DESALMADOS PÁJAROS SIN ALAS
En estos tiempos que corren, las noticias no son buenas;
un día sí y otro también, nos presentan sucesos inquietantes.
Un hombre mata a un perro con un disparo de escopeta;
una mujer empuja a un anciano fuera de un autobús y,
poco después, el anciano muere;
un joven le clava más de veinte veces su navaja
a una menor de edad con la que mantenía relaciones contradictorias;
una playa, en algún lugar del mundo, se tiñe de rojo
por la sangre de ballena vertida tras ser cazada y desangrada.
En estos tiempos que corren -y cito de memoria-,
las noticias no son buenas; la prensa escrita y los móviles
nos informan a todas horas de sucesos inquietantes.
Llegan a Mallorca, en un 737 de Ryanair,
alemanes neo nazis alterando el vuelo con sus canciones,
saludos, gritos y consignas;
una mujer joven, madre de dos hijos, se suicida
cuando muchas personas, incluido su marido, ven imágenes
de ella masturbándose cinco años atrás;
una niña pequeña (y su flotador) es adentrada en el mar
por una corriente o un viento y al final se ahoga;
otra niña de cinco años muere en el comedor del colegio,
indispuesta al enfrentar su alergia con un helado.
En estos tiempos que corren, cada día el mal se supera a sí mismo.
Constantemente desaparecen adolescentes;
un hijo estrangula a una madre que no reconocía y huye
a Bélgica con su novia y una tarjeta de crédito virtual;
un marroquí apuñala a otro marroquí frente a su mezquita,
han discutido por un móvil robado;
una anciana, a la vuelta de un viaje, se encuentra su casa okupada,
la policía no puede devolvérsela y la justicia es lenta.
En estos tiempos que corren, una avalancha de noticias
viene hasta nosotros cada día con su aparente falta de unidad
y sus relaciones ocultas.
Cada noche salen en Palma ciertas figuras criminales:
un pirómano que desde hace meses y con total impunidad
quema contenedores de basura, un encapuchado
que recorre las calles en bicicleta, un negro gigante;
una mujer resulta decapitada al engancharse los cables
de sus auriculares con alguna parte de un ascensor en marcha;
los infartos cerebrales existen, igual que los cánceres incurables,
pero igual se puede morir de un simple atragantarse
con un sorbo de agua, un bocado de pan, un grano de uva;
de vez en cuando, explota una bomba.
En estos tiempos que corren, y barajando estos acontecimientos,
se deduce que proliferan los delincuentes menores y mayores,
los forajidos, los ladrones, los violentos...
Pero lo peor es lo que le pasa a uno en su intimidad,
lo que no es noticia, donde están los verdaderos criminales.
La voz al otro lado del teléfono, hablando en nombre
de la Compañía de Seguros; el reguero de mierda líquida
que una vecina ha vertido a lo largo de la escalera;
el fontanero que no responde, que impone sus horarios,
que cobra en negro y que, siendo fiel a sus chapuzas,
abandona el trabajo sin acabarlo; la encargada de la limpieza
mintiendo sobre los días que limpia.
Desde el otoño del año pasado, la mendiga que empujaba
sus pertenencias de un lugar a otro no se ha movido,
instalada permanentemente de espaldas a un hostal abandonado
frente a la Plaza de las Columnas, parece intocable,
nadie la sacará de allí hasta que sea un cadáver.
En Australia es necesario exterminar dos millones de gatos;
y en algún país africano se autoriza de nuevo, mediante ley,
la caza del elefante; en cualquier lugar se asesina a una mujer
por el menoscabo de la masculinidad;
pero la muerte es femenina y canta su canción.
Se aproxima el momento del equilibrio y la paciencia.
Las noticias deben evaluarse según su afinidad con la verdad
o la mentira. Entre tantos desalmados pájaros sin alas,
yo me debo a mis principios.
Salvador Alís.
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