lunes, 30 de marzo de 2020
PREGUNTAS (SIN RESPUESTA) SOBRE EL CORONAVIRUS
PREGUNTAS (SIN RESPUESTA) SOBRE EL CORONAVIRUS
SOBRE EL SUEÑO. SOBRE LA NECESIDAD DE PERMANECER DESPIERTOS.
"... desde un principio le fue atribuido a todo hombre su cantidad de sueño. Por tanto, aquel que haya consumido demasiado sueño durante su vida no puede prometerse dormir mucho tiempo más, esto es, vivir mucho y llegar a viejo."
Inmanuel Kant. El poder de las facultades afectivas. Aguilar. 1974. Pág.: 29.
EL ORIGEN. SENDERO QUE SE BIFURCA EN OTROS PARA COMPONER UN JARDÍN.
Se dice que en China fue localizado y aislado el paciente número uno, pero aún no ha sido posible encontrar a su antecesor, el infectado número cero. Y se dice que antes de ese supuesto infectado, origen de la contaminación humana, ha debido existir un animal, reservorio del virus, del cual todo ha partido y que ha sido causa del salto y la expansión. De este animal hipotético nada se sabe, si fue pangolín, murciélago o serpiente.
Se dice que en los mercados chinos se pueden comprar (e incluir como proteínas en la dieta habitual) gatos y perros, lobos y zorros (no importa si están vivos o muertos), ardillas y civetas, insectos de todo tipo (saltamontes, arañas, escorpiones...), gusanos y larvas, grandes reptiles como el cocodrilo, tortugas, lagartos, lagartijas y salamandras, peces crudos y secos (provenientes tanto del mar como del fango de los ríos), ratas terrestres y voladoras y un largo etcétera.
¿Cuál, de entre todos ellos, ha incubado este virus y luego lo ha dejado partir?
¿Es posible crear un test para averiguar rápidamente si una persona ha sido contaminada, establecer cómo le afectará el virus dependiendo del tipo de su sangre y, sin embargo, nadie puede hallar al animal fuente de la pandemia?
LA MEZQUINDAD. UNA FORMA DE MUTACIÓN ESPIRITUAL.
Entre todas las estadísticas (parciales) que se publican a diario falta una por oficios. Se sabe el porcentaje de personal sanitario infectado, pero ignoramos cuántos pescadores, ganaderos, agricultores, transportistas, abogados y jueces y hasta banqueros han muerto. Sobra mano de obra en multitud de sectores productivos que ahora se adivinan como no esenciales. Pero se necesita gente en los hospitales, en el campo y el mar, en las residencias de ancianos y en otras posiciones claves para que la vida sea preservada. Se escuchan quejas por doquier, tras las suspensiones temporales de empleo, porque acostumbrados a la rutina de un sueldo muchos no aceptan cobrar del Estado un sueldo menor. En el fondo -piensan los hipócritas-, bienvenidas sean las vacaciones pagadas, el confinamiento y la subvención, antes que salir a dar la cara. Ejemplos no faltan. Trabajadores preocupados por el 30% de descuento en sus ingresos, mirando absortos su cuenta bancaria e ignorando a los muertos presentes y a los futuros, por no decir que nunca se han interesado en ver el mundo como realmente es y ha sido. Uno que dice que si le pagan menos (sin trabajar) de lo que le pagaban (trabajando) no podrá alimentar a sus hijos. Antes de ser padre, cuando se casó, le regalaron un piso con terraza y vistas al Mediterráneo. Y el saldo que posee, sin duda, le permitiría sobrevivir algunos años. Otro que vive en familia (padres, hermanas, sobrinos, abuela y hasta perro), que nunca ha tenido que hacer frente a una hipoteca o alquiler, que ha gastado su salario en los últimos móviles de alta gama, en relojes caros y en amantes aprovechadas. Miles de niños mueren cada día por hambre, y millones no tienen una casa humildemente digna en que vivir. Pero el ansia de consumo sin fin, el espectáculo alienante y aturdidor del fútbol y otras apuestas, la virtualidad (en tanto apariencia) de un mundo manipulado de extremo a extremo, causan ceguera e incentivan, por una parte el egoísmo y la soledad y, por otra, el gregarismo interesado. ¿Qué sucederá cuando la merma de los esenciales, por extenuación, contagio, cuarentena o muerte, alcance un número irreemplazable? ¿Quién ordeñará a las vacas, quién echará las redes, quién se ocupará de la vendimia, de la recolección de las fresas, las patatas o los espárragos? ¿Quién se jugará la vida por otros? ¿Quién ayudará al vecino o al perro del vecino? Aumenta la demanda de adopciones en las perreras. ¿De repente hay una ola de generosidad y buena voluntad? ¿O los espabilados de siempre (y los recién llegados) pretenden usar en beneficio propio la desgracia ajena?
LOS AFORTUNADOS. LOS FULLEROS.
Lionel Messi dice que renuncia al 70% de su salario como héroe y estrella, ¿para salvar a su club de la crisis que se avecina?, y que pagará de su bolsillo lo que haga falta para que los trabajadores secundarios de ese club, abocados al paro, cobren el 100%. ¿Cuánto gana anualmente Messi? Yo no tengo ni idea, jamás me ha interesado el fútbol. Pero supongamos, con moderación, que ingresa 10 millones de euros. ¿Renuncia a 7 y se queda con 3? Muchos le aplaudirán el gesto. Pero no tantos pensarán en lo que esto significa.
Titular de prensa: "Rama X, rey de Tailandia, se encierra con 20 concubinas en un hotel de los Alpes." ¿Quién atiende sus necesidades, quién prepara sus comidas, quién limpia las habitaciones, quién vela por su seguridad? Y, sobre todo, ¿quién ha dado el permiso, quién ha autorizado la ocupación? Si lo que buscaba el rey era un refugio, ¿por qué nadie toma la valiente decisión de llevarlo a un verdadero campo de refugiados?
Otro titular de prensa: "The New York Times pone a Aznar como ejemplo de ricos europeos que se confinan en segundas residencias." En estos días muchos hablan y otros callan. El Papa sale en solitario (con un asistente) a la Plaza de San Pedro para rezar por todos e impartir bendiciones. Y luego se retira a sus aposentos. El negocio vaticano (entradas a los museos, postales, imanes, calendarios, cerámicas, camisetas y gorras y paraguas...) se ha resentido. Algunos se muestran y otros se esconden. ¿Dónde están los padres de la Patria, los Líderes, los Ex-Presidentes, dónde González o Rajoy? Al menos sabemos que Aznar se ha resguardado en Marbella. ¿Escribirá un libro durante el confinamiento o decidirá que sea otro quien lo escriba?
José Mújica dijo en su entrevista con Évole, emitida ayer por televisión, que un pesimista es sólo un optimista bien informado. La frase no le pertenece. El lúcido Mújica, a sus 85 años, la toma prestada, como tantos, del escritor uruguayo Mario Benedetti. Pero no hay que olvidar que Benedetti también dijo que "El que hace trampas es porque no tiene el coraje de ser honesto."
Entre los poderosos del mundo se puso de moda ya hace tiempo, y sobre todo en los EEUU (según ha constatado Hollywood en numerosas ocasiones), el construir refugios para resistir ataques nucleares y biológicos, considerarse privilegiados y superiores, con un absoluto derecho a la vida frente a los parias del mundo, los que podrían atacar su estatus enarbolando la bandera de su pobreza, en resumen: los zombis (los atontados o muertos vivientes).
DIARIO DE ALARMA. LA ESCRITURA.
Por más que no quiera entrar en lo personal, a veces no puedo evitarlo. Me sorprende el silencio nocturno. Me asomo a la ventana y no escucho nada. Todo el ruido posible está en mi cabeza. Hace tres noches, con la intención de no pensar y relajarme, vi la película Guerra Mundial Z, de 2013, dirigida por Marc Forster y protagonizada por Brad Pitt. En realidad, y por utilizar palabras sencillas, fácilmente comprensibles, la película era una mierda, una fantasía increíble donde un héroe salva a la humanidad pasando días sin dormir, sin comer ni mear ni cagar, y que resulta varias veces mortalmente herido pero que a las pocas horas se recupera y sigue repartiendo hostias a mansalva.
Sin embargo, quizá sugestionado por esa amenaza latente, en la tarde del sábado salí a la calle con mi afilada navaja (de cachas de madera multicolor) en su funda de cuero sujeta al cinturón y oculta bajo la cazadora.
Tenía un cuaderno de tapas negras sin usar. El 13 de marzo lo abrí y le puse un título: Diario de Alarma. Me gustaría pensar que sus 114 páginas bastarán para poner punto y final. Pero tengo dudas. Voces distintas alertan sobre lo provisional del confinamiento, y recomiendan aislamientos mayores, seis meses al menos, quién sabe si un año.
LA PRÓXIMA AGENDA. EL LIBRO CONTRA LA MUERTE.
Volviendo a lo personal debo confesar mi suerte. No dependo de librerías cerradas, no me afecta que se suspendan los eventos deportivos, y puedo escribir estas notas con una copa de Amontillado en la mano, degustado a pequeños sorbos, sin miedo al virus.
Cuando acabe con El muro (Haushofer), pienso releer el Paisaje con grano de arena (Szymborska) y El libro contra la muerte (Canetti). No faltará tiempo, a no ser que la muerte decida visitarme. Pero incluso si lo hace estoy dispuesto a jugármela con ella en una partida de ajedrez, con ese envite, por el simple desafío de combatir el aburrimiento.
