lunes, 20 de julio de 2015

TERAPIA PARA (SOBRE) VIVIR

Hace un par de días, sintiéndome agobiado por pensamientos impuestos,
por un vértigo y una desazón mental cuanto menos alarmantes,
por la falta de sueño y de aire y de imágenes claras y tranquilas, decidí comprar
algún libro con la idea de leer en la cama y derivar mi mente
hacia otros lugares, menos complicados y penosos, donde relajarme.

Elegí bien, según me aparece ahora: treinta euros por la doble terapia o medicina:
Elogio del gato de Stéphanie Hochet
y de César Aira Las curas milagrosas del Doctor Aira.
En citas y comentarios me extenderé más tarde. Puede ser. Por el momento, la lectura
evoca el pasado y anticipa el futuro.

A cada contratiempo, un cigarrillo imaginario y una real copa de vino blanco.
Alcoholizado por las artimañas del devenir más inmediato,
si de algo no prescindo, si no duermo, si me enfado y hablo en voz alta
y en voz baja, y apuro hasta el amanecer el último trago, todo se debe a nada,
una falsa herencia de nervios del padre y temores de la madre.

Esa herencia para jugar al gran juego: el rostro marcado, el instinto
en los nudillos. Dirá Hochet que la caricia, que la garra. Dirá César Aira que
"Lo importante es el momento justo: el hombre providencial debe aparecer entonces,
ni un minuto antes ni uno después."

Y de repente, un poeta desconocido y ezquizofrénico, irrumpe con fuerza
en este discurso y nos dice la perfección del amor
(si le arrebatamos un verso y modificamos, levemente, la estructura),
para después arrojarse desde un quinto piso y morir aplastado contra la realidad:

"Ríes bajo la tímida luz del ocaso
Saciados ya todos tus apetitos
Junto al resguardo de una compra
De alimentos, nostalgias, colores.
Imposible imaginar el local
Para tal algarabía.
No muy lejos un cormorán planea
sobre un mar casi negro
Y me dices: ¿nos vamos ya?
Y yo que estaba en tu seno
Como un hijo, que estaba en el ayer
Y en el mañana, mas no en el hoy
Ni en el ahora
Regreso a donde no puedo imaginar
Y asiento como si fingiese escucharte.
Tengo todos los sentidos
amaestrados (para ti)."

Valentín Chacártegui Sullivan.



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