miércoles, 22 de junio de 2016

CODORNICES EN ESCABECHE

CODORNICES EN ESCABECHE

Hace un par de días comenzó el verano. "Tus ojos me recuerdan las noches de verano" ¿Qué ojos? ¿Qué verano? ¿Y quién es el que recuerda? Hoy he cenado un par de codornices en escabeche. Los ingredientes: 65 % de codorniz, 16 % de agua, 10 % de vinagre, 5 % de aceite de oliva virgen extra, ajo, sal, pimienta, clavo y laurel. Se advierte en la lata que puede contener perdigones.

No soy cazador, no me gusta matar animales; pero confieso que he tenido tres escopetas y que he matado sin remordimiento. De niño tuve una escopeta de juguete que disparaba tapones de corcho. De adolescente, y prestada durante un verano, tuve una de aire comprimido que disparaba balines de plomo (en realidad, según creo, más que escopeta era un rifle). Y durante años hubo en mi habitación de libros una verdadera escopeta de dos cañones, colgada en la pared, que había pertenecido a mi abuelo. Era larga y pesada, de hierro fundido, con dos percutores paralelos y culata de vieja y lustrada madera sin carcoma. Por supuesto, nunca la cargué con cartuchos, nunca intenté comprobar si funcionaba.

He matado mosquitos y moscas, abejas y avispas, hormigas, arañas, saltamontes, cucarachas, mariposas, gusanos, lagartijas y lagartos, culebras, ranas y sapos, pájaros, langostas, murciélagos, peces, caracoles, ratones, algún gato y al menos un perro, una cabra y tal vez otros seres vivos que no recuerdo.

No soy vegetariano, pero cuando como la carne de algún animal tengo que hacer abstracción del animal, borrar su imagen viva y pensar únicamente en términos de alimento. Me encantan los huevos, su sabor, sus diferentes texturas y preparaciones, y sin embargo me repugna la idea del huevo, aquello que es en esencia, el embrión de lo que está por nacer.

He visto matar a muchos conejos (mi madre lo hacía con frecuencia), yo no he matado a ninguno y, desde hace ya muchos años, me niego a comer carne de conejo. Si tuviera que elegir entre morirme de hambre o comerme a un gato, moriría de hambre. He soñado en ocasiones que mataba a seres humanos; jamás sería capaz del tal hazaña a no ser en defensa propia o por accidente.

Hace poco, dos caballos se escaparon del lugar donde estaban confinados y se adentraron en una carretera mal iluminada, en la noche; los mató inevitablemente un conductor que no pudo frenar ni desviar su vehículo. Al leer la noticia y ver la fotografía de sus cadáveres en la prensa, sentí un estremecimiento. Cada año pongo trampas envenenadas contra las cucarachas en mi casa; no soporto que la invadan. Por contra, si el espacio o las condiciones lo permitieran, no me importaría convivir con un caballo. Sé que mi escala de valores en lo relativo al mundo animal es arbitraria, más así es como lo siento.

Y no diré nada nuevo si digo que antes salvaría a mis gatas de un hipotético incendio o derrumbe de la finca que a cualquiera de mis vecinos. El amor, como el miedo, es irracional y solo obedece a instintos primordiales y en clara oposición a cualquier intento de comprensión intelectual. Antes salvaría a un niño que a un adulto; antes a un pájaro que a su huevo.

Admiro la ovalada forma del huevo, pero odio su significado. Hace años que me harté de las presencias del huevo y su simbología en tres visitas a los "lugares" dalinianos: Figueres, Cadaqués y Portlligat. Un huevo sumergido en vinagre vuelve elástica y maleable su cáscara y consistencia. Un huevo puede presentar un impecable aspecto exterior y estar podrido por dentro. Todo lo nauseabundo de un huevo queda encerrado en su perfección.

Lo que el huevo viene a representar no es tanto la posibilidad de ser algo diferente a un huevo, sino el detenimiento, la frustración de lo que pudo haber sido.

Y ahora, una vez establecidos los enlaces y hechas algunas confidencias, vayamos a lo que importa (que no es otra cosa que la lectura). Del capítulo "De lo que uno representa" (páginas 105 a 123 de La filosofía de A. Schopenhauer, compilada por el Dr. L. Gámbara. F. Granada y C.ª, Editores. c. 1910.), esta breve selección de citas como perdigones:

"Dar demasiado valor á la opinión de los otros, es una superstición universalmente dominante; ora tenga sus raíces en nuestra misma naturaleza, ora haya seguido al nacimiento de la sociedad y de la civilización, es seguro que ejercita en todo caso, en nuestra conducta, una influencia desmedida ú hostil á nuestra felicidad."

