CORONAS Y CALAVERAS
Para morirte bien muerto ¿hiciste todo esto?
Para morirte pronto y mal, como cualquier vasallo, ¿equivocaste tu vida?,
Rey entre Reyes, tan apegado a tu invisible coronita.
Como sabrán mis cuatro lectores fieles
(los infieles y ocasionales no tienen por qué saberlo)
adoro el vino y me complace, y no me complace la cervecita.
Atributo real, esa botella que luce en su etiqueta el símbolo dorado,
Modelo y mexicana, llamada Corona en todas partes
menos en la Gran España: con el simple diminutivo, la exquisita.
Si la memoria no me falla: muñeco, títere y pelele,
hasta que una exitosa obra teatral, golpe de Estado y de Efecto,
te encumbró a los más altos altares democráticos tras los discursitos.
Y de ahí en adelante, proclama tras proclama, tras arenga
y tras pregón, cada año puntual en el cuidado escenario de la cita,
dijiste: "haced lo que os digo, pero no juzguéis mis caprichitos,
torpes caídas y deslices, valorad mis infalibles palabras,
lo que importa de veras" -dijiste tan locuaz y jovial y tan franco.
Soberano sobradamente preparado y torcedor de mitos.
El léxico no es inocente, las palabras dan mucho juego:
te equivocaste cuando no te equivocabas. (Lo que me diferencia
de ti es que a mí nadie me escribe el texto.) ¡Qué ideas en tu cabecita:
regatas en verano, un palacio en la isla, la calderilla en Suiza,
la estación Alpina, los cotos de caza, los paseos muleta en mano,
cuatro x cuatro en el desierto y tornillos de titanio en la caderita!
Rey entre Reyes, ciervo entre siervas. ¡Qué importan tu condición
y tus títulos, si finalmente disfrutas con la muerte y matando!
Hombre real y tan estúpido: ante el elefante, tu alma maldita.
Este poema burlesco, carta quevediana para expresar lo que siento:
infante fui sin lances de príncipes y princesas, pues me hablaron
y educaron los Tintines y los Guillermos, sus cuentitos
en las inagotables tardes de invierno (proceso que desembocó
en Bach y el Laberinto y el Insecto). Si alguna vez te defendí,
sin superar la timidez de la defensa -ayer salve vidas de pajaritos
estrellados contra un cristal-, la hazaña queda en nada,
pues el tiempo nos ha desprovisto de razón, a ti por falsario
y a mí por ingenuo. Fracasados ambos en nuestros propósitos.
Cada tres versos, una rima. Estrofas de nueve versos
y su ironía latente. Y el despropósito -según lectores y sus cuitas.
Rey anacrónico entre Reyes. Cabe insistir en su obcecado instinto:
la herencia, el legado, la dinastía..., perdurar hasta el desastre
y la degeneración: cetros enhiestos y dorados estimulantes.
Velázquez y Goya y López, pintores reales, arte variopinto
para representar el Poder, su acatamiento y magnificencia.
Papas y Emperadores, hoy Reyes y reyezuelos, Presidentes,
Embajadores, Banqueros, Inversores y Ceos, en su orden distinto.
Mundo hipócrita su Mundo, ineficaz su gestión
y lamentables sus residuos. Gobierno de la Calavera,
mas no la que brilla bajo el volcán, en su literatura y sus canciones,
no la que llora por un amor perdido, por un fuego lanzado,
por el delfín que arroja el mar muerto a la playa.
El malvado Rey ejemplo de malvados, Rey sin emociones,
Rey simbólico entre desahucios y ahogos, yate que sortea muertos,
medallas frente a crespones: el resplandor ante el luto.
No hay un juicio paralelo. Los que opinan son bufones.
Ninguna lágrima por ti, ni soñarlo, ni me importa tu suerte
ni la túnica azul celeste, ni tus estrellas. Me importa la adoración
de los tontos, las mentiras que condensa tu Mentira, las naciones
que se arrodillan. Ese crucifijo en tu cabecera y tu enorme nariz.
(Cuando el viento mueve las flores, desapareces,
pero después, cuando se calma el viento, regresan tus festones).
Desde luego yo, por increíble que parezca, no temo tus reales espadas,
pues temo, sobre todo, los estandartes, las signaturas y los anzuelos
donde muerden y aceptan su destino los débiles y sus pasiones.
Para morir como has de morir, como moriremos todos,
¿has gastado tu energía, los preciosos años que la Vida te ha regalado?
Reyes y alegorías de su absoluto fracaso. ¿Acaso reinarás
sobre el hambre y las moscas, sobre los amachetados,
sobre los miles de cadáveres submarinos,
sobre las finanzas y su putrefacción? ¿Quizá llorarás
con lágrimas reales cuando el calor extremo seque las lágrimas?
Hoy eres un muñeco de cartón esperando el fuego,
pero no importa si ardes hoy o mañana, porque arderás.
Detrás del humo que desprendes se esconden otros como tú,
alumnos aventajados del Diablo Poderoso y sus elecciones.
Envejecido, solo y acosado por las cucarachas del remordimiento.
¿Pena por ti y por los de tu calaña? Ni soñarlo.
Si no sabes ser Rey, sé al menos un hombre, y acaba.
No aprietes el gatillo todavía, desciende, explica el cuento.
Lo que tú representas, la traición de toda esperanza.
La cervecita española frente al mezcal.
Valor y Muerte. Y esta canción inconexa y tu tormento.
Salvador Alís.
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