El uno de abril cerraré algunas puertas, me ocuparé de mí mismo.
Tengo un álbum de dibujo grande. Dibujaré. Y miles de libros por catalogar. La casa necesita una puesta a punto. Mi cuerpo. Los papeles que guardo sin motivo. Las cajas que encierran objetos atesorados durante años y ya prescindibles. Orden y limpieza. Depositaré en los contenedores de basura partes de mi vida obsoletas. Y subiré a la terraza para ver los cielos ignorados y las mañanas soñadas.
EL SISTEMA INMUNITARIO. EL PLANETA.
Hasta donde nosotros sabemos, los dioses, los humanos, poseemos un sistema inmunitario que nos defiende de las invasiones de patógenos. Si un virus, una bacteria, un hongo o un microbio cualquiera se cuela en nuestro organismo (pasando por alto las agresiones no biológicas y las internas, las que nosotros mismos generamos), enviaremos a nuestro micro ejército con memoria o sin memoria para detener y destruir al invasor.
Algo parecido puede suceder con el planeta. Que se haya sentido atacado por la raza humana, esa forma de vida proliferante que destruye cuanto toca, que contamina ríos y mares, que ensucia los cielos, que tala los bosques, que propicia incendios, que derrite los polos y los glaciares, que invoca no a la lluvia sino a la gran tormenta, que hace avanzar los desiertos, que extingue por capricho especies animales, que justifica el genocidio, que siembra por doquier bombas de relojería nucleares, residuos tóxicos, que agota los recursos, que inicia o sostiene guerras caprichosas y que, en resumen, muestra -con la naturaleza- una falta de respeto a todas luces injustificable. Y pudiera ser que entonces el planeta use, a su vez, su sistema inmunitario contra nosotros, los humanos, los dioses, movilizando este virus para extinguirnos o derrotarnos en nuestra pretensión de dominio.
Pasarán los días (el diario) y los meses. Tras la vuelta, tras la supervivencia, se dará otro pensamiento. La globalización será cuestionada. Nuestras metas y objetivos. Nadie se moverá libremente. Las comunicaciones indicarán el lugar y el objetivo. Nos vigilarán cámaras infinitas y drones. La sangre nos delatará. Las manos ya no dibujarán mapas. Lo harán (lo hacen) los satélites. Las reformas laborales se impondrán como necesarias. Y alguien, tal vez a su pesar, tendrá que contabilizar las bajas, y decidir cómo después de la muerte deberá ser reestructurado el sistema de pensiones, su adelgazamiento.
LA POESÍA. EL AFORISMO. LA REFLEXIÓN.
"¿En qué circunstancias sueñas con los muertos?
¿Piensas en ellos antes de dormir?
¿Quién aparece primero?
¿Es siempre el mismo?
¿Nombre? ¿Apellido? ¿Cementerio? ¿Fecha de defunción?"
Wislawa Szymborska.
"La nube en la que uno se cree a buen recaudo mientras otros mueren."
Elias Canetti.
Los delfines se acercan a la costa, mejor dicho a las playas. Sienten curiosidad por lo que pasa. Hace tiempo que nos advierten, pero no sabemos escucharlos. No entendemos su lenguaje, no entendemos a nuestras mascotas, tampoco a los pájaros.
Quizá sea tiempo de pensar en quienes nos visitan.
Tiempo de pensar en las reglas básicas: barre el suelo ante tu puerta, saluda a la hormiga que se aproxima, prepara el cuenco donde comerás tu arroz. Y al caminante que tras su largo empeño llega cargado de preguntas, dile que ha equivocado el camino.
Toda sospecha, toda opinión, toda duda resuelta o por resolver es en el fondo una cuestión de fe. También esta breve canción de Bob Dylan que acompaña el texto.
Ni la ciencia ni los científicos me tranquilizan.
LOS NOMBRES. LAS PREGUNTAS.
¿Por qué Dios, el Estado y el Honor son nombres masculinos? ¿Por qué la Muerte, la Peste y la Tristeza son nombres femeninos? Es verdad que la Vida y la Belleza también son nombres femeninos. Y es verdad que el Amor y el Arte son nombres masculinos. Los nombres, en lo que atañe a su género, ¿son acaso arbitrarios? ¿O su elección se debe a razones ocultas e inconfesables?
Las palabras (las definiciones) no son inocentes, nunca son inocentes.
Y menos que las palabras, las preguntas.
Yo no soy negro. Soy blanco. Pero ésta en una cuestión de fe.
Salvador Alís.
SOBRE EL SUEÑO. SOBRE LA NECESIDAD DE PERMANECER DESPIERTOS.
"... desde un principio le fue atribuido a todo hombre su cantidad de sueño. Por tanto, aquel que haya consumido demasiado sueño durante su vida no puede prometerse dormir mucho tiempo más, esto es, vivir mucho y llegar a viejo."
Inmanuel Kant. El poder de las facultades afectivas. Aguilar. 1974. Pág.: 29.
EL ORIGEN. SENDERO QUE SE BIFURCA EN OTROS PARA COMPONER UN JARDÍN.
Se dice que en China fue localizado y aislado el paciente número uno, pero aún no ha sido posible encontrar a su antecesor, el infectado número cero. Y se dice que antes de ese supuesto infectado, origen de la contaminación humana, ha debido existir un animal, reservorio del virus, del cual todo ha partido y que ha sido causa del salto y la expansión. De este animal hipotético nada se sabe, si fue pangolín, murciélago o serpiente.
Se dice que en los mercados chinos se pueden comprar (e incluir como proteínas en la dieta habitual) gatos y perros, lobos y zorros (no importa si están vivos o muertos), ardillas y civetas, insectos de todo tipo (saltamontes, arañas, escorpiones...), gusanos y larvas, grandes reptiles como el cocodrilo, tortugas, lagartos, lagartijas y salamandras, peces crudos y secos (provenientes tanto del mar como del fango de los ríos), ratas terrestres y voladoras y un largo etcétera.
¿Cuál, de entre todos ellos, ha incubado este virus y luego lo ha dejado partir?
¿Es posible crear un test para averiguar rápidamente si una persona ha sido contaminada, establecer cómo le afectará el virus dependiendo del tipo de su sangre y, sin embargo, nadie puede hallar al animal fuente de la pandemia?
LA MEZQUINDAD. UNA FORMA DE MUTACIÓN ESPIRITUAL.
Entre todas las estadísticas (parciales) que se publican a diario falta una por oficios. Se sabe el porcentaje de personal sanitario infectado, pero ignoramos cuántos pescadores, ganaderos, agricultores, transportistas, abogados y jueces y hasta banqueros han muerto. Sobra mano de obra en multitud de sectores productivos que ahora se adivinan como no esenciales. Pero se necesita gente en los hospitales, en el campo y el mar, en las residencias de ancianos y en otras posiciones claves para que la vida sea preservada. Se escuchan quejas por doquier, tras las suspensiones temporales de empleo, porque acostumbrados a la rutina de un sueldo muchos no aceptan cobrar del Estado un sueldo menor. En el fondo -piensan los hipócritas-, bienvenidas sean las vacaciones pagadas, el confinamiento y la subvención, antes que salir a dar la cara. Ejemplos no faltan. Trabajadores preocupados por el 30% de descuento en sus ingresos, mirando absortos su cuenta bancaria e ignorando a los muertos presentes y a los futuros, por no decir que nunca se han interesado en ver el mundo como realmente es y ha sido. Uno que dice que si le pagan menos (sin trabajar) de lo que le pagaban (trabajando) no podrá alimentar a sus hijos. Antes de ser padre, cuando se casó, le regalaron un piso con terraza y vistas al Mediterráneo. Y el saldo que posee, sin duda, le permitiría sobrevivir algunos años. Otro que vive en familia (padres, hermanas, sobrinos, abuela y hasta perro), que nunca ha tenido que hacer frente a una hipoteca o alquiler, que ha gastado su salario en los últimos móviles de alta gama, en relojes caros y en amantes aprovechadas. Miles de niños mueren cada día por hambre, y millones no tienen una casa humildemente digna en que vivir. Pero el ansia de consumo sin fin, el espectáculo alienante y aturdidor del fútbol y otras apuestas, la virtualidad (en tanto apariencia) de un mundo manipulado de extremo a extremo, causan ceguera e incentivan, por una parte el egoísmo y la soledad y, por otra, el gregarismo interesado. ¿Qué sucederá cuando la merma de los esenciales, por extenuación, contagio, cuarentena o muerte, alcance un número irreemplazable? ¿Quién ordeñará a las vacas, quién echará las redes, quién se ocupará de la vendimia, de la recolección de las fresas, las patatas o los espárragos? ¿Quién se jugará la vida por otros? ¿Quién ayudará al vecino o al perro del vecino? Aumenta la demanda de adopciones en las perreras. ¿De repente hay una ola de generosidad y buena voluntad? ¿O los espabilados de siempre (y los recién llegados) pretenden usar en beneficio propio la desgracia ajena?
LOS AFORTUNADOS. LOS FULLEROS.
Lionel Messi dice que renuncia al 70% de su salario como héroe y estrella, ¿para salvar a su club de la crisis que se avecina?, y que pagará de su bolsillo lo que haga falta para que los trabajadores secundarios de ese club, abocados al paro, cobren el 100%. ¿Cuánto gana anualmente Messi? Yo no tengo ni idea, jamás me ha interesado el fútbol. Pero supongamos, con moderación, que ingresa 10 millones de euros. ¿Renuncia a 7 y se queda con 3? Muchos le aplaudirán el gesto. Pero no tantos pensarán en lo que esto significa.
