sábado, 8 de octubre de 2016

SIEMPRE HAY UN CAMINO

SIEMPRE HAY UN CAMINO

Silencio. Y sin embargo ¡quedan tantas cosas que contar...!
Cuando uno sufre el delirio de la escritura,
un día no basta para narrar un instante, un año no basta
para describir un día, una vida no basta
para hacer luz en una noche,
cien años por un año, mil años por la juventud perdida,
la eternidad no basta para un buen final.
Por ello es necesaria la poesía, porque un poema comprime,
no afirma, no niega, relata, sugiere,
siembra la semilla y luego se desentiende de la flor.

Silencio. Y sin embargo ¡hay tanta vida en la oscuridad...!
Esa vida te pertenece, es tuya con sus aciertos
y equivocaciones, sus triunfos y sus fracasos; tu vida
y otras vidas que fueron tuyas en algún momento;
vidas que ahora requieren ser descritas minuciosamente,
vidas que reclaman su derecho a ser relato,
a ser palabra.

La escritura es como el vino: cuanto más se bebe,
más se bebe; cuanto más se conoce,
más asiduamente se escribe.
Y uno va de vino en vino como de página en página,
temiendo que esta sea la última copa, el último poema.
Y el hígado sufre por su causa,
y parece que está a punto de colapsar... Pero no colapsa.
Otra copa, otro trago, otra línea, otro texto,
el placer por el placer,
sin una meta definida, sólo por el gusto de contar.

¿Y qué le importan al vino aquellos que no distinguen
la uva resplandeciente de la podrida, la viña vieja
en suelo pobre de cantos rodados
de la viña clonada y productiva?
¿Qué le importan al que escribe los que no leen,
no han leído o no saben leer?
Silencio. La poesía puede lograr lo imposible:
puede condensar en una palabra un instante,
en una línea una vivencia,
en unos versos algunos años,
en su conjunto (si el círculo es perfecto y se cierra)
el trayecto completo de una biografía,
especulaciones post mortem incluidas.

La poesía es lo contrario de la política,
algo que se encuentra a años luz de la economía,
del cálculo, algo que es poder sin más,
sin interpretes, sin intermediarios,
algo directo que va del yo al yo, del yo al tú,
de ti mismo a mí mismo,
algo que sobrepasa el entendimiento,
el resumen del resumen de un acto, de una idea,
de una vida grande y pequeña al mismo tiempo,
como el átomo, como la insignificante chispa
que prende en hierba seca, en toldo asoleado,
en paja amarilla y provoca un incendio,
como la gota de agua que -a fuerza de insistir-
horada la piedra o la construye de arriba abajo
y de abajo arriba. Silencio.


Salvador Alís.

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