"Por sanar de una herida
he gastado mi vida
pero igual la viví
y he llegado hasta aquí.
Por morir, por vivir,
porque la muerte es más fuerte que yo,
canté y viví en cada copla
sangrada, querida, cantada,
nacida, y me fui..."
Alfredo Zitarrosa.
La verdad, miedo no tengo.
Heredé de mi madre el mal dormir,
pero siempre recuerdo a mi padre diciendo:
"¡Hasta que el agua llegue hasta aquí!".
Puedo morir mañana o pude haber muerto ayer,
¿quién lo sabe? Yo vivo me siento,
y más que vivo. ¡Y lo que aún me queda por vivir!
Un minuto para la explosión y el éxtasis,
una hora de felicidad y un día de resaca.
Todo vale la pena y todo me condena.
Yo soy así.
La verdad, miedo no tengo.
Precaución, la justa. Y arriesgo lo que arriesgo.
Un anónimo detenido le dijo al presidente:
"Es usted un desgraciado de mierda
y espero que pongan una bomba en su partido
y mueran todos." Lo dice la prensa.
La acusación es grave. Se ha traspasado
el límite de la crítica y se ha incurrido en amenazas.
Al detenido le puede ser aplicada
la ley antiterrorista
-eso a cualquiera le puede pasar. Y para desgracia suya
no será lingüista el abogado.
Los intocables son intocables hasta la bofetada.
Lo afirma hasta el mismo Papa:
"Si el doctor Gasbarri dice
una mala palabra contra mi mamá,
puede esperarse un puñetazo."
Heredé de mi madre el mal dormir,
pero siempre recuerdo a mi padre diciendo:
"¡Hasta que el agua llegue hasta aquí!".
No ofende el que quiere sino el que puede.
Y el ofendido, a veces, lo es por su mala conciencia.
Cuando yo era niño fabricaba bombas:
carbón, azufre y pastillas de clorato
(de venta libre en droguerías y farmacias),
una calabaza seca y hueca con su mecha,
y la explosión y el éxtasis
y luego la resaca.
Soy culpable de ese fuego
que mataba hormigas en el campo y producía hogueras
donde el demonio reía
en el verano infinito.
La verdad, miedo no tengo.
Se pierde con los años, con lo que uno sabe
y es aprendido y constatado.
Puedo morir mañana o pude haber muerto ayer,
¿quién lo sabe?
Mi libertad se acrecienta con lo que sé.
Y aunque me quite el sueño
lo mucho o lo poco que me queda por vivir,
siempre recuerdo a mi padre diciendo:
"¡Hasta que el agua llegue hasta aquí!".
Salvador Alís.
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