PREGUNTAS (SIN RESPUESTA) SOBRE EL CORONAVIRUS
SOBRE EL SUEÑO. SOBRE LA NECESIDAD DE PERMANECER DESPIERTOS.
"... desde un principio le fue atribuido a todo hombre su cantidad de sueño. Por tanto, aquel que haya consumido demasiado sueño durante su vida no puede prometerse dormir mucho tiempo más, esto es, vivir mucho y llegar a viejo."
Inmanuel Kant. El poder de las facultades afectivas. Aguilar. 1974. Pág.: 29.
EL ORIGEN. SENDERO QUE SE BIFURCA EN OTROS PARA COMPONER UN JARDÍN.
Se dice que en China fue localizado y aislado el paciente número uno, pero aún no ha sido posible encontrar a su antecesor, el infectado número cero. Y se dice que antes de ese supuesto infectado, origen de la contaminación humana, ha debido existir un animal, reservorio del virus, del cual todo ha partido y que ha sido causa del salto y la expansión. De este animal hipotético nada se sabe, si fue pangolín, murciélago o serpiente.
Se dice que en los mercados chinos se pueden comprar (e incluir como proteínas en la dieta habitual) gatos y perros, lobos y zorros (no importa si están vivos o muertos), ardillas y civetas, insectos de todo tipo (saltamontes, arañas, escorpiones...), gusanos y larvas, grandes reptiles como el cocodrilo, tortugas, lagartos, lagartijas y salamandras, peces crudos y secos (provenientes tanto del mar como del fango de los ríos), ratas terrestres y voladoras y un largo etcétera.
¿Cuál, de entre todos ellos, ha incubado este virus y luego lo ha dejado partir?
¿Es posible crear un test para averiguar rápidamente si una persona ha sido contaminada, establecer cómo le afectará el virus dependiendo del tipo de su sangre y, sin embargo, nadie puede hallar al animal fuente de la pandemia?
LA MEZQUINDAD. UNA FORMA DE MUTACIÓN ESPIRITUAL.
Entre todas las estadísticas (parciales) que se publican a diario falta una por oficios. Se sabe el porcentaje de personal sanitario infectado, pero ignoramos cuántos pescadores, ganaderos, agricultores, transportistas, abogados y jueces y hasta banqueros han muerto. Sobra mano de obra en multitud de sectores productivos que ahora se adivinan como no esenciales. Pero se necesita gente en los hospitales, en el campo y el mar, en las residencias de ancianos y en otras posiciones claves para que la vida sea preservada. Se escuchan quejas por doquier, tras las suspensiones temporales de empleo, porque acostumbrados a la rutina de un sueldo muchos no aceptan cobrar del Estado un sueldo menor. En el fondo -piensan los hipócritas-, bienvenidas sean las vacaciones pagadas, el confinamiento y la subvención, antes que salir a dar la cara. Ejemplos no faltan. Trabajadores preocupados por el 30% de descuento en sus ingresos, mirando absortos su cuenta bancaria e ignorando a los muertos presentes y a los futuros, por no decir que nunca se han interesado en ver el mundo como realmente es y ha sido. Uno que dice que si le pagan menos (sin trabajar) de lo que le pagaban (trabajando) no podrá alimentar a sus hijos. Antes de ser padre, cuando se casó, le regalaron un piso con terraza y vistas al Mediterráneo. Y el saldo que posee, sin duda, le permitiría sobrevivir algunos años. Otro que vive en familia (padres, hermanas, sobrinos, abuela y hasta perro), que nunca ha tenido que hacer frente a una hipoteca o alquiler, que ha gastado su salario en los últimos móviles de alta gama, en relojes caros y en amantes aprovechadas. Miles de niños mueren cada día por hambre, y millones no tienen una casa humildemente digna en que vivir. Pero el ansia de consumo sin fin, el espectáculo alienante y aturdidor del fútbol y otras apuestas, la virtualidad (en tanto apariencia) de un mundo manipulado de extremo a extremo, causan ceguera e incentivan, por una parte el egoísmo y la soledad y, por otra, el gregarismo interesado. ¿Qué sucederá cuando la merma de los esenciales, por extenuación, contagio, cuarentena o muerte, alcance un número irreemplazable? ¿Quién ordeñará a las vacas, quién echará las redes, quién se ocupará de la vendimia, de la recolección de las fresas, las patatas o los espárragos? ¿Quién se jugará la vida por otros? ¿Quién ayudará al vecino o al perro del vecino? Aumenta la demanda de adopciones en las perreras. ¿De repente hay una ola de generosidad y buena voluntad? ¿O los espabilados de siempre (y los recién llegados) pretenden usar en beneficio propio la desgracia ajena?
