sábado, 10 de agosto de 2013

OJOS


Fotografía de Salvador Alís. Autorretrato. Valencia. 1984.



CON EL PERMISO DEL CÍCLOPE

Con el permiso del Cíclope, algunas veces yo
he tenido tres ojos o trescientos,
aunque habitualmente sólo dos.

Cuando ensayaba técnicas de revelado, un truco fácil,
logré duplicar mi ojo derecho,
filtrándolo a través del agujero de aguja
de un papel interpuesto,
y situarlo en medio de los otros.
Tercer ojo entre los ojos que nada ve pero se muestra.

Cuando pintaba cuadros, pinté la silueta
de un ojo negro sobre mi frente. Un falso ojo
como son falsos los ojos realzados con maquillaje.

Y en el mercado de trueques y ocasiones,
conseguí una camisa blanca de lino y manga larga
que decoré con multitud de ojos
de diferentes formas, tamaños y colores.
En un caluroso día de junio de 1985, en Berlín
y con el muro todavía en pie,
esa camisa me salvó la vida.

Con el permiso del Cíclope,
también yo he tenido un solo ojo,
cubierto el otro con un parche de cuero negro.

Y no hace mucho, una tarde desperté con sangre
en el ojo izquierdo, neblina roja, un derrame.
Ese ojo es el vago, mientras el derecho asume
toda la carga de su vaguedad.

La hinchazón de mis párpados es asimétrica.
La lectura, más breve cada día.
Además del sueño, de la luz y la embriaguez,
el tiempo afecta y distorsiona. Todo empieza
con una mirada y acaba con una mirada,
y en ambas está presente la incomprensión.

Con el permiso del Cíclope, si pierdo uno de mis ojos
me quedará el otro -sí, ¿pero hasta cuándo?
El amor nace en los ojos, lo mismo que nace la ofensa
y el deseo y hasta el asombro.

El Cíclope odia a Ulises, no porque éste lo haya cegado
sino porque antes lo ha visto. Hay ojos en la noche,
la noche tiene mil ojos. Pero tú y yo sabemos, Cíclope,
que en tu ojo y en los míos hay mil noches
y que en la oscuridad de esas noches se esconde nadie.

Salvador Alís 


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