ANAMNESIS (PRIMERA PARTE): LA HIERBA ESPLENDOROSA
Cuando un elefante se pelea consigo mismo
es la hierba esplendorosa
la que crece entre sus cuatro pares de patas que la golpean
y se mezclan entre ellas y tropiezan.
La cubierta de la farola, en noches como ésta cuando llueve en abril,
es el gran paraguas donde se cobija la araña.
En noches como ésta no se desliza por su hilo,
no busca un lugar bajo la luz.
Aunque tal vez teja su tela como en otros días,
resignada a la lluvia
e incansable trabajadora.
Es del todo recomendable cocinar por la noche,
preparar pociones, establecer fórmulas para caldos nutrientes,
beber agua de lluvia, jugar con el fuego,
invertir las campanas y no escuchar las campanadas.
Es del todo recomendable seguir los pasos dados
(¿por quién? ¿en qué momento? ¿hacia dónde? ¿para qué?).
Un pelo de elefante, un centro de telaraña,
dos centímetros cuadrados de guindilla roja,
dos tomates enanos.
Hay otros ingredientes, mas secretos.
Un escritor que se muere, se despide de la carne.
Su libro póstumo se titula De la finitud.
Es del todo recomendable dar de comer a las gatas,
la cúspide de los felinos,
las diosas de la vida, de las artes y de las sombras.
Si las gatas no comieran y tú no les procurases alimento
ni defensa, las gatas acabarían por comerte.
Cuando se encadena a un elefante,
cuando la araña se siente aislada por la lluvia sobre su farola,
cuando el elefante confunde sus dobles patas
con las patas de la araña, cuando elefante y araña son simulacros
de otras formas de vivir o de estar vivo.
En las patas del elefante, parecidas a troncos,
se tallan mediante incisión números de la suerte.
Las patas de la araña, en su tarea de agujas,
escriben en su laberinto de seda las fechas y los nombres.
Los elefantes no respetan sus propias leyes de respeto.
Las arañas cumplen su laboriosa orden matemática.
La hierba que hacen crecer los elefantes en sus luchas,
como no podía ser de otra forma,
decidió ser enredadera.
En el laberinto de seda, las presas caen atraídas
por el potente aroma que no huele
y tras el cual se intuye una sugerente invitación
a sentir miedo.
Dejando a un lado al elefante y a la araña,
sin la percepción de la muerte, con la percepción de la carne,
se va recortando la hierba,
tierra apenas vestida, apenas desnuda.
Adoras la noche en que llueve,
la cocina donde te juegas el porvenir
y el porvenir de tus gatas. Contemplas el sol
en el fondo de una semi esfera de cristal.
Quemas papeles con agua viva.
El escritor que muere mientras escribe es Günter Grass.
Leo Perutz nos da a elegir entre dos razas de caballos:
un gran bereber y un siciliano.
Con el veneno a modo de espuma,
como si el veneno fuera un caballo al que domar,
lo intentas con la ola, (como si la ola fuese, no un ejército de agua,
sino un ejército de micro organismos
que flotaran en este mar).
El caballo no es montura para asediar a elefantes, el caballo
no ve a la araña suspendida de su tela,
entre las hierbas. Y, sin embargo, podría intuir a las arañas
porque asustan al elefante. Es del todo recomendable que lo haga,
el siciliano o el gran bereber.
Una gata sobre un caballo que, a su vez,
está sobre un elefante. La araña teje su trampa
usando las patas del caballo y del elefante.
Ante las gatas, la araña no tiene nada que hacer.
En ocasiones el elefante eres tú, a veces son otros.
La araña es la que vive en una farola frente a tu casa.
Las gatas son las gatas.
El caballo, imaginario.
Un caballo que atraviesa el bosque lentamente,
al que los árboles vuelven visible e invisible,
y que pisa y aplasta la hierba sin contemplaciones.
Si el elefante optara por comer carne,
si la araña dibujase su tela sobre los nervios de una hoja,
si el caballo que duerme sin doblegar sus patas
echase a correr antes de que amaneciera el claro día,
si todo fuera un recuerdo, una historia
fruto de la imaginación,
si el reloj se detuviera en esta noche, en esta lluvia.
Salvador Alís.
miércoles, 20 de abril de 2016
lunes, 18 de abril de 2016
PROVERBIOS AFRICANOS
PROVERBIOS AFRICANOS
Fuente: WANAFRICA.
http://www.wanafrika.org/2011/10/proverbios-y-refranes-africanos.html
Refranes interpretados por: Antumi Toasijé.
No es bueno que los dientes riñan con la lengua. (Baulé)
Quienes dependen los unos de los otros deben entenderse.
Se admira a los carneros donde faltan los toros. (Fulani)
La mediocridad es alabada donde no hay excelencia.
El río sigue su curso sin esperar al sediento. (Kikuyu)
El que quiere algo debe procurárselo.
No conviene aplaudir demasiado al bailarín, porque puede dar un paso en falso. (Bamileke)
Las excesivas alabanzas conducen a la pereza y al error.
El carcelero es un prisionero más. (Bamileke)
El que hace sufrir está atado a su propia maldad.
No preguntes al cazador sobre su caza si vuelve con setas. (Ashanti)
Hay que evitar humillar a la gente.
Aunque salgas a cazar elefantes, no desprecies al caracol. (Mbede)
Por muy ambiciosos que sean tus proyectos no deprecies las pequeñas ganancias.
El ojo no soporta cargas, pero sabe la carga que puede soportar la cabeza. (Wolof)
No es necesario experimentar algo para conocerlo.
La sal no dice de sí misma que es salada. (Abé)
La gente oculta sus defectos.
No importa cuánto tiempo un tronco pase en el agua, nunca llegará a ser cocodrilo. (Bambara)
Cada individuo tiene su personalidad aunque pretenda ser otra cosa.
Lo que el viejo ve por estar sentado, no lo percibe el joven que esta de pie. (Bambara)
Los ancianos tienen una visión sosegada y detallada de las cosas.
La mentira puede correr un año, la verdad la alcanza en un día. (Nigeria)
Cuando llega la verdad es siempre superior a la mentira.