Titular de prensa: "Rama X, rey de Tailandia, se encierra con 20 concubinas en un hotel de los Alpes." ¿Quién atiende sus necesidades, quién prepara sus comidas, quién limpia las habitaciones, quién vela por su seguridad? Y, sobre todo, ¿quién ha dado el permiso, quién ha autorizado la ocupación? Si lo que buscaba el rey era un refugio, ¿por qué nadie toma la valiente decisión de llevarlo a un verdadero campo de refugiados?
Otro titular de prensa: "The New York Times pone a Aznar como ejemplo de ricos europeos que se confinan en segundas residencias." En estos días muchos hablan y otros callan. El Papa sale en solitario (con un asistente) a la Plaza de San Pedro para rezar por todos e impartir bendiciones. Y luego se retira a sus aposentos. El negocio vaticano (entradas a los museos, postales, imanes, calendarios, cerámicas, camisetas y gorras y paraguas...) se ha resentido. Algunos se muestran y otros se esconden. ¿Dónde están los padres de la Patria, los Líderes, los Ex-Presidentes, dónde González o Rajoy? Al menos sabemos que Aznar se ha resguardado en Marbella. ¿Escribirá un libro durante el confinamiento o decidirá que sea otro quien lo escriba?
José Mújica dijo en su entrevista con Évole, emitida ayer por televisión, que un pesimista es sólo un optimista bien informado. La frase no le pertenece. El lúcido Mújica, a sus 85 años, la toma prestada, como tantos, del escritor uruguayo Mario Benedetti. Pero no hay que olvidar que Benedetti también dijo que "El que hace trampas es porque no tiene el coraje de ser honesto."
Entre los poderosos del mundo se puso de moda ya hace tiempo, y sobre todo en los EEUU (según ha constatado Hollywood en numerosas ocasiones), el construir refugios para resistir ataques nucleares y biológicos, considerarse privilegiados y superiores, con un absoluto derecho a la vida frente a los parias del mundo, los que podrían atacar su estatus enarbolando la bandera de su pobreza, en resumen: los zombis (los atontados o muertos vivientes).
DIARIO DE ALARMA. LA ESCRITURA.
Por más que no quiera entrar en lo personal, a veces no puedo evitarlo. Me sorprende el silencio nocturno. Me asomo a la ventana y no escucho nada. Todo el ruido posible está en mi cabeza. Hace tres noches, con la intención de no pensar y relajarme, vi la película Guerra Mundial Z, de 2013, dirigida por Marc Forster y protagonizada por Brad Pitt. En realidad, y por utilizar palabras sencillas, fácilmente comprensibles, la película era una mierda, una fantasía increíble donde un héroe salva a la humanidad pasando días sin dormir, sin comer ni mear ni cagar, y que resulta varias veces mortalmente herido pero que a las pocas horas se recupera y sigue repartiendo hostias a mansalva.
Sin embargo, quizá sugestionado por esa amenaza latente, en la tarde del sábado salí a la calle con mi afilada navaja (de cachas de madera multicolor) en su funda de cuero sujeta al cinturón y oculta bajo la cazadora.
Tenía un cuaderno de tapas negras sin usar. El 13 de marzo lo abrí y le puse un título: Diario de Alarma. Me gustaría pensar que sus 114 páginas bastarán para poner punto y final. Pero tengo dudas. Voces distintas alertan sobre lo provisional del confinamiento, y recomiendan aislamientos mayores, seis meses al menos, quién sabe si un año.
LA PRÓXIMA AGENDA. EL LIBRO CONTRA LA MUERTE.
Volviendo a lo personal debo confesar mi suerte. No dependo de librerías cerradas, no me afecta que se suspendan los eventos deportivos, y puedo escribir estas notas con una copa de Amontillado en la mano, degustado a pequeños sorbos, sin miedo al virus.
Cuando acabe con El muro (Haushofer), pienso releer el Paisaje con grano de arena (Szymborska) y El libro contra la muerte (Canetti). No faltará tiempo, a no ser que la muerte decida visitarme. Pero incluso si lo hace estoy dispuesto a jugármela con ella en una partida de ajedrez, con ese envite, por el simple desafío de combatir el aburrimiento.
El uno de abril cerraré algunas puertas, me ocuparé de mí mismo.
Tengo un álbum de dibujo grande. Dibujaré. Y miles de libros por catalogar. La casa necesita una puesta a punto. Mi cuerpo. Los papeles que guardo sin motivo. Las cajas que encierran objetos atesorados durante años y ya prescindibles. Orden y limpieza. Depositaré en los contenedores de basura partes de mi vida obsoletas. Y subiré a la terraza para ver los cielos ignorados y las mañanas soñadas.
EL SISTEMA INMUNITARIO. EL PLANETA.
Hasta donde nosotros sabemos, los dioses, los humanos, poseemos un sistema inmunitario que nos defiende de las invasiones de patógenos. Si un virus, una bacteria, un hongo o un microbio cualquiera se cuela en nuestro organismo (pasando por alto las agresiones no biológicas y las internas, las que nosotros mismos generamos), enviaremos a nuestro micro ejército con memoria o sin memoria para detener y destruir al invasor.
Algo parecido puede suceder con el planeta. Que se haya sentido atacado por la raza humana, esa forma de vida proliferante que destruye cuanto toca, que contamina ríos y mares, que ensucia los cielos, que tala los bosques, que propicia incendios, que derrite los polos y los glaciares, que invoca no a la lluvia sino a la gran tormenta, que hace avanzar los desiertos, que extingue por capricho especies animales, que justifica el genocidio, que siembra por doquier bombas de relojería nucleares, residuos tóxicos, que agota los recursos, que inicia o sostiene guerras caprichosas y que, en resumen, muestra -con la naturaleza- una falta de respeto a todas luces injustificable. Y pudiera ser que entonces el planeta use, a su vez, su sistema inmunitario contra nosotros, los humanos, los dioses, movilizando este virus para extinguirnos o derrotarnos en nuestra pretensión de dominio.
Pasarán los días (el diario) y los meses. Tras la vuelta, tras la supervivencia, se dará otro pensamiento. La globalización será cuestionada. Nuestras metas y objetivos. Nadie se moverá libremente. Las comunicaciones indicarán el lugar y el objetivo. Nos vigilarán cámaras infinitas y drones. La sangre nos delatará. Las manos ya no dibujarán mapas. Lo harán (lo hacen) los satélites. Las reformas laborales se impondrán como necesarias. Y alguien, tal vez a su pesar, tendrá que contabilizar las bajas, y decidir cómo después de la muerte deberá ser reestructurado el sistema de pensiones, su adelgazamiento.
LA POESÍA. EL AFORISMO. LA REFLEXIÓN.
"¿En qué circunstancias sueñas con los muertos?
¿Piensas en ellos antes de dormir?
¿Quién aparece primero?
¿Es siempre el mismo?
¿Nombre? ¿Apellido? ¿Cementerio? ¿Fecha de defunción?"
Wislawa Szymborska.
"La nube en la que uno se cree a buen recaudo mientras otros mueren."
Elias Canetti.
Los delfines se acercan a la costa, mejor dicho a las playas. Sienten curiosidad por lo que pasa. Hace tiempo que nos advierten, pero no sabemos escucharlos. No entendemos su lenguaje, no entendemos a nuestras mascotas, tampoco a los pájaros.
Quizá sea tiempo de pensar en quienes nos visitan.
Tiempo de pensar en las reglas básicas: barre el suelo ante tu puerta, saluda a la hormiga que se aproxima, prepara el cuenco donde comerás tu arroz. Y al caminante que tras su largo empeño llega cargado de preguntas, dile que ha equivocado el camino.
Toda sospecha, toda opinión, toda duda resuelta o por resolver es en el fondo una cuestión de fe. También esta breve canción de Bob Dylan que acompaña el texto.
Ni la ciencia ni los científicos me tranquilizan.
LOS NOMBRES. LAS PREGUNTAS.
¿Por qué Dios, el Estado y el Honor son nombres masculinos? ¿Por qué la Muerte, la Peste y la Tristeza son nombres femeninos? Es verdad que la Vida y la Belleza también son nombres femeninos. Y es verdad que el Amor y el Arte son nombres masculinos. Los nombres, en lo que atañe a su género, ¿son acaso arbitrarios? ¿O su elección se debe a razones ocultas e inconfesables?
Las palabras (las definiciones) no son inocentes, nunca son inocentes.
Y menos que las palabras, las preguntas.
Yo no soy negro. Soy blanco. Pero ésta en una cuestión de fe.
Salvador Alís.
jueves, 19 de marzo de 2020
NUEVAS CUESTIONES SOBRE EL CORONAVIRUS
NUEVAS CUESTIONES SOBRE EL CORONAVIRUS
EL RELÁMPAGO. LA ILUMINACIÓN.
De repente esta noche, cuando pocos días atrás se pudo ver una super luna en el cielo, la luna aparece menguada y difusa, envuelta en una especie de neblina naranja. Y cuando se ha constatado que no hay invierno, que este tiempo es significativamente más cálido de lo habitual, hacen acto de presencia en el horizonte -sobre el mar- esplendidos relámpagos.
