lunes, 11 de mayo de 2015

ADÁN SIN EVA

     ADÁN SIN EVA

     Hace algunos días se escaparon de su jaula una pareja de chimpancés, Adán y Eva,
recluidos en una especie de zoo o safari en Sa Coma, en la isla de Mallorca.
     Quien les puso nombre, acertó de pleno: Adán y Eva,
el primer hombre y la primera mujer, nuestros ancestros.
     A Eva la han matado de uno o varios disparos; todavía las noticias son confusas.

     El más oscuro de los funcionarios ha sido elevado a la categoría de jefe en el Castillo.
Por todo lo que se ve y se intuye, cada vez es más rara la esperanza.

     Dicen que quebraron un barrote de pulgada de diámetro, tan fuertes ellos, tan iracundos,
y que irrumpieron salvajemente en un barecito del complejo,
rompiendo cristales y aterrorizando a los adultos y, quizá -aunque no es seguro-, a los niños.
     Dicen que tenían unos treinta años, Adán y Eva. Al menos es seguro
que compartían celda.
     Adán apareció días después muerto en una alberca de la depuradora de Sa Coma,
flotando cabeza abajo.

     Cada vez es más rara la esperanza. El oscuro funcionario ha cambiado su pelo lacio
y engominado por un corte más alto y brillante, plateado en las sienes.
     Como gallo de pelea, parece que dobla su volumen hinchando las plumas.
   
     Se movilizaron decenas de especialistas y hombres armados, prioridad absoluta
para localizar y neutralizar al peligroso mono-agresivo de setenta kilos.
     El subdirector del zoo -pobrecito él- confiesa que hace tres noches que no duerme.
     La Guardia Civil no se ha enfrentado nunca a enemigo semejante.

     Que el más inútil de los funcionarios ocupe ahora con orgullo el ridículo despacho
de cuatro metros cuadrados, y haya planchado su única corbata y les dé betún
-como enano presumido- a sus zapatos; eso muestra que no es posible,
que no hay, que no puede haber esperanza.

     De repente la noticia crece y desplaza a otras noticias. Adán y Eva pertenecieron antes
al pionero empresario de coches de alquiler Hasso Schützendorf.
     Y cuentan las malas lenguas que cuando fueron transferidos al zoo, hace unos 15 años,
ya eran alcohólicos y viciosos fumadores.
     Un ex-cuidador dice que Adán era sensible y de buen carácter, pero Eva no;
Eva era una bruja de cuidado y malas pulgas.

     La prueba para el ascenso es siempre la misma, no importa el cuerpo policial,
el grupo terrorista, el partido político, la mafia, la banda o la empresa:
una beretta en la mano y pegarle un tiro al mono o a la mona de turno, sin piedad.
     No me digan pues que hay esperanza; se oyen disparos por todas partes.

     Les harán la autopsia a los trágicos chimpancés, amantes que intentaron la huida
-desde la jaula de barrotes de pulgada de diámetro y exhibicionismo remunerado-
a la búsqueda de su selva original y su esperanza.
     Adán erguido podía medir un metro sesenta centímetros, casi lo mismo
que un humano; algún problema en su columna vertebral lo impedía. Y claro,
no le gustaba el agua (que quizá asociaba a las mangueras, al golpe helado, a la presión),
no sabía nadar y pudo ahogarse, resbalar en el borde de la alberca y no poder salir.

     El fantoche que contrata a las víctimas y a los asesinos, el que reparte las funciones,
el que guarda la llave de la armería, ni siquiera sobre el torreón más bajo,
erguido en su minúsculo despacho interior sin ventanas ni horizonte -pobrecito jefe
de un Castillo que se vuelca y se derrumba-,
no llega ni llegará nunca a medir dos metros;
y morirá sin esperanza, sin haber intentado una sóla vez la huida,
sin hacerse valer,
envuelto en el infarto de su propio miedo.

     Es posible que Adán, sin Eva, se suicidara arrojándose a la alberca.
     El suicidio, recurso propia de nuestra especie, cada vez más es practicado por animales
"irracionales" que, con su muerte, plantean siempre una pregunta.
      Eva, una chimpancé de treinta años, fue abatida a tiros por alguien que se mezclaba
con miembros del Seprona, la Guardia Civil, mercenarios de la protección,
responsables oficiales de la naturaleza y sus anomalías.

     Adán -parece lo más seguro-, ex-alcohólico y ex-fumador empedernido,
no pudo soportar la muerte de Eva y se arrojó a la alberca de la depuradora de Sa Coma.
Esa podría ser la versión oficial.
   
     El nuevo jefe del Castillo se mueve todavía incómodo en su disfraz de pavo real,
pero le pone ganas y empeño y se ejercita -como debutante- ante el espejo.
     Le sienta tan bien el papel. Y lo demuestra con tanta satisfacción
con sus ojos negros sin brillo y sin esperanza.

     La pregunta es clara y directa: ¿por qué Adán y Eva intentaron escapar del paraíso?
     El oscuro jefe del oscuro Castillo firmará el informe.

Salvador Alís.

   
    

    


     

     

       





    

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