Muchas palabras no llenan un cesto. (Yoruba)
Lo que cuentan son los hechos y no la palabrería.
Las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran. (Kongo)
Los que fueron amantes o amigos siempre se recordarán mutuamente y los efectos de sus actos perduran.
Cuando dos elefantes luchan es la hierba la que sufre. (Uganda)
Las riñas de los poderosos hacen sufrir a los que tienen debajo.
El cazador no se frota con grasa y se pone a dormir junto al fuego. (Nigeria)
Una persona experimentada no se expone inútilmente al peligro.
Antes de pedirle ropa a un hombre, mire la ropa que él lleva. (Yoruba)
Mira la conducta y modos de vida de alguien antes de imitarle o pedirle algo.
La lluvia moja las manchas del leopardo pero no se las quita. (Akan)
Cada uno tiene su propia naturaleza inmutable.
Un hombre no vaga lejos de donde se está asando su maíz. (Nigeria)
No es prudente alejarse de la fuente de alimento o riqueza.
Aquéllos que llegan antes al río encuentran el agua más limpia. (Kenya)
El esfuerzo es recompensado.
Una persona que se cambia de ropa siempre se oculta mientras se está cambiando. (Kenya)
La traición se fragua a escondidas.
Un asno siempre da las gracias con una coz. (Kenya)
Hay gente que jamás aprecia el bien que se le hace.
Muchos nacimientos significan muchos entierros. (Kenya)
Todo hecho positivo presagia un hecho negativo.
Las cosas importantes quedan en el cajón. (Kenya)
Lo realmente importante se mantiene oculto.
No se envía a un muchacho a recoger miel. (Kenya)
Las misiones difíciles exigen experiencia.
¿Si un mono está entre los perros, por qué no aprende a ladrar? (Nigeria)
La naturaleza de cada cual es inmutable.
Las tareas de un elefante nunca son demasiado pesadas para él. (Zimbabwe)
Los grandes personajes no desprecian el trabajo.
Si usted puede caminar, usted puede bailar; Si usted puede hablar, usted puede cantar. (Dinka)
Siempre se puede ir un paso más allá con un poco de esfuerzo.
Para rehusar curarte, te pide cuernos de perro. (Bayaka)
Cuando alguien no quiere ayudarte te pedirá algo imposible a cambio de su ayuda.
Una enfermedad que se cura no necesita de muchos adivinos. (Yaka)
Lo que es obvio salta a la vista.
Una enfermedad que vuelve es mortal. (Yaka)
Las cosas negativas que suceden dos veces son realmente peligrosas.
El cazador busca la pieza, la pieza no busca al cazador. (Yaka)
Uno mismo debe esforzarse por conseguir lo que le interesa.
Cuando el león envejece hasta las moscas le atacan. (Chagga)
Todos se ceban con el líder caído.
El dueño de la casa sabe donde gotea su tejado. (Bornu)
Cada uno conoce los defectos y problemas que hay en su familia.
La piel del leopardo es bonita, pero su corazón malvado. (Luba)
Hay que cuidarse de las apariencias.
Quién escucha la voz del anciano es como un árbol fuerte; quién se tapa los oidos es como una rama al viento. (Maasai)
Es conveniente escuchar los consejos de los ancianos.
Una mentira puede matar mil verdades. (Asanti)
La mentira es fácilmente creída por la gente.
Trabajar el campo es duro, pero más dura es el hambre. (Kikuyu)
Hay que esforzarse para no sufrir las consecuencias de la pereza.
El mal penetra como una aguja y luego es como un roble. (Etíopía)
Una pequeña intriga puede volverse muy destructiva.
Los tambores de guerra son tambores de hambre. (Sudáfrica)
La guerra trae el hambre, el desacuerdo trae miseria.
Cuando un hongo ha crecido, ya no vuelve a entrar en la tierra. (Luo)
Cuando las cosas salen a la luz ya no se pueden ocultar.
El cazador que habla demasiado, llega a casa de vacío. (Maasai)
El que presume demasiado no consigue nada.
Quien hace preguntas no es tonto. (Swahili)
El que quiere saber algo tiene que preguntarlo sin vergüenza.
Cada arroyo tiene su fuente. (Zulu)
Todas las cosas tienen un origen, una razón de ser.
Cada hombre deja sus huellas. (Kikuyu)
Por sus hechos se conoce a las personas.
Un perro no entra en una casa donde hay hambre. (Mongo)
Hay que analizar bien la situación antes de pedir nada.
Si no tapas los agujeros, tendrás que reconstruir las paredes. (Swahili)
Hay que resolver los problemas antes de que se hagan demasiado grandes.
Quién guarda dos termiteros, vuelve de vacio. (Haya)
El que quiere hacer más de lo razonable acaba por perder toda ganancia.
Es más fácil para una hormiga transportar una montaña que mover a los que mandan. (Mongo)
Los gobernantes no hacen caso de los gobernados.
El día nunca retrocede de nuevo. (Tupur)
Las cosas que han sucedido ya no tienen vuelta atrás.
Si molestas a un perro, molestas a su dueño. (Ruanda)
No conviene meterse con quien tiene jefes poderosos.
Las lenguas de los que critican son como las patas de las moscas, aterrizan en cualquier cosa que encuentran. (Duala)
Los que critican no reparan a quien hacen mal.
Nosotros trabajamos en la superficie, las profundidades son un misterio. (Bahaya)
La vida guarda un secreto sentido, siempre es más lo que se desconoce que lo que se sabe.
No se puede enseñar el camino al gorila viejo. (Fang)
Las personas experimentadas saben lo que hacen, no conviene intentar enseñarles.
No puedes esconder el humo si encendistes fuego. (Burundi)
Las malas acciones siempre dejan un rastro.
No se enseña a una jirafa a correr. (Kwanyama)
No pretendas enseñar a un experto.
La espina saldrá por donde entró. (Bamileke)
Los problemas se solucionan encarándolos.
Hay más sabiduría escuchando que hablando. (Kikuyu)
Es más sabio el que escucha que el que habla demasiado.
Un amigo trabaja a la luz del sol, un enemigo en la oscuridad. (Acholi)
Los malvados planean sus fechorías a escondidas, los buenos realizan sus acciones a la vista de todos.
