700 EN EL MAR
Y ahora que me voy marchando,
ahora que pronto voy a desaparecer,
me pregunto dónde colgarán mis cuadros,
quién moverá las fichas blancas y negras del ajedrez,
quién me servirá la última copa,
quién, a mi lado, se enfrentará a la medianoche,
quién enmarcará mis palabras
y, sobre ellas, pondrá cristales y distancias
como algo muerto a contemplar.
Cruzo mis brazos sobre el pecho
y siento que aún puedo mover estrellas
de un lado al otro lado de la comprensión.
Cuanto más lúcido, más solo;
cuanto más ingenuo, menos sospechoso.
Yo soy el que abre la puerta y enciende la luz,
el que araña la pared,
el que juzga al amigo y al hermano,
el que incumple todas las reglas.
700 en el mar sin un suspiro, sin un ay, sin un adios.
Cualquier cosa dicha, pensada, mentida o inventada,
todo se hunde y se ahoga.
Yo el único y los demás.
Me llaman y no escucho, me citan y me desentiendo.
Soy el que pisa tierra adentro,
el que porta el cuchillo, el que cierra la puerta,
el que apaga la luz.
Me llaman calle de dirección única.
Salvador Alís.
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