miércoles, 15 de julio de 2015

LA DEUDA GRIEGA / OTRA VISIÓN

Media Europa dice que Grecia nos debe miles de millones. Miles de millones de kilómetros nos separan de Plutón y, después de un viaje de nueve años y medio, a cincuenta mil kilómetros por hora, nos enfrentamos al dios del inframundo mediante nave espacial interpuesta. Los colores de Plutón no se ven claros desde la Tierra.
Gobernantes de cartón piedra y de hojalata, inversores y mercados, banqueros aficionados, el FMI, el Bundesbank, el BCE, Obama y Putin, opinadores de oficio y el más tonto de los ministros..., muchos son los que se permiten adoctrinar y exigir: que Grecia devuelva lo prestado, con intereses, por supuesto.
De acuerdo. Que Grecia pague lo que tenga que pagar. Pero otra cuestión es definir lo que nosotros le debemos a Grecia.
¿Cómo calibrar entonces lo que vale un Parménides, un Heráclito, un Zenón, un Epicuro? ¿Qué peso económico han tenido en nuestra historia la Escuela Jónica, la Cínica, la Cirenaica? ¿En cuánto se valora el tonel de Diógenes de Sínope? ¿Qué pensión les debemos ad eternum a Platón, Aristóteles, Demócrito, Pitágoras? ¿De qué forma compensaremos a Hiparquía por no haberse dedicado a sus labores? ¿Y en cuánto valoramos a Anaximandro, Anaxágoras y Anaxímenes? ¿Y que decir de Protágoras y de Arístipo, del mismo Sócrates, maestro de maestros? ¿Qué debieramos pagar por el método de las sombras de Tales de Mileto? ¿Y los dioses del Monte Olimpo -el luminoso-, qué valor tendrían en la actualidad, considerando el tiempo pasado y su influencia?
Europa entera debería pagar a los descendientes de Sócrates el valor del gallo debido a Asclepio aumentado con el IPC correspondiente a los 2414 años transcurridos.
¿Cuánto valdría a día de hoy el Caballo de Troya? ¿Y en qué cantidad podría venderse el Laberinto de Creta?
Le debemos a Grecia gran parte de nuestra luz, la mitad del mediterráneo, las alas de Ícaro y los cuernos del Minotauro. Le debemos la tragedia y la comedia de nuestra Europa, la máscara, el racimo de uvas y la rama de olivo. Le debemos el oráculo. Le debemos el valor, el pensamiento, la democracia.
Varoufakis debió intuirlo en algún momento. La terrible ironía contenida en la exigencia del pago de una supuesta deuda de miles de millones de abstractos valores representados en papel moneda, por parte de los herederos de la cruz gamada.
Supongo que en una reunión de sabios, sentados a negociar, de un lado Kant, Schopenhauer, Nietzsche, Spengler y Benjamin y, del otro lado, Homero y Ulises, el acuerdo no tardaría en llegar por desprecio unánime a las viles cuestiones monetarias que a nadie enriquecen y a todos hacen esclavos.

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