LA DESCORTESÍA DE LOS LADRONES

       El mes pasado, cuando supe por la prensa que, finalmente, el Tribunal Supremo ratificaba su sentencia declarando nulas las cláusulas suelo de las hipotecas, acudí a la oficina del BBVA (donde, desde hace años, reducen a una tercera parte mis nóminas) con la intención de hacer una simple pregunta: ¿Anulará el banco sin más mi cláusula o debo solicitar yo esa anulación por escrito? "No tiene de qué preocuparse -me dijo la empleada que me atendía con cara de poker-, nosotros nos encargamos de todo: le reducimos la cuota y le devolvemos la parte que corresponda desde el 9 de mayo, día de la sentencia." ¿Y de lo anterior, de lo cobrado de más desde 2005? "El fallo del Supremo, como usted sabrá, no tiene efecto retroactivo. Pero habrá una declaración institucional, una comunicación a todos nuestros clientes."
       A principios de este mes, cuando actualicé mi libreta, pude comprobar que, en efecto, la clausula suelo había desaparecido. El banco me reintegra lo cobrado en mayo (menos los 37 céntimos por gastos de correo, pues mensualmente me envían una cartita con el extracto de cuenta, y la cuantía de la amortización y los intereses) y luego me vuelve a coger lo que considera "suyo": los 9 primeros días al 3,15 (cláusula + diferencial) y los restantes al 1,5 (euribor + diferencial); y ya en junio -con el logrado 1,5- mi cuota se reduce -y espero que por mucho tiempo- en un 23 %, pero sin perdonar los 37 céntimos por gastos de correo.
       Lo que no ha habido, y sospecho que no habrá, es una declaración institucional, o una mínima información personal, o una breve carta (aunque fuera, como de costumbre, a cobro revertido) aclarando el tema y pidiendo disculpas. Si las cláusulas han sido declaradas nulas y, en consecuencia, retiradas, es lógico pensar que fueran también ilegales. ¿No merece esto alguna explicación?
       En 8 años he amortizado 18.000 euros y, sin embargo, le he procurado al BBVA un beneficio en intereses de 46.000. La cuenta que mantengo con el banco sólo contempla dos movimientos: yo ingreso dinero y ellos se lo quedan, y a pesar de la aparente sencillez de la operación, hay cuotas añadidas de gestión y mantenimiento, sin olvidar los 37 céntimos por gastos de correo.
       Echo de menos los tiempos románticos en que un elegante ladrón, después de robar un valioso cuadro o unos candelabros de oro o una alfombra persa, dejaba en su lugar un tulipán negro o una rosa blanca. Echo de menos los tiempos en que un salteador de caminos besaba con gentileza la mano de una dama mientras le robaba los anillos. Echo de menos a los ladrones de guante blanco, a un Rocambole o un Arsène Lupin. Incluso echo de menos a Bonnie Parker y Clyde Barrow.
       Los ladrones de hoy en día, ya ni siquiera tienen modales.