martes, 21 de junio de 2016

¿PODEMOS VOTAR A PODEMOS?

¿PODEMOS VOTAR A PODEMOS?

Cuando la memoria es corta, la ignorancia suele ser larga. Si esta noche me implico (cosa no segura de antemano) será para intentar desarrollar algunas intuiciones acerca de la importancia e inmediatez de tomar una decisión que no debería aplazarse.

Durante una vida ya adelantada se van conservando imágenes que, a veces, explican motivos pasados y presentes y aun futuros. A los siete años, vestido de domingo, recuerdo haber sido convocado por las monjas, formado en filas, dotado de una banderita nacional de papel pintado y caña, y desfilado por calles asediadas por el sol hasta la fachada de la Iglesia de San Pedro para agitar esa bandera y rendir homenaje a los nombres de los muertos (franquistas) allí mencionados y, de paso, cantar el himno "Cara al sol", tan ensayado.

Al ser un niño entonces -como a otros les sucede hoy, sean o no sean niños- no era consciente de aquella realidad. La Enciclopedia Álvarez, en sus distintos tomos y grados, hablaba de un Dios Todopoderoso, de un necesario Alzamiento Nacional, de un bienintencionado y salvador Generalísimo, de la obligatoria conveniencia de ser un "niño bueno" (es decir: sumiso, creyente y activo agitador de banderitas).

La imagen pública de Podemos es heterogénea: un tipo con el pelo largo recogido en una coleta que se llama igual que el fundador (nacido 128 años antes) del Partido Socialista Obrero Español; un segundo, doctor y secretario de estrategia y campaña, que se parece tanto al personaje de dibujos animados Milhouse; un científico en silla de ruedas tan delgado y valiente superando sus carencias; una mujer madre que intenta conciliar empeño, sentido común y amamantamiento; un listo asesor con chaleco ensayando trucos para ganar al Gran Casino en su terreno; un juez que renuncia a juzgar; un general de cuatro estrellas convencido, según sus palabras, de que hay y puede haber otras alternativas a la Guerra.

Y así miles de implicados, así millones de reflexivos, impulsivos o hastiados votantes, de anónimos como yo mismo (salvo cuando me desprendo de la primera de mis mil máscaras), que optan por decir "hasta aquí hemos llegados", "ya basta" o "ya es suficiente".

Obligado a dormir vestido, abrazado a mi fúsil y sus cargadores, la noche anterior al triunfo de aquel Felipe González hoy español y colombiano, elegido secretario general en el congreso de Suresnes de 1974, en el cuartel de Cerro Muriano, borracho perdido según la costumbre, pensaba yo en las consecuencias de cualquier guerra posible: muerte, horfandad, destrucción, campos yermos, represión, imposición y tantas otras cosas terribles y, por encima de todo, el miedo.

He sido testigo de ese miedo. Nunca hablo (no escribo) de lo que no he vivido. Vi el miedo en los ojos de mi padre; en los ojos de mi madre vi a dios; y vi la muerte (tan claramente vista que podría describirla en cualquiera de los párrafos siguientes) en la locura de mi abuelo y en la definitiva lasitud de mi abuela. Miedo político, divino, terrenal y existencial. ¡Cuánto amé a mi padre y cuánto eché en falta su amor! ¡Cuánto me saturó el amor de mi madre y cuánto vértigo me produjo!

Cuando el Partido Popular no era todavía el Partido Popular (¡qué nombre tan irónico considerando que hoy en día acusan a sus enemigos de "populistas"!), sino Alianza Polpular; cuando Fraga Iribarne cambiaba sus calzoncillos de Palomares por los tirantes de la Transición; cuando Ciudadanos no era siquiera imaginable y Blas Piñar enseñaba a sus cachorros a usar el bate de béisbol y la Llama de 9 mm; cuando muchos cubanos se adentraban en el mar en precarias naves (dirección Florida) y eran llamados "gusanos"; cuando el departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia era regido sin disimulo por un grupo de profesores marxistas; cuando los libros que importaban no podían exhibirse en los escaparates y eran relegados a la trastienda; cuando el ácido lisérgico todavía podía plantarle cara a la hierba; cuando para escuchar a Paco Ibáñez, a Raimon Pelegero o a Ovidi Montllor había que recurrir a locales insonorizados; cuando algunos curas obreros comenzaban a entrever las ventajas de prescindir de las dádivas y prebendas de su rango, cuando otros curas -garbanzos blancos- colgaron la sotana y apetecieron mostrar su potencia viril a las novias adolescentes de sus acólitos...; cuando todo eso (y más) sucedía o estaba sucediendo, ahí estaba yo tan perplejo como interesado, involucrado, participativo, pensante, sintiente, etcétera.