El relámpago inesperado es un toque de atención, una llamada similar (luz por sonido) al sonar de las campanas. El relámpago es iluminación, suerte de la naturaleza para el entendimiento humano.
"(Algunas) personas esperan que se produzca un acontecimiento cuyos actores principales desconocen. Al fin descubren que dicho acontecimiento empezó a producirse ya y que (ellas) son las protagonistas."
Nathaniel Hawthorne. Cuadernos Norteamericanos.
LA RISA. CUANDO COMIENZA A LLOVER.
Nadie en su sano juicio dudará que hay diferentes modalidades de risa, como las hay de todas las emociones humanas (incluido el miedo). Pero seguramente el miedo aconteció antes que la risa, experiencia primera o causante, y la risa vino después en forma de recurso defensivo y consecuencia. Al mal tiempo, buena cara -se dice cuando uno debe reír por no llorar. Son frases hechas, de acuerdo, pero es difícil ser original en estas circunstancias. Aconsejan los psicólogos reírse de las adversidades, hacer chistes y burlas para desahogar el temor que nos invade y mantener la cordura ante situaciones que nos superan. Desde tiempos inmemoriales saben los filósofos que la ironía funciona como relámpago y como medicina.
Aquí tenemos, por una parte, a la humanidad (en su globo) y, por otra, los hechos naturales (en su devenir). Una amenaza cae desde la naturaleza hacia la humanidad en su conjunto, como la lluvia que sigue a los relámpagos. Y entonces, nosotros, comenzamos a reír. Esta variante de la risa tiene que ver con el nerviosismo, la ansiedad e incluso el pánico. Uno se ríe de lo que no comprende, de las fuerzas elementales que lo sobrepasan. Pero no conviene olvidar que "fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada cómico". (Henri Bergson. La risa.)
Desde luego, el coronavirus no es nada cómico, nada risible, nada que merezca ser tomado a mofa. Y sin embargo, se aconseja hacer chistes para rebajar la presión. Sin duda son las actitudes humanas, la mayoría de nuestras respuestas, las que crean una comedia abocada a la tragedia.
EL SUEÑO. DORMIR Y NO DESPERTAR.
Quizá este toque de atención, este repicar de campanas o este relámpago sirva para despertar a los que plácidamente dormían. Porque cuando no se piensa lo suficiente, se duerme más de lo necesario. Muchos de los nacidos a finales del siglo XX y principios del XXI han creído que nuestro mundo era un mundo ideal, una especie de paraíso, una calle de múltiples direcciones, una fiesta continua, un jolgorio, una playa que hollar, disfrutar y mancillar sin consecuencias.
No han vivido lo suficiente, no guardan la experiencia necesaria y, en definitiva, la memoria histórica les es ajena por nacimiento y desinterés. Estudiar, leer, pensar, dotarse de bases de conocimiento y recursos de opinión, sentido crítico, capacidad comparativa..., de todo eso, todo el aburrimiento, todo el tedio, todo el esfuerzo, ya se ocuparán otros -los viejos. Nosotros, se han dicho tantos y tantos jovenzuelos, somos preferentemente los protagonistas del Diario de la guerra del cerdo (Bioy Casares): matamos a nuestros mayores y negamos a un tiempo nuestro pasado y nuestro futuro.
Se produce pues un bucle temporal, lo que sucede hoy ya sucedió mucho antes. Así lo define Rousseau en su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres: "Solo, ocioso y siempre en trance de peligro, al hombre salvaje debe gustarle dormir, y debe tener un sueño ligero como el de los animales que al pensar poco duermen, por así decirlo, todo el tiempo que no piensan."
Si tu mundo ideal se ha desmoronado, si el coronavirus desmonta tus mecanismos de supuesta estabilidad y felicidad, recuerda que para tus padres, abuelos, bisabuelos y antecesores hasta el origen de los tiempos, la vida fue cosa bien distinta. Recuerda o piensa (sin ir más lejos) lo que aconteció y creció en aquel mundo convulso del siglo XX: la primera guerra mundial, plagas y enfermedades incurables, la llamada "gripe española" y sus 40 millones de muertos, nuestra guerra civil, la segunda guerra, bombas atómicas, destrucción y hambre, represión, exterminio, éxodo, invasiones, Corea, Vietnam, guerra fría, dictaduras comunistas y fascistas, asiáticas, africanas, latinas, censuras, libertad anulada, servicios secretos, golpes de Estado, etc.
Y antes y mucho antes de este nefasto siglo, la historia te daría mil lecciones sobre la tragedia y la oportunidad del dolor. Si has disfrutado de una vida fácil, ahora se trata de dar la talla, de llegar a tu altura, de dar ejemplo de serenidad.
LA SEMANA SANTA. EL FANATISMO.
Por el coronavirus se suprimirá la Semana Santa. Pero la devoción fanática vestirá a sus actores para que, a pesar de todo, salgan a la calle y muestren su histeria. Bajo sus caperuzas afiladas, locos locales e importados (restos del carnaval y el ku klux klan), cantarán saetas apocalípticas, según su deber. Las calles oscuras y desiertas se iluminarán con velas. Los falsos sacerdotes llamarán a su dios, aquel que por estrés y descanso ha metido en un cajón insonorizado su audífono.
SUICIDIOS. AISLAMIENTOS.
Los que teman contaminar (los menos) o ser contaminados (los más) se aislarán voluntariamente. Pero ¿cuántos muertos van a contabilizarse como víctimas del destino cuando murieron por su propia mano y voluntad?
El arzobispo, el obispo o el secretario, en representación de la Conferencia Episcopal o de su propia Iglesia, sostienen que los templos deben permanecer abiertos, lugares de esperanza y rezo, sostienen que Dios está también presente en las epidemias. Acudirán a la llamada los ingenuos y aquellos que tengan su vida hecha y poco o nada esperen del futuro.
Los contaminados, mediante la confesión, contaminarán a su vez. Bajo el suelo de esta iglesia hay espacio para tantos.
FALSA ESPERANZA. NADA ESPERES.
Nada esperes de tu gobierno ni de las autoridades sanitarias. Nadie sabe lo que dice, todos suponen y anticipan (con reservas) lo que debería suceder, mas pocos aciertan.
Cuídate de ti mismo. Cuida a los que te rodean (no eres el centro del mundo). Lo que importa es sólo tu responsabilidad.
Una adolescente pelirroja llega al aeropuerto. Se protege la boca con una mascarilla rosa. Entre las manos, el móvil. Se sienta en el suelo, apoya las manos para sentarse. Se quita la máscara. Comienza a comer galletas. Con sus finos dedos de uñas rojas las acerca a la boca, les da mordiscos, se chupa los dedos. Y a continuación se coloca de nuevo la mascarilla rosa.
EL CAPITAL. PREOCUPADO POR SÍ MISMO.
Todo el mundo va a perder (quizá no todo el mundo), unos más y otros menos. Lo que le ocurra a la Bolsa, ¿qué le importa al que no llega a fin de mes? Frases hechas, de nuevo, para un humilde análisis de una humilde realidad. Los que posean fondos y reservas, lingotes y recursos, que no se inquieten (no se inquietan): pueden aislarse en sus ranchos y mansiones, a salvo en mitad de sus campos de golf, en la cúspide de sus montañas, en sus escaleras de caracol, en sus ascensores descendentes, en sus saltos espaciales.
Dijo Rousseau: "Concibo dentro de la Especie humana dos suertes de desigualdad; una que llamo natural o física, por cuanto se halla establecida por la Naturaleza y que consiste en la diferencia de edad, de salud, de las fuerzas del cuerpo, y de las cualidades del Espíritu o del Alma; otra que puede llamarse desigualdad moral, o política, porque depende de una especie de convención y que se halla establecida, o al menos autorizada por el consentimiento de los hombres. Ésta consiste en los diferentes Privilegios de los cuales gozan algunos en perjuicio de los demás, como el ser más ricos (...), más poderosos que éstos o en condiciones de hacerse obedecer." (op. cit.)
EL HOSPITAL Y EL BÚNKER. LOS HÉROES Y LOS COBARDES.
En toda guerra o conflicto hay una primera línea y una retaguardia. E incluso existe una retaguardia de la retaguardia, llámese nido, búnker o palacio. Unos se juegan la vida propia y otros se juegan (con sus cartas marcadas) la vida de los demás. En abril de 1945, Hitler, el Gran Cobarde, se suicidó en su ratonera. Hoy los reyes y los nobles se guarecen en sus castillos.
Sólo los honestos y responsables, en esencia y no en apariencia, asumen que salvar vidas y ocupar su posición no es gesto que espere recompensa ni orden que cumplir.
El coronavirus, su extensión y sus consecuencias, hace que muchos (acertada o equivocadamente) se protejan tras una fina máscara, pero también está causando (y causará) que otras máscaras más gruesas y duras se caigan y muestren el verdadero rostro del egoísmo, la insolidaridad y la cobardía.