LOS AFORTUNADOS. LOS FULLEROS.
Lionel Messi dice que renuncia al 70% de su salario como héroe y estrella, ¿para salvar a su club de la crisis que se avecina?, y que pagará de su bolsillo lo que haga falta para que los trabajadores secundarios de ese club, abocados al paro, cobren el 100%. ¿Cuánto gana anualmente Messi? Yo no tengo ni idea, jamás me ha interesado el fútbol. Pero supongamos, con moderación, que ingresa 10 millones de euros. ¿Renuncia a 7 y se queda con 3? Muchos le aplaudirán el gesto. Pero no tantos pensarán en lo que esto significa.
Titular de prensa: "Rama X, rey de Tailandia, se encierra con 20 concubinas en un hotel de los Alpes." ¿Quién atiende sus necesidades, quién prepara sus comidas, quién limpia las habitaciones, quién vela por su seguridad? Y, sobre todo, ¿quién ha dado el permiso, quién ha autorizado la ocupación? Si lo que buscaba el rey era un refugio, ¿por qué nadie toma la valiente decisión de llevarlo a un verdadero campo de refugiados?
Otro titular de prensa: "The New York Times pone a Aznar como ejemplo de ricos europeos que se confinan en segundas residencias." En estos días muchos hablan y otros callan. El Papa sale en solitario (con un asistente) a la Plaza de San Pedro para rezar por todos e impartir bendiciones. Y luego se retira a sus aposentos. El negocio vaticano (entradas a los museos, postales, imanes, calendarios, cerámicas, camisetas y gorras y paraguas...) se ha resentido. Algunos se muestran y otros se esconden. ¿Dónde están los padres de la Patria, los Líderes, los Ex-Presidentes, dónde González o Rajoy? Al menos sabemos que Aznar se ha resguardado en Marbella. ¿Escribirá un libro durante el confinamiento o decidirá que sea otro quien lo escriba?
José Mújica dijo en su entrevista con Évole, emitida ayer por televisión, que un pesimista es sólo un optimista bien informado. La frase no le pertenece. El lúcido Mújica, a sus 85 años, la toma prestada, como tantos, del escritor uruguayo Mario Benedetti. Pero no hay que olvidar que Benedetti también dijo que "El que hace trampas es porque no tiene el coraje de ser honesto."
Entre los poderosos del mundo se puso de moda ya hace tiempo, y sobre todo en los EEUU (según ha constatado Hollywood en numerosas ocasiones), el construir refugios para resistir ataques nucleares y biológicos, considerarse privilegiados y superiores, con un absoluto derecho a la vida frente a los parias del mundo, los que podrían atacar su estatus enarbolando la bandera de su pobreza, en resumen: los zombis (los atontados o muertos vivientes).
DIARIO DE ALARMA. LA ESCRITURA.
Por más que no quiera entrar en lo personal, a veces no puedo evitarlo. Me sorprende el silencio nocturno. Me asomo a la ventana y no escucho nada. Todo el ruido posible está en mi cabeza. Hace tres noches, con la intención de no pensar y relajarme, vi la película Guerra Mundial Z, de 2013, dirigida por Marc Forster y protagonizada por Brad Pitt. En realidad, y por utilizar palabras sencillas, fácilmente comprensibles, la película era una mierda, una fantasía increíble donde un héroe salva a la humanidad pasando días sin dormir, sin comer ni mear ni cagar, y que resulta varias veces mortalmente herido pero que a las pocas horas se recupera y sigue repartiendo hostias a mansalva.
Sin embargo, quizá sugestionado por esa amenaza latente, en la tarde del sábado salí a la calle con mi afilada navaja (de cachas de madera multicolor) en su funda de cuero sujeta al cinturón y oculta bajo la cazadora.
Tenía un cuaderno de tapas negras sin usar. El 13 de marzo lo abrí y le puse un título: Diario de Alarma. Me gustaría pensar que sus 114 páginas bastarán para poner punto y final. Pero tengo dudas. Voces distintas alertan sobre lo provisional del confinamiento, y recomiendan aislamientos mayores, seis meses al menos, quién sabe si un año.
LA PRÓXIMA AGENDA. EL LIBRO CONTRA LA MUERTE.
Volviendo a lo personal debo confesar mi suerte. No dependo de librerías cerradas, no me afecta que se suspendan los eventos deportivos, y puedo escribir estas notas con una copa de Amontillado en la mano, degustado a pequeños sorbos, sin miedo al virus.
Cuando acabe con El muro (Haushofer), pienso releer el Paisaje con grano de arena (Szymborska) y El libro contra la muerte (Canetti). No faltará tiempo, a no ser que la muerte decida visitarme. Pero incluso si lo hace estoy dispuesto a jugármela con ella en una partida de ajedrez, con ese envite, por el simple desafío de combatir el aburrimiento.
