No hay otro arte que supere a la música. Un cuadro es música pintada que no levanta el vuelo. Una escultura es música petrificada. Un poema, la letra de una canción a la que falta lo esencial. Un baile sin música es sólo movimiento. Una película muda es fuego que no arde. Un actor, en un escenario en silencio, apenas un fantasma. Una fotografía es una nota helada.
Con el paso del tiempo, he llegado a la conclusión de que todo tiende a la música, arte que no necesita nada para sostenerse porque la música no es materia.
Siempre que escribo, escucho música. Y, de hecho, mis palabras puede que sean únicamente interpretaciones de aquello que escucho. Time Lapse, por ejemplo, fue compuesto escuchando mil veces el tema del mismo nombre de Michael Nyman.
http://www.youtube.com/watch?v=x2yJR2oyYFA
Y la más ligera canción, en apariencia, es capaz de impulsar cien páginas y dar lugar a un libro potencialmente poderoso. Así pasó con Bienvenidos a mi mundo, rechazado hace años por mi editor y que fue escrito mientras no paraba de sonar "Welcome To My World", una y otra vez en mis oídos (en diferentes versiones, sobre todo la de Tammy Wynette, la de Dean Martin y la de Elvis Presley.
http://www.youtube.com/watch?v=uL6sXHPahus.
Tiempo al tiempo.
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