TRAJO EL VIENTO UNA SEMILLA
Trajo el viento una semilla y la dejó caer a mis pies
Yo, el viejo ficus que a duras penas extrae de la tierra de su pequeña maceta el indispensable aliento para vivir, vi como ella -primero- descansaba en la húmeda y cálida cuna, y cómo -después- hundía sus finas raíces buscando mis raíces
Entre hoja y hoja, mi tallo agotado. Con suerte, de vez en cuando, hojas verdes. Con suerte, hojas amarillas
El jardinero se entretiene algunas noches con un v-ball y una linterna, escribe con diminuta caligrafía textos sobre las hojas verdes que más tarde se volverán amarillas y, finalmente, caerán sobre la tierra, sobre las semillas que harán crecer
La tolerancia de esos textos bajo la luz de la linterna del jardinero en la noche igual a sí misma
La imaginación de esa luz en las hojas escribiendo para que las semillas germinen
La nueva planta sin nombre, sin especie, sin descripción
Bajo la tierra húmeda y cálida se produce una guerra monstruosa: raíces viejas y nuevas se entrelazan para ahogarse las unas a las otras
En una copa de cristal, más allá de la terraza, trajo el viento una semilla a mis pies
Las gatas son semillas en el tiempo. Tienen pesos diferentes, responden a otros estímulos
Yo, el viejo ficus, y ellas las gatas de distintas edades
La afilada uña de una gata desprendida, la gata en la playa de la noche, la noche en una botella, la botella en un mensaje
Trajo el viento una semilla
Salvador Alís
No sé porque no les llames poemas. A mi me parecen poesía
ResponderEliminarAl principio eran "poemas experimentales". Ahora no sé que pensar. La escritura siempre acaba en otra cosa, o se modifica el punto de vista, la apreciación que uno tiene de lo que escribe. Ya no falta mucho. La suma de todos los textos finales dará alguna cohesión al conjunto y entonces se verá su propio nombre, se llamen o no poemas.
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