sábado, 21 de abril de 2018

ZOOILÓGICO

ZOOILÓGICO

Aunque la palabra "zoológico" derive de la unión de los términos griegos: zoo (animal) y logos (estudio), me permitirán que trastoque su significado, tomando por lógico (es decir, de acuerdo a la lógica) lo que así se escribe. Atendiendo a ese trastocamiento podría considerarse que un zoo es aquel lugar donde se encierran animales lógicos, o donde lógicamente son encerrados o se encierran de acuerdo a cierta lógica (¿cuál?). Si tenemos en cuenta que en un zoo no suele haber animales domésticos (ya que estos comparten de manera diferente su hábitat con los seres humanos, en el mejor y en el peor de los casos, en viviendas, en espacios naturales, en naves industriales, en amplias granjas o en reducidas jaulas), sino animales salvajes, deberíamos concluir que el concepto adecuado sería entonces zooilógico, puesto que un animal salvaje es y debe ser por definición un animal libre, que apenas se relaciona con el ser humano, cuyos territorios no se mezclan habitualmente sin un resultado atroz, bien por la intromisión de unos o de otros, fieras y cazadores. Y alguno preguntará "¿y qué pasa con los safaris fotográficos, con el oso que se acerca a una casa en busca de golosinas? Son excepciones, por desgracia cada vez más frecuentes. El hombre molesta al animal, se entromete en su zona de vida, lo expulsa, lo arrincona, y el animal a veces reacciona adentrándose en aquellos lugares previamente arrebatados por el hombre. Exhibir animales salvajes en recintos antinaturales, por mucho que se intente recrear allí una naturaleza, no tiene nada de lógico. Y resulta, en mi opinión, una absoluta canallada. Se dirá que los zoológicos constituyen el último reducto de salvación para algunas especies en peligro de extinción, pero esta lógica es absurda porque implicaría impunidad para encerrar y exhibir de igual modo a especies humanas amenazadas, pueblos nativos del Amazonas o de África, indios norteamericanos, etcétera. Lo trágico es que en algún caso ya se ha hecho, ya existen reservas y campos de refugiados. Ya existieron (y siguen existiendo) campos de concentración y exterminio, mataderos. El hombre civilizado es el causante de la extinción de muchos y muy bellos animales, el responsable del marginamiento de pueblos más indefensos. Y la ley principal, el respeto al derecho de todos y cada uno de los habitantes del planeta (humanos o animales) a disfrutar de la libertad de ocupación (y también de movimiento) de su espacio vital, no se cumple.






En 1984 realicé las tres fotografías que ilustran esta entrada. Ya entonces me sorprendió la profunda tristeza de los adormilados tigres, del chimpancé con los brazos cruzados (¿en señal de defensa?), del leopardo resignado a su suerte. En todos ellos se dibujan sin solución las sombras de los barrotes. Entonces yo tenía menos de la mitad de la edad que tengo ahora, había contemplado la mitad de la mitad de las cosas que a lo largo de mi vida he contemplado, sabía la octava parte o menos de lo que ahora sé. Por eso, a pesar de mi sorpresa, me limité a enfocar la cámara y tomar esas instantáneas, ignorando que 33 años después me rebelaría tan intensamente contra su significación y su lógica. En el zoo de Valencia, en aquella época, no recuerdo que hubieran ni elefantes ni osos (animales tan queridos para mí) aunque tal vez los hubiera. Pero desde luego lo que no había era un canguro. Una escueta noticia de prensa dice hoy que en un zoo de Fuzhou, una población del sureste de China, fue lapidada el 28 de febrero de este año una canguro hembra de 12 años (no se menciona su nombre, aunque debería tenerlo), a manos de un grupo de visitantes que le lanzaron piedras, ladrillos y trozos de hormigón con el objetivo de hacerla saltar. ¿Qué hacía una canguro en un zoo de China? Y, sobre todo, ¿por qué no saltaba? Quizá no estuviera alegre, no fuera feliz. Quizá se sintiera cansada o no encontrase un motivo por el que saltar. Pero claro, esto los visitantes no debieron pensarlo, no lo tuvieron en cuenta, no le dieron importancia, descerebrados turistas que siempre exigen satisfacción inmediata a sus deseos. Cuesta entender actitudes semejantes, y por ello hasta llego a dudar de la noticia. No obstante -me digo-, aunque fuese falsa podría ser verdadera. La fuente proviene, según la prensa local, de la CCTV (un canal de la Televisión Central de China en Español, creado en 2007, y cuyo contenido se basa en programas educativos, informativos y de entretenimiento). Cuando le comento la noticia a D., y abundo en la idea de la crueldad de los chinos (una generalización) que se comen a los perros y a los gatos y despellejan animales vivos, D. me responde con ágil contundencia que los chinos también son crueles con los chinos. Esto me recuerda un par de citas incluidas por Frédéric Lenoir en su Carta abierta a los animales: "Qué bien se prepara para verter un día la sangre humana aquel que degüella a sangre fría a un cordero, y que presta oídos insensibles a sus balidos quejumbrosos." (Ovidio) "No tenemos dos corazones, uno para los hombres, otro para los animales. O se tiene corazón o no se tiene." (Lamartine)



