jueves, 21 de marzo de 2019

LAS ARMAS LAS CARGA EL DIABLO

LAS ARMAS LAS CARGA EL DIABLO

"Las armas las carga el diablo y las urnas si está de humor.
Si le anda la lapicera le agrega un verso a la Constitución." 

"Las armas las carga el diablo y las descarga algún oficial. 
Si le anda la lapicera le agrega al Diario el titular." 

Los Espíritus. Agua Ardiente. 2017. 

   
Dicen los politólogos que el voto en nuestros días es volátil, que muchos votantes no deciden hasta el último momento. Lo que equivale a decir que no actúan movidos por su convicción sino por su convencimiento; no por ideas propias, meditadas, ya asentadas e inamovibles, sino porque han sido convenientemente aleccionados y han caído bajo el influjo de cierta sugestión.

Las campañas electorales son sesiones multitudinarias de hipnotismo. Varios magos van saliendo por turno al escenario compitiendo entre ellos para captar la atención del público. Mediante todo tipo de artimañas, declaraciones, entrevistas, ruedas de prensa, manifestaciones, mítines, eslóganes, mensajes variopintos en las redes sociales, fotografías, carteles, decretos ley y anticipos de otras leyes, mentiras, proclamas y apariciones fulgurantes preferentemente en televisión..., los políticos magos pretenden encantar a la audiencia. Y por si esto no fuera suficiente, se ayudan de muñecos a través de los cuales ejercitan su capacidad de ventriloquia para multiplicar y expandir su discurso.

Que los políticos son farsantes y oportunistas lo demuestra el hecho de que a esta hora en que escribo (las cuatro de la mañana), en esta España Una Grande y Libre, ellos duermen mientras yo contemplo una Luna aumentada en tamaño y brillo. Ningún político que se precie se deja llevar por un impulso semejante. El estricto horario, las vitaminas, el impecable traje, la lectura del resumen de prensa, el texto por encargo, la publicidad pagada...; de un lado a otro y todo medido y cronometrado.

Que la política es cada vez más un espectáculo lo demuestra el hecho de los fichajes anunciados a bombo y platillo: una marquesa, un vicepresidente farmacéutico, un predicador, un periodista, un seleccionador de baloncesto, un coronel, un general, un legionario... Todo vale siempre que sea mediático y encandile a los espectadores. Pasa lo que pasa porque la fe vuelve a ser una epidemia. Sólo a los ya predispuestos a creer se les aparece la Virgen, o contemplan un lunes por la tarde un ovni entre las nubes, o adoran como dioses a un cristiano o a un messi. La credulidad consigue curar enfermedades imaginarias, obra milagros.

Puestos a fichar estrellas, y habiendo ya fichado a mediocres escritores y astronautas, ¿por qué todavía a ningún responsable político se le ha pasado por la cabeza fichar para su partido a un clérigo, mejor prior, abad, obispo, arzobispo o cardenal? Siendo España, como dicen que es, tan católica, ese fichaje sin duda atraería a tantos votantes como comulgantes, un éxito total.

Mientras los noticieros informan de dos atentados terroristas, uno en Utrecht (Holanda) y otro en Christchurch (Nueva Zelanda), el toro hispánico Abascal propone el derecho a la libre compra y venta de armas en España, para que los ciudadanos de bien puedan defenderse de sus enemigos, sin especificar cuáles puedan ser estos ni bajo qué condiciones de ataque sería necesaria la defensa.

No puedo estar más de acuerdo. Pues ya desde mi tierna infancia me fascinaba John Wayne, aquel lejano Oeste, esos indios terribles, el chupito de güisqui y la fanfarronería del más rápido. Obras maestras como La diligencia, El hombre que mató a Liberty Valance, El Álamo, Río Rojo, Río Bravo o Centauros del desierto, me convencieron de por vida que mejor morir de pie que vivir de rodillas.

Dicen de este mago, al que no le sienta bien la corbata, que prefiere defender sus trucos con una pistola en el cinto. Si algún escéptico no se deja subyugar por la magia, quizá afirme con la cabeza cuando sienta contra su sien el contacto de esa varita mágica.

Mi voto también es volátil. Dependerá del vino y la ocasión. Para celebrar las próximas elecciones (un ejercicio de cinismo como no hay otro), para celebrar el triunfo de los embaucadores, quizá me compre una botella de Kalamity 2015 (vean su etiqueta y comprenderán por qué).

