DIAPSALMATA / INTERMEDIOS MUSICALES
Ayer por la tarde compré en el viejo almacén de la calle Aragón nueve libros; y esta mañana, tres más. En total la inversión ha supuesto diez euros. Había llegado una remesa nueva, de lo cual me alegré, pues otras veces me voy con las manos vacías. Pero al mismo tiempo me entristecí, porque muchos autores y títulos me eran conocidos, o estaban ya en mi biblioteca o habrían podido estarlo. El anterior propietario debía ser alguien parecido a mí -pensé; de mi edad o quizá algo mayor, a juzgar por las ediciones; alguien que en su día compró libros iguales o parecidos, o diferentes obras de los escritores que a mí me gustaban. Firmados, manoseados, subrayados y, en suma, leídos. Seguramente ocuparon durante años un lugar preferente en las estanterías de su casa, como mis libros. Y ahora -amontonados de cualquier manera en medio de trastos viejos, desorganizados, polvorientos, menoscabados y vendidos a precios de saldo: a un euro el ejemplar y con descuento si se adquieren varios- me hablan de alguien que perdió sus libros o al que sus libros perdieron. Y no puedo evitar sentirme aludido, temer que un día yo también me aleje de los míos. Quién sabe si otro lector, por casualidad, los encuentre y se alegré y reflexione. Creo que en los libros, además de partes de las almas de sus autores, cuando forman una colección, una biblioteca, se puede encontrar también el alma del coleccionista. Libros que permanecieron tanto tiempo unidos, que se fueron acumulando laboriosamente, que sufrieron traslados, heridas, el acoso del polvo y los insectos, que fueron rozados, manchados, desencuadernados y que, a pesar de las vicisitudes de la vida, llegaron juntos hasta el final; triste final si con la muerte de su propietario se desperdigan, derrumbados como los ladrillos de una casa que sucumbe a su edad y su deterioro. He rescatado algunos, sí, pero ¿qué será del resto? Según figura manuscrito en muchas primeras páginas, el nombre del anterior propietario es Tomeu Navarro. No sé si está vivo o muerto ni por qué razón sus libros acabaron en este viejo almacén. Pero desde hoy formarán parte de mi biblioteca y serán nuevamente leídos y respetados.
Al citar los títulos, inevitablemente, se produce una confesión, aunque parcial atendiendo a su número, acerca de las preferencias e intereses del que cita. Los nueve que compré para mí son:
- Nova Express. William Burroughs. Júcar. 1977.
- Las flores del mal. Charles Baudelaire. Visor. 1977.
- Alicia en el país de las maravillas. Lewis Carroll. Alianza. 1983.
- El juego de la lógica. Lewis Carroll. Alianza. 1979.
- Lewis Carroll. Henri Parisot. Kairós. 1970.
- Sobre la voluntad en la naturaleza. Arthur Schopenhauer. Alianza. 1970.
- Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente. Arthur Schopenhauer. Aguilar. 1967.
- Diapsalmata. Sören Kierkegaard. Aguilar. 1961.
- La tentación de San Antonio. Gustave Flaubert. Siruela. 1989.
Los tres volúmenes adicionales los compré para regalar a otra persona. Para mí son tiempo pasado; para él pueden ser el inicio de algo importante. Siempre está bien leer a los clásicos, como dijo Calvino, incluso simplemente leer. Pero esta es otra historia:
- Trotsky. El profeta desterrado. Isaac Deutscher. Era. 1963.
- Historia de la revolución rusa. Trotsky. Zero. 1974.
- Cuadernos filosóficos. V. I. Lenin. Editora Política. 1964.
Ayer por la noche leí los "intermedios musicales" que Kierkegaard escribió para ad se ipsum, antes de cumplir los 30 años. Se publicaron en 1843, dentro de su libro Enter-eller (O esto, o aquello). Hoy (por ayer) el cielo se ha vuelto gris, incluso ha llovido; así esta pequeña obra del danés, donde sin embargo se encuentran algunos destellos:
"Los hombres son absurdos. Jamás emplean las libertades que tienen, sino que exigen las que no tienen. Tienen libertad de pensamiento, pero exigen libertad de expresión."
"Como se sabe, hay insectos que mueren en el momento de la fecundación. Tal ocurre con el placer: el momento más exuberante e intenso de goce que nos ofrece la vida va acompañado de la muerte."
"La vejez realiza los sueños de la juventud. Podemos verlo en Swift: construyó en su juventud un manicomio y al llegar a viejo ingresó en él."
"Cuenta Cornelio Nepote que un general asediado en una fortaleza mandaba azotar a sus caballos, asimismo víctimas del asedio, para que no les perjudicase la forzosa quietud a que se veían reducidos."
"Siento la alegría que tiene que sentir un peón de ajedrez al oír decir al adversario: <<Ese peón no puede moverse.>>"
"La puerta de la felicidad no se abre; por eso de nada sirve asaltarla y echarla dentro. Se abre después y se ve que no hay nada que hacer."
"Mi visión de la vida carece totalmente de sentido. Supongo que un espíritu malo me ha puesto en la nariz un par de gafas, una de cuyas lentes amplía las imágenes a una escala enorme, mientras que la otra las disminuye a la misma escala."
"Nadie regresa de la muerte. Nadie viene al mundo sin llorar. Nadie le pregunta a uno cuándo quiere venir ni cuándo quiere irse."
"No hay que ser enigmático para los demás solamente; hay que serlo también para sí mismo."
"Todavía se reconoce en la naturaleza la dignidad humana. Cuando se quiere impedir que los pájaros se posen en los árboles se pone una cosa que tiene que parecerse a un hombre; y a pesar del lejano parecido que tiene un espantapájaros con un hombre, basta aquél para infundir respeto."
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