No debería hacer falta decirlo pero, una vez más, tiene que ser dicho: Es la Tierra la que se mueve alrededor del Sol, no el Sol alrededor de la Tierra.
Los parientes, descendientes y alumnos aventajados de aquellos que fueron despojados de su humanidad en Jasenovac, Treblinka o Auschwitz, castigan hoy sin memoria y sin conciencia a la población de Gaza, uno de los campos de concentración y exterminio más grandes del planeta, con el beneplácito de los parientes, descendientes y alumnos aventajados de aquellos demócratas que tan ejemplarmente juzgaron crímenes de guerra y genocidio en Núremberg.
Los verdaderos terroristas -dicen- utilizan los túneles del terror para avanzar en fila india desde Gaza hasta Israel y cometer actos vandálicos. Los tanques, los cazas, los drones y los misiles, en realidad no siembran el terror, no asustan a los niños, tan sólo imparten justicia.
¿Qué pensará a estas alturas el que oprimio el botón de lanzamiento del misil que ha derribado un avión de pasajeros sobre Ucrania? ¿Y qué pensará el que dio la orden de apretar el botón? ¿Dormirán en paz y tendrán tranquilos sueños? La cobardía supeditada a la estrategía política.
A estas alturas, la modesta proposición que hizo Jonathan Swift en 1729, aunque lógicamente actualizada, cobra pleno sentido: acabemos con los niños palestinos, porque cada niño palestino será un terrorista en potencia.
Y aunque Wladímir Putin juega a mover cadáveres y cajas negras, nunca se atrevió a enfrentarse con piezas blancas a Kaspárov.
El terror sólo parte de los pueblos oprimidos, de los pobres, de los desahuciados y desesperados, no más fanáticos que los fánaticos del orden, del nuevo orden mundial. Las naciones soberanas no hacen otra cosa que defenderse. Defensa estratégica es su discurso, lucha por la libertad, implantación de la democracia.
Y la vida cotidiana sigue su curso. Y cada cual enciende su ventilador y aquí no pasa nada.
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