miércoles, 2 de agosto de 2017

BALADA DE PUERTO RICO

ELOGIO DE LAS VENTANAS

Y de repente se pone a llover, 
y cierras todas las ventanas, 
aunque la luvia de hoy sea tan necesaria 
y no haya de volver. 

Es una corta lluvia sentimental, 
que complace a la planta sin nombre, 
al tronco de Brasil y al hibiscus mental 
cuya primera flor aún está por nacer. 


Por primera vez el título del texto no se corresponde con el título de la entrada. Esto es así por alguna razón que no puedo o no quiero explicar. 

Hace tiempo me dijo que no era fuerte. Yo le dije que se equivocaba, que poseía la fuerza de la comprensión y la suficiente capacidad analítica y crítica como para considerarse de pleno derecho una persona fuerte. Mis sentimientos me hacen débil- dijo. Puede ser verdad, en parte, pero si ya lo reconoces como falta, ¿qué te impide superarlo? Lo cierto es que deberías sumar a tus habilidades el desapego, el sentido del humor y el control. Que nada te importe realmente, ni siquiera tu propia vida; ríete en los momentos cruciales (ante otros y ante tu espejo); y controla todo lo que sucede a tu alrededor, porque si controlas lo ajeno, tarde o temprano controlarás lo propio. 

Por supuesto, estas son frases hechas, no una doctrina, no principios fundamentales, pues todavía no eres dueño de una filosofía ni de nada que se le parezca. Te sientes señor de la sugerencia y eso te basta, por ahora. Pero cuando te asomas a la ventana no eres más que un mirón indiscreto, un exhibicionista en conflicto o el sujeto de una observación desde prudencial distancia; algo inevitable desde luego, cuando las ventanas tienen dos lados (las de tres o más caras existen pero son pocas y extrañas): una lado para ver y otro para ser visto. 

Desde tu ventana contemplas el mundo del más allá, donde también hay una ventana desde la que alguien te contempla. 

Y es cierto que solamente los pájaros perdidos y las hojas secas que el viento acaricia a su capricho se acercan a mi ventana y dejan un comentario no escrito que a veces leo y a veces entiendo y otras veces no puedo entender. 

Detrás de tu ventana estás desnudo, aunque la desnudez no es tu finalidad, queriendo jugar con la idea de que los cristales son transparentes desde tu dirección y opacos hacia ti. A pesar de ello, sientes la vergüenza de mostrarte y sospechas que alguien, de vez en cuando, te ve como te muestras. Desde su ventana -¡quién lo diría!- también ella puede espiarte. Deslizará sus ojos sobre ti, de la cabeza a los pies, y verá un cuerpo flaco cuyos atributos de vejez y solemnidad han aumentado con el tiempo. Verá tu boca pronunciar palabras que no escucha. Verá tus ojos fijos en el abismo que los separa de su forma de mirar. Ventana frente a ventana. 


La lluvia ha cesado de repente, 
y vuelves a abrir las ventanas; 
esa lluvia refrescó las llamas 
de lo que ardía y arde en tu frente. 

Fuego de agosto en la noche solar 
que persigue sus luces en luz reflejada. 
De ventana en ventana, volar 
y volar batiendo alas mojadas.


Lo que sucede a mi alrededor ¡que me importa ya! Conservo intactos -o mejor aún- crecientes mi humor y mis humores; mi desapego imposible ante los felinos es total ante los humanos; controlo mi pequeño balcón donde lentamente crecen no una, ni tres, sino cinco plantas ya bajo este calor extremo. 

¿Por qué no soplas, hablas, susurras, gimes, sobre el cristal de tu ventana para empañarlo y dibujar después con tu dedo corazón (y su limada uña) palabras que yo pueda leer desde tan lejos? 

Ventana indiscreta que me ve sin ser vista. 

La casualidad quiso que anteayer la soñaras. Jamás has soñado a otras como a ella. Esto es así por alguna razón que no puedo o no quiero explicar. 

Tal como era a través de esta ventana mágica que anula el tiempo pasado. 

Desnuda como yo mismo a través de mi ventana, acariciadora y lenta como las hojas que se debilitan y se elevan según el riego, como el hibiscus que juega con mi vida porque debe perdurar y su flor nacer. 

Tan sólo una semana debería durar el sueño, siete horas para el durmiente. 

La casualidad quiso que ayer las estadísticas señalaran una isla del otro lado del mar. 

Ventanas de tres o más caras existen pero son pocas y extrañas. No es momento de ocuparse de ellas, te dices. Quizá detrás de otro punto y final. 

Compruebas que han pasado ya tres años desde las últimas palabras. Y recuerdas que le ofreciste palabras o el silencio. ¿Qué puedes hacer si prefirió el silencio? ¿Y que significan tus sueños ante esa preferencia? Dime únicamente que durante un minuto has pensado en mí. Dile que únicamente con la lluvia rara y escasa de esta sofocante noche has pensado en ella. 


La lluvia ha desparecido tras las nubes, 
pero las nubes se alejan igualmente; 
toda esa distancia se percibe 
en la memoria en un instante. 

Nada de lo que fue será de nuevo 
lo mismo sino cosa distinta. 
Así nosotros en este cielo, 
lluvia y granizo y relámpagos de tinta. 


Salvador Alís. 

  



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