NO HAY ENEMIGO PEQUEÑO. ¿Cuántas botellas de vino es necesario beber para empezar a contar las innumerables gotas de veneno que aguardan, sin deseo y sin memoria, esparcidas en la vida cotidiana?
EN EL CIRCO. Enanos nos invitan a tomar café. Gigantes bobos tropiezan con una silla invisible. Payasos viejos pretender cambiar el Circo con sonrisas pintadas. El especialista en triple salto mortal no se decide a bajar al suelo. El caballo al que disfrazan de unicornio se entretiene mordisqueando la hierba. La orquesta ensaya bajo una carpa; tres de los músicos son ciegos, otros dos no oyen; y al director de la orquesta le faltan varios dedos.
JEAN-CLAUDE VAN DAMME. Esta noche me hacen ver en un móvil un anuncio publicitario donde Van Damme aparece entre dos camiones de gran tonelaje que circulan marcha atrás por una carretera. Sólo se apoya en los camiones con sus pies. Al principio los vehículos se mueven en paralelo a muy corta distancia, pero luego comienzan a abrirse y Van Damme tiene, a su vez, que abrir las piernas. La imagen se congela cuando el actor se apoya en los camiones con sus piernas formando un ángulo de 180º. Esto me ha hecho pensar que, en ocasiones, uno se mantiene vivo en equilibrio entre dos mundos que se alejan.
LA FIRMA DE UN NOTARIO. Me sorprende hoy la firma de un notario. Muchos trazos y muy seguros, ocupando gran parte de la mitad inferior de un folio. Yo tengo dos firmas, pero ambas son simples, y una de ellas es la síntesis de la otra. Podenos imaginar grande la firma de Don Quijote, la de Napoleón, la de Homero, pero ¿la de un notario?. Si uno vive de su firma es fácil que la pinte de colores, que la expanda, que la complemente con planetas y con estrellas, que elabore sobre ella o en ella su autorretrato, que la acompañe con un texto, con símbolos, con sellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario