domingo, 24 de abril de 2016

ANAMNESIS (CUARTA PARTE)

ANAMNESIS (CUARTA PARTE): HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

vivere secundum naturam

Si un elefante pudiera introducirse o ser introducido en una simple casa
la llenaría por completo no dejando espacio libre,
una casa humana, por ejemplo,
donde viviera un elefante llamado Séneca. 

Dos elefantas a las que siguen sus crías, elefantitas y elefantitos
ondeando al viento sus banderines enhebrados en un collar.

Dos elefantas, una más azul y la otra dorada por el sol del mediodía.

Séneca con una máscara.

Imaginar un elefante en una isla del tamaño de una casa,
de un mundo.
Imaginar un elefante feliz por su virtud.

Cuando una manada corre tiene prisa, huye de algo,
busca algo, pretende ir más allá de donde se encuentra.

Sobre la Historia de la Filosofía de Julián Marías
se sienta Nube, las patas delanteras sobre el título,
la cola espantando al pequeño búho rojo
de la parte inferior.

Al ser los dos elementos blancos, la portada
y el pelaje de Nube, la visión es armoniosa.

Pudiste leer este libro en 1976, cuando tenías 20 años,
así lo dice la inscripción en la primera página
y algunas líneas subrayadas.

Un libro del tamaño de un elefante
que ocupase todo el vacío de una casa.
Un libro a medias escrito, a medias por escribir.

Arañas tejen en las páginas en blanco una tela, un diseño,
un lenguaje. En el futuro, cuando ese libro
sea leído, alguien dirá
que su autor fue una vulgar araña, alguien dirá
que la araña no puede sobrevivir al elefante, alguien dirá
que el texto elaborado esconde un patrón celestial.

Elias Canetti es otro elefante en estos días particulares,
sus apuntes son herbívoros,
necesitan de la hierba para alimentarse.

Pero a veces la hierba no es alimento, nutriente, pócima,
a veces la hierba es sólamente hierba.

Para una vaca negra con la cabeza y media pata delantera
de un espléndido blanco,
una vaca que tiene dos estómagos,
que mastica despacio, la hierba es hierba.

Para una vaca ambulante y acorde a su naturaleza:
comer y ser comida, beber, embarazarse, dar leche,
dejar en los campos su abono, su estiércol. 

Sin la manada, un elefante se ve solitario y se llena de ira,
molesta tal vez pero sin comparación alguna con la ira
que pudiera manifestar la manada.

Un elefante evoluciona según su naturaleza y velocidad.
Si otros no pueden alcanzarlo
es por naturaleza distinta e inferior velocidad.

Así es. Un elefante no es caballo ganador,
no puede impartir lecciones de filosofía, simples lecciones
como las del gato llamado El Supremo.

Imaginar una araña metálica, electrónica, programada
para ser una tejedora.

Los reyes de reinos poderosos se echan a temblar
ante la araña, como la tierra tiembla
bajo las patas del elefante.

Un elefante conoce su principio y su final,
pero su relato se limita a describir el camino de enlace.

El mismo Cervantes imaginó a dos elefantes,
cada uno con su trompa y su cola,
con su diálogo posible e imposible,
lo que demuestra que
imaginar a un elefante no es tarea fácil,
pues exige vivir de acuerdo a la necesidad y al destino.

Se puede creer sinceramente que estas fábulas
del elefante y la araña (acompañados de otros animales)
son fábulas y nada más, improvisaciones,
aciertos o desaciertos casuales.

Y la música que acompaña la producen tambores
y violines, una cebra que es un piano
que contiene teclas blancas y negras, sonidos
de arpa gestados por un ejército de arqueros
prestos a disparar.

Podemos imaginar que todo tiene truco,
que el mecanismo escondido bajo el autómata,
nada preciso por otra parte,
campeón de partidas inmortales,
es un simple enano instruido para esconderse bajo el tablero.

Queda una brizna de hierba, esplendorosa por ser única,
una manada furiosa, un guía que no se deja guiar,
arlequines en monturas, pasos mal dados.

Queda todo menos una nueva lectura del bosque desarbolado
donde se alimentan los elefantes.
Las excusas son generalmente de género e invención.

Dos cucharadas de aceite no protegen la asimilación
de un elefante de ese río envenenado donde sacia su sed,
un elefante que, con el tiempo, llamará Séneca
a su reflejo en el río.

Sobre las jabalinas verdes, vegetales y afiladas,
que transcurren por el río,
viajan arañas negras hacia los templos que orillan el río.

Un sol majestuoso tuesta las patas de las arañas,
seca el barro con que se cubre el elefante.

Lo que hoy es por exceso, mañana será contenido.

Imaginar que se puedan contener páginas y telas
bajo una encuadernación semejante.

Salvador Alís.







 



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