¨La policía siente una monstruosa desconfianza hacia quienes piensan,
una desconfianza todavía más monstruosa hacia quienes escriben lo que piensan
y una desconfianza francamente espantosa hacia quienes publican,
dan a conocer a la opinión su pensamiento escrito.
La policía siente la mayor de las desconfianzas hacia los escritores.
Temen lo escrito."
Thomas Bernhard. Un joven escritor.
"Acontecimientos y Relatos". Alianza Tres. 1997. Pág.; 81.
Cuando TB habla de la policía hay que entender que no sólo habla de la policía convencional, sujetos uniformados (o no), que portan armas y están autorizados (bajo determinadas circunstancias o no) a usarlas.
Aspirantes a policías, policías encubiertos, falsos policías, emuladores o simuladores los hay por todas partes.
Tu interrogatorio me hace más fuerte -le dice el escritor al policía-, tus preguntas no formuladas.
La policía tiene sus armas (reglamentarias o no) y el escritor tiene las suyas. Quizá si leyeras más y más a menudo lograrías entenderlo.
Lo que hace a un arma no es su materia ni su forma sino el uso que de esa materia y esa forma se haga.
Las armas, como casi todo, pueden ser directas e indirectas, pueden ser presente y futuro (incluso pasado); pueden atacar en el tiempo, causar un daño inmediato o a largo plazo; pueden ir a la raíz o a la tierra, al tronco o a las ramas, a las hojas, a las flores, a los frutos; pueden matar a un árbol en su totalidad o en partes (ahora este nudo, ahora este brote, ahora incluso el pájaro que confiado se detiene entre su follaje, el conejo que mordisquea la hierba alrededor del árbol).
En un duelo a muerte, ¿qué arma elegirías tú?
Armas iguales se anulan; lo que hace la diferencia es la mente y la agilidad de la mente que decide el uso de su arma, el momento adecuado, la dirección correcta, la anticipación.
Hay armas parásitas, armas que se alimentan y reproducen mientras atacan.
El escritor, por su parte, tiene armas distintas (hojas de papel, pilots de punta de acero, palabras y silencios).
Se puede matar hasta con un grito.
Las armas nacieron de la necesidad y acabarán en el hastío de ser armas.
Las armas actuales, diseñadas y objetivadas, es decir: convertidas en objetos seriados, buscan tan sólo el dominio y el poder.
Armas de igual poder se limitan a esperar.
Por eso cada nueva arma debe superar a la anterior y robarle su preponderancia y su preeminencia.
El escritor usa como arma, al final de la noche, un rostro (a veces más de uno, una escenografía) cuya belleza sea en la noche una defensa.
Está claro que el uso de cualquier arma se bifurca en dos (caminos): atacar y defender.
El arma que prefiere el escritor, sin embargo, no son sus herramientas de trabajo sino el florete, recuerdo de aquellos tiempos en que se ejercitaba en el noble oficio de la esgrima, siendo un tirador afortunado.
Atacar y defender, lanzarse hacia delante y retroceder. Apuntar y dirigir hacia el torso del contrario la aguda punta de nuestra arma y desviar la aguda punta del contrario de la dirección y el apunte de nuestro torso.
Y todo ello con máscaras de fino tejido metálico.
Las armas que prefiere el escritor son las de su infancia: los ingenios de Leonardo Da Vinci; las estratagemas de Guillermo El Conquistador; la espada o el tirachinas de madera, hechos artesanalmente y a mano, piezas únicas.
Hoy las armas son ante todo -como ya se ha dicho y todo el mundo sabe- un negocio mediante el que hombres ricos se hacen más ricos... hasta el poder absoluto.
La sofisticación, la inversión, la ciencia aplicada, la efectividad, la publicidad avasalladora, la proliferación de las armas actuales no tiene parangón.
Aparecen donde menos se las espera: en alta mar, en una selva, una isla, un desierto, montañas heladas, ciudades dormidas.
Incluso a veces, las armas, se meten en nuestras casas, en nuestros cuerpos, en nuestras cabezas.
El policía piensa en el arma perfecta para neutralizar al escritor (una bala de gas que contiene pimientas y lacrimógenos, o una bala de aguja que inyecte al escritor un enjambre de nanoinsectos que lo atormenten por dentro).
El jefe supremo de la policía (también llamado Dios), presume de haber acabado con muchos escritores. A pesar de ello las bibliotecas se vuelven cada día más grandes, se hacen mayores, algunas inconmensurables.
Imaginen qué Biblioteca de Babel podría erigirse hoy si se amontonase todo lo escrito por los policías y jefes de policía de todo el mundo.
Tantos tomos y de tal grosor como datos se almacenan de cada ser humano (y hasta pájaro y conejo).
De los gatos se cree saber mucho pero se ignora casi todo.
No olvidar nunca que, prescindiendo de su diabólica agilidad, colmillos y garras, el gato es en sí mismo un arma.
La belleza también es un arma. Y lo es el fingimiento, la ficción, el doble sentido, el triple..., la revelación y lo que existe.
Arma fundamental del gato es el sigilo. El sonido de algunas armas es deficiente, pero lo que importa es el baile.
Desde hace una semana, Nube tiene un caramelo (robado de la caja de los caramelos). Lo esconde durante el día, es decir que durante el día no se ve; lo saca de su escondite por la noche y juega con él por toda la casa; a veces lo marea con sus patas, o lo muerde con su boca y lo lleva de un lugar a otro, desde el centro del comedor hasta su plato de comida, desde el pasillo hasta la superficie de la mesa.
Es su juguete.
Salvador Alís.
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