La boca hace deudas, pero los brazos pagan. (Ewe)
El imprudente que habla demasiado acaba pagándolo con su esfuerzo.
Entre hermanos, si la prueba se gana o se pierde, da lo mismo. (Ekonda)
La amistad es más importante que el éxito.
El río se llena con arroyos pequeños. (Bateke)
Las pequeñas obras resultan en algo importante, la paciencia da grandes frutos.
Fuente: WANAFRICA.
http://www.wanafrika.org/2011/10/proverbios-y-refranes-africanos.html
Refranes interpretados por: Antumi Toasijé.

Fotografía de John Kenny.
No es bueno que los dientes riñan con la lengua. (Baulé)
Quienes dependen los unos de los otros deben entenderse.
Se admira a los carneros donde faltan los toros. (Fulani)
La mediocridad es alabada donde no hay excelencia.
El río sigue su curso sin esperar al sediento. (Kikuyu)
El que quiere algo debe procurárselo.
No conviene aplaudir demasiado al bailarín, porque puede dar un paso en falso. (Bamileke)
Las excesivas alabanzas conducen a la pereza y al error.
El carcelero es un prisionero más. (Bamileke)
El que hace sufrir está atado a su propia maldad.
No preguntes al cazador sobre su caza si vuelve con setas. (Ashanti)
Hay que evitar humillar a la gente.
Aunque salgas a cazar elefantes, no desprecies al caracol. (Mbede)
Por muy ambiciosos que sean tus proyectos no deprecies las pequeñas ganancias.
El ojo no soporta cargas, pero sabe la carga que puede soportar la cabeza. (Wolof)
No es necesario experimentar algo para conocerlo.
La sal no dice de sí misma que es salada. (Abé)
La gente oculta sus defectos.
No importa cuánto tiempo un tronco pase en el agua, nunca llegará a ser cocodrilo. (Bambara)
Cada individuo tiene su personalidad aunque pretenda ser otra cosa.
Lo que el viejo ve por estar sentado, no lo percibe el joven que esta de pie. (Bambara)
Los ancianos tienen una visión sosegada y detallada de las cosas.
La mentira puede correr un año, la verdad la alcanza en un día. (Nigeria)
Cuando llega la verdad es siempre superior a la mentira.
Muchas palabras no llenan un cesto. (Yoruba)
Lo que cuentan son los hechos y no la palabrería.
Las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran. (Kongo)
Los que fueron amantes o amigos siempre se recordarán mutuamente y los efectos de sus actos perduran.
Cuando dos elefantes luchan es la hierba la que sufre. (Uganda)
Las riñas de los poderosos hacen sufrir a los que tienen debajo.
El cazador no se frota con grasa y se pone a dormir junto al fuego. (Nigeria)
Una persona experimentada no se expone inútilmente al peligro.
Antes de pedirle ropa a un hombre, mire la ropa que él lleva. (Yoruba)
Mira la conducta y modos de vida de alguien antes de imitarle o pedirle algo.
La lluvia moja las manchas del leopardo pero no se las quita. (Akan)
Cada uno tiene su propia naturaleza inmutable.
Un hombre no vaga lejos de donde se está asando su maíz. (Nigeria)
No es prudente alejarse de la fuente de alimento o riqueza.
El esfuerzo es recompensado.
Una persona que se cambia de ropa siempre se oculta mientras se está cambiando. (Kenya)
La traición se fragua a escondidas.
Un asno siempre da las gracias con una coz. (Kenya)
Hay gente que jamás aprecia el bien que se le hace.
Muchos nacimientos significan muchos entierros. (Kenya)
Todo hecho positivo presagia un hecho negativo.
Las cosas importantes quedan en el cajón. (Kenya)
Lo realmente importante se mantiene oculto.
No se envía a un muchacho a recoger miel. (Kenya)
Las misiones difíciles exigen experiencia.
¿Si un mono está entre los perros, por qué no aprende a ladrar? (Nigeria)
La naturaleza de cada cual es inmutable.
Las tareas de un elefante nunca son demasiado pesadas para él. (Zimbabwe)
Los grandes personajes no desprecian el trabajo.
Si usted puede caminar, usted puede bailar; Si usted puede hablar, usted puede cantar. (Dinka)
Siempre se puede ir un paso más allá con un poco de esfuerzo.
Para rehusar curarte, te pide cuernos de perro. (Bayaka)
Cuando alguien no quiere ayudarte te pedirá algo imposible a cambio de su ayuda.
Una enfermedad que se cura no necesita de muchos adivinos. (Yaka)
Lo que es obvio salta a la vista.
Una enfermedad que vuelve es mortal. (Yaka)
Las cosas negativas que suceden dos veces son realmente peligrosas.
El cazador busca la pieza, la pieza no busca al cazador. (Yaka)
Uno mismo debe esforzarse por conseguir lo que le interesa.
Cuando el león envejece hasta las moscas le atacan. (Chagga)
Todos se ceban con el líder caído.
El dueño de la casa sabe donde gotea su tejado. (Bornu)
Cada uno conoce los defectos y problemas que hay en su familia.
La piel del leopardo es bonita, pero su corazón malvado. (Luba)
Hay que cuidarse de las apariencias.
Quién escucha la voz del anciano es como un árbol fuerte; quién se tapa los oidos es como una rama al viento. (Maasai)
Es conveniente escuchar los consejos de los ancianos.
Una mentira puede matar mil verdades. (Asanti)
La mentira es fácilmente creída por la gente.
Trabajar el campo es duro, pero más dura es el hambre. (Kikuyu)
Hay que esforzarse para no sufrir las consecuencias de la pereza.
El mal penetra como una aguja y luego es como un roble. (Etíopía)
Una pequeña intriga puede volverse muy destructiva.
Los tambores de guerra son tambores de hambre. (Sudáfrica)
La guerra trae el hambre, el desacuerdo trae miseria.
Cuando un hongo ha crecido, ya no vuelve a entrar en la tierra. (Luo)
Cuando las cosas salen a la luz ya no se pueden ocultar.