Desde que se decretó el Estado de Alarma, cada tarde se aplaude a los trabajadores de los hospitales y otros centros de salud, desde el personal médico hasta el personal de limpieza, pasando por las enfermeras y enfermeros, conductores de ambulancia, etc. Esos aplausos suenan como lluvia. Y está bien que así sea, sin olvidar que otros muchos merecen iguales aplausos, y que siendo la lista tan larga podría resumirse en todos los que por su trabajo y condición sirven a la sociedad en su conjunto y a los más necesitados en particular. Sin embargo, cada vez más, se observan comportamientos tan interesados que bien pudieran ser calificados de obscenos y delictivos. Jefes que abandonan a sus subordinados. Conductores que dejan tirados a los pasajeros. Estrellas de tantos ámbitos que cierran sus garajes y sus cajas fuertes. Fortunas en los paraísos, coches de lujo, relojes de diamantes. Cuando no se sabe gestionar el miedo y es débil el carácter, el que puede rescatar a los perdidos los abandona a su suerte. Y el que debería dar ejemplo (de integridad) escapa corriendo con el rabo entre las piernas. Tiempo al tiempo. La crisis del coronavirus, la sanitaria, la económica y la hipocondríaca, tras sus verdades y sus mentiras, significará un antes y un después en nuestra historia, abrirá muchos ojos que estaban cerrados (se espera) y pondrá a cada cual en su sitio.
CONTINUARÁ.
Salvador Alís.
EL RELÁMPAGO. LA ILUMINACIÓN.
De repente esta noche, cuando pocos días atrás se pudo ver una super luna en el cielo, la luna aparece menguada y difusa, envuelta en una especie de neblina naranja. Y cuando se ha constatado que no hay invierno, que este tiempo es significativamente más cálido de lo habitual, hacen acto de presencia en el horizonte -sobre el mar- esplendidos relámpagos.
El relámpago inesperado es un toque de atención, una llamada similar (luz por sonido) al sonar de las campanas. El relámpago es iluminación, suerte de la naturaleza para el entendimiento humano.
"(Algunas) personas esperan que se produzca un acontecimiento cuyos actores principales desconocen. Al fin descubren que dicho acontecimiento empezó a producirse ya y que (ellas) son las protagonistas."
Nathaniel Hawthorne. Cuadernos Norteamericanos.
LA RISA. CUANDO COMIENZA A LLOVER.
Nadie en su sano juicio dudará que hay diferentes modalidades de risa, como las hay de todas las emociones humanas (incluido el miedo). Pero seguramente el miedo aconteció antes que la risa, experiencia primera o causante, y la risa vino después en forma de recurso defensivo y consecuencia. Al mal tiempo, buena cara -se dice cuando uno debe reír por no llorar. Son frases hechas, de acuerdo, pero es difícil ser original en estas circunstancias. Aconsejan los psicólogos reírse de las adversidades, hacer chistes y burlas para desahogar el temor que nos invade y mantener la cordura ante situaciones que nos superan. Desde tiempos inmemoriales saben los filósofos que la ironía funciona como relámpago y como medicina.
Aquí tenemos, por una parte, a la humanidad (en su globo) y, por otra, los hechos naturales (en su devenir). Una amenaza cae desde la naturaleza hacia la humanidad en su conjunto, como la lluvia que sigue a los relámpagos. Y entonces, nosotros, comenzamos a reír. Esta variante de la risa tiene que ver con el nerviosismo, la ansiedad e incluso el pánico. Uno se ríe de lo que no comprende, de las fuerzas elementales que lo sobrepasan. Pero no conviene olvidar que "fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada cómico". (Henri Bergson. La risa.)
Desde luego, el coronavirus no es nada cómico, nada risible, nada que merezca ser tomado a mofa. Y sin embargo, se aconseja hacer chistes para rebajar la presión. Sin duda son las actitudes humanas, la mayoría de nuestras respuestas, las que crean una comedia abocada a la tragedia.
EL SUEÑO. DORMIR Y NO DESPERTAR.
Quizá este toque de atención, este repicar de campanas o este relámpago sirva para despertar a los que plácidamente dormían. Porque cuando no se piensa lo suficiente, se duerme más de lo necesario. Muchos de los nacidos a finales del siglo XX y principios del XXI han creído que nuestro mundo era un mundo ideal, una especie de paraíso, una calle de múltiples direcciones, una fiesta continua, un jolgorio, una playa que hollar, disfrutar y mancillar sin consecuencias.
No han vivido lo suficiente, no guardan la experiencia necesaria y, en definitiva, la memoria histórica les es ajena por nacimiento y desinterés. Estudiar, leer, pensar, dotarse de bases de conocimiento y recursos de opinión, sentido crítico, capacidad comparativa..., de todo eso, todo el aburrimiento, todo el tedio, todo el esfuerzo, ya se ocuparán otros -los viejos. Nosotros, se han dicho tantos y tantos jovenzuelos, somos preferentemente los protagonistas del Diario de la guerra del cerdo (Bioy Casares): matamos a nuestros mayores y negamos a un tiempo nuestro pasado y nuestro futuro.
Se produce pues un bucle temporal, lo que sucede hoy ya sucedió mucho antes. Así lo define Rousseau en su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres: "Solo, ocioso y siempre en trance de peligro, al hombre salvaje debe gustarle dormir, y debe tener un sueño ligero como el de los animales que al pensar poco duermen, por así decirlo, todo el tiempo que no piensan."
Si tu mundo ideal se ha desmoronado, si el coronavirus desmonta tus mecanismos de supuesta estabilidad y felicidad, recuerda que para tus padres, abuelos, bisabuelos y antecesores hasta el origen de los tiempos, la vida fue cosa bien distinta. Recuerda o piensa (sin ir más lejos) lo que aconteció y creció en aquel mundo convulso del siglo XX: la primera guerra mundial, plagas y enfermedades incurables, la llamada "gripe española" y sus 40 millones de muertos, nuestra guerra civil, la segunda guerra, bombas atómicas, destrucción y hambre, represión, exterminio, éxodo, invasiones, Corea, Vietnam, guerra fría, dictaduras comunistas y fascistas, asiáticas, africanas, latinas, censuras, libertad anulada, servicios secretos, golpes de Estado, etc.
Y antes y mucho antes de este nefasto siglo, la historia te daría mil lecciones sobre la tragedia y la oportunidad del dolor. Si has disfrutado de una vida fácil, ahora se trata de dar la talla, de llegar a tu altura, de dar ejemplo de serenidad.
LA SEMANA SANTA. EL FANATISMO.
Por el coronavirus se suprimirá la Semana Santa. Pero la devoción fanática vestirá a sus actores para que, a pesar de todo, salgan a la calle y muestren su histeria. Bajo sus caperuzas afiladas, locos locales e importados (restos del carnaval y el ku klux klan), cantarán saetas apocalípticas, según su deber. Las calles oscuras y desiertas se iluminarán con velas. Los falsos sacerdotes llamarán a su dios, aquel que por estrés y descanso ha metido en un cajón insonorizado su audífono.
SUICIDIOS. AISLAMIENTOS.
Los que teman contaminar (los menos) o ser contaminados (los más) se aislarán voluntariamente. Pero ¿cuántos muertos van a contabilizarse como víctimas del destino cuando murieron por su propia mano y voluntad?
El arzobispo, el obispo o el secretario, en representación de la Conferencia Episcopal o de su propia Iglesia, sostienen que los templos deben permanecer abiertos, lugares de esperanza y rezo, sostienen que Dios está también presente en las epidemias. Acudirán a la llamada los ingenuos y aquellos que tengan su vida hecha y poco o nada esperen del futuro.
Los contaminados, mediante la confesión, contaminarán a su vez. Bajo el suelo de esta iglesia hay espacio para tantos.
FALSA ESPERANZA. NADA ESPERES.
Nada esperes de tu gobierno ni de las autoridades sanitarias. Nadie sabe lo que dice, todos suponen y anticipan (con reservas) lo que debería suceder, mas pocos aciertan.
Cuídate de ti mismo. Cuida a los que te rodean (no eres el centro del mundo). Lo que importa es sólo tu responsabilidad.
Una adolescente pelirroja llega al aeropuerto. Se protege la boca con una mascarilla rosa. Entre las manos, el móvil. Se sienta en el suelo, apoya las manos para sentarse. Se quita la máscara. Comienza a comer galletas. Con sus finos dedos de uñas rojas las acerca a la boca, les da mordiscos, se chupa los dedos. Y a continuación se coloca de nuevo la mascarilla rosa.
EL CAPITAL. PREOCUPADO POR SÍ MISMO.
Todo el mundo va a perder (quizá no todo el mundo), unos más y otros menos. Lo que le ocurra a la Bolsa, ¿qué le importa al que no llega a fin de mes? Frases hechas, de nuevo, para un humilde análisis de una humilde realidad. Los que posean fondos y reservas, lingotes y recursos, que no se inquieten (no se inquietan): pueden aislarse en sus ranchos y mansiones, a salvo en mitad de sus campos de golf, en la cúspide de sus montañas, en sus escaleras de caracol, en sus ascensores descendentes, en sus saltos espaciales.
Dijo Rousseau: "Concibo dentro de la Especie humana dos suertes de desigualdad; una que llamo natural o física, por cuanto se halla establecida por la Naturaleza y que consiste en la diferencia de edad, de salud, de las fuerzas del cuerpo, y de las cualidades del Espíritu o del Alma; otra que puede llamarse desigualdad moral, o política, porque depende de una especie de convención y que se halla establecida, o al menos autorizada por el consentimiento de los hombres. Ésta consiste en los diferentes Privilegios de los cuales gozan algunos en perjuicio de los demás, como el ser más ricos (...), más poderosos que éstos o en condiciones de hacerse obedecer." (op. cit.)
EL HOSPITAL Y EL BÚNKER. LOS HÉROES Y LOS COBARDES.
