto o más inteligente que yo, habrá adivinado que, en realidad, el tema central de estas reflexiones no es una muela, por más especial que nos parezca, etcétera, etcétera...
Se trata, en realidad, del paso del tiempo, de no reaccionar cuando suena el despertador, o de hacerlo en sentido contrario, avanzando una y otra vez las manecillas (ganando cada vez algunos minutos), porque abrir los ojos, porque el agua fría, porque el café, salir de casa y todo lo demás...
Aún no sé cómo actuar con Clemens Strobl, el cumpleaños, las elecciones. Y le exijo imperativamente, le ordeno a la muela con vehemencia que permanezca en su sitio, al menos una semana, hasta final de año, un mes incluso, hasta las próximas vacaciones...
En el hueco -después del coágulo- dejado por esta muela, enterraré parte de la vida que todavía me pertenece. No pido mucho entonces. Estirar un poco el crédito. Otro mínimo plazo, antes de saldar la deuda, y respirar sin agobios esta noche...
Tampoco me tranquiliza conocer el nombre del sacamuelas...
Sin las raíces que sustentan este suelo, cuántos otros dientes cederán...
Una boca como mi boca, asimétrica, de labios tan finos bajo nariz prominente; esta boca que ha besado cientos de miles de cigarrillos y un par de labios y mejillas de ángeles y el perfecto círculo de algunas copas; esta boca que ha pronunciado palabras, apenas gritos; y que sobre todo ha guardado silencio, secretos, un enigma o el enigma, algunas respuestas no maduras, uvas verdes, adivinanzas...
Faltando en esta boca todo lo que falta: dientes, lenguajes, sensibilidad y perdón...
La parte visible de la muela en cuestión, como carbón que asoma entre la ceniza, como pequeño cráter negro de un volcán dormido hasta ayer...
Nadie, al parecer, escribe sobre su dentadura. Mal gusto hacerlo. Mal gusto decir: carezco de tantos dientes. Lo mismo sucede respecto a los centímetros de la virilidad, la cuenta bancaria existente o inexistente, la orina en el lavabo, la falta de fe...
No está bien hablar de una muela perdida, pero nada impide reflexionar sobre esa muela...
Botellas de vino he dispuesto para la ocasión -para despedir a la puñetera muela-, especialmente dos, cuyos dibujos en blanco me complacen y atraen como centros de telas (de araña) donde la flor, donde el centauro...
Para despedir a la pajolera muela, a este mal año, al caminito real...
Intuyo que mi primer lector es en el fondo tan inteligente o más que yo. Para lograr esto he tenido que ser más inteligente que yo mismo...
Una vez calmada la muela con aceite de clavo y algo de convencimiento, nada me impide seguir leyendo a Monterroso, bolsa de agua caliente a los pies, sábanas de franela, Somnovit, despertador no activado...
Mañana será otro día...
Y hasta aquí hemos llegado...
"Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él."
Augusto Monterroso.
Esta es la segunda vez que aplazo la extracción de una muela. No es una muela cualquiera. Yo tampoco soy el mismo que otras veces, movido sin duda por la inconsciencia, ha tomado decisiones precipitadas...
Hace tres noches, escribía: "Visitaré a un sacamuelas; si tengo suerte, acabará con un problema largo tiempo ignorado y desatendido, una solución postergada, un dolor calmado pero no resuelto..."
Por suerte, guardé el archivo de texto y no lo publiqué en ese instante, pues me hubiera arrepentido...
El asunto no tiene nada de literario; sólo un tercio de la pieza dental es visible, siendo dos tercios invisibles o interiores puesto que se hunden en el hueso de la mandíbula superior...
El fantasma de mi padre y sus largos dientes amarillos -eso sí puede considerarse pura literatura, sueño y memoria y desmemoria a un tiempo...
Pero una cosa es cierta: yo no invento mis procesos. No soy el fiscal, ni el abogado defensor, ni el testigo que señala o encubre, ni el juez que parte y reparte, que absuelve y condena...
Permanezco al margen. Tomo notas, apuntes; elaboro esquemas y bocetos...
Salgo de mí para observar lo que me sucede, pero me sumerjo en la vida para contemplar la vida...
Dentro de cinco días cumpliré sesenta años. Y, desde luego, no es lo mismo un cumpleaños con muela que sin muela, malestar, dolor y menoscabo...
Para la ocasión he dispuesto botellas de vino, especialmente dos, cuyos dibujos en blanco me complacen y atraen como centros de telas donde la flor, donde el centauro...
Dentro de cinco días...
Sesenta años...
Se entenderá mal o no se entenderá en absoluto el capricho de este gasto...
En mi descargo diré únicamente que no hay otro gesto efímero que me cause tanto placer...
En la mesilla de noche, junto a la lámpara de luz, el agua, los somníferos, el despertador, el antifaz negro, la torre de libros, las tijeras melladas, abierto por esa y no otra página al azar el último de Monterroso...
