viernes, 5 de junio de 2020

LECCIONES FILOSÓFICAS / Nº 4 / STICKERS

LECCIONES FILOSÓFICAS / Nº 4 / STICKERS 


Según la Wikipedia, sticker puede traducirse por "pegatina",
algo que ya existe, un mensaje comprimido, una imagen
diseñada de antemano por manos ajenas
que alguien utiliza, copia y pega o reenvía,
para evitar el compromiso de la originalidad.

En la aventura por anular el pensamiento,
el sticker se presenta como acertado recurso. Hace prescindibles 
el individual esfuerzo por conocer, el archivo de datos,
la confrontación y la crítica, el lenguaje propio, la creatividad
y todo lo que en potencia pudiera dar de sí una mirada
no conformista.

La clara expresión de los sentimientos debe ser frenada.
Esa velocidad de lo intangible no augura nada bueno
para el desarrollo de la prueba.
Mejor lanzar, por pistas delimitadas, mensajes a todo color,
directos y sencillos, publicidad no encubierta 
sino más bien arrogante y manifiesta:
abre los ojos y prescinde de lecturas e interpretaciones, 
todo está aquí, este mensaje esotérico 
y simplificado hasta el extremo para que lo creas 
aunque no lo entiendas. 

Con tal de transmitir emociones al más bajo coste,
un chimpancé se digna a bajar de su árbol
y dibuja con un dedo una circunferencia sobre la tierra.
Y puesto que se le supone alguna inteligencia, 
incluso es capaz de apartar pequeñas piedras
y hojas caídas que alteran su mapa.

Pequeñas piedras y hojas caídas: absurdos stickers 
para el prehumano o más que humano
que aún se columpia y desplaza entre las ramas.

Puesto que los stickers, además de predeterminados,
pueden ser producidos individualmente,
no dudaré en permitirme esta licencia:
al estreno de El planeta de los simios acudió Charlton Heston 
llevando de la mano a un bello mono rubio, 
y el mono, al ser entrevistado y requerirse su opinión, 
afirmó categóricamente: "Yo no soy el mono en esta película,
pues mi inteligencia es superior, lo confirmará mi amigo,
el gran actor, y lo defenderá -si fuera necesario-
con su mirada de acero y su pasión por las armas".

Stickers triunfantes: caras de culo, tetas operadas,
santos transmutados, cervezas sin espuma.

Se impone por tanto una nueva reflexión,
vueltas y vueltas a lo mismo. ¿Por qué los tontos,
los fanáticos, los creyentes... se adhieren a la simplificación
de su reflejo? ¿Acaso no se ven a sí mismos?
¿No les basta con eso? ¿Necesitan el refuerzo dado?
¿Stickers que llegan a uno como pelotas de ping-pong
para ser rebotadas? ¿Y nada más?

Pero nadie está a salvo, en estos tiempos que corren,
de los dibujos del diablo.
Si uno busca referencias al dictado de sus impulsos,
si se detiene en Hegel o en Heidegger,
se dará cuenta de que, según el primero:
"Hemos vuelto ahora a la noción de la idea 
por la cual hemos comenzado. Pero este regreso al comienzo 
es al mismo tiempo un progreso." 
Y de acuerdo al segundo:
"Caigo en una ensoñación sobre el hacerse y el deshacerse
de las cosas. La llamaría "filosófica" si no supiese 
que no hay filosofía, sino tan sólo variaciones interiores 
sobre el sentido de las palabras." 

H & H: un sticker doble que no se comprende.
Lo fácil es la repetición, el mensaje corto creado
por no se sabe quién ni para qué, el mensaje que pretende
inducir la risa, afianzar el lazo que une a un tonto
con sus semejantes.

Al volver al punto de partida, inevitablemente avanzamos.
¿Hacia dónde? Los monosabios que juegan
con los stickers ¿qué saben del sentido de las palabras?

Los maestros antiguos enseñaban a diferenciar
una cosa de otra, por más que se parecieran,
no siendo lo mismo "amor" que "amorío"
ni "estado" que "Estado". Pero hoy en día, ¿que sabemos?

¿Se puede matar impunemente, dejar caer la rodilla
y no ceder en la presión durante 9 minutos?
¿Se puede enarbolar un libro, el Libro, como amenaza?
¿Despreciar el color de la piel quemada por su origen
y su condena, la cosificación y la esclavitud?
¿Ensalzar las balas, las cuerdas, las cruces, las horcas, el fuego
y, a la vez, las radiaciones ultravioletas?

Todo ha cambiado para ser lo mismo. Llegamos a la meta
y nos encontramos en el punto de partida. Hegel.
La conclusión depende de las palabras elegidas. Heidegger.

Para expresar nuestras emociones,
en aquella lejana juventud, uno lloraba o reía,
gritaba, se enfurecía, pintaba, corría, se alejaba,
se lanzaba de cabeza al charco profundo, se desnudaba,
perdía la cabeza, fumaba, andaba sobre el puente,
desafiaba al abismo, se adentraba en la cueva,
se jugaba la vida en la carretera, se reconciliaba
con la noche y sus fantasmas... Territorios inhóspitos,
apuestas arriesgadas.

¿Cuántos murciélagos no dominé entonces?
¿A cuantas lagartijas no hice entrar en razón?
¿Y qué cantidad de hormigas no volaron por los aires?

Insectos poderosos anulados con una elemental cerilla,
cobardes reptiles cegados por un complaciente sol,
ratas negras y aladas, miniaturas tenebrosas.
A todos los supe vencer, stickers anticipados
que significaron tanto y nada.

Lo que aquí se pone en cuestión no es la imagen
-vale más una imagen que mil palabras-
sino la elección instintiva del tonto moderno,
del monosabio prepotente e imperativo, por el sticker,
esa simplificación diseñada y orquestada
para ser otro mecanismo de control cuantificable,
que se unirá sin remedio a los reconocimientos faciales
con el fin de que nadie escape a su destino:
decir (o leer) el texto pre-escrito
y representar el papel asignado.

La desaparición, la muerte por asfixia, el envenenamiento,
la difamación, radiaciones, pruebas falsas
y hasta el propio suicidio... Ninguna sospecha.
Somos peones blancos y negros en el tablero
donde nos jugamos la vida o nos la juegan
un rey inútil y su ambiciosa reina.

Stickers los alfiles y los caballos, su imagen poderosa,
su cuestionable eficacia. Portadas de libros,
canciones. Esas figuras danzantes animando los bares,
música y sexo, belleza y muerte.
¡Qué pérdida absoluta, que malgasto, que desperdicio!
Y al ser señalados -los usuarios del desastre- contestan alterados. 
Gaviotas histéricas gritando sin orden ni concierto.

Copiar y pegar, o reenviar. Todo tan fácil.
Aplaudiendo la enésima estupidez del próximo estúpido.
Y así, todos a cubierto, todos a salvo de un injusto juicio.
Me oculto en la masa, me igualo a otros,
no soy yo (me falta valor), somos tantos y tan distintos.

Usad esas imágenes que no os pertenecen.
Han sido creadas para vosotros. Un regalo envenenado.
¿Pero qué sabéis, si algo sabéis, de los venenos?
No matan a cualquiera. Son selectivos,
Si te creías a salvo, pregúntale a tu piel. A tus ojos.
A tu esperanza.



Salvador Alís.























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