El uno de abril cerraré algunas puertas, me ocuparé de mí mismo.
Tengo un álbum de dibujo grande. Dibujaré. Y miles de libros por catalogar. La casa necesita una puesta a punto. Mi cuerpo. Los papeles que guardo sin motivo. Las cajas que encierran objetos atesorados durante años y ya prescindibles. Orden y limpieza. Depositaré en los contenedores de basura partes de mi vida obsoletas. Y subiré a la terraza para ver los cielos ignorados y las mañanas soñadas.
EL SISTEMA INMUNITARIO. EL PLANETA.
Hasta donde nosotros sabemos, los dioses, los humanos, poseemos un sistema inmunitario que nos defiende de las invasiones de patógenos. Si un virus, una bacteria, un hongo o un microbio cualquiera se cuela en nuestro organismo (pasando por alto las agresiones no biológicas y las internas, las que nosotros mismos generamos), enviaremos a nuestro micro ejército con memoria o sin memoria para detener y destruir al invasor.
Algo parecido puede suceder con el planeta. Que se haya sentido atacado por la raza humana, esa forma de vida proliferante que destruye cuanto toca, que contamina ríos y mares, que ensucia los cielos, que tala los bosques, que propicia incendios, que derrite los polos y los glaciares, que invoca no a la lluvia sino a la gran tormenta, que hace avanzar los desiertos, que extingue por capricho especies animales, que justifica el genocidio, que siembra por doquier bombas de relojería nucleares, residuos tóxicos, que agota los recursos, que inicia o sostiene guerras caprichosas y que, en resumen, muestra -con la naturaleza- una falta de respeto a todas luces injustificable. Y pudiera ser que entonces el planeta use, a su vez, su sistema inmunitario contra nosotros, los humanos, los dioses, movilizando este virus para extinguirnos o derrotarnos en nuestra pretensión de dominio.
Pasarán los días (el diario) y los meses. Tras la vuelta, tras la supervivencia, se dará otro pensamiento. La globalización será cuestionada. Nuestras metas y objetivos. Nadie se moverá libremente. Las comunicaciones indicarán el lugar y el objetivo. Nos vigilarán cámaras infinitas y drones. La sangre nos delatará. Las manos ya no dibujarán mapas. Lo harán (lo hacen) los satélites. Las reformas laborales se impondrán como necesarias. Y alguien, tal vez a su pesar, tendrá que contabilizar las bajas, y decidir cómo después de la muerte deberá ser reestructurado el sistema de pensiones, su adelgazamiento.
LA POESÍA. EL AFORISMO. LA REFLEXIÓN.
"¿En qué circunstancias sueñas con los muertos?
¿Piensas en ellos antes de dormir?
¿Quién aparece primero?
¿Es siempre el mismo?
¿Nombre? ¿Apellido? ¿Cementerio? ¿Fecha de defunción?"
Wislawa Szymborska.
"La nube en la que uno se cree a buen recaudo mientras otros mueren."
Elias Canetti.
Los delfines se acercan a la costa, mejor dicho a las playas. Sienten curiosidad por lo que pasa. Hace tiempo que nos advierten, pero no sabemos escucharlos. No entendemos su lenguaje, no entendemos a nuestras mascotas, tampoco a los pájaros.
Quizá sea tiempo de pensar en quienes nos visitan.
Tiempo de pensar en las reglas básicas: barre el suelo ante tu puerta, saluda a la hormiga que se aproxima, prepara el cuenco donde comerás tu arroz. Y al caminante que tras su largo empeño llega cargado de preguntas, dile que ha equivocado el camino.
Toda sospecha, toda opinión, toda duda resuelta o por resolver es en el fondo una cuestión de fe. También esta breve canción de Bob Dylan que acompaña el texto.
Ni la ciencia ni los científicos me tranquilizan.
LOS NOMBRES. LAS PREGUNTAS.
¿Por qué Dios, el Estado y el Honor son nombres masculinos? ¿Por qué la Muerte, la Peste y la Tristeza son nombres femeninos? Es verdad que la Vida y la Belleza también son nombres femeninos. Y es verdad que el Amor y el Arte son nombres masculinos. Los nombres, en lo que atañe a su género, ¿son acaso arbitrarios? ¿O su elección se debe a razones ocultas e inconfesables?
Las palabras (las definiciones) no son inocentes, nunca son inocentes.
Y menos que las palabras, las preguntas.
Yo no soy negro. Soy blanco. Pero ésta en una cuestión de fe.
Salvador Alís.
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