A veces el sexo, la aventura, la locura. A veces el sol del amanecer. A veces, ese sabor. Esa cuerda que se tensa o se retuerce sobre sí misma, adelgaza, se vuelve lazo, se vuelve nudo...
He sido elegido suplente segundo del presidente. Y a las ocho de la mañana del día veinte...
Muela insomne, dolor profundo bajo una manta ignífuga...
¡Qué mierda le importará a mi muela quién gobierne, qué niebla, qué frío, qué diciembre...!
El pinot noir es otra cosa, el ácido riesling, la abeja zumbadora, la rosa, la flecha...
A veces la vida y a veces la muerte...
Como esta noche (y tantas otras noches no distintas, semejantes) donde una gota desborda la copa. Y fuego en el aire, y la vida como un juego, y la muela desde siempre y sus tres raíces...
Como en esta noche, a las puertas de una estancia soñada donde el dolor no tiene fin...
Apenas la anestesia mitigará la falta unas horas. Y después...
Y después...
Sólo un tercio de la pieza dental es visible, siendo dos tercios invisibles o interiores puesto que se hunden en el hueso de la mandíbula superior; el asunto no tiene nada de literario...
"Un dolor calmado pero no resuelto, una extracción postergada, un problema largo tiempo ignorado y desatendido; si tengo suerte, dentro de tres días visitaré a un sacamuelas..."
Esa muela tiene aproximadamente mi edad; ha mordido, desgarrado, triturado, sujetado y presumido durante tanto tiempo...
Muela sin plomo, muela de ciervo y de cabrón, de marfil y de piedra viva...
Muela de pólvora...
Hasta aquí hemos llegado...
Si el lector es tanto o más inteligente que yo, habrá adivinado que, en realidad, el tema central de estas reflexiones no es una muela, por más especial que nos parezca, etcétera, etcétera...
Se trata, en realidad, del paso del tiempo, de no reaccionar cuando suena el despertador, o de hacerlo en sentido contrario, avanzando una y otra vez las manecillas (ganando cada vez algunos minutos), porque abrir los ojos, porque el agua fría, porque el café, salir de casa y todo lo demás...
Aún no sé cómo actuar con Clemens Strobl, el cumpleaños, las elecciones. Y le exijo imperativamente, le ordeno a la muela con vehemencia que permanezca en su sitio, al menos una semana, hasta final de año, un mes incluso, hasta las próximas vacaciones...
En el hueco -después del coágulo- dejado por esta muela, enterraré parte de la vida que todavía me pertenece. No pido mucho entonces. Estirar un poco el crédito. Otro mínimo plazo, antes de saldar la deuda, y respirar sin agobios esta noche...
Tampoco me tranquiliza conocer el nombre del sacamuelas...
Sin las raíces que sustentan este suelo, cuántos otros dientes cederán...
Una boca como mi boca, asimétrica, de labios tan finos bajo nariz prominente; esta boca que ha besado cientos de miles de cigarrillos y un par de labios y mejillas de ángeles y el perfecto círculo de algunas copas; esta boca que ha pronunciado palabras, apenas gritos; y que sobre todo ha guardado silencio, secretos, un enigma o el enigma, algunas respuestas no maduras, uvas verdes, adivinanzas...
Faltando en esta boca todo lo que falta: dientes, lenguajes, sensibilidad y perdón...
La parte visible de la muela en cuestión, como carbón que asoma entre la ceniza, como pequeño cráter negro de un volcán dormido hasta ayer...
Nadie, al parecer, escribe sobre su dentadura. Mal gusto hacerlo. Mal gusto decir: carezco de tantos dientes. Lo mismo sucede respecto a los centímetros de la virilidad, la cuenta bancaria existente o inexistente, la orina en el lavabo, la falta de fe...
No está bien hablar de una muela perdida, pero nada impide reflexionar sobre esa muela...
Botellas de vino he dispuesto para la ocasión -para despedir a la puñetera muela-, especialmente dos, cuyos dibujos en blanco me complacen y atraen como centros de telas (de araña) donde la flor, donde el centauro...
Para despedir a la pajolera muela, a este mal año, al caminito real...
Intuyo que mi primer lector es en el fondo tan inteligente o más que yo. Para lograr esto he tenido que ser más inteligente que yo mismo...
Una vez calmada la muela con aceite de clavo y algo de convencimiento, nada me impide seguir leyendo a Monterroso, bolsa de agua caliente a los pies, sábanas de franela, Somnovit, despertador no activado...
Mañana será otro día...
Y hasta aquí hemos llegado...
domingo, 6 de diciembre de 2015
AUGUSTO MONTERROSO / TRES CUENTOS
EL CONEJO Y EL LEÓN
Un celebre Psicoanalista se encontró cierto día en medio de la Selva, semiperdido.
Con la fuerza que dan el instinto y el afán de investigación logró fácilmente subirse a un altísimo árbol, desde el cual pudo observar a su antojo no solo la lenta puesta del sol sino además la vida y costumbres de algunos animales, que comparó una y otra vez con las de los humanos.
Al caer la tarde vio aparecer, por un lado, al Conejo; por otro, al León.