Cuarenta años después, visto lo visto, el mundo va cambiado a peor. Ahora podría describir la muerte o relatar mis aventuras juveniles. Tanto me da lo uno como lo otro. Quizá unas simples pinceladas claras y unas simples pinceladas oscuras, y el cuadro sería visible. Otra cosa es el marco, parte fundamental de la obra (o no), pues su función es el límite, y esa palabra puede ser negativa en cuanto a su aplicación, un cerco, una frontera, una valla insalvable, un obstáculo.

¿La muerte? Muy fácil: se detiene el corazón o se detiene la voluntad de vivir, o un accidente fortuito sucede y rompe o desvía el camino trazado. Hace tiempo que dejé de subrayar mis lecturas, pero suelo recordar lo que me altera, el clavo que se hunde bajo los golpes de la palabra en mi carne, y cito de memoria dudando  si la cita es correcta: "¿Por qué temes a la muerte si ya sabes que eres mortal?".

En los últimos años, como las setas tras una propicia lluvia, han brotado palabras y conceptos que antes no existían, o se ocultaban, o apenas sobresalían. "Crisis", Amanita Muscaria. "Rescate", Gyromitra Esculenta. "Ajustes", Tricoloma Pardinum. "Recortes", Amanita Phalloides. Y así sucesivamente.

La versión oficial del Partido Popular, respecto a sus aconteceres (aquí algo se ha borrado), y este émulo de John Fitzgerald Kennedy, el que sueña con un país a su medida, limpio, gimnástico, joven, atlético, digno del siglo XXI, un país Rivera.

Corruptos, gilipollas, ignorantes, tentados por la fama y el anzuelo de la entrada al Club del los Grandes Hoteles y Castillos europeos. ¿Cuántos presuntos crímenes sostienen sin pestañear los gonzáles, los guerras, los aznares, los gallegos y las esperanzas? No puedo creer que en junio de 2016 esté pasando lo que pasa. ¿Alguien tiene alguna duda? Si Venezuela ha financiado -no a Podemos, que aún no existía- a Iglesias, a Monedero, a Errejón, ¿cuál es el problema?. El PSOE y el PP se han financiado, siempre e invariablemente, a costa de los pobres y en beneficio de sí mismos y de sus ricos amigos colocados. ¿Y los monarcas? ¿Y los banqueros? ¿Y los ejércitos? ¿Y la policía? ¿Y las grandes empresas? ¿Las religiones? ¿Las mafias ?

En 1975, cuando me infiltré en Fuerza Nueva con el propósito de conocer desde dentro cómo funcionaba un partido de ultraderecha, conseguí dos trofeos: una cinta de música nacionalsocialista y la confesión de un dirigente que afirmaba que las grandes partidas de cocaína no se almacenaban en pisos ni en bares ni en otros lugares previsibles, sino en las cajas de seguridad de la principales entidades bancarias.

He escuchado muchas voces y, en ellas, la mentira es norma general. ¿A quién creer? Ni este país ni este mundo están gobernados por los que aparentan ocuparse del gobierno, ni afectan a las grandes decisiones la oposición ni los postulantes.

