En una casa de oro vive un cerdo dorado.
En el sótano de esa casa de oro se imprimen sus billetes.
Cuéntale a tus hijos este cuento.
El lobo sopla y sopla y no puede derribarlo.
La cartera del cerdo es de piel de cerdo, sus billetes no se agotan,
y su casa resiste los huracanes.
Tres lobitos buenos y un cerdo malo.
El cerdo tiene pistola y ensaya su puntería,
dispara a diestro y siniestro en la noche y en el día.
Y si tus hijos no duermen ni sueñan,
pueden contar uno a uno los lingotes interminables.
El cerdo compra los sueños y las vigilias.
El cerdo imprime billetes y pasaportes, cierra los mares
y tiene la vista puesta en las estrellas.
En este fango da vueltas y vueltas un cerdo dorado.
Cuéntale a tus hijos este cuento al revés.
La verdad vale un silencio inexplicable,
el paso del tiempo vale una fábula sin conclusión.
El uniforme del cerdo es de piel de cerdo, su cartera abulta
en el bolsillo, y su casa resiste todo fuego.
Colgados de estos ganchos, los lobos se desangran.
Ni aullan ni se quejan ante el brillo del cuchillo.
Cuéntale a tus hijos lo que pasa
y no deja de pasar.
En una casa de oro vive un cerdo dorado.
Aquí falta el aliento y el huracan es tan sólo un garabato
en la pizarra del aire.
Y cómo brillan embetunados los zapatos del cerdo.
Y cómo rebosa su caja fuerte. Y cómo, feliz y cebado,
da vueltas y vueltas en este fango.
Tres lobitos buenos y un cerdo malo.
El cerdo se sirve un bourbon frente a la chimenea.
Son de oro los ladrillos refractarios.
El cerdo es el dueño del bosque y de la destilería.
Cuéntale a tus hijos este cuento trastocado,
y explícales por qué pagan los lobos el alquiler del bosque,
por qué el alcohol les está vedado,
por qué ya no son libres,
por qué el cerdo ha ganado.
Salvador Alís.
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