viernes, 26 de diciembre de 2014

EL TIEMPO Y EL ESPEJO

EL TIEMPO Y EL ESPEJO

En cada una de las habitaciones, un espejo. En la última casa, tras cada puerta,
en el fondo de cada armario, un espejo.
El morador que pasea insensible su dificultad de pasillo en escalera,
de tragaluz en lucernaria, de un cajón a otro cajón.
El reloj de madera del castillo de Chambord, su tenaz maquinaria.
En los espejos de las mil chimeneas donde mil fuegos.
No más de veinte años -en su cabeza. Pero cada espejo muestra una edad,
si las nubes lo permiten, si la niebla se retira y se apagan las luces,
si las constelaciones visibles y el reloj astronómico de Orly.
No se precisa más que una varilla de hierro orientada al sol.
En un espejo hablar, en otro fingir. Escenarios del reflejo de haber sido y ser.
En la última casa, sesenta escalones y otros tantos espejos, la Luna visible
y Marte al fondo de su pasaje.
En las estanterías, espejos. Semblantes de muertos que no se resignan
a morir. En los folios perdidos, cuervos y relojes.
El niño que despierta a un sueño real de espejos y de tiempo detenido
en la noche de su despertar. El felino tuerto que mira sin mirar
el espejo del agua, mientras suenan las campanillas del bosque tocadas
por los inquietos dedos de la lluvia.
Fotografías congeladas en los espejos. En su frialdad.
Se arrodilla el morador ante su espejo, a la puerta de su casa.
La casa en llamas y el ojo se retira.
Es tan lenta la tempestad y tan natural sucede. Y el reflejo del padre
sobre los escalones calla.

Salvador Alis.



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