El cazador que habla demasiado, llega a casa de vacío. (Maasai)
El que presume demasiado no consigue nada.
Quien hace preguntas no es tonto. (Swahili)
El que quiere saber algo tiene que preguntarlo sin vergüenza.
Cada arroyo tiene su fuente. (Zulu)
Todas las cosas tienen un origen, una razón de ser.
Cada hombre deja sus huellas. (Kikuyu)
Por sus hechos se conoce a las personas.
Un perro no entra en una casa donde hay hambre. (Mongo)
Hay que analizar bien la situación antes de pedir nada.
Si no tapas los agujeros, tendrás que reconstruir las paredes. (Swahili)
Hay que resolver los problemas antes de que se hagan demasiado grandes.
Quién guarda dos termiteros, vuelve de vacio. (Haya)
El que quiere hacer más de lo razonable acaba por perder toda ganancia.
Es más fácil para una hormiga transportar una montaña que mover a los que mandan. (Mongo)
Los gobernantes no hacen caso de los gobernados.
El día nunca retrocede de nuevo. (Tupur)
Las cosas que han sucedido ya no tienen vuelta atrás.
Si molestas a un perro, molestas a su dueño. (Ruanda)
No conviene meterse con quien tiene jefes poderosos.
Las lenguas de los que critican son como las patas de las moscas, aterrizan en cualquier cosa que encuentran. (Duala)
Los que critican no reparan a quien hacen mal.
Nosotros trabajamos en la superficie, las profundidades son un misterio. (Bahaya)
La vida guarda un secreto sentido, siempre es más lo que se desconoce que lo que se sabe.
No se puede enseñar el camino al gorila viejo. (Fang)
Las personas experimentadas saben lo que hacen, no conviene intentar enseñarles.
No puedes esconder el humo si encendistes fuego. (Burundi)
Las malas acciones siempre dejan un rastro.
No se enseña a una jirafa a correr. (Kwanyama)
No pretendas enseñar a un experto.
La espina saldrá por donde entró. (Bamileke)
Los problemas se solucionan encarándolos.
Hay más sabiduría escuchando que hablando. (Kikuyu)
Es más sabio el que escucha que el que habla demasiado.
Un amigo trabaja a la luz del sol, un enemigo en la oscuridad. (Acholi)
Los malvados planean sus fechorías a escondidas, los buenos realizan sus acciones a la vista de todos.
La boca hace deudas, pero los brazos pagan. (Ewe)
El imprudente que habla demasiado acaba pagándolo con su esfuerzo.
Entre hermanos, si la prueba se gana o se pierde, da lo mismo. (Ekonda)
La amistad es más importante que el éxito.
El río se llena con arroyos pequeños. (Bateke)
Las pequeñas obras resultan en algo importante, la paciencia da grandes frutos.
domingo, 17 de abril de 2016
ESBOZO PARA UN CUADRO
ESBOZO PARA UN CUADRO
El apunte para un cuadro de tamaño considerable
muestra la silueta de una mujer llena de palabras; esas palabras
no están pintadas sobre la mujer,
están dentro de ella.
La mujer no aparece de frente ni de espaldas al observador,
sino de perfil, apuntando sus pechos hacia el borde izquierdo
y girado su rostro hacia el derecho.
En realidad, más que palabras,
lo que contiene su cuerpo son letras,
letras que, una vez combinadas con acierto,
formarán palabras,
palabras que anuncian significados y que, por su número
y el azar combinatorio, completarán la lista
de la totalidad de lo que es (traducible en palabras).
El lado derecho del cuadro lo ocupa un hombre,
o la silueta de un hombre, que mira hacia el lado de la mujer.
Igualmente de perfil, el hombre tiene la boca abierta
y su lengua fuera de la boca; de esa lengua
surgen otras lenguas (de fuego),
llamas que avanzan hacia el costado de la mujer.
Donde inciden las llamas
las letras se ven parcialmente quemadas.
Otros detalles menores son el signo de interrogación
que los dos presentan en la palma de sus manos,
y el hecho de que uno de los pezones de la mujer
sea rosado y el otro azul.
Se debe intentar que parezca que conversan,
que ella escucha en tanto sus letras se ennegrecen
y consumen, que él habla alocadamente,
sin medir el alcance ni las consecuencias de sus palabras.
El hombre sin duda está excitado y agrede
con su lanzallamas verbal
a la figura de la mujer que considera pintada.
Esto sucede en el cuadro;
en el estudio donde el cuadro se imagina
las cosas son bien distintas:
el pintor que contempla a su modelo quiere hablarle dulcemente.
Aun así debe pensar siempre lo que dice, medir las palabras.
Entre la mujer y el pintor hay un espejo
de donde el pintor extrae la silueta del hombre.
Cuando la pintura esté acabada y sea expuesta,
se abre la posibilidad de formas palabras a partir de letras,
frases a partir de palabras, anuncios y revelaciones.
Los límites de un cuadro no son garantes
de ninguna intimidad.
Salvador Alís.
El apunte para un cuadro de tamaño considerable
muestra la silueta de una mujer llena de palabras; esas palabras
no están pintadas sobre la mujer,
están dentro de ella.
La mujer no aparece de frente ni de espaldas al observador,
sino de perfil, apuntando sus pechos hacia el borde izquierdo
y girado su rostro hacia el derecho.
En realidad, más que palabras,
lo que contiene su cuerpo son letras,
letras que, una vez combinadas con acierto,
formarán palabras,
palabras que anuncian significados y que, por su número
y el azar combinatorio, completarán la lista
de la totalidad de lo que es (traducible en palabras).
El lado derecho del cuadro lo ocupa un hombre,
o la silueta de un hombre, que mira hacia el lado de la mujer.
Igualmente de perfil, el hombre tiene la boca abierta
y su lengua fuera de la boca; de esa lengua
surgen otras lenguas (de fuego),
llamas que avanzan hacia el costado de la mujer.
Donde inciden las llamas
las letras se ven parcialmente quemadas.
Otros detalles menores son el signo de interrogación
que los dos presentan en la palma de sus manos,
y el hecho de que uno de los pezones de la mujer
sea rosado y el otro azul.
