sábado, 17 de agosto de 2013

SE APAGA LA LUZ

En la noche anterior, 17 de agosto, mi sueño ha sido inconstante y, cada vez que despertaba, sin poderlo evitar, he pronunciado en voz alta, muchas veces, estas frases:

"Se apaga la luz."
"El ventilador lanza ráfagas de oscuridad."

No sé qué pueden significar, si acaso son un poema o el inicio de un poema. No creo que tengan nada que ver con la lectura previa, antes de apagar la luz, del prólogo de Sergio Pitol a su Tríptico del Carnaval. Y, desde luego, nada que ver con lo que hoy pretendía escribir: algunos apuntes sobre el drama egipcio a través de dos de sus escritores: Sonallah Ibrahim (El comité) y Alaa al-Aswany (El edificio Yacobián). Pero quizá me equivoque y sí tengan que ver con todo esto.

Cuando estoy en la cama, leyendo, no soy consciente del ventilador encendido, pero cuando cierro el libro porque mis ojos ya no son capaces de entender las palabras, cuando apago el flexo y me pongo de costado, entonces el rumor de las aspas girando se apodera de mí y me apacigua, y siento como si las suaves corrientes de aire me hicieran flotar.

En la pasada noche, antes de la lectura, del sueño y el despertar, escuché obsesivamente, una y otra vez, el tema de Gheorghe Dinica: "Vagabondul vietii mele" (soy el vagabundo de mi propia vida). No sé por qué esta canción, sobre todo esta melodía, me lleva a tiempos pasados, incluso anteriores a mi nacimiento, y a ciudades que no he conocido, y me llena de una extraña nostalgia. Dinica fue un actor de cine y de teatro, nacido en Rumanía en 1934 (murió en 2009), que interpretó obras de Shakespeare, Gorki, Büchner, Ionesco, Eco y Beckett (entre otros).

Escuchar una canción hasta saturarme de ella, eso es algo habitual en mí. No lo es tanto repetir entre sueños dos frases, como si fueran las más importantes.

Dice Pitol: "Uno dice: <<no sé, no me he dado cuenta cómo ha pasado el tiempo>>. Y la verdad es que cuesta dar crédito a esa evidencia. Recuerde usted la experiencia del espejo a la hora de afeitarse: el rostro senil que uno se resiste a reconocer, los esfuerzos por revivir ciertos gestos con que treinta o cuarenta años atrás imaginaba fascinar al mundo (...) Hay un genuino resentimiento ante la injusticia cósmica por no haber una señal explícita de la aproximación del desastre. O tal vez la hubo y no logramos detectarla. Parecería que la metamorfosis de lo lozano a lo marchito nos hubiese ocurrido en estado de coma. En fin, la cosa es que uno se ha hecho viejo."

En definitiva, hace dos días que estoy de vacaciones. Estamos en agosto y hace calor. Y el ventilador lanza ráfagas de oscuridad.

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