EN EL BARCO
En una caseta de plástico y de metal, poco antes de medianoche,
esperan las jaulas.
A los pasajeros que viajan con animales
se les entrega una llave.
Mientras se abandona el puerto, dos galgos unidos a su dueño
con finas correas también esperan.
No hace demasiado frío en la cubierta, pero la hembra,
de color gris plateado, viste un jersey de lana.
Por su tamaño se diría que es la madre.
El hijo, marrón claro, está desnudo.
Le falta una pata, la derecha trasera, en toda su longitud.
El barco parece deslizarse sobre el agua
como afilado cuchillo sobre una pista de hielo.
La amputación no es reciente, no hay cicatrices visibles.
El pequeño galgo trata de mantenerse en pie,
no siempre lo consigue,
de tanto en tanto se derrumba y luego se levanta.
Los ojos de su madre miran con una tristeza sin consuelo.
Con el amanecer, llegando a otro puerto,
las jaulas se abren.
La madre sale en primer lugar. Después el hijo. Después el sol.
El dueño de los perros prepara las correas,
acaricia sus cabezas.
El galgo de tres patas baja sin ayuda la escalera.
Salvador Alís.
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