Se debe intentar que parezca que conversan,
que ella escucha en tanto sus letras se ennegrecen
y consumen, que él habla alocadamente,
sin medir el alcance ni las consecuencias de sus palabras.
El hombre sin duda está excitado y agrede
con su lanzallamas verbal
a la figura de la mujer que considera pintada.
Esto sucede en el cuadro;
en el estudio donde el cuadro se imagina
las cosas son bien distintas:
el pintor que contempla a su modelo quiere hablarle dulcemente.
Aun así debe pensar siempre lo que dice, medir las palabras.
Entre la mujer y el pintor hay un espejo
de donde el pintor extrae la silueta del hombre.
Cuando la pintura esté acabada y sea expuesta,
se abre la posibilidad de formas palabras a partir de letras,
frases a partir de palabras, anuncios y revelaciones.
Los límites de un cuadro no son garantes
de ninguna intimidad.
Salvador Alís.
jueves, 14 de abril de 2016
ANOTACIONES 14-IV-2016
ANOTACIONES 14-IV-2016
VACACIONES. Soy inconstante, impreciso, dubitativo. Al poco de comenzar las vacaciones decido ponerles fin, volver. Cambio de idea a cada instante, no acabo mis proyectos, no cumplo mis promesas. Pero esto se debe, supongo, al igual que sucede en el juego de ajedrez, a que la estrategia no puede ser nunca una línea recta ni una opción independiente, pues cada movimiento elegido y ejecutado (luego de pensar, comparar y valorar otros posibles movimientos) no procede del capricho sino que es consecuente con el último movimiento del contrario, nuestro enemigo.
Cada vez es más difícil elegir un destino al que viajar, un destino donde poder relajarse, sorprenderse, cambiar unos pensamientos por otros y, en definitiva, renacer.
FALSO HAIKU. Por sugestión, asimilación o imitación, luego de una breve lectura de poesía japonesa, poesía antigua escrita cuando Japón aún no era Japón, cuando todavía era concebible que la generosidad fuera recompensada, cuando era concebible el valor, la justicia y la honradez, cuando los emperadores gobernaban según muy firmes principios éticos, y la belleza y la creación eran consideradas virtudes humanas emanadas del pensamiento, he compuesto sin mérito y sin importancia este falso haiku:
VENENO. Hablo demasiado, eso nadie lo pondrá en duda. No sé mantener la boca cerrada, lo que me ha supuesto y me supone más de un problema. Pero ignoro qué porcentaje de lo que digo corresponde a la verdad. Y me pregunto de qué vale comunicar opiniones, críticas, preocupaciones, sueños, sentimientos y, en general, cualquier tipo de delirio, por muy sentido que a uno le parezca. Hablar, cuando es innecesario, puede llegar a ser una forma de agresión sumamente molesta para quienes escuchan.
Y sin embargo dice un proverbio africano: "Una palabra que no puede salir de la boca acaba convirtiéndose en baba ponzoñosa."
MIA COUTO. En compensación por los problemas a los que he tenido que enfrentarme durante las últimas semanas, algunos encauzados y la mayoría aún sin resolver, hoy me he comprado un libro. El autor es Mia Couto (nacido en Mozambique, el mismo año que yo); el título: La confesión de la leona. No lo hubiera comprado de no haber visto su portada, una fotografía en blanco y negro de la fiera; no lo hubiera comprado si no hubiera leído la cita que encabeza el texto: "Hasta que los leones inventen sus propias historias, los cazadores serán siempre los héroes de los relatos de caza." Y sin embargo, después de leer el primer capítulo, puedo afirmar que este libro no es en absoluto un relato de caza, y que va a gustarme y que será bueno para la estabilidad de mis emociones. Si tuviera que definirlo de antemano diría que es extraño; veremos cuál es la definición al concluir su lectura.
FARMACIAS. PRIMERA VERSIÓN. Esta tarde en una farmacia he sentido asco; no parece el lugar más propicio para sentirlo pero no lo he podido evitar. "Asco" es una palabra que uso en contadas ocasiones; ahora no encuentro otra mejor. Tres clientes por delante; uno de ellos se tambaleaba ligeramente de espaldas a mí, buscaba algo nerviosamente con una mano en un bolsillo y con la otra no paraba de tocarse la boca. Al llegar su turno le ha pedido a la farmacéutica "un medicamento de nombre raro que me han puesto en la tarjeta y que no sé para qué es". La señora le ha explicado que era un enjuague bucal para tratar la candidiasis y cómo debía emplearlo y cuántas veces al día. Imagino que el hombre no se habrá enterado de nada. Al acercarme yo al mostrador, de repente, el asco me ha dominado. No quería tocar la superficie de cristal que él había tocado, pero también pensaba que las manos de la farmacéutica, sin guantes (¿pero de qué sirven los guantes?), que habían entrado en contacto con el billete procedente de las manos del enfermo, bien podrían, al manipular las cajas de vendas auto-adhesivas y de gasas estériles que yo compraba, transmitirme el hongo. Por eso he buscado cuanto antes, al salir de la farmacia, un lugar donde lavar mis manos tres veces consecutivas.
ACTITUDES. En alguna página perdida, en algún libro (cuyo autor no recuerdo) abierto al azar en estos días, he leído estas aseveraciones que copio aquí filtradas por mi memoria inexacta y subjetiva: "Ante la ofensa de otros (o la ofensa de la vida), el débil se recrea en su idea de venganza, el fuerte olvida o perdona y el inteligente ignora."
