EL ÁGUILA
No se acerca al castillo. El castillo no le interesa.
Sobrevuela el barranco allí donde éste se abre
y las montañas se elevan.
Conoce el río que nace en el lugar imperceptible
en que el barranco comienza.
El águila sueña que vuela mientras vuela,
y a veces cierra las alas y cae pesadamente
como piedra y como amenaza.
En su cielo no hay sino torres naturales,
verdes pinos clavados en el suelo, nada que no sea
un constante fluir del agua y del aire,
flores cuyas abejas compiten con el águila.
Y sin embargo, flanquean nuestra puerta
dos águilas sin miedo. Las vemos arriba y abajo
siguiendo el curso ondulante del barranco.
Este águila no puede, como el cuervo, hablar,
pero entra en forma de vendaval, no como águila,
como sombra tal vez, en la habitación donde un libro
a medio leer descansa, y agita y revuelve
sus páginas hasta posar su garra en una concreta:
"¿Qué puede hacer ahora el pensamiento?" -dice.
"Ocultarse" -contesta. Y entonces desaparece.
Entonces tú saltas desde la ventana circular
y te conviertes en águila y tu plumaje es azul.
El cazador en su barca, cegado por tu vuelo.
Salvador Alís.
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