"El orgullo más barato es el orgullo nacional. El traiciona á menudo á quien lo tiene. Quien posee méritos personales reconocerá fácilmente los defectos de su nación, porque los tiene siempre á la vista. Pero cualquier miserable imbécil que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se da á este último expediente, de mostrarse orgulloso de la nación á que pertenece por efecto del acaso; con esto quiere rehacerse, y, en su gratitud, está pronto á defender con las manos todos los defectos y todas las locuras propias de sus connacionales."

"En verdad, la muchedumbre tiene ojos y oídos, pero nada más; especialmente el entendimiento es muy escaso en ella, y la memoria muy corta."

"Todos los granujas son tan sociables, que dan lástima; en cambio, en esto sólo se ve que un hombre es de cualidad más noble cuando no encuentra ningún placer con los otros, cuando á la sociedad de ellos prefiere siempre la soledad, adquiriendo con la edad la convicción de que, con muy raras excepciones, no hay elección en el mundo entre el aislamiento y la vulgaridad."

"Tomado en su conjunto, el mundo es malo; los salvajes se comen entre sí, y los pueblos civilizados se engañan recíprocamente, y esta es la marcha de las cosas humanas. Los Estados, con sus ingeniosos mecanismos y con sus medios de coacción, ¿qué son sino medidas establecidas para poner un límite á la ilimitada perversión de los hombres? ¿No vemos tal vez en todas las historias, que apenas un rey está sólidamente sentado en el trono y goza su país de alguna prosperidad, se aprovecha de ella para caer con su ejército como una cuadrilla de ladrones sobre el país vecino? Todas las guerras ¿no son, acaso en substancia, actos de latrocinio?"

"Como el papel moneda circula en el mercado en lugar de la plata, así en vez de la estimación y de la amistad genuinas, sólo su apariencia más o menos perfecta y su forma, tienen salida en el mundo. Podría uno, es verdad, preguntarse si hay de veras gente que merezca estimación y amistad. Sea de esto lo que se quiera, tengo más confianza en un buen perro cuando menea la cola, que en todas estas demostraciones y ceremonias."

"Los amigos se dicen sinceros: solamente los enemigos son sinceros; por esto se debería, para aprender á conocerse á sí mismo, aprovecharse de su reprobación como de una medicina amarga."

"¿Son raros los amigos en la necesidad? Al contrario. Apenas se ha hecho amistad con un hombre, he aquí que se encuentra en seguida necesitado, y os pide plata prestada."

"No tener ni amor ni odio es el compendio de una mitad de la más alta sabiduría; no decir palabra y no creer en nada es la otra mitad."

Arthur Schopenhauer (1788-1860) no aplicó -es evidente- la primera mitad de la segunda mitad de sus máximas de alta sabiduría, pues dijo muchas (y muy pensadas) palabras. Es lo que ocurre con ciertos escritores en el acto de escribir: se parecen al calamar que, cuando se ve en peligro, suelta toda su tinta para ocultarse o atacar protegido por esa negra densidad.

Hoy he cenado codornices en escabeche. No tenían ojos (no tenían cabezas); tampoco encontré en ellas perdigones. En el fondo, los ojos y los huevos se parecen, tan bellos en su apariencia, tan secretos en su interior. Y para los que consideren, todavía, que cierto grado de locura es posible, esta última anotación (que no pertence ni al filósofo ni al pintor, por más que pudiera parecerlo):

"El gran huevo del Estado no contiene clara ni yema, sino una mezcla caótica de ojos que se miran unos a otros con recelo y aprensión."

(Al fin y al cabo todo esto nace con las primeras noches de verano, fruto de algunas contemplaciones: los ojos de la noche oscura y clara, las estrellas como brillantes ojos, la música de un viejo poeta en sus versiones, la emoción en las palabras de Machado -tan cercano al cielo y al olvido-, el punto central en que me situan las rectas trayectorias de los ojos de mis gatas, y el recuerdo de tus ojos en el pasado.)

No sé dónde vamos (un ministro y su interlocutor grabados por un ojo anónimo), aunque sé dónde voy. Sin embargo, la revelación aún se hará esperar. Me sostiene la poesía, es decir: la locura. A la hora del entendimiento, tu dificultad no es igual que la mía. Permite que termine con un apunte de Elias Canetti: "Sólo nos podemos sobreponer a la infelicidad mientras sigamos jugando."

Salvador Alís.

 










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