FARMACIAS. SEGUNDA VERSIÓN. A pesar de su aspecto inmaculado, de la blancura dominante y del orden extremo en las estanterías, no sé hasta qué punto las farmacias son espacios seguros. Muchos de los clientes que franquean sus puertas (que a veces se abren solas) son enfermos en busca de medicamentos, por lo que cabe imaginar que en esas estancias de apariencia tan pulcra entrarán también enfermedades a diario. Lo anterior se disimula colocando en primer término y a la vista cremas regeneradoras, cepillos de dientes, balanzas, gafas de aumento, hierbas y caramelos; los productos principales, los tóxicos y los efectos secundarios se guardan en la trastienda. No lo había pensado antes pero lo pienso ahora. Recientemente he tenido que acudir unas cuantas veces a diferentes farmacias. En la última visita, un tipo con candidiasis bucal (como yo iba detrás suyo no pude evitar oír su conversación con la farmacéutica) no cesaba de pasarse el dorso de la mano derecha por los labios, y luego, con esa misma mano, entregó su tarjeta sanitaria y el dinero con que pagar; mientras aguardaba las monedas de cambio y su medicación (una bolsita de plástico con los frascos de enjuagues), mantenía las manos abiertas sobre el mostrador (quizá para guardar el equilibrio pues era evidente que a duras penas podía permanecer en pie). Pensé cómo haría la farmacéutica para protegerse de los potenciales contagios, de los agentes patógenos a los que debía enfrentarse en su trabajo. No llevaba guantes, aunque dudo que eso cambiara las cosas; bata blanca sí vestía, puesto que da impresión de higiene. Pensé que si los microscópicos "cándida" de la saliva del sujeto llegaban a sus manos, la farmacéutica podía a su vez hacerlos llegar a las mías. Evité tocar la superficie acristalada del mostrador, me mantuve a distancia y, apenas salir a la calle, entré en el primer bar y en el primer baño buscando agua y jabón como el sediento busca simplemente agua. Convivo con gatos y con libros; debo estar naturalmente vacunado para algunas variedades de alérgenos, polvo, ácaros, etc.; pero me vuelvo más y más escrupuloso cada vez. Mi organismo envejece, se vuelve vulnerable. Quizá no tenga miedo a enfermar sino miedo a morir; quizá no me asuste la muerte pero me fastidie sentirme enfermo. De cualquier forma la conclusión es que debo ser más precavido, nunca sabe uno dónde un microbio, una bacteria dañina, un virus o un hongo letal nos estará esperando.
Si no deseas la enfermedad, ante todo procura mantenerte alejado de médicos y farmaceúticos. Y luego, por supuesto, no separes tu mente de tu cuerpo y asume la responsabilidad de tu salud.
ADICCIONES. Manolo Tena, en una de las últimas entrevistas que le hicieron en televisión, dedicó unos minutos a hablar de las adicciones. No registré sus palabras concretas pero sí el mensaje subyacente: que además de la adicción a las drogas (las estimadas perniciosas como tales por estamentos interesados y la más vulgar opinión pública), el tabaco y el alcohol, existían otras muchas, más sutiles e incluso socialmente toleradas o, al menos, no definidas en su complejidad de uso y abuso; y que cualquier adicción puede o debe ser considerada como enfermedad. Cuando uno es adicto, lo demostrará consumiendo en exceso, sin importar cuál sea el objeto o el tema de su voracidad. Y si consigue librarse de determinada adicción, es más que probable que sucumba a otra, y así sucesivamente.
Se puede ser adicto al sexo, al trabajo, a la comida, al deporte, a la moda, a la religión..., a cosas tan comunes y en general tan poco sospechosas. En realidad todos somos adictos, es decir: enfermos. Adictos a la velocidad, a la cirugía estética, a los perfumes, a las marcas, a los viajes, a los libros, a la limpieza, a los fármacos, a la escritura, a la televisión, a la prensa, al riesgo, a los móviles, al amor, a la violencia, a los video-juegos, al dinero, a la mentira, a la política, a los sueños, a la pornografía, a la música, al fútbol, a las apuestas, al poder, a la soledad, a los donuts, a las hamburguesas, al cine, al circo, al espectáculo, a las palomitas de maíz, a las pipas de girasol, a la cerveza, a los tatuajes, al vino, a la siesta, al insomnio, a las oraciones, a la súplica, a la limosna, a la nostalgia, a la tristeza, al malhumor, a la ironía, a la crítica, a la fotografía, a los autorretratos, a los silencios, a los temores, a la magia, a las cartas de poker, a las cartas de tarot, a los dados, a los automóviles, a las motocicletas, a las montañas, a las olas, a las fiestas, a los bailes, a las máscaras, al vagar y al estar sin ser y a la elusión permanente... Y así hasta el infinito. Las periódicas epidemias de gripe, la inmunodeficiencia o el cáncer, por citar algunos ejemplos, no son nada, ni en número ni en calidad, comparados con la humana e inevitable tendencia a la adicción. Tan enfermo el que se inyecta heroína como el que se arrodilla y reza, tan miserables ambos, tan dignos de conmiseración pues actúan así, y así se someten, en busca de una trascendencia inalcanzable.
RELÁMPAGOS. Aunque cueste creerlo, a veces se dan en nuestro cielo oscuros relámpagos de múltiples e intrincadas ramificaciones. Entre los días catorce y quince de abril del año dieciséis del siglo veintiuno, este país tan necesitado de cuerdas y capirotes sigue sin gobierno; en las principales librerías de esta ciudad es imposible hallar un libro actualizado sobre robots y robótica, pero sí un libro-caja (made in China) para montar tres robots con piezas de cartón coloreadas y sencillos mecanismos de cuerda; los bancos esconden nuestros capitales y esperan que, de un momento a otro, Kafka y Marx se personen para contratar una cuenta on line; los necios siguen reproduciéndose desaforadamente; el jefe sigue siendo el jefe, a su pesar y pese a quien pese; y cada uno se duele de su mal y todo se deja atrás y todo se olvida y más tarde se recuerda; y tanto vale la cruz como la espada.
VACACIONES. Soy inconstante, impreciso, dubitativo. Al poco de comenzar las vacaciones decido ponerles fin, volver. Cambio de idea a cada instante, no acabo mis proyectos, no cumplo mis promesas. Pero esto se debe, supongo, al igual que sucede en el juego de ajedrez, a que la estrategia no puede ser nunca una línea recta ni una opción independiente, pues cada movimiento elegido y ejecutado (luego de pensar, comparar y valorar otros posibles movimientos) no procede del capricho sino que es consecuente con el último movimiento del contrario, nuestro enemigo.
Cada vez es más difícil elegir un destino al que viajar, un destino donde poder relajarse, sorprenderse, cambiar unos pensamientos por otros y, en definitiva, renacer.
