miércoles, 24 de junio de 2015

A VUELA PLUMA / 2

     El marroquí de 1,90 metros llega tarde para la entrega, pero sube hata el 4º sin ascensor 90 botellas de 2 litros y 20 garrafas de 6 litros, entre otras cosas. La propina es merecida; la admiración no se cuestiona.
   
     Se lanza uno a la calle como a una batalla perdida (de antemano), pero no sucede así. Todo lo que se vive se gana.

     En la primera parada, me llenan la copa con un Ribera del Duero (Ars Romántica) por 3,50 euros, a temperatura ambiente, es decir: 29º centígrados. Vino malogrado, sin duda, bebido con el disimulo requerido, aunque al final pudo expresarse. Y en la carta, curiosamente, un Losling de Clemens Strobl a 51 euros la botella.

     En la segunda parada, una copa de albariño Trico a 6,60 euros. Se paga ese precio pero vale la pena; su color y su frescura y su aroma y sabor lo justifican.

     En la tercera parada, encuentro y compro una botella de Breca 2011. Pido que me abran otra botella de La Escucha y paso una larga hora fascinado ante las preparaciones de una mujer que emplata en platos japoneses tomates y quesos, aceitunas y alcaparras, membrillos y mermeladas y brotes verdes; mientras sus manos vuelan y el búho se separa de la etiqueta y su delgadez extrema.

     Y cuando subo la cuesta donde algunos exhiben su vuelta de tuerca, cuando me dejo llevar y desciendo a las profundidades de la ruina, lo que salta a mis ojos es un grueso volumen encuadernado en tela verde y letras doradas: Juicio Universal de Giovanni Papini, primera edición en Planeta, 1959. El vendedor, antes de pedir su precio, sube hata El Anticuario y baja con dos copas de un frío y dulce moscatel, y puesto que no tiene cambio para mí, decide fiarse y me permite elegir libros y gatos y jarras de té. Ateo como yo, pregunta por qué Papini. Bastaría Gog y bastaría El libro negro, pero no estaría de más citar alguno de sus requerimientos, éste por ejemplo:
  
      "Confesaste en vida tus suciedades y latrocinios, todas tus vergüenzas, pero no las confiaste a los oídos de los hombres sino, secretamente, al papel, con una escritura que considerabas indescifrable.
     Pero ahora es el momento de confesar a Dios y a los hombres la inmundicia de tu vida con palabras claras y disculparla, si puedes."

     El gato de cerámica, un siamés de 30 centímetros de altura, no se ajusta a los parámetros de mi colección, pero el que ordena la subasta confiesa su amor por los robots y lo muestra en sus tatuajes.

     La jarra de Susan Williams Ellis, 5 euros a pagar más tarde, vale su peso en oro, gold flame.

     Una vez en casa, y abierta y auto servida la botella de Reina de Castilla, inicio conversaciones con Sombrita, con Nube y con Lolita. Quiero saber cuánto quieren vivir y por qué.

     LOLITA: ¿vivir?

     NUBE: estufa de gas en el invierno y ventilador en el verano

     SOMBRITA: hombres malos me querían ahogar en la piscina

     LOLITA: el corazón de Lolita

     NUBE: la fragilidad

     SOMBRITA: el vértigo

     Quiero vivir con ellas. Llego a casa con libros que pesan kilo y medio cada uno. Mi amor no duerme aquí. He soñado que ella tenía 20 años, desnuda en un estrecho cuarto de baño. Tus pechos perfectos, tu piel entre Reina de Castilla y Trico. Tres kilos de libros, de páginas, de letras engrandecidas por la lupa. Y mis gatas a la carrera persiguiendo un sueño imposible e inevitable.

     El epicentro del terremoto bajo el tablero de ajedrez. Mi rey condenado a su guillotina; mi reina condenada.

     Cualquier día (los vinos y las uvas bajo un sol amarillo limón) saltará de repente el hacha inmisericorde.

     

     

     
    


    

    

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