En un principio no sucedió nada digno de mencionarse, pero poco después ambos animales sintieron sus respectivas presencias y, cuando toparon el uno con el otro, cada cual reaccionó como lo había venido haciendo desde que el hombre era hombre.
El León estremeció la Selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como era su costumbre y hendió el aire con sus garras enormes; por su parte, el Conejo respiró con mayor celeridad, vio un instante a los ojos del León, dio media vuelta y se alejó corriendo.
De regreso a la ciudad el celebre Psicoanalista publicó cum laude su famoso tratado en que demuestra que el León es el animal más infantil y cobarde de la Selva, y el Conejo el más valiente y maduro: el León ruge y hace gestos y amenaza al universo movido por el miedo; el Conejo advierte esto, conoce su propia fuerza, y se retira antes de perder la paciencia y acabar con aquel ser extravagante y fuera de sí, al que comprende y que después de todo no le ha hecho nada.
EL ECLIPSE
Un celebre Psicoanalista se encontró cierto día en medio de la Selva, semiperdido.
Con la fuerza que dan el instinto y el afán de investigación logró fácilmente subirse a un altísimo árbol, desde el cual pudo observar a su antojo no solo la lenta puesta del sol sino además la vida y costumbres de algunos animales, que comparó una y otra vez con las de los humanos.
Al caer la tarde vio aparecer, por un lado, al Conejo; por otro, al León.
En un principio no sucedió nada digno de mencionarse, pero poco después ambos animales sintieron sus respectivas presencias y, cuando toparon el uno con el otro, cada cual reaccionó como lo había venido haciendo desde que el hombre era hombre.
El León estremeció la Selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como era su costumbre y hendió el aire con sus garras enormes; por su parte, el Conejo respiró con mayor celeridad, vio un instante a los ojos del León, dio media vuelta y se alejó corriendo.
De regreso a la ciudad el celebre Psicoanalista publicó cum laude su famoso tratado en que demuestra que el León es el animal más infantil y cobarde de la Selva, y el Conejo el más valiente y maduro: el León ruge y hace gestos y amenaza al universo movido por el miedo; el Conejo advierte esto, conoce su propia fuerza, y se retira antes de perder la paciencia y acabar con aquel ser extravagante y fuera de sí, al que comprende y que después de todo no le ha hecho nada.
EL ECLIPSE
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó
que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado,
implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con
tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza,
aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el
convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de
su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor
redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de
indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un
altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de
sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano
dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron
comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de
su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles.
Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo
más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar
la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se
oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé
sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y
esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola
chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo
la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin
ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se
producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya
habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
EL MONO QUE QUISO SER ESCRITOR SATÍRICO
En la selva vivía una vez un Mono que quiso ser escritor
satírico.
Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le faltaba conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a los cocteles y a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban distraídos con la copa en la mano.
Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.
No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado con júbilo tanto por las Monas como por los esposos de las Monas y por los demás habitantes de la Selva, ante los cuales, por contrarios que fueran a él en política internacional, nacional o doméstica, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder retratarla en sus sátiras.
Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada.
Entonces, un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fijó en la Urraca, y principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se reía y se encaramaba de placer a los árboles por las cosas que se le ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los animales de sociedad que lo agasajaban había muchas Urracas y especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.
Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios -auxiliares en realidad de su arte adulatorio- lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentirían aludidas, y desistió de hacerlo.
Después deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para quién; pero por miedo de que sus amigos de este género, y especialmente uno, se ofendieran, terminó comparándola favorablemente con la Cigarra, que egoísta no hacia más que cantar y cantar dándoselas de poeta, y desistió de hacerlo.
Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló su sátira contra las Gallinas adúlteras que andaban todo el día inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de éstas lo habían recibido que temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.
Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no encontró contra quién dirigir sus baterías, pues todos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo.
En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por la Mística y el Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto gusto.
Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le faltaba conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a los cocteles y a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban distraídos con la copa en la mano.
Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.
No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado con júbilo tanto por las Monas como por los esposos de las Monas y por los demás habitantes de la Selva, ante los cuales, por contrarios que fueran a él en política internacional, nacional o doméstica, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder retratarla en sus sátiras.
Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada.
Entonces, un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fijó en la Urraca, y principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se reía y se encaramaba de placer a los árboles por las cosas que se le ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los animales de sociedad que lo agasajaban había muchas Urracas y especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.
Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios -auxiliares en realidad de su arte adulatorio- lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentirían aludidas, y desistió de hacerlo.
Después deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para quién; pero por miedo de que sus amigos de este género, y especialmente uno, se ofendieran, terminó comparándola favorablemente con la Cigarra, que egoísta no hacia más que cantar y cantar dándoselas de poeta, y desistió de hacerlo.
Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló su sátira contra las Gallinas adúlteras que andaban todo el día inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de éstas lo habían recibido que temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.
Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no encontró contra quién dirigir sus baterías, pues todos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo.
En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por la Mística y el Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto gusto.
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