No soy original, no soy el primero que toca la campana, no soy el responsable en cuanto a dar la voz de alerta, no señalo un peligro inminente. Repito palabras leídas o escuchadas, que sin embargo deben ser repetidas y citadas de nuevo cuantas veces haga falta. El mundo en que vivimos no nos pertenece. Aquí estamos de paso. Lo heredamos de nuestros antepasados y deberemos dejarlo, en herencia, a nuestros descencientes. Pensemos cómo era el mundo al que vinimos y cómo será el mundo que, más pronto que tarde, tendremos que abandonar. Este nuevo mundo ¿se lo merecen nuestros hijos? ¿Es esto lo que va a constituir nuestro legado? ¿Un mundo enfebrecido, contaminado, infectado, al borde de la agonía física y química? ¿Un mundo delirante, paralelo, robotizado, violento, intransigente, escrutado, enfrentado? ¿Un mundo donde no se colabora sino que se compite? ¿Un mundo donde las ideas son consideradas amenazas, donde el arte tiene sus definiciones establecidas, donde la palabra es un arma potencial, donde el actor es sospechoso por ocultar su identidad, donde el dron ruiseñor será seguido, marcado, controlado y anulado -si fuera necesario- por el dron halcón?

Algunos científicos visionarios postulan que la muerte puede ser aplazaba e incluso negada, que todo es una cuestión de tiempo, que en un abrir y cerrar de ojos (metafórico) se podrá frenar el envejemiento y dilatar nuestro destino. No pongo en duda tales afirmaciones, ya he visto otras cosas imposibles hacerse realidad e incluso superar nuestras más locas proyecciones, pero sé que ese futuro no me alcanza, que si hoy no puedo permitirme el lujo de unos dientes atornillados, menos aún podré compar años de vida cuando mi vida -como mis dientes- se convierta en mera espectadora pasiva de su propio destino y deterioro, espectáculo final de su razón de ser.

Llegados a este punto, es de rigor preguntarse si alguna vez -en el pasado- Felipe González fue un obrero, si lo es ahora Pedro Sánches, si el joven Rivera no ha suscrito ya un plan de pensiones especial que le garantice vivir quinientos años, si el seco Rajoy y el ultraseco Aznar no son ramificaciones del mismo árbol donde anidan los buitres carroñeros. Llegados a este punto, preguntarse si el miedo no debe oponerse al miedo, si el miedo no debe medirse en las fronteras, si Machado, si Hernández, si Lorca, si Celaya... no anticiparon nuestros miedos actuales y nuestros antídotos.

No hay, nunca hubieron dos españas; hay un mapa manipulado y gobiernos en la sombra. Hay -esto es seguro- banqueros que venden su alma a cambio de una ilimitada capacidad de usura; empresarios que ponen en venta su alma a cambio de un poder ilimitado; obispos y cardenales que por su alma se adentran en el fango de los secretos; pistoleros que sin alma empuñan sus pistolas; voceros y portavoces que desprecian su alma confrontada con la fama; abogados, fiscales y jueces que cubren sus almas con togas y papeles escritos con leyes indescifrables; maestros que aplicando fórmulas matemáticas valoran sus almas en monedas y reparten después el coste entre sus alumnos; hombres vestidos de verde, de negro o de azul marino cuyas almas, cristalizadas, portan sobre sus cabezas como elementos rectores; grandes jefes, jefes intermedios, pequeños jefes, aspirantes y becarios, apostadores de sus almas por la falacia de un cargo que suponen o presuponen satisfactorio... Y la serie de desalmados -esto es seguro- podría no tener fin.

A mis sesenta años pido permiso y pido la palabra para sentarme (porque estoy cansado) y conversar con los jóvenes de esta España contradictoria y tambaleante. No temo a los desafíos. No temo a la noche oscura ni al amanecer que pueda cegarme. Pero me niego rotundamente a que una legión de cabrones siga campando a sus anchas, apropiándose de la tierra y del agua y, además, exhibiendo sus cuernos cornudos como si fuesen la ensencial curvatura de la ley. No temo a los cambios. ¿Algo podría ser peor de lo que es? Cuando los cabrones (DLE. 6. Macho de la cabra. 7. Diablo.) entran y salen con tanta facilidad de las cárceles, pagando con el capital robado sus fianzas, algo no concuerda y todo el sistema debe ponerse en entredicho.