Fotografías de Salvador Alís. Zoológico de Valencia. Febrero de 1984. 


Imperfecto y contradictorio como soy, no dejaré de señalar que aún como carne, cada vez menos y con mayores problemas de conciencia, que me importan poco o nada algunos insectos, culebras, ranas o peces y, absolutamente nada, otros seres vivos más diminutos como los ácaros o las bacterias. Todavía mi reflexión es en parte intuitiva y selectiva según preferencias que se me escapan. Pero quiero pensarlo, estoy en ello, y el mero hecho de reconocer mis imperfecciones quiere decir al menos que no descarto ese camino. Se me antoja que acabo de hacer una particular defensa del animal salvaje. Iguales argumentos servirían para otros animales: la vaca, cabra u oveja a las que extraen intensivamente la leche que debiera alimentar a sus crías que, sin embargo, son sacrificadas y etiquetadas como lechales; los conejos que no causaron otro mal que devorar la hierba que les pertenece; los ciervos y los jabalís acechados y sacrificados en sus bosques; los patos voladores cazados en su cielo; los toros descuartizados después de la fiesta para separar los cuernos de los rabos; los salmones que ya no remontan el curso de los ríos; las ocas cuya flagrante hepatitis es inducida para poner en valor su hígado en nuestros mercados; y así muchos ejemplos de la manipulación y la crueldad humana sobre otros seres vivos y distintos que difícilmente pueden defenderse de nuestra carnívora cultura y nuestra industria. Pero soy imperfecto y contradictorio, lo admito, y ayer sin ir más lejos, compré pechugas de pollo amarillo y lomos de ternera blanca. Hace años que no como conejos ni caballos, y un par de meses que no como corderos. Por asco, y no por conciencia, no comería los insectos que la cadena de supermercados Carrefour ha empezado a comercializar en España, lanzamiento que tiene como objetivo "ofrecer a los consumidores los productos más innovadores e incorporar a su surtido alternativas de compra sostenibles y respetuosas con el medio ambiente." Quizá se trate de una broma. Tal vez pretendan sustituir a las vacas por saltamontes. En esencia todos somos contradictorios. Los que comemos filetes y los que comemos soja, los que respetamos una invasión de hormigas en la cocina y los que usamos veneno contra ellas. Hitler adoraba a su perro al tiempo que masacraba a los no elegidos. Desde mi primera experiencia en aquel zoo he sospechado (y ahora tengo la certeza) que no necesito comer carne para vivir. Y que matar para vivir no vale la pena. He nacido omnívoro, es verdad, pero también es verdad que soy un hombre con capacidad para rectificar, elegir y sustraerme de las más que evidentes tentaciones de los asesinos profesionales, los negociantes y los matarifes. 

Para aquel o aquellos lectores cuya paciencia les haya llevado hasta este último párrafo, todavía carnívoros (como yo mismo) o carnívoros convencidos, un apunte final: aquí no se pretende atacar sino sugerir y cuestionar, pues nunca es tarde y siempre conviene hacerse alguna pregunta. ¿Por qué existen animales que no comen animales? ¿Cuáles son nuestros favoritos? ¿Porque existen animales que comen animales? ¿Por qué nosotros nos sentimos superiores? ¿Por que somos los más grandes depredadores? ¿Cómo se relaciona nuestra inteligencia con nuestro instinto? ¿Acaso no podemos ir más allá, dar un salto cualitativo en nuestra evolución? ¿Qué nos impide hacerlo?


Salvador Alís.


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