La propuesta de los tres mosqueteros (al servicio de su Rey y su Reino), Abascal, Ortega Smith y Espinosa de los Monteros, me convence por su pasión y, sobre todo, por su utilidad. Si puedo portar libremente y con derecho una pistola ¡cuantos problemas cotidianos resolveré! Al vecino que saca la basura al rellano de la escalera, le pego un tiro y se acabó. Al turista que coloca su maleta sobre un asiento en el autobús, le pego y tiro y se acabó. Al camarero que me sirve un vino blanco pasado de vueltas y de años, le pego un tiro y se acabó. Al yonki que me exige un cigarrillo como si le debiera algo, le pego un tiro y se acabó. Al ciclista sin luces o al idiota del patinete eléctrico que me intentan atropellar en mis paseos, les pego un tiro y se acabó. Al empresario que se niega a firmar un Convenio para no asumir un incremento salarial del 2%, después de tres años de beneficios, se le pega un tiro y se acabó. Al banquero que mete en sus bolsillos los intereses prometidos, igual un tiro y se acabó. Y para el que tose, para el que no usa cinturón y se le caen los pantalones, para el que usa capucha y el que se atiborra de hamburguesas, un tiro y se acabó.

Por mis manos han pasado cinco armas de fuego. La primera a los 17, cuando un pariente me invitó a dispararla una mañana de domingo a dos kilómetros del Puente Natural. La segunda a los 20, en el asiento trasero de un coche que, aparcado en una gasolinera, no pretendía repostar. La tercera a los 24, en una discoteca de Chiva y en un Club de alterne de Requena. La cuarta a los 25, porque alguien que pretendía huir a Portugal, después del fallido golpe de Estado, me pidió que se la guardara escondiéndola bajo una teja de mi tejado. De la quinta no diré nada por el momento. Mi salvaguarda.

No sé a cuento de qué vuelvo a pensar ahora en aquellos versos de la Canción del jinete de Lorca: "Aunque sepa los caminos / yo nunca llegaré a Córdoba".

¿Algún poeta ha sido alguna vez político? ¿Algún filósofo? ¿Algún pintor? Y no vale mencionar a Hitler por sus acuarelas o sus proclamas.

Casado, según la luz, se parece el biznieto de Drácula. Rivera, según Espinosa de los Monteros, es un izquierdista aseado. Iglesias toma aliento para volver y negar que él también fue partidario del armamento. A Sánchez se le perdona todo menos su altura. Entre tanto, un coro de mujeres menospreciadas alza la voz para reivindicar su derecho a no ser simplemente ayudantes de magos sino magas de primera línea. Y encantan porque encantan, porque insisten en que su juventud y su belleza no tienen nada que ver con sus ideas. De acuerdo, pero entonces ¿cuáles son sus ideas?

Una gran luna llena desciende bajo el horizonte urbano, a las 6:39 de la mañana. A esta hora seguro que los políticos y las magas, los magos y las políticas, se han duchado y vestido y van todos y todas lanzados y lanzadas hacia su destino triunfal.

Se podrá entender o no entender que uno eche de menos otras voces femeninas: quizá Aleksandra Kolontái, o Anna Ajmátova, Hannah Arendt, María Zambrano... La tentación de incluir aquí un poema dedicado a las magas que pretenden, desde ambos extremos del escenario, encandilar a los presentes, es inevitable. De Hannah Arendt, sin título:

"Paso los días desorientada.
Pronuncio palabras sin peso. 
Vivo en una oscuridad sin visión. 
Carezco de timón en la vida. 
Sobe mí se cierne monstruoso 
como un nuevo pájaro enorme y negro 
el rostro de la noche." 

¿Alguien puede imaginar a una Montero o una Arrimadas confrontadas con una Pizarnik o una Szymborska; a un Abascal con un Primo Levi o un Kertész; a un Iglesias frente a la brutalidad de Parménides ("Lo mismo es pensar y ser.", "La guerra es el arte de destruir a los hombres; la política, el arte de engañarlos.", "La razón acabará por tener razón.").

Un día luminoso, otro amanecer que se impone como vida y espectáculo. Preferiría no hacer uso de un arma por derecho. Preferiría no votar.

Los magos desvían la atención de los espectadores con lazos amarillos, banderines tricolores y palabrería sin complejos. Adulan al crédulo para encantarlo. Antes que usar la pistola, acabaré mi copa y mi penúltimo cigarrillo. La pereza que siento ante el uso de las armas se compensa con la expectativa de leer a Zizek para no entenderlo.

En realidad todo es más fácil. Sólo hay que hallar las palabras justas para expresarlo. ¿Qué mueve a los sicarios, a los que cobran por mantener en lo alto al que carga las armas? ¿Qué hace que tantos aplaudan esta tragicomedia donde los actores secundarios se suicidan tras un telón pintado con los colores de un falso amanecer?

En cuanto a mí, los ojos abiertos y completamente escéptico ante la política y la magia, me llena de luz la luz de un nuevo día, a las 8:23 de una seca mañana de primavera donde nada es lo que parece y la pretensión de no publicar no se cumple (pues toda verdad personal debe valerse por sí misma).

Salvador Alís. 











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