"Ábrete Bárcenas" y "Ciérrate Bárcenas" son frases mágicas mediante las cuales los cuarenta ladrones acceden a la cueva del tesoro. Esos cuarenta ladrones tienen frente a sí a otros cuarenta, y estos, a su vez, a otros cuarenta. La cueva no pertenece a nadie y pertenece a todos. No creo haberme explicado como quisiera, por lo tanto no creo haber sido entendido. No importa. El próximo domingo acudiré a la sede del colegio electoral que me corresponda y daré un sí (mis condiciones me las reservo) a la candidatura de Alí Babá.

Un pesimismo casi absoluto me mueve, pero el "casi" importa más que el "pesismismo". A veces imágenes del pasado y del presente me hacen reír a carcajadas: un director de la Guardia Civil a la fuga; un robotizado secretrario general y candidato a la presidencia del gobierno, tal mal programado y tan discordante en sus gestos y palabras; un ex presidente firmando libros que no ha escrito (un reto para el periodismo de investigación: la identidad del "negro" de Aznar), y aquel brillante momento de pies sobre la mesa cuando creía formar parte del triuvirato dominador del mundo; la torpeza de un rey rompiéndose por enésima vez los huesos (de titanio) de su cadera; y ese grupo de importantes bancos y banqueros advirtiendo del peligro de ser gobernados por un partido radical, extremista y antisistema; etcétera, etcétera.

¡¿Bancos alertando que si gobierna Podemos llevarán a la ruina a nuestro país, que nos empobrecerán sin solución, que nos sumirán en profunda crisis?! ¿Nos toman por tontos? Sí, nos toman por tontos. Y yo espero que algunos millones de habitantes de nuestro país, los suficientes, se indignen un poco más con esa burla y actúen en consecuencia. Ante todo confío en los más jóvenes, en los primeros votantes, y en los más ancianos, los que ya han vivido lo exigible para no ser engañados. De mi generación (¿perdida?) la verdad no espero gran cosa.

No he preparado este discurso ni es mi intención convencer a nadie. Yo tengo mis preferencias, como cualquiera, y siento mis rechazos. Hoy, mañana o ayer, miles de chinos matarán y se comerán a miles de perros y gatos; eso genera una gran controversia. Pero hace tres noches, en mi barrio, se produjo a las cuatro de la mañana un sangriento espectáculo: una veintena de chinos se enfentaron con cuchillos de cocina, espadas y katanas en la calle, después de una disputa imposible de resolver generada en una timba ilegal en un garito secreto. El peso específico de la economía china en la economía mundial es innegable. Pero se comen a los perros y a los gatos.

No soy vegetariano. Lo roconozco. Lo admito. Pero, en la medida de lo posible, trato de no comer animales inteligentes. Eso entraña una nueva discusión. ¿En qué consiste la inteligencia? ¿Por qué un perro debe ser considerado más inteligente que un cerdo? Que cada cual encuentre su respuesta (si es que previamente se ha planteado la pregunta?

Si apelo a los más jóvenes para resolver algunas ecuaciones nada claras (y es evidente que aquí el término "ecuaciones" es una metáfora), se debe sin duda a mi voluntad de pagar las deudas contraídas. Por este mundo que os dejo en herencia, os pido perdón. Por este desierto. Por este deshielo. Por esta guerra interminable. Por esta frontera. Por esta bala. Por esta impotencia. Por esta contaminación. Por este día sin flores. Por esta deseperación que reclama a gritos otra esperanza.

Me quedan con suerte diez años, cinco con mala suerte, veinte con mucha suerte. Ningún temblor, por ahora, ningún miedo. La posibilidad (muy remota dadas las circunstancias actuales) de una dictadura de izquierdas no es, no puede ser, sino aliciente. ¿Alguien cree realmente que en esta España del siglo XXI, en esta Europa dirigida por poderes tan totalitarios y tan ocultos, una precaria dictadura de Podemos sería viable?