FALSO HAIKU. Por sugestión, asimilación o imitación, luego de una breve lectura de poesía japonesa, poesía antigua escrita cuando Japón aún no era Japón, cuando todavía era concebible que la generosidad fuera recompensada, cuando era concebible el valor, la justicia y la honradez, cuando los emperadores gobernaban según muy firmes principios éticos, y la belleza y la creación eran consideradas virtudes humanas emanadas del pensamiento, he compuesto sin mérito y sin importancia este falso haiku:
En el cielo, una sola estrella.
Dos ojos en un mismo rostro la contemplan.
Esa mirada puede llamarse "soledad".
VENENO. Hablo demasiado, eso nadie lo pondrá en duda. No sé mantener la boca cerrada, lo que me ha supuesto y me supone más de un problema. Pero ignoro qué porcentaje de lo que digo corresponde a la verdad. Y me pregunto de qué vale comunicar opiniones, críticas, preocupaciones, sueños, sentimientos y, en general, cualquier tipo de delirio, por muy sentido que a uno le parezca. Hablar, cuando es innecesario, puede llegar a ser una forma de agresión sumamente molesta para quienes escuchan.
Y sin embargo dice un proverbio africano: "Una palabra que no puede salir de la boca acaba convirtiéndose en baba ponzoñosa."
MIA COUTO. En compensación por los problemas a los que he tenido que enfrentarme durante las últimas semanas, algunos encauzados y la mayoría aún sin resolver, hoy me he comprado un libro. El autor es Mia Couto (nacido en Mozambique, el mismo año que yo); el título: La confesión de la leona. No lo hubiera comprado de no haber visto su portada, una fotografía en blanco y negro de la fiera; no lo hubiera comprado si no hubiera leído la cita que encabeza el texto: "Hasta que los leones inventen sus propias historias, los cazadores serán siempre los héroes de los relatos de caza." Y sin embargo, después de leer el primer capítulo, puedo afirmar que este libro no es en absoluto un relato de caza, y que va a gustarme y que será bueno para la estabilidad de mis emociones. Si tuviera que definirlo de antemano diría que es extraño; veremos cuál es la definición al concluir su lectura.
FARMACIAS. PRIMERA VERSIÓN. Esta tarde en una farmacia he sentido asco; no parece el lugar más propicio para sentirlo pero no lo he podido evitar. "Asco" es una palabra que uso en contadas ocasiones; ahora no encuentro otra mejor. Tres clientes por delante; uno de ellos se tambaleaba ligeramente de espaldas a mí, buscaba algo nerviosamente con una mano en un bolsillo y con la otra no paraba de tocarse la boca. Al llegar su turno le ha pedido a la farmacéutica "un medicamento de nombre raro que me han puesto en la tarjeta y que no sé para qué es". La señora le ha explicado que era un enjuague bucal para tratar la candidiasis y cómo debía emplearlo y cuántas veces al día. Imagino que el hombre no se habrá enterado de nada. Al acercarme yo al mostrador, de repente, el asco me ha dominado. No quería tocar la superficie de cristal que él había tocado, pero también pensaba que las manos de la farmacéutica, sin guantes (¿pero de qué sirven los guantes?), que habían entrado en contacto con el billete procedente de las manos del enfermo, bien podrían, al manipular las cajas de vendas auto-adhesivas y de gasas estériles que yo compraba, transmitirme el hongo. Por eso he buscado cuanto antes, al salir de la farmacia, un lugar donde lavar mis manos tres veces consecutivas.
ACTITUDES. En alguna página perdida, en algún libro (cuyo autor no recuerdo) abierto al azar en estos días, he leído estas aseveraciones que copio aquí filtradas por mi memoria inexacta y subjetiva: "Ante la ofensa de otros (o la ofensa de la vida), el débil se recrea en su idea de venganza, el fuerte olvida o perdona y el inteligente ignora."
FARMACIAS. SEGUNDA VERSIÓN. A pesar de su aspecto inmaculado, de la blancura dominante y del orden extremo en las estanterías, no sé hasta qué punto las farmacias son espacios seguros. Muchos de los clientes que franquean sus puertas (que a veces se abren solas) son enfermos en busca de medicamentos, por lo que cabe imaginar que en esas estancias de apariencia tan pulcra entrarán también enfermedades a diario. Lo anterior se disimula colocando en primer término y a la vista cremas regeneradoras, cepillos de dientes, balanzas, gafas de aumento, hierbas y caramelos; los productos principales, los tóxicos y los efectos secundarios se guardan en la trastienda. No lo había pensado antes pero lo pienso ahora. Recientemente he tenido que acudir unas cuantas veces a diferentes farmacias. En la última visita, un tipo con candidiasis bucal (como yo iba detrás suyo no pude evitar oír su conversación con la farmacéutica) no cesaba de pasarse el dorso de la mano derecha por los labios, y luego, con esa misma mano, entregó su tarjeta sanitaria y el dinero con que pagar; mientras aguardaba las monedas de cambio y su medicación (una bolsita de plástico con los frascos de enjuagues), mantenía las manos abiertas sobre el mostrador (quizá para guardar el equilibrio pues era evidente que a duras penas podía permanecer en pie). Pensé cómo haría la farmacéutica para protegerse de los potenciales contagios, de los agentes patógenos a los que debía enfrentarse en su trabajo. No llevaba guantes, aunque dudo que eso cambiara las cosas; bata blanca sí vestía, puesto que da impresión de higiene. Pensé que si los microscópicos "cándida" de la saliva del sujeto llegaban a sus manos, la farmacéutica podía a su vez hacerlos llegar a las mías. Evité tocar la superficie acristalada del mostrador, me mantuve a distancia y, apenas salir a la calle, entré en el primer bar y en el primer baño buscando agua y jabón como el sediento busca simplemente agua. Convivo con gatos y con libros; debo estar naturalmente vacunado para algunas variedades de alérgenos, polvo, ácaros, etc.; pero me vuelvo más y más escrupuloso cada vez. Mi organismo envejece, se vuelve vulnerable. Quizá no tenga miedo a enfermar sino miedo a morir; quizá no me asuste la muerte pero me fastidie sentirme enfermo. De cualquier forma la conclusión es que debo ser más precavido, nunca sabe uno dónde un microbio, una bacteria dañina, un virus o un hongo letal nos estará esperando.
