"La conciencia evolutiva -entendiendo que la mente es el resultado de un montañismo homeostático en contra de la corriente de la entropía- abarca, en projimidad, el árbol evolutivo que dio origen a los seres sensibles. Pero no es posible abarcar en projimidad todo el árbol evolutivo pues en última instancia un ser superior está obligado a alimentarse de los inferiores. La línea de projimidad tiene que trazarse en algún sitio. En la Tierra nadie ha puesto nunca esa línea por debajo de la bifurcación que separa a las plantas de los animales. Y en la práctica, en el mundo tecnológico, no se podrían incluir, por ejemplo, los insectos. Si nos enteráramos por alguna razón que intercambiar señales con el Cosmos exige la extinción de las hormigas de la Tierra, sin duda consideraríamos que su sacrificio vale la pena. Ahora bien, puede que nosotros en nuestro peldaño evolutivo seamos -para alguien- hormigas. Puede que el nivel de projimidad no se extienda, desde el punto de vista de esos seres, hasta alimañas planetarias como nosotros. O quizá tengan una racionalización para esto. Quizá sepan que, de acuerdo con las estadísticas galácticas, el tipo de psicozoico terrestre está condenado al fracaso tecno-evolutivo, de modo que no sería tan horrendo incrementar la amenaza que pende sobre nosotros, pues, en cualquier caso, lo más probable es que no lleguemos a nada."
Stanislav Lem. "La voz de su amo". Edhasa. 1989. Págs.: 225-226.
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