lunes, 29 de julio de 2013

CÉSAR AIRA


Portada del libro de César Aira Las aventuras de Barbaverde, editorial Mondadori, 2007.


       De César Aira (Coronel Pringles, Argentina, 1949) tan sólo he leído dos novelas, El mago y Parménides, y un ensayo autobiográfico, Cumpleaños. La primera, con la que me reí de veras en un momento complicado de mi vida, se la regalé en un arrebato de gratitud a mi médica (por aquel entonces), amiga y psicoterapeuta involuntaria Benjamina Hernando. La segunda (tomada en préstamo de una biblioteca pública) me descubrió el encanto de la vacuidad al tiempo que me sorprendía con una demoledora imagen en su final.
       De Cumpleaños, el único de los tres libros que conservo y al vuelvo de vez en cuando, estas citas que me vienen como anillo al dedo:

"Mi defecto principal, del que se deducen todos los demás, es la falta de un ritmo estable y previsible, en el que los hechos y las ideas fueran encontrando su lugar. Si lo tuviera, no importaría que hubiera huecos aquí y allá, porque se llenarían por sí solos."

"Mi estilo es irregular: atolondrado, espasmódico, bromista; bromista por necesidad, por tener que justificar lo injustificable diciendo que en realidad no hablaba en serio. Pero, si interviene la necesidad, entonces no es broma."

"Muchas veces me he preguntado en qué ocupa su tiempo la gente normal, cuando a mí el trabajo de seguir con vida me ocupa hasta el último minuto, y apenas si me alcanza."

"Tengo la teoría, nada original, de que la suma de experiencias particulares que uno vive a lo largo de su existencia es lo que lo hace único y distinto de todos los demás. (...) Los libros leídos, por supuesto, también son experiencias vividas, y la suma de todos los libros que uno ha leído también lo hacen único en ese aspecto."

"De lo que se escribió un día hay que reivindicarse al siguiente, no volviendo atrás a corregir (es inútil) sino avanzando, dándole sentido a lo que no lo tenía a fuerza de avanzar. Parece magia, pero en realidad todo funciona así; vivir, sin ir más lejos."

"He escrito en alguna parte, sin mentir, que no tomo ninguna precaución con mi salud o mi seguridad, porque no vale la pena. Con una vida como la mía, sería una falta de elegancia; o, dicho de otro modo, la única oportunidad de ejercer la elegancia que puede dar una vida como la mía es despreciarla, o al menos mantenerse perfectamente indiferente a su continuidad o interrupción."


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