Si no deseas la enfermedad, ante todo procura mantenerte alejado de médicos y farmaceúticos. Y luego, por supuesto, no separes tu mente de tu cuerpo y asume la responsabilidad de tu salud.
ADICCIONES. Manolo Tena, en una de las últimas entrevistas que le hicieron en televisión, dedicó unos minutos a hablar de las adicciones. No registré sus palabras concretas pero sí el mensaje subyacente: que además de la adicción a las drogas (las estimadas perniciosas como tales por estamentos interesados y la más vulgar opinión pública), el tabaco y el alcohol, existían otras muchas, más sutiles e incluso socialmente toleradas o, al menos, no definidas en su complejidad de uso y abuso; y que cualquier adicción puede o debe ser considerada como enfermedad. Cuando uno es adicto, lo demostrará consumiendo en exceso, sin importar cuál sea el objeto o el tema de su voracidad. Y si consigue librarse de determinada adicción, es más que probable que sucumba a otra, y así sucesivamente.
Se puede ser adicto al sexo, al trabajo, a la comida, al deporte, a la moda, a la religión..., a cosas tan comunes y en general tan poco sospechosas. En realidad todos somos adictos, es decir: enfermos. Adictos a la velocidad, a la cirugía estética, a los perfumes, a las marcas, a los viajes, a los libros, a la limpieza, a los fármacos, a la escritura, a la televisión, a la prensa, al riesgo, a los móviles, al amor, a la violencia, a los video-juegos, al dinero, a la mentira, a la política, a los sueños, a la pornografía, a la música, al fútbol, a las apuestas, al poder, a la soledad, a los donuts, a las hamburguesas, al cine, al circo, al espectáculo, a las palomitas de maíz, a las pipas de girasol, a la cerveza, a los tatuajes, al vino, a la siesta, al insomnio, a las oraciones, a la súplica, a la limosna, a la nostalgia, a la tristeza, al malhumor, a la ironía, a la crítica, a la fotografía, a los autorretratos, a los silencios, a los temores, a la magia, a las cartas de poker, a las cartas de tarot, a los dados, a los automóviles, a las motocicletas, a las montañas, a las olas, a las fiestas, a los bailes, a las máscaras, al vagar y al estar sin ser y a la elusión permanente... Y así hasta el infinito. Las periódicas epidemias de gripe, la inmunodeficiencia o el cáncer, por citar algunos ejemplos, no son nada, ni en número ni en calidad, comparados con la humana e inevitable tendencia a la adicción. Tan enfermo el que se inyecta heroína como el que se arrodilla y reza, tan miserables ambos, tan dignos de conmiseración pues actúan así, y así se someten, en busca de una trascendencia inalcanzable.
RELÁMPAGOS. Aunque cueste creerlo, a veces se dan en nuestro cielo oscuros relámpagos de múltiples e intrincadas ramificaciones. Entre los días catorce y quince de abril del año dieciséis del siglo veintiuno, este país tan necesitado de cuerdas y capirotes sigue sin gobierno; en las principales librerías de esta ciudad es imposible hallar un libro actualizado sobre robots y robótica, pero sí un libro-caja (made in China) para montar tres robots con piezas de cartón coloreadas y sencillos mecanismos de cuerda; los bancos esconden nuestros capitales y esperan que, de un momento a otro, Kafka y Marx se personen para contratar una cuenta on line; los necios siguen reproduciéndose desaforadamente; el jefe sigue siendo el jefe, a su pesar y pese a quien pese; y cada uno se duele de su mal y todo se deja atrás y todo se olvida y más tarde se recuerda; y tanto vale la cruz como la espada.
miércoles, 13 de abril de 2016
FRAGMENTOS JAPONESES
FRAGMENTOS JAPONESES
" Cuando del Este sople la brisa,
exhala hacia mí tu perfume,
¡oh, flor del ciruelo!,
y aunque tu dueño esté lejos de ti,
no dejes de florecer en primavera."
"¡Ay! Ahora
que ha llegado el momento
de vestir el traje de plumas,
he aquí que en mí el amor
se despierta..."
"En estos tiempos en que se cree
que todos los hombres somos hermanos,
en las orillas de los cuatro océanos,
¿por qué los vientos y las olas
hacen estragos?"
"Sigamos adelante
para admirar la nieve,
hasta llegar al sitio donde caigamos."
"Mucho se echaría de menos
la vida
en tales condiciones
si no se supiera ya
que hay que morir."
"Como las flechas lanzadas por el arco...,
pienso que nuestra suerte
es no volver jamás."
"Muy augusta
es la voluntad imperial;
pero si el ruiseñor
viene a reclamar su habitáculo,
¿qué podré yo contestarle?"
(Poemas o fragmentos de poemas, de diferentes épocas y autores japoneses, recogidos por Fukuyiro Wakatsuki en su libro Tradiciones Japonesas. Espasa - Calpe. 1940.)
" Cuando del Este sople la brisa,
exhala hacia mí tu perfume,
¡oh, flor del ciruelo!,
y aunque tu dueño esté lejos de ti,
no dejes de florecer en primavera."
"¡Ay! Ahora
que ha llegado el momento
de vestir el traje de plumas,
he aquí que en mí el amor
se despierta..."
"En estos tiempos en que se cree
que todos los hombres somos hermanos,
en las orillas de los cuatro océanos,
¿por qué los vientos y las olas
hacen estragos?"
"Sigamos adelante
para admirar la nieve,
hasta llegar al sitio donde caigamos."
"Mucho se echaría de menos
la vida
en tales condiciones
si no se supiera ya
que hay que morir."
"Como las flechas lanzadas por el arco...,
pienso que nuestra suerte
es no volver jamás."
"Muy augusta
es la voluntad imperial;
pero si el ruiseñor
viene a reclamar su habitáculo,
¿qué podré yo contestarle?"
(Poemas o fragmentos de poemas, de diferentes épocas y autores japoneses, recogidos por Fukuyiro Wakatsuki en su libro Tradiciones Japonesas. Espasa - Calpe. 1940.)
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