En toda guerra o conflicto hay una primera línea y una retaguardia. E incluso existe una retaguardia de la retaguardia, llámese nido, búnker o palacio. Unos se juegan la vida propia y otros se juegan (con sus cartas marcadas) la vida de los demás. En abril de 1945, Hitler, el Gran Cobarde, se suicidó en su ratonera. Hoy los reyes y los nobles se guarecen en sus castillos.
Sólo los honestos y responsables, en esencia y no en apariencia, asumen que salvar vidas y ocupar su posición no es gesto que espere recompensa ni orden que cumplir.
El coronavirus, su extensión y sus consecuencias, hace que muchos (acertada o equivocadamente) se protejan tras una fina máscara, pero también está causando (y causará) que otras máscaras más gruesas y duras se caigan y muestren el verdadero rostro del egoísmo, la insolidaridad y la cobardía.
Desde que se decretó el Estado de Alarma, cada tarde se aplaude a los trabajadores de los hospitales y otros centros de salud, desde el personal médico hasta el personal de limpieza, pasando por las enfermeras y enfermeros, conductores de ambulancia, etc. Esos aplausos suenan como lluvia. Y está bien que así sea, sin olvidar que otros muchos merecen iguales aplausos, y que siendo la lista tan larga podría resumirse en todos los que por su trabajo y condición sirven a la sociedad en su conjunto y a los más necesitados en particular. Sin embargo, cada vez más, se observan comportamientos tan interesados que bien pudieran ser calificados de obscenos y delictivos. Jefes que abandonan a sus subordinados. Conductores que dejan tirados a los pasajeros. Estrellas de tantos ámbitos que cierran sus garajes y sus cajas fuertes. Fortunas en los paraísos, coches de lujo, relojes de diamantes. Cuando no se sabe gestionar el miedo y es débil el carácter, el que puede rescatar a los perdidos los abandona a su suerte. Y el que debería dar ejemplo (de integridad) escapa corriendo con el rabo entre las piernas. Tiempo al tiempo. La crisis del coronavirus, la sanitaria, la económica y la hipocondríaca, tras sus verdades y sus mentiras, significará un antes y un después en nuestra historia, abrirá muchos ojos que estaban cerrados (se espera) y pondrá a cada cual en su sitio.
CONTINUARÁ.
Salvador Alís.
lunes, 9 de marzo de 2020
ALGUNAS CUESTIONES SOBRE EL CORONAVIRUS
ALGUNAS CUESTIONES SOBRE EL CORONAVIRUS
OSCURIDAD. CITAR LA CITA.
"Tan razonable como representar una prisión de cierto género por otra diferente
es representar algo que existe realmente por algo que no existe."
Daniel de Foe. Citado por Albert Camus.
HAMLET. ACTO TERCERO. ESCENA PRIMERA.
"¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia?"
William Shakespeare.
Si los virus, según se dice, son algo ni vivo ni muerto, ¿qué son en realidad? ¿Tal vez son artefactos programados (¿por qué y por quién?) para cumplir una misión? ¿Y qué misión es esa? Si se trata de alcanzar un resultado previsto de antemano, ¿es la pura enfermedad, el simple sufrimiento, la muerte, el pánico, la vulgar aceptación de cambios sustanciales en nuestra forma de asumir la vida? La mayor y más emblemática libertad que cuestionan estos artefactos se eleva sobre ellos. Es más fácil morir por la propia mano que por miedos inducidos.
ARMA BIOLÓGICA. MADURO Y NAPOLEÓN.
Nicolás Maduro ha sugerido que el coronavirus puede ser un arma biológica empleada en un ataque contra China. Respecto a la autoría de ese posible ataque no se pronuncia, aunque las pistas son claras. Quizá se trate de su archienemigo, el mismo que maquina contra su venezolano gobierno y teme a los mil cuatrocientos millones de chinos en desarrollo. Dijo Napoleón (se le atribuye): "Cuando China despierte, el mundo temblará." Hace tiempo ya que China no duerme. Y algunos mundos estaban temblando. ¿Pretende el coronavirus dormir de nuevo a China? Y si acaso Xi Jinping y sus cohortes comulgaran con las tesis de Maduro, ¿cuáles serían las reacciones y las consecuencias? Imaginable un nuevo virus, aun sin corona, que saltara de las marmotas, los castores o las águilas calvas hacia los obesos devoradores de salchichas y hamburguesas.
BAUTISMO Y COMUNIÓN. EL PAPA AUSENTE.
Las noticias para los creyentes de la cruz y la espada no son precisamente halagüeñas, para ellos tan acostumbrados a las adulaciones y lisonjas. Ante la basílica de San Pedro nadie aguarda, se sienta, se arrodilla. Las pilas de agua bendita han comenzado a ser vaciadas. Los curas y otros oficiantes superiores ya no reparten hostias, de boca en boca y de lengua en lengua, por la posibilidad de un cáliz contaminado. El Papa ya no consiente el besamanos y desestima sus cilicios favoritos por un retiro voluntario en sus habitaciones papales. Si la Ciudad Vaticana pierde sus manadas de turistas, su negocio, ¿cómo van a subsistir sus mendigos, sus buscavidas, sus limosneras?
OPORTUNIDAD. NEGOCIOS ALTERNATIVOS.
El precio del barril de petróleo baja. La bolsa se desmorona. Países y Zonas Económicas entran en recesión. El PIB se contrae. Las exportaciones se congelan. Se anuncian pérdidas milmillonarias. Las compañías aéreas hacen volar aviones vacíos. Se paralizan las contrataciones. Se establecen planes de contingencia, se auguran vacaciones forzadas, reducciones de jornada, ERTES y despidos a mansalva. El turismo feliz se asusta a sí mismo. El valor del oro sube. Los supermercados se vacían. Los bancos no pueden contener los grifos abiertos, el efectivo escapa. La paranoia campa a sus anchas. Y mientras tanto, se forran los fabricantes de guantes y mascarillas, y las industrias de jabones de mano multiplican pedidos y beneficios. Se cuentan por millones los que acaparan kilos de arroz y legumbres, latas de atún y paquetes de leche en polvo, botellas de aceite y tantos otros productos no perecederos.
VENECIA Y LOS MIGRANTES. LA INVERSIÓN.
Después de las inundaciones por la marea alta, Venecia está vacía. Venecia sin el peso de sus visitantes se elevará sin duda sobre el nivel del mar. Una suerte para Venecia, para su historia y su arquitectura. Desde el norte de Italia hacia el sur, intentando escapar de un paisaje ciertamente amenazador, del aislamiento impuesto sobre los 16 millones (número no actualizado) de habitantes de aquellas regiones, se está produciendo un éxodo secreto y difícilmente contenible, a pesar de las regulaciones migratorias anticipadas por Salvini (que no previeron que el flujo exterior interior pudiera mutar en norte sur). Ya no se trata de mar y tierra, de una invasión de continente a continente. Algo inespecífico y aterrador se mueve en lo profundo y a lo largo de Italia. Pues Italia ha sido elegida para sufrir su tercera debacle, tras la muerte de Teodosio y la ejecución de Musolini.
LÍMITES. LOS VIAJEROS ESPACIALES.
Curiosidad por saber que opinarán Richard Branson, Jeff Bezos y Elon Musk del coronavirus. Y lo que ellos sabrán del tema. Y si el tema viene antes o después de sus proyectos espaciales. Hace ya medio siglo o más, ante la previsión de un desastre mundial en el auge de la guerra fría, personajes de gobierno, cúpulas militares y pudientes estratos sociales, pensaron y construyeron bunkers que les protegieran de una posible guerra atómica y sus radiaciones. Las élites actuales sueñan, si no con planetas habitables, con estaciones espaciales altamente esterilizadas y seguras, naves orbitales a salvo de cualquier germen humano.
LA OPORTUNIDAD. ÉXITO DE VENTAS.
A propósito del coronavirus, una cadena de televisión presentaba hoy como nuevo best seller, entre otros, la novela La peste, de Albert Camus. Esa correlación, ¿se les ha ocurrido a los responsables del telediario o más bien ha sido un encargo editorial? Tengo ante mí un ejemplar de La peste. Pues he sentido curiosidad por revisar mi memoria y mi biblioteca. Y se trata en concreto del volumen impreso en 1968 en Buenos Aires por la editorial Sur. De acuerdo a la fecha consignada por mí en la primera página, lo adquirí y debí leerlo en 1972, a los 17 años. Conozco la historia. No habrá relectura. Pero tampoco me resisto a copiar su final: "(la muchedumbre despreocupada ignora) lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa." op. cit. 240.
CLARIDAD. DECIR LO QUE SE PIENSA.
¿En qué otro nido del águila, un consejo de ancianos decrépitos, sin plumas arrebatadas, sin pieles curtidas personalmente, sin hojas afiladas con sus manos, sin el humo que trasciende y hace volar, han decidido que del mundo humano sobra su tercera parte? El dilema es sin duda complejo y aterrador. El gran genocidio deberá salvar a la especie. Sucumbirán los abuelos y los padres para que los hijos y los nietos sobrevivan. ¿Quién no daría su vida por su descendencia?
CONTINUARÁ.
Salvador Alís.
OSCURIDAD. CITAR LA CITA.
"Tan razonable como representar una prisión de cierto género por otra diferente
es representar algo que existe realmente por algo que no existe."
Daniel de Foe. Citado por Albert Camus.
HAMLET. ACTO TERCERO. ESCENA PRIMERA.
"¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia?"
