SIGUE TU INSTINTO
Una inteligencia artificial, es decir: no intuitiva,
que para pensar se vale de un motor de probabilidades,
te lanza mensajes a cada momento.
Esos mensajes los firma Trump y también Akesson,
Biondini, Strache, Duque, Kaczynski,
Macri, Orban, Salvini, Bolsonaro y hasta Aznar y Abascal.
Dicen que la nación y la nacionalidad primero;
tienen miedo y, por lo tanto, levantan muros y fronteras;
se protegen tras las rejas de su pánico,
se arman hasta los dientes, convierten su temor en amenaza.
Marionetas de otros poderes, se venden por un escaño
pero desprecian las lentejas.
No conocen a Esaú ni han experimentado su cansancio,
y guardan para sí su primogenitura
mientras ponen a la venta artículos sin valor.
Pero tú acaricias a tus gatas porque se estremecen
con las caricias, y decides pulsar
una columna vertebral hasta la cola,
experimentar emociones verdaderas y necesarias.
Por el hecho de nacer aquí o allá no se adquiere
-dicen las gatas- mayor dignidad.
Tu pensamiento imagina un mundo al revés:
líderes en jaulas contemplados por leones y gorilas,
elefantes y jirafas.
A pesar de la simpatía, dejas a un lado a los canguros
porque viven en su propio mundo, respecto a ti,
invertidos en geometría y cabeza abajo.
Excepciones que pueden oponerse a toda ética:
el verdadero cazador es oportunista, jamás desprecia
a su posible presa; y si hay que elegir,
elije ser actor protagonista y contar los aplausos.
La cebra y la gacela, oscuras en su noche inducida,
heredarán sin opciones el destino escrito por su victimario.
Piensas en tu amor de mediodía y el sol se pone.
Piensas en los posibles cambios, mecanismos infames.
Hierbas mezcladas detrás de todo extravío;
lo que no se comprende busca su camino, se abre paso.
Hoces y guadañas ante cruces; el laberinto es muchas veces
la solución. Buscas la salida y no la encuentras.
Pero esa es la esencia del laberinto.
Ética y estética. Decir y callar. Dibujar y borrar.
Aspiras a una lectura magistral.
En un futuro inmediato, y para complacerte,
será preciso que inculques a tus gatas el alfabeto.
Nadie te leerá como ellas, nadie adaptará sus ojos
-como ellas- a tu luz.
Nada te dará y, por ello, nada esperas del veloz escritor
de una novela imaginada para el halago y el premio.
La novela ha sido superada estéticamente;
su argumento ético es una falacia.
Entre el pelaje de las gatas, tras sus orejas y
en sus almohadillas, anida el estremecimiento.
El mundo se reduce a una esfera habitada
donde se extinguen especies y la humanidad
es cuestionada por sus decisiones.
El lagarto vigila al lagarto, el tigre se mira a sí mismo
en el espejo, el halcón obediente vuela para matar.
Se detiene ante la valla más alta el caballo manchado,
Cada animal se expresa como puede.
Cada humano ante su castillo.
Una renovada plantación exige mano de obra esclava
-no hables si no se te pregunta.
No expreses la opinión contraria.
Se niegan otras músicas por defecto de forma.
Una inteligencia artificial aprende
de tus errores sintácticos y didácticos, y después ataca
con mayor convencimiento.
Tus gatas aprenden que, tras el masaje,
tendrán que defenderse con uñas y colmillos;
su belleza radica en su potencia.
No debería oponerse tal belleza a la bondad.
Lo humano es todavía un papel en blanco que reclama
una pintura, un poema, un aforismo, un fragmento
del diario que el devenir detiene en un instante.
La promesa de las pistolas para defender lo indefendible
cae por su propio peso.
El día es noche y el silencio es música ensordecedora.
No prestes atención a lo inaudible, sigue tu instinto.
Salvador Alís.
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