LECCIONES FILOSÓFICAS / Nº 1 / EL REBAÑO
El PASTOR no es DIOS, ni siquiera el hijo de DIOS,
ni tampoco el dueño del rebaño. Es un simple asalariado
al servicio del DUEÑO del rebaño.
El DUEÑO del rebaño es también el PROPIETARIO de la tierra,
y es tan listo que ha logrado hacerse con todos los títulos de propiedad:
tierras y pastos, ríos y cercas, cualquier medio de transporte,
marcas a fuego, cuchillos y mataderos y, desde luego,
con la sustancia de su negocio,
las OVEJAS-PERSONAS en número creciente.
El DUEÑO del rebaño, de este modo y para tal fin,
contrata a sus PASTORES y los adiestra
para cumplir su cometido, y estos
-a su vez- entrenan a los PERROS fieros y vigilantes.
Ni los PERROS ni los PASTORES tienen consciencia
de pertenecer al rebaño, se ven más cerca del AMO y, por eso,
se sienten superiores.
Los PERROS duran un tiempo, desde que saben
hasta que pierden sus facultades.
Los PASTORES, quizá, disponen de una vida útil más prolongada
pero, un día u otro, deberán jubilarse o ser jubilados.
No obstante, PASTORES y PERROS duran más
que las OVEJAS-PERSONAS, pues éstas, a causa de su número
y su circunstancia van siendo eliminadas y sustituidas
en aras de la PRODUCTIVIDAD.
Cuando una PERSONA-OVEJA casualmente descubre
algún tinte natural (hierba, barro, flores...), y se da cuenta de que,
gracias a ese descubrimiento, con un simple gesto
(frotarse sin más bajo un SOL que todo lo ilumina),
puede ser diferente por su color dentro del rebaño,
el PERRO atento con su olfato infalibe
señalará esa anomalía,
y el PASTOR eficiente informará al DUEÑO del rebaño,
que de ninguna manera quiere enfrentar casos aislados.
Entonces el AMO hace acopio de tintes diversos
de fácil uso y los pone a disposición del rebaño, pues en el fondo
lo que persigue es la uniformidad y su complacencia,
que se cumpla la ley que ordena pertenecer al GRUPO
mediante la máxima identidad grupal.
Los PERROS pueden exhibir diferentes colores,
su pelaje no depende de ellos sino de su pedigrí.
Las PERSONAS-OVEJAS deben ser preferiblemente blancas,
siempre iguales a sí mismas, sin distinción aparente
en el rebaño. Los PASTORES, entrenados para el pastoreo,
mejor que no piensen, que no elijan vestirse,
que les baste una bandera agitada por el viento.
El DUEÑO del rebaño, sabedor de que la plusvalía obtenida
entre la inversión y el beneficio no lo es todo,
sabedor de que el verdadero PODER y el verdadero CONTROL
no dependen tan sólo de parámetros cuantificables,
crea o inventa al DIOS del rebaño.
Antes que ÉL lo hicieron otros, en tiempos remotos,
en el desierto, las montañas, las junglas...
Un DIOS o muchos DIOSES para cerrar la circunferencia
que encierra a los REBAÑOS.
Si una OVEJA-PERSONA encuentra accidentalmente
en el suelo una trompeta, y acerca a ella su boca y sopla,
por virtuoso o magistral que sea este soplido,
el DUEÑO del rebaño contratará una orquesta especializada
en el arte de la distorsión.
Si una PERSONA-OVEJA traza, sin intención aparente,
un dibujo con su pata sobre la arena, la tierra húmeda
o el fino manto de tréboles, escarbará el PERRO sin consideración,
el PASTOR encenderá una hoguera
y el PROPIETARIO de la tierra, de los pastos y del fuego,
se preguntará por qué.
Invocará a su DIOS inventado, volverá a su LEY,
pedirá explicaciones a su PASTOR (y el PASTOR a su PERRO)
y, por último, si fuera necesario,
usará la llave que abre las puertas del matadero.
OVEJAS-PERSONAS pueden ser sacrificadas para salvar
al REBAÑO. ¿De qué otra forma serían controladas?
Por indicación superior, el PASTOR habla a su rebaño de su DIOS,
del supremo designio de una VOLUNTAD ineludible,
del RESPETO incuestionable que merece el PROPIETARIO
de las tierras, de los PERROS, y de los ciclos temporales:
desde el amanecer hasta el atardecer, desde la primavera al verano,
noche y día en sus manos, la lluvia y la insolación.
Pero eso no es todo: pues siempre habrá en el REBAÑO
una OVEJA NEGRA que no prefiera la hierba cultivada,
que mantenga al PERRO a distancia y se compadezca del PASTOR
atormentado por sus tareas y la soledad de su disciplina.
¿Y cuál habrá de ser la actitud del DUEÑO ante esta oveja?
¿Precaución? ¿Miedo? ¿Indiferencia?
El fino filo de un cuchillo es suficiente. La sangre no depende
de un color determinado, de un pensamiento individual,
de alguna distinción incómoda.
Algunos se preguntarán, no sin razón, qué tiene esto que ver
con la filosofía, todo lo expuesto, los simples argumentos
y las MAYÚSCULAS. En realidad: poco o nada.
¿Un rebaño, un pastor, un perro, ovejas blancas?
¿Incluso una oveja negra?
Pero si el DUEÑO, el AMO, el PROPIETARIO comenzará a ver
en su REBAÑO ovejas amarillas, ovejas verdes,
ovejas rojas, ovejas azules, ovejas grises, y otras doradas
y otras transparentes, ¿cuál sería la pregunta?
Ni los PERROS ni los PASTORES tienen la respuesta.
Ni la OVEJA NEGRA.
Donde hay pasto, comemos. Donde corre el agua, bebemos.
Y a todos por igual, VIGILANTES Y VIGILADOS,
nos infunde el mismo respeto el bosque profundo,
el lago helado, la montaña inaccesible, el mar enfurecido
o el plácido valle.
No hay un DUEÑO de la naturaleza, un poder que se desplace
en deportivo de alta gama, que ciña en su muñeca
un extraordinario reloj automático y perpetuo
y que al tiempo domine los segundos y los significados.
Una elemental colchoneta de plástico amarillo,
comprada en un bazar CHINO, dos días después de usarla,
dirá lo que tenga que decir.
Piel quemada. Máxima energía. Pasos y otros pasos.
¿Dónde se va? ¿Dónde vamos? ¿Por qué los PERROS?
Los PASTORES -¿a quién le importa? Ni preguntarlo.
Al DUEÑO de un rebaño, a su PODER, a su DIOS inventado,
¿qué decirle?
Se repite la música, la canción.
Amanece como cada día, para el PASTOR y el PERRO,
para el AMO y el REBAÑO, para el número
y sus excepciones.
Y eso es todo, por el momento.
Salvador Alís.
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