Dada mi edad, mi memoria y mis conflictos, solo aspiro a ver que algo (con tan poco me contento) cambia y no se parece a lo ya vivido: dios todopoderoso, un caudillo, banderitas de colores y una vida entregada al miedo, al conformismo, a la falsa estabilidad que establece pobreza para el pobre y riqueza para el rico. Dije al comienzo de esta entrada que intentaría desarrollar intuiciones; cierto, pues extenderme en otras consideraciones, aun siendo posible, supondría para mí mucho desgaste y extenuación. Y conste que, si dispusiera de tiempo (¡tiempo!) y energía suficiente, nada me impediría argumentar en beneficio de mi tesis los conceptos de usura y plusvalía, referirme a la esclavitud, a la revolución industrial, a los hiper desarrollados servicios de inteligencia, a los hallazgos de la ciencia ficción aplicados al control político, a la manipulación de imágenes, publicidad, apetencias.

Función principal de las grandes empresas es explotar a los trabajadores, apropiarse de la riqueza que estos generan a cambio de un salario (entendido como regalo y no como atadura). Función de la Iglesia es apaciguar los ánimos y sembar un grave sentimiento de culpabilidad en los creyentes. Función de los ejércitos y fuerzas de seguridad, garantizar el orden establecido. Función de los banqueros, jugar contra todos al estupendo juego del monopoly: con las pequeñas aportaciones de los ingenuos, unos pocos acabarán comprando rascacielos y casinos. Función de algunos pluriempleados voceros diseminar el temor y cuestionar lo incuestionable.

Este mundo que gira en 2016 no es igual al que giraba. La última dictadura histórica (no fantasmática) que sufrió este país fue tan benévola conmigo que apenas me condenó a un día de cárcel por el error cometido. A mi padre le rompió el corazón. A mi madre le provocó un aborto. Una dictadura de cartón piedra, como es sabido, una minucia en comparación con los sistemas más avanzados. A los que señalan peligrosas alternativas (de libertad), y reclaman experiencia, estabilidad y buen gobierno, decirles que su experiencia incrementa cada día un cambio climático (y mental) próximo al desastre, que su estabilidad es en el fondo desequilibrio económico (yo tengo una mansión, a ti te echamos de tu humilde casa), y su buen gobierno consiste en favorecer blancas dentaduras de porcelana (a los privilegiados) frente a los dientes inestables y amarillos (de los desplazados).

Es verdad que no ceso de envejecer, cada noche una noche más, mas conservo por suerte mi buena memoria. Y recuerdo haberme cruzado con tantos hijos de puta (sin menosprecio de sus madres): aquel que gozaba abofeteando a los niños; aquel chivato del régimen; aquel que portaba tan altos cirios en Semana Santa; aquel bendito; aquel toca-campanas; aquel profesor al que le gustaba bailar apretado con sus alumnas; aquel gracioso con la cartera llena de graciosos billetes; aquel constructor que pretendió compar a mi padre (sin conocer a mi padre); aquel competidor ventajoso... Recuerdo y no olvido.

Más de siete millones (o algo así) de españoles votaron a finales del año pasado a sus ladrones, a nuestros ladrones. Pensando que solo unos miles de esos votantes serían beneficiarios del botín, es inevitable concluir que muchos millones son gente aturdida o candorosa. Otros millones votaron a otros ladrones anteriores; aturdidos y candorosos anclados a su pasado. Y otros con un supuesto criterio nuevo (o un criterio falso) se dejaron convencer por el que calcula hasta el milímetro sus comedidos aspavientos.

Quizá tú, lector meticuloso que has llegado a este último párrafo, eches de menos alguna referencia a los "programas" políticos. ¡Cómo no recordar aquí al viejo sabio y denostado Julio Anguita! Pero los programas son lo que son: anticipaciones que nunca pueden cumplirse tal como se establecen. Conoce por ti mismo, busca la información que te ilumine; y recuerda que, en el fondo, toda luz es finalmente intuición. "Tus ojos me recuerdan las noches de verano."  

Si el pájaro que amenaza nuestros campos es Pablo Iglesias, entonces Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera son tres espantapájaros. No sé si el pájaro tan temido será un cuervo, una urraca o un gorrión, pero sé que a estas alturas de mi vida me apetece probar algo nuevo. No soy cazador. Tendré la escopeta preparada.

Salvador Alís.







   





 



  



   



  

    

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