William Shakespeare.
Si los virus, según se dice, son algo ni vivo ni muerto, ¿qué son en realidad? ¿Tal vez son artefactos programados (¿por qué y por quién?) para cumplir una misión? ¿Y qué misión es esa? Si se trata de alcanzar un resultado previsto de antemano, ¿es la pura enfermedad, el simple sufrimiento, la muerte, el pánico, la vulgar aceptación de cambios sustanciales en nuestra forma de asumir la vida? La mayor y más emblemática libertad que cuestionan estos artefactos se eleva sobre ellos. Es más fácil morir por la propia mano que por miedos inducidos.
ARMA BIOLÓGICA. MADURO Y NAPOLEÓN.
Nicolás Maduro ha sugerido que el coronavirus puede ser un arma biológica empleada en un ataque contra China. Respecto a la autoría de ese posible ataque no se pronuncia, aunque las pistas son claras. Quizá se trate de su archienemigo, el mismo que maquina contra su venezolano gobierno y teme a los mil cuatrocientos millones de chinos en desarrollo. Dijo Napoleón (se le atribuye): "Cuando China despierte, el mundo temblará." Hace tiempo ya que China no duerme. Y algunos mundos estaban temblando. ¿Pretende el coronavirus dormir de nuevo a China? Y si acaso Xi Jinping y sus cohortes comulgaran con las tesis de Maduro, ¿cuáles serían las reacciones y las consecuencias? Imaginable un nuevo virus, aun sin corona, que saltara de las marmotas, los castores o las águilas calvas hacia los obesos devoradores de salchichas y hamburguesas.
BAUTISMO Y COMUNIÓN. EL PAPA AUSENTE.
Las noticias para los creyentes de la cruz y la espada no son precisamente halagüeñas, para ellos tan acostumbrados a las adulaciones y lisonjas. Ante la basílica de San Pedro nadie aguarda, se sienta, se arrodilla. Las pilas de agua bendita han comenzado a ser vaciadas. Los curas y otros oficiantes superiores ya no reparten hostias, de boca en boca y de lengua en lengua, por la posibilidad de un cáliz contaminado. El Papa ya no consiente el besamanos y desestima sus cilicios favoritos por un retiro voluntario en sus habitaciones papales. Si la Ciudad Vaticana pierde sus manadas de turistas, su negocio, ¿cómo van a subsistir sus mendigos, sus buscavidas, sus limosneras?
OPORTUNIDAD. NEGOCIOS ALTERNATIVOS.
El precio del barril de petróleo baja. La bolsa se desmorona. Países y Zonas Económicas entran en recesión. El PIB se contrae. Las exportaciones se congelan. Se anuncian pérdidas milmillonarias. Las compañías aéreas hacen volar aviones vacíos. Se paralizan las contrataciones. Se establecen planes de contingencia, se auguran vacaciones forzadas, reducciones de jornada, ERTES y despidos a mansalva. El turismo feliz se asusta a sí mismo. El valor del oro sube. Los supermercados se vacían. Los bancos no pueden contener los grifos abiertos, el efectivo escapa. La paranoia campa a sus anchas. Y mientras tanto, se forran los fabricantes de guantes y mascarillas, y las industrias de jabones de mano multiplican pedidos y beneficios. Se cuentan por millones los que acaparan kilos de arroz y legumbres, latas de atún y paquetes de leche en polvo, botellas de aceite y tantos otros productos no perecederos.
VENECIA Y LOS MIGRANTES. LA INVERSIÓN.
Después de las inundaciones por la marea alta, Venecia está vacía. Venecia sin el peso de sus visitantes se elevará sin duda sobre el nivel del mar. Una suerte para Venecia, para su historia y su arquitectura. Desde el norte de Italia hacia el sur, intentando escapar de un paisaje ciertamente amenazador, del aislamiento impuesto sobre los 16 millones (número no actualizado) de habitantes de aquellas regiones, se está produciendo un éxodo secreto y difícilmente contenible, a pesar de las regulaciones migratorias anticipadas por Salvini (que no previeron que el flujo exterior interior pudiera mutar en norte sur). Ya no se trata de mar y tierra, de una invasión de continente a continente. Algo inespecífico y aterrador se mueve en lo profundo y a lo largo de Italia. Pues Italia ha sido elegida para sufrir su tercera debacle, tras la muerte de Teodosio y la ejecución de Musolini.
LÍMITES. LOS VIAJEROS ESPACIALES.
Curiosidad por saber que opinarán Richard Branson, Jeff Bezos y Elon Musk del coronavirus. Y lo que ellos sabrán del tema. Y si el tema viene antes o después de sus proyectos espaciales. Hace ya medio siglo o más, ante la previsión de un desastre mundial en el auge de la guerra fría, personajes de gobierno, cúpulas militares y pudientes estratos sociales, pensaron y construyeron bunkers que les protegieran de una posible guerra atómica y sus radiaciones. Las élites actuales sueñan, si no con planetas habitables, con estaciones espaciales altamente esterilizadas y seguras, naves orbitales a salvo de cualquier germen humano.
LA OPORTUNIDAD. ÉXITO DE VENTAS.
A propósito del coronavirus, una cadena de televisión presentaba hoy como nuevo best seller, entre otros, la novela La peste, de Albert Camus. Esa correlación, ¿se les ha ocurrido a los responsables del telediario o más bien ha sido un encargo editorial? Tengo ante mí un ejemplar de La peste. Pues he sentido curiosidad por revisar mi memoria y mi biblioteca. Y se trata en concreto del volumen impreso en 1968 en Buenos Aires por la editorial Sur. De acuerdo a la fecha consignada por mí en la primera página, lo adquirí y debí leerlo en 1972, a los 17 años. Conozco la historia. No habrá relectura. Pero tampoco me resisto a copiar su final: "(la muchedumbre despreocupada ignora) lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa." op. cit. 240.
CLARIDAD. DECIR LO QUE SE PIENSA.
¿En qué otro nido del águila, un consejo de ancianos decrépitos, sin plumas arrebatadas, sin pieles curtidas personalmente, sin hojas afiladas con sus manos, sin el humo que trasciende y hace volar, han decidido que del mundo humano sobra su tercera parte? El dilema es sin duda complejo y aterrador. El gran genocidio deberá salvar a la especie. Sucumbirán los abuelos y los padres para que los hijos y los nietos sobrevivan. ¿Quién no daría su vida por su descendencia?
CONTINUARÁ.
Salvador Alís.
viernes, 6 de marzo de 2020
TEMPUS FUGIT
TEMPUS FUGIT
Esta tarde, antes de la siesta, he recibido la llamada de un amigo al que, a su vez, había llamado otro amigo (que al parecer trabaja en un restaurante en las afueras de Palma) para ofrecerle tres botellas de Enate Tinto, cabernet sauvignon y merlot, de la cosecha 1996, por un total de 10 euros. Me pedía una opinión. He bebido ese vino en su momento. E incluso la bodega, después de contactarla, me enviaba periódicamente su revista y ejemplares de sus nuevas etiquetas. Es más, se ha dado la casualidad de que ayer mismo bebí una botella de ese misma referencia, con diferente etiqueta, y añada 2017. Pero mientras el vino ofertado tiene (o tenía) un 13 % de alcohol, el reciente tiene un 15 %. Le he dicho que un vino joven (en su momento), transcurridos 24 años, estaría sin duda decadente, muy decadente o probablemente muerto. No obstante, considerando su precio, lo compraría como inversión, por la belleza de su etiqueta, por el año, por el gusto de coleccionarlo. Y tal vez abriría una botella, para comprobar qué ha hecho el tiempo con el vino, cómo ha tratado su color, su aroma, su sabor, su frescura, su acidez... Pues el tiempo forma parte del vino y es ingrediente principal junto a la tierra, la lluvia, el frío y el calor, la viña, la uva, la fermentación, el depósito de acero, el huevo de cemento, la tinaja de barro, la barrica de roble (o de castaño) o la forma de la botella.
Esta tarde, después de la siesta, he comprado la Infancia en Berlín hacia 1900 de Walter Benjamin. No es un libro que vaya a leer, pues ya lo he leído. Lo tuve y lo perdí (como tantas otras cosas), y hoy lo he recuperado. La primera edición alemana, póstuma, es de 1950. Curiosamente, el volumen que tengo ante mí fue editado por Alfaguara en 1982 y Walter Benjamín nació en 1892. Pero no creo que eso signifique nada. Si algo significa es el juego de abrir un libro por cualquier página al azar y leer, por ejemplo, "Jamás podremos rescatar del todo lo que olvidamos. Quizá esté bien así. El choque que produciría recuperarlo sería tan destructor que al instante deberíamos dejar de comprender nuestra nostalgia." op. cit. Pág. 76.
El 13 de diciembre del año pasado, a causa de mi 64 cumpleaños, me fue regalada una botella de Tempus Fugit 2014, vino del Marqués de Griñón, de Dominio de Valdepusa. Botella negra con letras de oro y escudo de armas. Aquel día trece fue desventurado por motivos que no vienen al caso. Y decidí guardar el vino un año y beberlo a los 65. No sé si cumpliré mi promesa, pues el futuro parece que se nos viene encima (a veces en forma de pandemia, a veces como asteroide, a veces como crisis climática o económica). Mientras tanto, este Tempus Fugit reposa en la nevera no climatizada junto a su pareja, un blanco Sciala 2017, vermentino di gallura de vendimia tardía. Ambos aguardan el instante propicio. Su destino es ser descorchados y vertidos en las copas para satisfacer nuestra sed y nuestra nostalgia.
