"Está claro que la ética no resulta expresable.
La ética es trascendental.
(Ética y estética son una y la misma cosa.)"
Ludwig Wittgenstein. Tractatus. 6.421.
La violencia en la Naturaleza (tanto humana como inhumana) es uno de los hechos más variables, o cambiantes, de esa Naturaleza en cuanto totalidad.
Hay violencia en el Universo, en toda su fenomenología, manifestaciones y escalas.
La violencia puede ser, para entendernos y sin que los ejemplos citados agoten su tema: lluvia o viento, color y forma, lenguaje, deseo, capricho o azar, sueño, imagen, ley, instinto y duda.
La violencia es un prisma con bases de lados infinitos y caras infinitas, algo semejante a una esfera donde todo acontecimiento y metamorfosis es posible.
Usa múltiples disfraces, todos los que la Naturaleza pone a su alcance.
Se da en la cobardía lo mismo que en el valor, en los parásitos al igual que en los huéspedes, y es causa y consecuencia a la vez. Está en el sujeto y en el objeto, delante y detrás, en el tiempo y en el espacio.
La violencia es simple y compleja, juez y parte, discurso y silencio.
En el asesino, en el que está dispuesto a matar, se concentra una gran violencia. En el que no teme morir, una violencia mayor.
En ocasiones la violencia es un "juego de niños", como es el caso de la guerra, un combate de boxeo, algunos dibujos animados o la interacción del gato y del ratón.
En el arte (en general) la violencia es una forma artística.
Todos los dioses, por su naturaleza y definición, son violentos.
Los extremos y los opuestos implican violencia. La riqueza y la miseria. La belleza y la fealdad. La sabiduría y la ignorancia.
La violencia puede ser destello y ruido, oscuridad, línea recta, laberinto, asfixia y vacío.
A cualquier violencia la contiene (regula, opone, frena) otra violencia.
Por el hecho de ser lo que se es (de haber nacido en cuanto ser viviente) se genera en ese acto una violencia lineal, un destino.
Toda semilla que germina, toda flor que florece, todo fuego (de artificio) que estalla..., expanden su núcleo de violencia.
La energía, bajo cualquiera de sus formas, es esencialmente violenta.
El sol es un acontecimiento violento.
El león es una violencia encarnada.
La erupción de un volcán es una de las más simples o puras manifestaciones de la violencia.
La violencia es fácilmente compresible (véase: una bomba, un extintor de incendios, una botella de alcohol, una pastilla que concentra un medicamento, un motor, un muelle, un deseo oculto, una ambición secreta, un micro chip cualquiera, una venganza que aguarda su momento, un dedo en el gatillo o una bala aún no percutida...).
Todo sistema (político, económico, religioso o filosófico...) entraña violencia.
La sexualidad es violencia natural, desnuda, instintiva.
El amor pacta consigo mismo o con el otro sus reglas de violencia.
El progreso humano, la productividad, las clases sociales, los estados de bienestar, las regulaciones laborales, el consumo, los mercados, las especulaciones inmobiliarias o financieras, los pactos con mayúscula, los congresos de las élites, los gobiernos en la sombra... La historia en fin de las grandes cuestiones ajenas a los anhelos individuales de la gente común, se apoyará siempre en el recurso a la violencia.
El abstracto miedo infundido es violencia. La manipulación interesada de la información es violencia. Cualquier tipo de control sobre el individuo es violencia. El ejercicio del poder absoluto es violencia. El simulacro de la democracia es violencia.
La violencia se desplaza con los desplazados y se ahoga con los ahogados.
La violencia organiza (pretende organizar) nuestro futuro.
Pero el planeta se ríe de nuestras violencias.
La violencia, en muchos casos, se mira en un espejo y no se reconoce.
Cada vida comprende su felicidad y su desgracia. Todos somos, para nosotros mismos y al mismo tiempo, víctimas y verdugos. Vivir puede también significar (y significa) auto-torturarse.
En otros muchos casos, la violencia es fría.
La risa es violencia, ironía, desprecio y hasta indiferencia.
Al gato, animal doméstico ejemplar, lo delatan sus gestos.
¿Existe algo, ser, objeto, idea o hecho, que no entrañe violencia? ¿Quizá la luz de algunas estrellas ya extinguidas y todavía visibles?
Yo no soy violento, pero mis palabras -estas palabras- sin duda lo son.
Salvador Alís.
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