lunes, 26 de agosto de 2013

LECTURAS DE VERANO

     Durante la última noche hubo grandes truenos y relámpagos sobre la isla y llovió en abundancia y con estrépito. Los destellos en el cielo parecían anunciar el final del verano. Pero sólo es agosto que se acaba. Todavía en septiembre es previsible que haga calor y el sol brille con cierta intensidad.
     Tres días restan para que yo finalice mis vacaciones. Y aún me quedan libros por leer. Lo cierto es que leo durante todo el año, aunque debido a imperativos derivados de mi escasa disponibilidad de tiempo libre, mis lecturas se limitan a fragmentos. Y únicamente en vacaciones puedo abordar con tranquilidad algunos libros completos, y consumirlos de principio a final en un plazo razonable.
     Es lugar común asociar el verano y las vacaciones a una época de ocio y relajación, época propicia, entre otras actividades, a la lectura pausada y al goce sin implicaciones. De ahí que las fantasías, la realidad manipulada, las historias y vidas que suplantan a nuestras vidas y los best-sellers en particular tengan el éxito que tienen. La norma general es evadirse. La incómoda pregunta es: ¿evadirse de qué?
     Si uno tiene una falsa existencia, y pretende escapar momentáneamente de ella sumergiéndose en otra falsa -y ajena- existencia, ¿qué consigue? Pero no leamos libros donde se formulan preguntas, no, pues lo que se busca son páginas que den respuestas.
     A las doce del mediodía, en una playa arenosa y grasienta, bajo un sol inclemente, oliendo el salado perfume de las algas, lo que todos quisiéramos saber es por qué el zombi todavía es capaz de enamorarse, por qué el asesino es malvado, por qué hay un plan universal y atemporal para oscurecer el mundo, por qué las pirámides de la Antártida son tumbas de extraterrestes..., y cosas semejantes.
     No me siento decepcionado ni creo decepcionar a nadie si digo que mis lecturas de los últimos quince días no me han resuelto ninguna duda. ¡Allá cada cual con sus preferencias! Ni he pisado la playa, ni el hotelito rural, ni me he tumbado en una hamaca. Y en abundancia, y no resueltas, muchas preguntas.
     Podría copiar aquí una lista de mis lecturas de verano, creíbles o increíbles, pero por economía me limitaré a un par de títulos (los más recientes) y un par de citas. Durante cálidas noches, y con el ventilador encendido, un pequeño viento domesticado ha pasado las hojas por mí.

De W. G. Sebald, Sobre la historia natural de la destrucción, Anagrama, 2003.:

"Es difícil hacerse hoy una idea medianamente adecuada de las dimensiones que alcanzó la destrucción de las ciudades alemanas en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, y más difícil aún reflexionar sobre los horrores que acompañaron a esa devastación. Es verdad que de los Strategic Bombing Surveys de los Aliados, de las encuestas de la Oficina Federal de Estadística y de otras fuentes oficiales se desprende que sólo la Royal Air Force arrojó un millón de toneladas de bombas sobre el territorio enemigo, que de las 131 ciudades atacadas, en parte sólo una vez y en parte repetidas veces, algunas quedaron casi totalmente arrasadas, que unos 600.000 civiles fueron víctimas de la guerra aérea en Alemania, que tres millones y medio de viviendas fueron destruidas, que al terminar la guerra había siete millones y medio de personas sin hogar, que a cada habitante de Colonia le correspondieron 31,4 metros cúbicos de escombros, y a cada uno de Dresde 42,8..., pero qué significaba realmente todo ello no lo sabemos."

De Wislawa Szymborska, Paisaje con grano de arena, Lumen, 2011.:

FIN Y PRINCIPIO

"Después de cada guerra
alguien tiene que hacer la limpieza.
Un mínimo orden
no se hará solo.

Alguien tiene que apartar los escombros
de los caminos
para que puedan pasar
carros llenos de cadáveres.

Alguien tiene que hundirse
en el fango y en la ceniza,
en los muelles de los sofás,
en las esquirlas de vidrio
y en los trapos ensangrentados.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar la pared,
alguien debe poner cristales en las ventanas
y colocar la puerta en los goznes.

Es una labor nada fotogénica
y requiere años.
Las cámaras ya se han ido
a otra guerra.

Otra vez puentes,
de nuevo estaciones.
Las mangas se deshilacharán
a fuerza de arremangarse.

Alguien, escoba en mano,
recuerda aún cómo era todo.
Alguien escucha
y asiente con la cabeza que no le arrancaron.
Pero pronto, muy cerca,
empiezan a pulular
quienes lo encuentran aburrido.

Alguien todavía a veces
de debajo de una mata desentierra
argumentos oxidados
y los arroja al montón de desechos.

Quienes saben
la trama de la historia
tienen que ceder
a quienes apenas la conocen.
Y menos que apenas.
E incluso casi nada.

En la hierba que ha crecido
sobre causas y efectos
alguien debe tumbarse
con una espiga entre los dientes
para contemplar las nubes."

     Durante la última noche, Lolita, Nube y Sombra pasaron mucho miedo. La luna ausente, una lluvia enfurecida y grises nubarrones estallando en el cielo. Y sin embargo, agosto no ha terminado. Persiste el calor y el verano y, para muchos, todavía, las vacaciones.
     Es la época de las desconexiones, una cerveza helada, una brillante copa de vino blanco en la terraza frente al mar, una siesta entre los pinos que no arden, a resguardo del enjambre de abejas laboriosas, y de vez en cuando un periódico, pasando las páginas con desgana.
     En Irak vuelan por los aires, en Egipto nadie visita la Gran Esfinge, en Cisjordania se interrumpe el diálogo para la paz, algunos en Occidente defienden que es legítimo intervenir militarmente en Siria, incluso sin el respaldo de Naciones Unidas, Irán advierte que no se cruce la "línea roja", Moscú toma posiciones..., ¿qué hace esta espiga entre los dientes?





    

No hay comentarios:

Publicar un comentario