Confieso que, más de una vez, he sentido la tentación de escribir una Infancia en B. hacia 1960, pero siempre lo dejo para más tarde, según mi costumbre, creyendo quizá que aún tendré tiempo para esa hazaña y para otras. Junto a mí, entre los libros cuya lectura voy alternando estos días, los Ensayos escogidos de Michel de Montaigne. Y en ellos, esta cita de Horacio: "Quid brevi fortes jaculamur aevo multa?". En todo caso, yo jamás he podido seguir la única y breve regla de Benjamin: no utilizar nunca la palabra Yo.
También esta tarde, a continuación del vino y del libro, me han sorprendido las etiquetas de alimentos en el supermercado. Todo tiene azúcar, no ya los dulces propiamente dichos, sino además: las salsas de tomate, los embutidos, las latas con guisantes o alcachofas y hasta muchas carnes elaboradas. Hay una especie de obsesión por azucararlo todo, sin importar la medida. Soplaba un fuerte viento en las calles, y ese viento era seco y salado. Entonces he recordado este apunte de Soren Kierkegaard: "Mi visión de la vida carece totalmente de sentido. Supongo que un espíritu malo me ha puesto en la nariz un par de gafas, una de cuyas lentes amplia las imágenes a una escala enorme, mientras que la otra las disminuye a la misma escala."
¿Por qué preocuparse por el contenido de azúcar de algunos alimentos, si has llegado hasta aquí? ¿Por qué tienes miedo de contraer una gripe, un virus, cuando has fumado en tu vida más de un millón de cigarrillos? En el supermercado, dos lonchas de atún ahumado envasadas al vacío. En la parte posterior del envase, bajo el título de ingredientes, se puede leer: "atún y humo líquido".
La sensación de que el tiempo se acaba, de que la huella que uno puede dejar en el tiempo (en el texto), como afirmaba Derrida, es su propia desaparición. "Y pertenece a la huella borrarse a sí misma, ocultar ella misma lo que podría mantenerla en presencia. La huella no es perceptible ni imperceptible." (Jacques Derrida. Tiempo y presencia.) Lo mismo que la huella, el invierno ha desparecido en esta isla, no hay frío ni lluvia, pero sopla el viento. Y al igual que el viento, la escritura fluye, circula, viaja, arremete contra todo, azota y acaricia, ahora vendaval, ahora brisa.
A mi lado, entre los libros cuya lectura voy alternando estos días, una página que expone la idea platónica de un "tiempo que pasa como manifestación de una presencia que no pasa". Dice Ferrater Mora: "La presencia está siempre presente, y por eso es, mientras que la realidad fenoménica está siempre a punto de ausentarse y por eso deviene."
Con una graduación del 15 %, la botella de Tempus Fugit contiene una realidad que evoluciona en secreto mientras permanece cerrada. Una vez abierta, el secreto sera revelado, es decir perdido. El acto suprime la expectativa. Y no sé por qué, sin embargo, creo que mi plena satisfacción estará en la vendimia tardía, ese blanco italiano dorado y profundo con un contenido alcohólico del 14,5 %. El tiempo pasa. Vive el momento. No olvides que la muerte...
Salvador Alís.
Esta tarde, antes de la siesta, he recibido la llamada de un amigo al que, a su vez, había llamado otro amigo (que al parecer trabaja en un restaurante en las afueras de Palma) para ofrecerle tres botellas de Enate Tinto, cabernet sauvignon y merlot, de la cosecha 1996, por un total de 10 euros. Me pedía una opinión. He bebido ese vino en su momento. E incluso la bodega, después de contactarla, me enviaba periódicamente su revista y ejemplares de sus nuevas etiquetas. Es más, se ha dado la casualidad de que ayer mismo bebí una botella de ese misma referencia, con diferente etiqueta, y añada 2017. Pero mientras el vino ofertado tiene (o tenía) un 13 % de alcohol, el reciente tiene un 15 %. Le he dicho que un vino joven (en su momento), transcurridos 24 años, estaría sin duda decadente, muy decadente o probablemente muerto. No obstante, considerando su precio, lo compraría como inversión, por la belleza de su etiqueta, por el año, por el gusto de coleccionarlo. Y tal vez abriría una botella, para comprobar qué ha hecho el tiempo con el vino, cómo ha tratado su color, su aroma, su sabor, su frescura, su acidez... Pues el tiempo forma parte del vino y es ingrediente principal junto a la tierra, la lluvia, el frío y el calor, la viña, la uva, la fermentación, el depósito de acero, el huevo de cemento, la tinaja de barro, la barrica de roble (o de castaño) o la forma de la botella.
Esta tarde, después de la siesta, he comprado la Infancia en Berlín hacia 1900 de Walter Benjamin. No es un libro que vaya a leer, pues ya lo he leído. Lo tuve y lo perdí (como tantas otras cosas), y hoy lo he recuperado. La primera edición alemana, póstuma, es de 1950. Curiosamente, el volumen que tengo ante mí fue editado por Alfaguara en 1982 y Walter Benjamín nació en 1892. Pero no creo que eso signifique nada. Si algo significa es el juego de abrir un libro por cualquier página al azar y leer, por ejemplo, "Jamás podremos rescatar del todo lo que olvidamos. Quizá esté bien así. El choque que produciría recuperarlo sería tan destructor que al instante deberíamos dejar de comprender nuestra nostalgia." op. cit. Pág. 76.
El 13 de diciembre del año pasado, a causa de mi 64 cumpleaños, me fue regalada una botella de Tempus Fugit 2014, vino del Marqués de Griñón, de Dominio de Valdepusa. Botella negra con letras de oro y escudo de armas. Aquel día trece fue desventurado por motivos que no vienen al caso. Y decidí guardar el vino un año y beberlo a los 65. No sé si cumpliré mi promesa, pues el futuro parece que se nos viene encima (a veces en forma de pandemia, a veces como asteroide, a veces como crisis climática o económica). Mientras tanto, este Tempus Fugit reposa en la nevera no climatizada junto a su pareja, un blanco Sciala 2017, vermentino di gallura de vendimia tardía. Ambos aguardan el instante propicio. Su destino es ser descorchados y vertidos en las copas para satisfacer nuestra sed y nuestra nostalgia.
Confieso que, más de una vez, he sentido la tentación de escribir una Infancia en B. hacia 1960, pero siempre lo dejo para más tarde, según mi costumbre, creyendo quizá que aún tendré tiempo para esa hazaña y para otras. Junto a mí, entre los libros cuya lectura voy alternando estos días, los Ensayos escogidos de Michel de Montaigne. Y en ellos, esta cita de Horacio: "Quid brevi fortes jaculamur aevo multa?". En todo caso, yo jamás he podido seguir la única y breve regla de Benjamin: no utilizar nunca la palabra Yo.
También esta tarde, a continuación del vino y del libro, me han sorprendido las etiquetas de alimentos en el supermercado. Todo tiene azúcar, no ya los dulces propiamente dichos, sino además: las salsas de tomate, los embutidos, las latas con guisantes o alcachofas y hasta muchas carnes elaboradas. Hay una especie de obsesión por azucararlo todo, sin importar la medida. Soplaba un fuerte viento en las calles, y ese viento era seco y salado. Entonces he recordado este apunte de Soren Kierkegaard: "Mi visión de la vida carece totalmente de sentido. Supongo que un espíritu malo me ha puesto en la nariz un par de gafas, una de cuyas lentes amplia las imágenes a una escala enorme, mientras que la otra las disminuye a la misma escala."
¿Por qué preocuparse por el contenido de azúcar de algunos alimentos, si has llegado hasta aquí? ¿Por qué tienes miedo de contraer una gripe, un virus, cuando has fumado en tu vida más de un millón de cigarrillos? En el supermercado, dos lonchas de atún ahumado envasadas al vacío. En la parte posterior del envase, bajo el título de ingredientes, se puede leer: "atún y humo líquido".
La sensación de que el tiempo se acaba, de que la huella que uno puede dejar en el tiempo (en el texto), como afirmaba Derrida, es su propia desaparición. "Y pertenece a la huella borrarse a sí misma, ocultar ella misma lo que podría mantenerla en presencia. La huella no es perceptible ni imperceptible." (Jacques Derrida. Tiempo y presencia.) Lo mismo que la huella, el invierno ha desparecido en esta isla, no hay frío ni lluvia, pero sopla el viento. Y al igual que el viento, la escritura fluye, circula, viaja, arremete contra todo, azota y acaricia, ahora vendaval, ahora brisa.
A mi lado, entre los libros cuya lectura voy alternando estos días, una página que expone la idea platónica de un "tiempo que pasa como manifestación de una presencia que no pasa". Dice Ferrater Mora: "La presencia está siempre presente, y por eso es, mientras que la realidad fenoménica está siempre a punto de ausentarse y por eso deviene."
Con una graduación del 15 %, la botella de Tempus Fugit contiene una realidad que evoluciona en secreto mientras permanece cerrada. Una vez abierta, el secreto sera revelado, es decir perdido. El acto suprime la expectativa. Y no sé por qué, sin embargo, creo que mi plena satisfacción estará en la vendimia tardía, ese blanco italiano dorado y profundo con un contenido alcohólico del 14,5 %. El tiempo pasa. Vive el momento. No olvides que la muerte...
Salvador Alís.
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