jueves, 14 de marzo de 2019

IMPOTENTE, MALVADO E INEXISTENTE

IMPOTENTE, MALVADO E INEXISTENTE

Tal vez fuera Jorge Luis Borges quien dictó esta cita 
y Alicia Jurado la escribiente.
Tal vez Alicia sugirió la fuente a Borges.
Pero sin duda el ciego pudo anticipar el tema 
e indicar el camino de la sugerencia.
La redacción no es de Borges sino de Alicia,
pues según el prólogo no titulado
de eso no cabe la menor duda.
Sea como sea, el nombre del autor ocupa
un tercio de la portada, mientras a ella se la menciona
en pequeñas minúsculas como colaboradora.

Según Borges, según Alicia:
"Lactancio, según Voltaire, atribuye a Epicuro
el siguiente argumento: <<Si Dios quiere suprimir el mal
y no puede hacerlo, es impotente;
si puede y no quiere, es malvado;
si ni quiere ni puede, es a la vez malvado e impotente;
si quiere y puede ¿cómo explicar la presencia
del mal en este mundo?>>."

Otros libros esperan ser escritos por el malvado,
otras portadas donde ella
ocupe el tercio superior de la portada.
Un perro ladra en la noche a la oscuridad y al silencio.
Si nada se muestra ni se expresa ni levanta la voz,
en realidad el perro se ladra a sí mismo.

Este libro guardado se compone de errores
y negaciones, páginas que pretenden suprimir el mal
y no lo consiguen. Según otra Alicia ante otro espejo,
¿a qué espera Dios para suprimir al opresor
y al pretendido poderoso, al que se vale del látigo
y la forma, al que se vale de la ley inventada
y de la ficticia norma que pretende ser ley?

Del tirachinas imaginado en la infancia
no diré que me sienta orgulloso,
esa "y" griega de rama de limonero, esas tiras de goma
provenientes de una vieja rueda de bicicleta,
esos guijarros de granito... Mas el impulso, la tensión y
el objetivo me pertenecen.

Así ocurre con las palabras cuando persiguen
la muerte de lo que señalan.
No es posible describir esta música con palabras.
El pasado no admite rectificaciones.
Tu Dios es un símbolo mal construido,
una torre de arena habitada por termitas.

Cuando pienso en Borges pienso en su laberinto,
pero su laberinto no es el mío. Un perro mezclado
corre en la noche, según su destino.
Y un gato negro, más grande que Borges y
más grande que Alicia, más grande que la música,
que la noche, que el libro y más grande que yo mismo
-el que piensa, el que duda y el que escribe-,
más grande incluso que Dios, salta desde su gran altura
y cae sobre sus cuatro patas sin daño y sin emoción.

Esa es la naturaleza del gato. ¿La de un Dios?
Mi naturaleza es errar y rectificar, vivir y acabar,
decir y negar. No es posible
traducir esta música, escribir con palabras su fe.
Si su visión es infinita y eterna,
la mía se termina aquí y ahora: forjaré mi espada
contra tus tentaciones y tus mentiras.
No eres mi Dios ni yo soy tu laberinto.

Salvador Alís.






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